Festivales
Críticas de la sección Nocturna (7 películas)
Esta sección dedicada esencialmente al terror, lo fantástico, lo erótico y el género más extremo es una de las preferidas de la nueva (y no tan nueva) cinefilia.
-Asura: The City of Madness (Corea del Sur, 2016, 136'), de Kim Sung-soo ★★★★½
Si de cine de género se trata, Corea del Sur ha dicho presente en Toronto con este thriller de espionajes cruzados en el que la referencia a la trilogía de Infernal Affairs se impone. Sin embargo, ese diálogo tiene más que ver con lo temático que con lo formal, ya que aquí la influencia de Michael Mann y Fuego contra fuego es quizás lo que surge de manera más directa y explícita (quizás esto suceda en general con las películas de policías y ladrones surcoreanas más que con las filmadas en Hong Kong). Las complicaciones en las que se ve envuelto el personaje central (detective de la policía) por haber cedido a participar de actividades ilícitas en virtud de la necesidad de hacerse de fondos por el cáncer terminal que sufre su mujer, se van enrareciendo y multiplicando para culminar con un festival de persecuciones, tiros y mucha sangre. La película se toma su tiempo para crear tensión, dar profundidad a los personajes y no quedarse en el mero disfrute pirotécnico (aunque, por cierto, tampoco reniegue de él). FERNANDO E. JUAN LIMA
-The Misandrists (Alemania-Canadá, 2017, 91'), de Bruce LaBruce ★★★✩✩
Hay algo que ha cambiado en el cine del director canadiense y, según su respuesta a esta pregunta en el Q&A posterior a la proyección, eso tendría que ver con la edad. La pregunta concreta realizada fue “¿Por qué hay menos sexo (o menos sexo explícito) en sus películas?”. Y su respuesta, contundente, “Porque, a esta altura, hay menos sexo en mi vida”. Más allá del morbo o del interés sexual, hay algo que se ha perdido con ese cambio. Esto que ya se notaba en Gerontophilia (2013) y que ahora se acentúa, es el énfasis en el puro discurso. Si en las urgentes y casi clandestinas producciones que pudimos conocer allá por los primeros BAFICIs (su período que prefiero) todo era desenfreno y descontrol, falta de límites y acción pura, a partir sobre todo de The Raspberry Reich (2004), la incorporación explícita de un discurso político fue más evidente. Y si en esta película o en Otto; or Up With Dead People (2008) esto funcionaba, eso tenía que ver con la potencia de las imágenes, con lo subversivo de combinar ciertos mensajes o ideas con el sexo explícito. De hecho, de estas películas se conocieron dos versiones: las más festivaleras y las extendidas, con mayor metraje (referencia involuntaria) en base a los requerimientos y necesidades de producciones financiadas por empresas dedicadas a la pornografía. Esa mezcla de política y pornografía, de sexo y poder es lo que siempre ha movilizado en el cine de Bruce LaBruce. Cuando la mixtura se obtiene con herramientas cinematográficas el resultado es mejor que cuando se abusa de textos redundantes, dichos, por otra parte, con el tono de actuación de una película pornográfica. Esto no quiere decir que no existan puntos de interés en esa tonalidad “Campusano-queer”, o que muchos momentos (sobre todos los jugados directamente al humor, como los inserts nonsense en los que realizador baila vestido de monja) den directamente en el blanco. Sólo que extrañamos al LaBruce de la primera época. El tiempo pasa para todos... FERNANDO E. JUAN LIMA
-The Girl With All the Gifts (Reino Unidos-Estados Unidos, 2016, 111'), de Colm McCarthy ★★★★✩
Esta película ganó el premio a la Mejor Actriz en la última edición del Festival de Sitges para la joven Sennia Nanua. Estamos ante un film coral que intenta y consigue darle una pequeña vuelta de tuerca al género de zombies. En la historia asistimos a un futuro distópico donde la humanidad se ha visto asolada casi en su totalidad por un tipo de hongo que contiene un virus. Melanie será una de las niñas afectadas, recluida en un laboratorio, que se verá obligada a salir al apocalíptico mundo real en busca de un nuevo recinto en el que, paradójicamente, estar a salvo de sus semejantes. Así, estamos ante una niña zombie que, pese a sus instintos caníbales, puede pensar y razonar y también llevar la iniciativa. Empatizando con el monstruo, The Girl With All the Gifts consigue sobrepasar los relatos de supervivencia propios del subgénero y llevarlos hacia una resolución tan emocionante como terrorífica. ENDIKA REY
