Festivales
Todas las críticas de la Competencia Argentina
Son 14 los títulos que participan de la sección oficial dedicada a la producción nacional más reciente. Aquí, el comentario de la más que interesante oferta argentina de esta edición.
-Hermanos de sangre (83’), de Daniel de la Vega
La película argentina policial-comedia-gore-ultrapop-tarantinesca del Festival de Mar del Plata se llamó Diablo. La de este año, que ganó la sección, es Hermanos de sangre. Dirigido por Daniel de la Vega, de amplia experiencia en el cine de terror independiente, el film muestra las desventuras de Matías, un joven encastrado en un trabajo burocrático que, para colmo de males, está enamorado secretamente de una compañera. Un misterioso ex colega de coro se cruza en su vida y empieza a actuar como una suerte de ángel guardián, allanándole el camino laboral y emocional. El problema es que lo hace a fuerza de tiros y una pila de muertos. Guionada por Nicanor Loreti, quien, oh casualidad, estuvo al mando de Diablo, Hermanos de sangre supera a su “prima” con una narración más sólida y pareja, además de grandes picos de comicidad. Otra buena apuesta del cine argentino a los géneros narrativos tradicionales. EZEQUIEL BOETTI
-Abril en Nueva York (78‘), de Martín Piroyanski
Martín Piroyansky llamó la atención del público y de la crítica con su corto No me ama, de amplía circulación online y por diversos festivales. Ahora, consolida sus cualidades para la narración, la creación de climas y exploración de los sentimientos en su ópera prima, Abril en Nueva York. El film cuenta la historia de una joven pareja argentina recientemente instalada en la Gran Manzana. El problema es que mientras Valeria (Carla Quevedo, rostro lozano de próxima mundialización) trabaja largas noches como recepcionista en un bar, Pablo (Abril Sosa) vaguea con sus amigos y no parece demasiado interesado en trabajar. A partir de esa anécdota, el protagonista de La araña vampiro construye un film que oscila entre el mumblecore (las charlas casuales, la cámara nunca intrometida) y el género romántico. Si bien puede achacársele a Piroyansky algunos atisbos cercanos a la estética publicitaria y cambios de comportamiento bruscos y no del todo construidos en sus personajes, Abril en Nueva York es la más que bienvenida irrupción de un joven cineasta (26 años) con una visión del mundo propia y atenta a los pormenores de lo cotidiano. Y que, por si fuera poco, maneja con solvencia la narración y el género. EZEQUIEL BOETTI
-Fango (105’), de José Celestino Campusano
A este nuevo largometraje del director de Vil romance y Vikingo podrá cuestionársele miles de cosas (cierta desprolijidad, algunos problemas de fluidez, actuaciones desparejas), pero aún con sus carencias resulta un trabajo siempre fascinante y valioso. Como siempre, Campusano filma en locaciones reales del sur más profundo y menos favorecido del conurbano con gente de la zona, verdaderos "pesados" y artistas marginales (en este caso, músicos que mixturan el tango con el heavy metal). El resultado de este largo proceso creativo sin guión fijo, intentando captar en conjunto con sus intérpretes las facetas más verídicas y extremas de estas personas devenidas personajes, está lleno de hallazgos, de pequeños grandes momentos. La relación de amistad entre el Indio y el Brujo (impulsores del tangro trash), los affaires extramatrimoniales, unas lesbianas de armas tomar, los robos y secuestros, los duelos a cuchillo y los sangrientos ajustes de cuentas con los códigos del submundo dan vida a un melodrama tanquero tosco, es cierto, pero lleno de vida, de nobleza y de potencia cinematográfica. El cine de Campusano sigue gozando de buena salud . DIEGO BATLLE
-La educación gastronómica (84’), de Marcos Rodríguez
Egresado de la escuela y luego crítico de la revista El Amante, Rodríguez regresa a su zona de origen (nació en San Martín de los Andes) para narrar precisamente el retorno de un muchacho a su pueblo natal. Allí, Gabriel sufre un accidente que lo deja enyesado y, lo que en principio iba a ser una estancia de un par de días, termina siendo un paso de dos semanas. El protagonista se encuentra con Camilo, un compañero de secundaria al que no veía desde la fiesta de egresados, hace ya diez años. Ambos están lejos de ser amigos, pero con el correr de los días, de las largas charlas, de los mates, los cafés o las copas de vino que comparten, irán recuperando cierta intimidad a la hora de hablar de las diferencias entre vivir en Buenos Aires y en el interior, de sus relaciones con las mujeres, de trabajos, de familia, de ambiciones y frustraciones. Rodada en un blanco y negro que apunta a acentuar el tono melancólico de estos nostálgicos precoces (tienen apenas 28 años), La educación gastronómica es una película sustentada casi exclusivamente en los diálogos. El film, en ese sentido, se sigue con bastante interés, aunque deja la sensación de ser un ejercicio de escritura y de dirección de actores tan digno como limitado. Así, funciona como carta de presentación. Ahora, Rodríguez tendrá que demostrar si su cine puede evolucionar hacia narraciones más audaces. DIEGO BATLLE
