Festivales
Una recorrida por la competencia oficial, todos los premios y tres listas a modo de balance
Las chilenas Huacho, de Alejandro Fernández Almendras; y La nana, de Sebastián Silva; las películas argentinas Excursiones, de Ezequiel Acuña, y Los paranoicos, de Gabriel Medina; la uruguaya Gigante, de Adrián Biniez; las mexicanas Parque Vía, de Enrique Rivero; y Rabioso sol, rabioso cielo, de Julián Hernández; y la cubana El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío, fueron los largometrajes más interesantes de la sección principal de la 13ª edición del festival. El premio principal fue para La nana, mientras que Los paranoicos se quedó con los de mejor opera prima y actor (Daniel Hendler).
-Mejor película: La nana (Chile), de Sebastián Silva.
-Premio Especial del jurado: Gigante (Uruguay), de Adrián Biniez.
-Mejor actriz: Magaly Solier, por La teta asustada (Perú).
-Mejor actor: Daniel Hendler por Los paranoicos (Argentina)
-Mejor fotografìa: Lula Carvalho por La fiesta de la niña muerta y por Feliz natal, ambas brasileñas.
-Mejor guión: Alvaro Brechner y Gary Piquer, por Mal día para pescar (Uruguay).
-Mejor opera prima: Los paranoicos (Argentina), de Gabriel Medina.
-Premio de la crítica internacional: La nana (Chile), de Sebastián Silva.
-Premio del público: El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío (Cuba).
-Mejor documental: Los herederos (México), de Eugenio Polgovsky.
Las argentinas que importan
La delegación proveniente del Río de La Plata suele ser la vedette de cada festival latinoamericano ¿Quién no ha aceptado ya que Argentina es el pináculo del cine en español actualmente?
Este año su nivel no estuvo a la altura de la costumbre, tomando en cuenta que en el evento anterior su participación fue superlativa por la coincidencia de que Pablo Trapero (Leonera), Lucrecia Martel (La mujer sin cabeza), Lisandro Alonso (Liverpool), Albertina Carri (La rabia), junto al interesante documental Unidad 25, de Alejo Hoijman, estuvieron en Lima. Además, lo último de Lucía Puenzo (El niño pez), de Daniel Burman (El nido vacío), de Carlos Sorin (La ventana), de Paula Hernández (Lluvia), etc. están de regular a menos. Las decepciones fueron tantas que no pretendo dedicarles más líneas que estas.
No obstante, Excursiones, del “juvenil” Ezequiel Acuña, y Los paranoicos, del debutante Gabriel Medina, están entre lo mejor de la sección. Ambas dedicadas al público noventero, fresco en actitudes rebeldes con pretensiones profesionales recién por forjar.
En Excursiones sufrimos el cambio en las circunstancias del paso del tiempo entre dos amigos que perdieron el encanto de su mutua confianza, la añoranza del ayer perfecto donde todas las ambiciones se veían tangibles con facilidad. Los años pasan y la realidad gris, como la textura de las imágenes que evoca también la remembranza, opaca todo intento de volver. Marcos y Martín se separaron conociéndose y al encontrarse de nuevo necesitan repetir el proceso con incomodidad. El motivo de la puesta en escena de una pieza teatral se convierte en el camino de regreso a la que ya no se conoce.
La película muestra dos extraños que intentan ser como sus recuerdos, un reto que estorba sus actividades previstas seguramente más productivas. Excursiones hace crecer la desilusión para entrañarnos el valor de la juventud.
Los paranoicos es la vía de evolución del patetismo a la desinhibición de Luciano (un ya popular Daniel Hendler), quien sólo sabe que nada hace bien. Ni escribir un guión a través de los años, ni animar fiestas infantiles disfrazado de dinosaurio, ni flirtear con una chica dispuesta; antípoda de Manuel, su amigo/antagonista, en quien refleja sus frustraciones. Sofía, novia de Manuel, será el nexo para la discordia y la resolución del conflicto (silencioso) entre ambos.
La ópera prima de Medina da sus mejores momentos en la embarazosa intimidad entre Luciano y Sofía, dos oprimidos del garbo de Manuel, que intentan una oportunidad de conocer sus propias virtudes, llegando al clímax en la escena dancística –manifiesto de liberación- que prácticamente cierra la película. Los paranoicos se mueve de noche como contextualización del semblante deprimido de su protagonista, que se encasilla en el apartamento como auto opresión y por cobardía al desafío de evolucionar.
Chile no se queda atrás
La buena vida, de Andrés Wood, muestra los cuatro polos de la moderna Santiago, con personajes sufridos y tufillo conciliador. Una película prescindible por su trasfondo social poco desarrollado, dando una visión reconocible del problema con poco esfuerzo. Y no digamos que Wood redunda en lo identificable, como las desavenencias de la calle, para restregarnos la problemática.