-The Love Witch (Estados Unidos, 2016, 120'), de Anna Biller ★★★★✩
Si bien existen películas destinadas a convertirse en clásicos modernos, también hay cineastas que parecen trabajar, con titánico esfuerzo y dedicación, en busca de una suerte de culto instantáneo. La hawaiana Anna Biller –conocida por Viva y, más tarde, por The Love Witch– se encontraría entre este segundo grupo. Con dos largometrajes, tres cortos y un mediometraje a sus espaldas, la estadounidense es una de las pocas mujeres consagradas en el marco del cine independiente norteamericano. Cuando, en 1994, debutó con su joya de breve metraje Three Examples of Myself as Queen, Biller dejó claro qué tipo de huella perpetuaría en el mundo del séptimo arte: imposible no reconocer su rúbrica cuando uno se halla ante alguna de sus piezas de orfebrería. Su escueta filmografía se compone de prodigiosos homenajes a los géneros cinematográficos que gozaron de mayor popularidad entre los años sesenta y los ochenta. Ningún género escapa al radar nostálgico de Biller, que abarca desde el cine mainstream a la serie B: sus remakes inimitables revisan los musicales de Hollywood, los melodramas edulcorados protagonizados por amas de casa, las sitcom y, en especial, las múltiples variedades del terror sexploitation.
A este cóctel conceptual debe añadirse otro rasgo autoral que Biller utiliza como el arma irresistible (y definitiva) para enamorar al espectador: el memorable despliegue visual de sus films. Aunque la fotografía en 35mm (de paleta Tecnicolor) corre a cargo de M. David Mullen, la multidisciplinar Biller es la responsable de todo el diseño de arte vintage de The Love Witch, desde los fidedignos decorados pastiche de la época (un rosáceo salón de te victoriano, con arpa incluida) hasta el inmaculado vestuario y maquillaje. Además, la cineasta también ha compuesto la banda sonora instrumental que no disimula su fuente de inspiración: las melodías de Ennio Morricone. En otras palabras, en su tentativa por conseguir una estética retro, The Love Witch obtiene una indiscutible matrícula de honor.
Como cualquier película de terror de finales de los sesenta o principios de los setenta, The Love Witch arranca con una introducción de lo más siniestra, que recuerda a Satán, mon amour (Paul Wendkos), La estación de la Bruja (George A. Romero), Simon, Rey de los Brujos (Bruce Kessler) o, incluso, ciertos giallos de Sergio Martino. En el prólogo aparece una mujer atractiva que cruza, sola, la costa nordeste de Estados Unidos en un descapotable rojo. La voz en off de esa femme fatale de larga cabellera negra nos informa que se dispone a rehacer su vida en una ciudad en que nadie la conoce. Así, mientras la joven se dirige a San Francisco, el público descubre, en cuestión de segundos y mediante flashbacks ambiguos, los dos únicos secretos de Elaine (Samantha Robinson): un ex marido muerto y sus prácticas de magia negra. Pero, aunque esa atmósfera tétrica nos haga pensar lo contrario, Elaine no es una bruja maléfica. Como la inocente protagonista de la mítica serie de televisión Embrujada, Elaine sólo usa sus poderes para hacer el bien. En este caso, para cumplir su sueño: encontrar a su Príncipe Azul y convertirse en una ama de casa perfecta.
Otro mérito de Biller digno de mención es su capacidad de resolver una anécdota con un planteamiento abiertamente sexista –acorde con la mentalidad femenina de la década homenajeada– barajando una mirada feminista contemporánea. La cineasta descontextualiza un lugar común, y, trayéndolo al presente, le otorga un justo desenlace (feminista) vetado en el cine de ese periodo. Así, igual que en la superlativa ópera prima de Biller, Viva –sobre una ama de casa frígida que deja de ser una esposa ejemplar cuando descubre su sexualidad fuera del matrimonio–, la protagonista de The Love Witch no alcanza su meta (sexista) porque durante el proceso se transforma inconscientemente en una super-mujer, una temible vampiresa que usa y destruye a todos los hombres que se cruzan en su camino. Y decimos ‘inconscientemente’ porque, como señala Biller desde el inicio de su ficción, el cambio se produce de forma involuntaria, puesto que el uso de sus poderes siempre tuvieron una intención benigna.