-Huellas (84’), de Miguel Colombo
Un relato sobre la historia de la familia del director con narración en off y con el protagonista en cámara cubriría, en principio, todos los lugares comunes del documental de autor que domina el panorama local en los últimos tiempos. Sin embargo, Colombo trasciende aquí el ombliguismo y las modas para convertirse en una suerte de detective que desvela un complejo entramado de secretos, mentiras, abusos y excesos que ocultaron la compleja dinámica de varias generaciones de su familia. La obsesión del realizador por la historia de su abuelo (un italiano que combatió en la Segunda Guerra Mundial y se instaló luego en Santiago del Estero, donde llevó durante años una doble vida y tuvo siete hijos) lo lleva luego a bucear en los traumas de su propia madre y de varios otros integrantes de su familia. El film se mete con temas muy pesados, pero lo hace siempre con una extraña mezcla de intimidad y pudor, de contundencia y recato. El resultado es por momentos conmovedor y siempre fascinante. DIEGO BATLLE
-Los quiero a todos (75’), de Luciano Quilici
Esta tragicomedia absolutamente audaz y desquiciada sobre personajes border ganó el año pasado el Work In Progress de este festival (formé parte del jurado). Quilici retoma aquí una obra de teatro que había montado con estos mismos actores (todos impecables) y buscó darle una dinámica cinematográfica. El punto de partida es el reencuentro de seis amigos en una casa de campo. A partir de ese planteo, el director va narrando distintos momentos -situaciones casi siempre extremas, con momentos absurdos y hasta perversos- de cada uno de estos personajes dominados por la angustia, los traumas y la insatisfacción. Quilici consigue algunas escenas (que son como pequeños cortos autónomos) donde afloran su capacidad para los diálogos siempre descarnados y para vistosas puestas de cámara. En otras, en cambio, cede a cierta crueldad y patetismo a-lo-Todd Solondz que pueden irritar a más de uno. De todas maneras, aún con sus desniveles, estamos ante una película provocadora e inquietante y ante un director con talento y sin miedo al ridículo ni al que dirán. DIEGO BATLLE
-Errata (76’), de Iván Vescovo
Dedicado a la memoria de Luis Alberto Spinetta y con múltiples referencias a la obra de Jorge Luis Borges, este primer largometraje de Vescovo (formado en la FUC) resulta tan pretencioso como fallido. Rodada en blanco y negro, con mucha cámara en mano, esteticismo publicitario y una música estridente, la película narra la desesperada búsqueda que un joven fotógrafo emprende para encontrar a su novia desaparecida. Típico estudio sobre la obsesión, la culpa y la esquizofrenia, Errata incursiona también en el thriller (el plan para robar de un preciado libro) y la estética del film-noir con un relato fragmentario en el que hay irrupciones oníricas, surrealistas, alucinatorias. Ese patchwork estilístico y visual nunca alcanza a fascinar y todo desemboca en un caos de subtramas y personajes donde abunda el capricho y la arbitrariedad. DIEGO BATLLE
-La corporación (90’), de Fabian Forte
El director de Celo parte de un guión más que interesante (con múltiples ideas, derivaciones y alcances), aunque el resultado final -sin ser decepcionante- no alcanza a explotar todas las posibilidades de esta historia que incursiona con suerte dispar en el drama romántico y familiar, el thriller financiero y hasta en algunos elementos que coquetean con el cine fantástico, el noir y la ciencia ficción. El protagonista del film es Felipe (Osmar Núñez, un buen actor pero que probablemente no haya sido la mejor elección para el papel), un exitoso, despiadado y cínico empresario que contrata a una misteriosa corporación los servicios de Luz (la irresistible Moro Anghileri), una joven que convive con él y hace las veces de su esposa. Ella, en verdad, está casada con otro hombre (Sergio Boris) y él no cumple con el contrato cuando la presiona con tener un hijo con ella. Allí arranca la faceta más tensa y enfermiza de un estudio sobre el poder, la dominación, la obsesión, el control, el deseo y la paternidad. Es un buen film, sin dudas, con no pocos hallazgos (y el plus de participaciones especiales de intérpretes de la talla de Federico Luppi y Juan Palomino, entre otros), pero también deja la sensación de que daba para algo más. En Hollywood, con un guión así, se hacen un festín. DIEGO BATLLE
-Calles de la memoria (65’), de Carmen Guarini