El margen divisorio entre la ruralidad y el urbanismo es cada vez más estrecho, ambos bandos se retroalimentan muchas veces sin percatarse de tales influencias. De eso va Huacho, de Alejandro Fernández Almendras, que retrata la cotidianeidad mixta de una familia que amanece en el campo pero que subsiste por la voluntad del ciudadano; sea por la venta de queso (la abuela), por el mantenimiento de un local turístico (la mamá), por la sociabilización por un videojuego (el hijo) o por la distensión en un bar (el abuelo).
Las escenas matutinas en la zona rural son tediosas, mironas del quehacer primario, con la intención de situarnos en su apacible rutina, de trascurso lento y cansado. Diferente es tras el traslado a la ciudad (madre e hijo) o sus relaciones con la urbe y sus vicios (abuelos), pues la cámara se agiliza, los empalmes entre toma y toma se dinamizan y la propuesta encuentra su complejidad.
Al descubrir que la mujer pide adelantos de sueldo para cumplir sus antojos, entendemos la necesidad del pobre de no parecerlo. Huacho figura a los apartados de las grandes poblaciones para evidenciarlos también como demandantes de las necesidades de estos tiempos globalizados.
La nana, de Sebastián Silva, es una de las películas más inquietantes de toda la competencia. La fisonomía de la representativa de la condición servicial del hogar potencia una amplia gama de supuestos amedrentadores por su cuerpo regordete, pasos rastreros y mirada fija con recelo.
Raquel se presenta huraña, auto excluida de círculos familiares o amicales, sin motivos manifiestos. Disociada de los placeres humanos, enfoca sus esfuerzos a la domesticidad con afán neurótico. Los celos patológicos y la misoginia amagan definirla frente a la invasión de “competencia”, haciendo de Raquel un personaje imprevisible en su proceder, pues toda conjetura queda sepultada ante cada ejecución promovida por sus conflictos internos.
La nana se define tras cada escena: inicia como un drama melancólico por el frío festejo de su cumpleaños; obscurece al percatarnos del odio hacia “la niña Camila”, degenerando a aversión por las domésticas suplentes; empero, la jovial Lucy produce un cambio optimista en ella, dotando algunos minutos de comedia ligera al desenlace. Es una película de personaje que atiende a las complejidades del mismo, no limitándose a un patrón recto de conducta a estirar sino a los espectros variables que puedan desarrollarse en su proceso tardío de aprendizaje.
La revancha por el Oso
Gigante, del argentino Adrián Biniez, vino a Lima con las expectativas de tomar su revancha después de lo sucedido en la Berlinale meses atrás, cuando La teta asustada, de Claudia Llosa, ahora local, relegó a esta cinta uruguaya al también valeroso Oso de Plata. Imposible fue rehuir al atractivo juego de comparar sus valores, interpretar sus códigos y juzgar al mejor partido, resultando de esto un colorido ramo de opiniones diversas y encontradas.
Que un corpulento vigilante haga platónico su amor hacia una empleada de limpieza que conoce sólo por su imagen en el monitor de vigilancia, concede a la trama un encanto cuentista disparejo del contexto de las acciones: un supermercado pródigo en ambientes ocres con trabajadores mañosos de antipatía natural, contristado por silencios dominantes propios de la desolada jornada nocturna que se representa. Romanticismo enclaustrado en cuatro paredes donde se ejerce poder y jerarquías: un centro de trabajo.
La relación entre Jara y Julia subsiste en la ilusión del primero, en su ficción, cual película compuesta por las distantes imágenes grises que la cámara de vigilancia capta todas las noches, las que contempla y admira obsesivo en su docilidad. Su timidez degenera a voyeurismo.
Gigante mantiene los planos fijos y encuadres abiertos hasta en exteriores, la perspectiva de Jara, análoga a la cámara con la que trabaja, se mantiene hasta el encuentro final de ambos, donde frente al mar se conocen. Entonces, abandona su condición de espectador para ser partícipe de la historia.
Si bien Gigante es lograda en sus pretextos, está por debajo de la propuesta artística y reto simbólico de la controversial La teta asustada, señalada arty por más de un amigo extranjero con tono peyorativo. Muchos justificamos su juego indígena porque así demanda su visión.