Elaine emplea la misma táctica para capturar a las que serán sus tres víctimas masculinas. En la primera cita, la bella hechicera se comporta, a la vez, como la amante más apasionada y como la mejor de las esposa que los varones puedan imaginar. Este comportamiento –para los hombres, demasiado contradictorio–, junto con una pócima alucinógena que les obliga a beber, les causa un cortocircuito cerebral. Curiosamente, dicho enamoramiento instantáneo tiene un efecto secundario que la maga detesta, y que a posteriori causa el desinterés por sus víctimas. Se trata de la perdida total de la masculinidad de las presas, en pos de una progresiva feminización, que Biller representa con el rasgo común de los personajes femeninos del cine de género de la época homenajeada: la histeria.
De este modo, la ficción termina con una caracterización invertida de los personajes: hombres que se comportan como el cine de esa época representó a las mujeres, y mujeres cuya inaudita profundidad psicológica nos hace entender su liberación del yugo del matrimonio. El cine de Biller se reduce a una cuestión de géneros (en el doble sentido de la palabra). Por un lado, la manipulación y reinterpretación de los cinematográficos y, por el otro, la inversión de la conducta de hombres y mujeres; es decir una rotación entre aquello que en los años sesenta o setenta era considerado “masculino” y “femenino”. Biller esculpe su singular retrato alterado de esa época y del cine producido en los viejos tiempos, sin mancillar ni ridiculizar las películas, los autores y las corrientes en los que se apoya. CARLOTA MOSEGUÍ
-Animals (Suiza-Austria-Polonia, 2017, 95'), deGreg Zglinski ★★★★✩
El viaje (¿de despedida?) de una pareja claramente en descomposición deriva en el territorio de lo fantástico cuando atropella a una oveja en la ruta. Ya había habido alguna señal, cuando Anna y Nick dejaban su casa, de que algo extraño los circundaba. ¿Cuál era la relación que unía a Nick con la vecina del piso de arriba? ¿Y quién visitaba también a dicha vecina?
Las vueltas de tuerca juegan creativamente con el componente onírico y estiran los lugares comunes que el psicoanálisis nos ha enseñado sobre el subconsciente. El efecto cómico, fruto de un humor oscurísimo es, también, inquietante. Sobre el final hay alguna tentación de rizar demasiado el rizo, pero no llega a desmerecer esta aceitada pieza de relojería lunática. FERNANDO E. JUAN LIMA
-Prevenge (Reino Unido, 2016, 88'), de Alice Lowe ★½
La idea inicial pinta bien, muy bien, diría: la protagonista, embarazada, es empujada por el hijo que lleva en su vientre a transformarse en algo así como una asesina serial. La venganza tiene que ver con el desconocimiento de quién sería su padre; pero eso es poco más que una excusa. La finalidad, la mira es la comedia (negra, por cierto). El problema es que los chistes se agotan rápido, se reiteran, pierden gracia. La grosería gana la partida y la modesta producción carece de elementos para explotar mejor el gore.
Aclaración: vi esta película sin subtítulos, y la pronunciación y el slang son bastante particulares (vista en condiciones, en versión original subtitulada, el puntaje puede subir un poco). FERNANDO E. JUAN LIMA
-Goran (Croacia, 2016. 86’), de Nevio Marasović ★★★★✩
“Lo que mal arranca, mal acaba”. Con este dicho podría catalogarse a este film croata que en medio de una intensa nieve desarrolla una historia familiar llena de secretos y no aceptaciones. Goran, el protagonista, es un taxista que ante la llegada de su cumpleaños se encuentra solo y deprimido, ya que acaba de enterarse de que tendrá descendencia, pero tiene la certeza de no ser el padre. Su novia es una bella y joven mujer no vidente con una familia y grupo de amigos –que comparten– muy particulares.
Pueblo chico lleno de misterios que engloba un escenario más que interesante: una cabaña en las afueras, donde los amigos se encuentran a ver viejas y malas películas en VHS de todo tipo, mientras en una casilla cercana utilizan un sauna a modo de relajación entre tanta nieve. El día del cumpleaños de Goran mucho pasará y lo depositado por el guión en la previa estallará. La utilización del Padre/Rey de la familia y de los recursos junto a la ceguera de la novia de Goran servirán como contracara del terror y la “humorada” ante tantos infortunios. A veces todo pueda salir muy mal. Como dato extra, la historia y el tipo de escenarios tienen muchos puntos de contacto con el film argentino-español Nieve negra. NICOLÁS KUSMIN
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