¿Es posible construir memoria sin anclarse en lo ya ocurrido? ¿Cómo hacer de ella algo activo y comunitario? Desde hace algunos años, un grupo de vecinos de Almagro y Balvanera encontró una posible respuesta colocando baldosas con inscripciones alusivas al accionar del terrorismo de Estado en los diversos barrios porteños. El fin es mantener presente el pasado con miras al futuro: al fin y al cabo, si hay algo que caracteriza al nuevo film de la directora de Tinta roja y Gorri es poner en tensión la relatividad de las temporalidades. La voz en off de la primera secuencia explica la idea germinal del proyecto. Iniciado en el centro de un taller de documentales compuesto mayoritariamente por estudiantes latinoamericanos y españoles, el objetivo era poner en perspectiva la funcionalidad de esas baldosas, analizando la opinión de los transeúntes y el conocimiento y aceptación -o no- de los vecinos. Pero el entramado ético detrás del dispositivo empieza a complejizarse a medida que los jóvenes cineastas se cuestionan no sólo el accionar de los vecinos sino también el propio. Así, esta suerte de documental sobre la confección de un documental que es Calles de la memoria traza un puente entre la militancia del presente y la del pasado. Y lo hace evadiendo lo museístico -una de los grandes dilemas de los vecinos es cómo hacer del pasado algo activo- pero también la entronización enceguecida. EZEQUIEL BOETTI
-Buscando al huemul (78’), de Juan Diego Kantor
Este documental aborda múltiples temas muy en boga por estos tiempos (la identidad y la memoria, la reivindicación de los pueblos originarios y la condena más explícita de la masacre de la Conquista del Desierto, el cuidado del medio ambiente y especialmente de aquellas especies animales en vías de extinción). No digo que se trate de un film oportunista, pero sí que su elección se debe más a su corrección política (y a que viene del interior y como resultado del concurso Raymundo Gleyzer) que a sus estrictos valores artísticos. No hay nada demasiado reprochable en este trabajo de Kantor (las imágenes son cuidadas; el sonido, impecable; el acabado técnico, inmejorable), pero también es cierto que este viaje por las montañas cercanas a Bariloche que emprende el joven mapuche Ladislao Orosco (acompañado por Nazareno Rodríguez) en busca del huemul del título no trasciende una medianía llevadera pero poco trascendente. Los protagonistas/”actores” caminan y andan a caballo, toman mate y leen libros sobre épicas indígenas, buscan rastros y huellas, cocinan con leña y escuchan la radio local. Algunas tomas parecen postales a-la-National Geographic y el uso de la música -sobria por suerte- resulta un poco abusivo. DIEGO BATLLE
-Boxing Club (67’), de Víctor Cruz
Tras incursionar en la ficción con El perseguidor, Cruz -reconocido productor- regresa al documental luego de La noche de las cámara desiertas con este trabajo observacional sobre la relación entrenador-pupilo en el gimnasio El Ferroviario que el gremio La Fraternidad tiene en el subsuelo de la estación Constitución. El film arranca y termina con una pelea (relatada por el gran Walter Nelson) y, en el medio, expone la trastienda del ambiente (desde los entrenamientos hasta el pesaje previo a un combate) en un ámbito poblado por pugilistas -la mayoría de segunda o tercera línea- del sur del conurbano bonaerense. No es precisamente el primer documental sobre boxeo nacional o extranjero (de hecho, ya se había filmado allí Boxeo Constitución, de Jakob Weingartner; y el gran Frederick Wiseman hizo hace un par de años Boxing Gym), pero Cruz logra capturar pequeños grandes momentos (como la charla sobre los códigos de honor en la saga de El Padrino) con el sólido aporte del DF Diego Poleri (y la colaboración de Lucio Bonelli) y el impecable trabajo de sonido de Martín Grignaschi. DIEGO BATLLE
-Me perdí hace una semana (70’), de Iván Fund
Híbrido entre ficción y documental, el nuevo film del codirector de Los labios trabaja sobre una idea interesante. La película se centra en una pareja a punto de separarse, una mujer algo más grande sin chicos y un hombre que ha perdido su perro y trata de encontrarlo. Todos son vecinos de una muy pequeña ciudad. El film cuenta sus historias interconectadas pero, al mismo tiempo, el realizador va entrevistando a los actores acerca de su experiencia al hacer la película y cómo se van sintiendo en relación a sus personajes. Esto es especialmente intenso en la parte de la pareja a punto de divorciarse que, supuestamente, estaría siendo interpretada por una pareja real en similar situación sentimental. Los conceptos son fascinantes, la mezcla entre ficción y documental está bien hecha, pero la película no termina de funcionar del todo. Hay grandes escenas y otras largas en las que no sucede nada demasiado interesante. Da la sensación, como en otros trabajos que la cámara de Fund intenta captar pequeños momentos y epifanías, pero en varias ocasiones se queda solo en el gesto. DIEGO LERER
