Festivales
Críticas de “Yourself and Yours”, de Hong Sang-soo; y “The Woman Who Left”, de Lav Diaz


En la última crónica desde Viena, reseñas de dos de las mejores películas del año a cargo de dos auténticos maestros.
-Yourself and Yours / Dangsinjasingwa Dangsinui Geot (Corea del Sur-Francia), de Hong Sang-soo
Quienes esperábamos una más de las versiones de Hong sobre intelectuales alcoholizados y conversadores, recibimos una sorpresa. El director coreano dio una vuelta de tuerca, como si hubiera realizado una mutación sutil y significativa de sus elementos ya característicos, los mismos y a la vez diferentes. Es verdad, hay aquí un director de cine, hay jóvenes que se reúnen a beber y hablar, hay situaciones que se reiteran, pero la propuesta es otra. Una pareja que se separa: el hombre no confía en la mujer, quien bebe demasiado y está en boca de todos por su conducta con otros hombres. A partir de allí, ese amor quebrado se transforma, una y otra vez, en la mente del joven arrepentido, en el camino de la mujer, quien va encontrando otros hombres. Pero ¿es ella realmente? Con cada hombre que la saluda y reconoce, niega ser quien él cree que es. ¿Es su melliza, como manifiesta, o su doble, o quizás una mitómana? La actriz Lee Yoo-youg cumple un tour de force extraordinario en el rol de esa joven aparentemente cándida, pero fuerte bebedora, una femme fatale diferente, con gran poder de seducción ante todo el que se le acerque. Su sorpresa parece genuina cada vez que alguien manifiesta reconocerla, y ella lo niega, desconociendo el vínculo.
Por otra parte, son brillantes los momentos en que su ex vive (im)probables reencuentros con el renovado objeto de su deseo, que bordean lo onírico y sorprenden al espectador desprevenido. Como en todas sus películas, el guión de Hong es impecable, un ejercicio de estilo e imaginación. Una y otra vez los encuentros se suceden, de bar en bar, de mesa en mesa, con ella tomada a la izquierda o a la derecha del plano alternadamente, como viéndola desde distintas perspectivas. Una y otra vez la seducción surte efecto, la separación es su conclusión. Hong ha creado un personaje femenino que no estaba en su filmografía anterior: esta vez, es la mujer quien sostiene las situaciones y les imprime acción, mientras los hombres quedan vulnerables, con su arrogancia vencida. Y se trata de otra historia de amor errática, construida en base a proyecciones subjetivas, donde la dificultad reside en aceptar al otro como se nos presenta.
Hong ha declarado que su inspiración proviene de Ese oscuro objeto del deseo, de Luis Buñuel. Pero en aquel film se trataba de una mujer en el cuerpo de dos actrices, que expresaban sus distintas personalidades. Aquí el director ha creado una historia que se niega a ser aseverativa, y la multiplicidad reside en una sola actriz extraordinaria. ¿Dónde está la verdad? ¿Somos de una sola manera realmente? ¿O acaso somos un maniquí al que se le cambian las ropas y con ellas, la personalidad, según quien la mire? Olvidemos las certezas, estamos en el reino de la ambigüedad, entremos en el equívoco de este film brillante.
-The Woman Who Left / Ang babaen humayo (Filipinas), de Lav Diaz.
La película de largo aliento en la Viennale fue Ang babaen humayo, el último opus del filipino Lav Díaz, ganador del último León de Oro en Venecia, y que dura menos de lo acostumbrado en su cine: 225 minutos. Una historia con aire de tragedia clásica con penurias, abuso y traiciones. La acción transcurre íntegramente en espacios desangelados, sórdidos o deprimidos, con fotografía en blanco y negro, en buena parte nocturna y sin agregado de luces, que generan un clima tenebroso para esta historia de una mujer bondadosa que ha estado en prisión durante 30 años, condenada por un crimen que no cometió: la puesta en escena no podrían ser menos atractiva. La propuesta de Diaz siempre es política, y se acentúa en este caso. Nada de sabor local, ni folklore, y mucho de precarias condiciones de vida.
Cuando por fin es liberada y se conoce la injusticia, Horacia (excelente Charo Santos, quien con este film volvió al cine también después de casi dos décadas) su familia se ha desintegrado, su hijo ha desaparecido. Vuelve a su aldea y planea su venganza. Si de día es una benefactora de sus vecinos, por la noche viste de hombre y acecha al causante de su drama, compra un arma y espera su oportunidad. Pero el destino ha de llevarla por caminos más humanitarios, imprimiendo a la historia un giro que no deja de incluir el elemento trágico.
Basada en un relato de León Tolstoy, Dios ve la verdad, pero espera (Diaz también se había inspirado en los rusos para Norte: The End of History, que también se vio en esta Viennale), la película transcurre en mundos marginales, donde se producen ataques a los desposeídos en un ambiente de violencia y, si bien se anuncia que estamos en 1997, su vigencia en la dura actualidad filipina es absoluta.
El trabajo con la cámara es remarcable: con planos fijos para cada escena -con una sola excepción-, con planos medios y generales, la luz y sombras nocturnas altamente contrastadas crean una atmósfera ominosa, acechante, amenazadora. Sequedad que sostiene la ausencia de música. Se trata de un film admirable, con un sabio ritmo que sostiene la atención y donde los minutos vuelan.
La mujer no es un ángel de venganza, todo lo contrario, no se ajusta a ningún esquema: es maestra, cuenta historias y escribe otras que quedan enmarcadas en el relato. Junto a ella, su contraparte: John Lloyd Cruz encarna a Hollanda, una travesti a quien la vida también le ha sido injusta. En forma paulatina, se va gestando una relación entre esos dos seres marginados, solitarios y de alguna manera desamparados, que verán su destino tranzarse inexorablemente. Es interesante como Diaz, a su ritmo, va presentando a este personaje que –como Horacia- pasa sus noches en la calle, primero apenas atisbado, hasta que entra de lleno en la historia.
Diaz filma una historia clásica de gran fuerza expresiva para abordar temas como la traición, la venganza, la redención, la solidaridad y la violencia contra los más vulnerables.
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