El vacuo establishment brasileño
La industria cinematográfica de Brasil goza de buen estado financiero, los numerosos equipos de profesionales técnicos por cada producción, mencionados en largos créditos finales, lo certifican. Mano de obra capacitada para entregar acabados formales propios de una industria de exportación que no para de gestar, cargando su principal problema –uno trascendental- en la concepción de argumentos de interés. Ni Última parada 174, del recorrido Bruno Barreto, ni Feliz Natal, del novato Selton Mello, ni La fiesta de la niña muerta, de Matheus Nachtergaele, quedarán en el recuerdo por más de dos semanas.
La de Barreto aporta la brasileñísima cuota anual de violencia urbana proyectada desde las favelas, valiéndose de la problemática para urdir una artesanía de género, con acción y drama al estilo entertainment. Mucho más lamentable aún es el pirotécnico debut de Mello, que pasea a su protagonista por los vericuetos de su conciencia con nulo tino narrativo, enfocándolo y desenfocándolo de todas las formas posibles para lucimiento del fotógrafo.
A pesar de invalidar la manida fórmula de los tiempos muertos, la dilatada película de Nachtergaele es la más interesante de las habladas en portugués. La secta amazónica de la Niña Muerta, originada por un rumor pagano pone en manifiesto la dedición popular ante imágenes santificadas de cualquier tipo, señalando las creencias religiosas motivadas por hechos paranormales como devociones cuestionables. Esta siniestra película dilapida las posibilidades concretas de su tema complejo cayendo en la vanidad de su solemne propuesta visual.
Lo que dice el Caribe
Las historias rurales sirven como agentes vendedores de la pluralidad étnica y cultural de los países latinoamericanos: ritos ancestrales, mitos enigmáticos y cantares épicos. La colombiana Los viajes del viento, de Ciro Guerra, es una película pro turismo que concentra sus virtudes en la mostración de folklore del país del norte, pero con una historia con aires legendarios, con encanto misterioso, que en el ícono del acordeón condensa su esoterismo. Una road movie rural que no cataloga los rincones poco explorados de Colombia como vírgenes maravillas naturales sino como lóbregos puntos de resistencia al cemento.
Indudablemente la sorpresa de la competencia vino de Cuba, una filmografía venida a menos. El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío, es una comedia divertida e inteligente que critica la estrechez económica cubana como motivo de pesares y desavenencias del pueblo. Basta una promesa de prosperidad para que la atribulada armonía comunal se trastoque a desorden y conflicto. Las denuncias a la Cuba castrista nunca estuvieron tan simpáticas y efectivas como en esta comedia costumbrista.
Lo mejor vino de México
Lo dado en México también es una industria prolífica, menor a la de los culebrones, aún así importante en la región. Parque vía y Rabioso sol, rabioso cielo encumbraron a su delegación como la más ambiciosa y variada de la pareja sección competitiva.
Un cuerpo lento transita en un caserón que parece un laberinto conocido. Parque vía, de Enrique Rivero, cuenta que Beto es el viejo cuidador de ese caserón por más de 30 años, un anacoreta temeroso del mundo que trascurre impasible sus años en la rutina de mantener el orden de ese terreno en venta. Ejecuta su libertad a oscuras, con tenue luz natural apocada por las ventanas cortinadas de la sala: se informa por noticiarios, reza frente a imágenes de Cristo y tiene sexo en su dormitorio con su prostituta de cabecera. Acciones imposibles de realizar en la caótica calle, donde se atemoriza por el desconocimiento de las condiciones de la realidad, que tendrá que afrontarlas tras la venta del terreno.
Rivero resuelve el conflicto inevitable de Beto con el exterior con un brochazo tosco. Apremiado por el final, degenera la sensibilidad de su personaje, de penante sumiso a instintivo monstruo, mutándolo ante su miedo con un arranque violento, sensacionalista. Yerro capital de esta sobresaliente ópera prima.
Sin embargo, la propuesta más radical de la sección estuvo a cargo de Julián Hernández. Rabioso sol, rabioso cielo es una obra pretenciosa y retórica, no menoscabando su valor sino acreditándolo. Una composición poética al amor instintivo, al intemporal, por lo que se representa oníricamente como sugerencia de lo imposible.
El amor para Hernández no es un sentimiento sino una pulsión, orientada a la pasión por la carne, por eso los personajes no perfilan sus emociones sino simplemente las siguen, como ejecutando órdenes estrictas sin aplicar razonamiento. Estos deambulan por senderos oscuros, lugares corrompidos por la lujuria como cines abandonados y baños sucios, alzándolos a recintos del placer. El amor requiere búsqueda y persecución para conseguirse; por ende, la película se extiende en caminatas en pos de la concreción de ese deseo.
Rabioso sol, rabioso cielo grafica el ciclo del amor con un lirismo presuntuoso, tributando su trascendencia mayor en el comportamiento humano al enseñarlo grandioso en un contexto corrompido y grisáceo, como la textura de su imagen. Mi preferida de las que hasta hoy compiten.