-Samurai (96’), de Gaspar Scheuer
Una extraña y a la vez muy intrigante película sobre un samurai japonés que llega a las pampas argentinas a fines del siglo XIX en busca del mítico guerrero rebelde Saigo Takamori, quien supuestamente se habría escapado de Japón tras el fracaso de la llamada Rebelión Satsuma contra el gobierno Meiji que quitó los derechos/privilegios a los samurai. Este viejo inmigrante muere y su hijo toma la posta en la búsqueda de Saigo, viajando a través del país. En el camino se encuentra con un hombre sin brazos (Alejandro Awada), marginal y sospechoso, que lo ayuda en su búsqueda. Si bien suena como una curiosidad, el film del director de El desierto negro es un western serio y contemplativo (a la manera, si se quiere, de Meek’s Cutoff, de Kelly Reichardt) muy bien hecho y actuado, extrañamente creíble. Merecería un lugar más destacado en la programación del festival, como la Competencia Internacional, ya que es uno de los mejores largometrajes nacionales de la muestra. DIEGO LERER
-Tan cerca como pueda (75’), de Eduardo Crespo
Del universo “crespense” (por la pequeña ciudad de Crespo, Entre Ríos, de la que surgieron también Iván Fund y Maximiliano Schonfeld) llega la opera prima de Crespo, que además de llevar como apellido el nombre de su ciudad natal (y no ser parte de la familia fundadora, asegura) fue asistente y director de fotografía de otras películas realizadas allí y comparte los mismos rasgos estilísticos de sus pares: alto poder de observación, persistentes búsquedas de momentos de belleza visual y serias dificultades para narrar una historia “legible” (o la decisión de no hacerlo). Historia de un hombre solitario y con conflictos familiares que busca recuperar cierto afecto perdido, la película tiene pasajes bellos, tristes y observaciones notables, pero como algunos de sus films “hermanos” (o primos) parece perderse demasiado en la contemplación fugaz sin llegar a conformar un largometraje a la altura de esos pequeños momentos. DIEGO LERER
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FESTIVALES ANTERIORES
Por tercer año consecutivo, Diego Batlle y Manu Yáñez unen fuerzas para cubrir el principal festival del mundo. Antes de viajar a la Croisette, analizan el lugar de privilegio de Cannes en el contexto cinéfilo actual y recorren una programación que promete: Carla Simón, Oliver Laxe, Kelly Reichardt, Wes Anderson, Richard Linklater, Ari Aster, Ethan Coen, Spike Lee, Lynne Ramsay, los hermanos Dardenne, Julia Ducournau, Kleber Mendonça Filho, Nadav Lapid, Christian Petzold, Sebastián Lelio, Hlynur Pálmason y Lav Diaz, entre muchos otros autores de renombre.
-Este podcast cuenta con el auspicio de MUBI.
-La sección oficial de la 78ª edición a realizarse entre el martes 13 y el sábado 24 de mayo consta de 73 largometrajes, a los que hay que sumarles los títulos de Cannes Classics (clásicos restaurados y documentales sobre cine) y Cinéma de la Plage (proyecciones públicas al aire libre).
-Además, se proyectarán los 39 largos de las tres secciones paralelas e independientes: Quincena de Cineastas, Semana de la Crítica y ACID.
-La oferta se completa con las distintas competencias y programas de cortos que hay en todos los apartados.
-En este espacio iremos sumando links a todas las reseñas publicadas durante la cobertura del festival.
Críticas breves de tres valiosos films distinguidos por los jurados de sus respectivas secciones.
-Este sábado 12 de abril se entregaron en La Usina del Arte las distinciones de la vigésima sexta edición del festival porteño.
-LS83 obtuvo el Premio Ciudad de Buenos Aires al mejor largometraje nacional en todas las competencias.
-La virgen de la Tosquera logró el Gran Premio del Jurado de la Competencia Internacional; y Bajo las banderas, el sol, el de la Competencia Internacional.
<p>No puedo creer una crítica tan favorable de Abril en Nueva York. Una película lleno de lugares comunes, previsible hasta el hartazgo. Mal hecha en todo sentido.</p>
<p>Hermosa Abril en Nueva York.</p> <p>Muy mala La Educación Gastronómica.</p>
<p>\"Samurai\" es horrible. Esteticista, aburrida. No conozco a nadie que le haya gustado.</p>
<p>Insisto, la razón de que Samurai no esté en la competencia oficial es porque los programadores son un desastre. acomodan a sus amigos. Hay algunos que van todos los años y no los conoce ni la madre.</p>
<p>Muy buenas Samurai y Errata. Apenas pasable La Corporación. Se pasa de mala Abril en Nueva York.</p>
<p>¿es mejor la competencia argentina de este año respecto de ediciones anteriores o me parece a mí? saludos y esperamos el resto de las criticas...</p>