La hora del balance (tres listas)
Cada festival que pasa hace obligatorio un saldo de las películas visitadas en su marco, alistando los títulos destacados -sea por su estimable o, también, deleznable calidad- para hacer nuestra mención. Cuatro categorías que sintetizan nuestras impresiones acerca de este decimotercer encuentro cinéfilo en la capital peruana en las que figuran sólo estrenos exclusivos del festival.
Las películas de las retrospectivas de Alain Resnais y Pier Paolo Pasolini, así como las componentes del homenaje a Isabelle Huppert quedaron fuera de este juicio de valor por ser viejas conocidas.
LO MEJOR
1. El silencio de Lorna, de Jean Pierre y Luc Dardenne
2. Rabioso sol, rabioso cielo; de Julián Hernández
3. Excursiones, de Ezequiel Acuña
4. Home, de Ursula Meier
5. Parque vía, de Enrique Rivero
6. Continental, un film sin armas; de Stéphane Lafleur
7. Gigante, de Adrián Biniez
8. Huacho, de Alejandro Fernández Almendras
9. La nana, de Sebastián Silva
10. Los Paranoicos, de Gabriel Medina
11. 16 memorias, de Camilo Botero
12. El diario de Agustín, de Ignacio Agüero
LO INTERESANTE
Una segunda lista:
1. Altiplano, de Peter Brosens y Jessica Woodworth
2. El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío
3. Ernesto Sábato, mi padre; de Mario Sábato
4. Mal día para pescar, de Álvaro Brechner
5. Tiro en la cabeza, de Jaime Rosales
6. Garapa, de José Padilha
7. Fragmentos rebelados, de David Blaustein
8. Los viajes del viento, de Ciro Guerra
LO MALO
1. Feliz natal, de Selton Mello
2. Gasolina, de Julio Hernández Cordón
3. Acácio, de Marilia Rocha
4. Lluvia, de Paula Hernández
5. El nido vacío, de Daniel Burman
6. El niño pez, de Lucía Puenzo
7. La buena vida, de Andrés Wood
8. Última parada 174, de Bruno Barreto
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FESTIVALES ANTERIORES
En el cierre de la cobertura Diego Batlle y Manu Yáñez analizan el palmarés título por título, lo nuevo de Kelly Reichardt, Nadav Lapid, Christian Petzold y Lav Diaz, entre otros films, y hacen un balance general de esta edición 78.
-La sección oficial de la 78ª edición a realizarse entre el martes 13 y el sábado 24 de mayo consta de 73 largometrajes, a los que hay que sumarles los títulos de Cannes Classics (clásicos restaurados y documentales sobre cine) y Cinéma de la Plage (proyecciones públicas al aire libre).
-Además, se proyectarán los 39 largos de las tres secciones paralelas e independientes: Quincena de Cineastas, Semana de la Crítica y ACID.
-La oferta se completa con las distintas competencias y programas de cortos que hay en todos los apartados.
-En este espacio iremos sumando links a todas las reseñas publicadas durante la cobertura del festival. Ya hay 64 disponibles.
La Quinzaine eligió como film de cierre esta ópera prima que ya había tenido buena recepción en el Festival de Sundance, donde ganó el premio a Mejor Guion.
Nouvelle Vague, de Richard Linklater, la triunfadora de la Palma de Oro Un simple accident, de Jafar Panahi; y O Agente Secreto, de Kleber Mendonça Filho (ganadora de los premios a Mejor Dirección y Mejor Actor) encabezan esta selección personal.
Perdón John que hiera tu nacionalismo, pero te diría que casi cualquier de las películas que has comentado en tu extensa cobertura es mejor que La teta asustada, cine for export (for Europe) con todos los clisés pintoresquistas que tanto gustan en el Viejo Continente. Hasta El nido vacío de Burman es mucho más pelicula que esa.<br /> <br /> Una consulta: ¿no hubo películas peruanas que tuvieran su estreno absoluto en el festival? Porque el BAFICI tiene 40 / 50 estrenos argentinos, el SANFIC leí que tiene como 15 filmes inéditos de Chile, me parece que el de Lima debería tener las premieres mundiales de lo mejor que se haya hecho en el año. ¿o justo no había nada terminado? Si sabés algo, contanos. Saludos
La Teta Asustada es una película española hecha para el mercado internacional vendiendo, esta vez, la propia imagen, que reflejan aquellos viejos espejos que alguna vez se cambiaron por oro. Defenderla es defender la peor tradición del peor cine latinoamericano. El nacionalismo puede más, veo. Cada país tiene el cine que se merece y el Oso que se merece.