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Críticas del foco dedicado a Alex Ross Perry (4 películas)
Con cinco largometrajes realizados desde 2009 a la fecha -solo uno de ellos se estrenó en las salas argentinas-, este guionista y director de apenas 32 años es uno de los más prolíficos y provocadores del nuevo cine independiente norteamericano.
-The Color Wheel (Estados Unidos, 2011, 83'), de Alex Ross Perry.
Esta película se podría sumar al movimiento llamado “mumblecore” aunque con algunas diferencias. Los personajes de Perry (él mismo es el protagonista, de hecho) son, a la vez, un poco más articulados para hablar que los “mumblers” de aquellos films, pero un poco más tontos, entre inocentes y despistados. Lo mismo la película, que se presenta un poco más “profunda” que aquellos films, aunque por momentos parece todo lo contrario.
Es la historia de dos hermanos (él y ella) que se reúnen cuando la chica necesita su ayuda para mudarse del departamento que compartía con su pareja. Son, a su manera, dos perdedores: no están bien laboral, social ni económicamente. Sólo se tienen a ellos mismos. Y ese viaje que emprenden para buscar las cosas se convertirá en una exploración de su relación que no pasará de los inconvenientes prácticos y sociales que tienen entre ellos y con los demás en fiestas, hoteles y diversas circunstancias. Finalmente la película cobrará cierto “vuelo” si se quiere emocional con una larga escena entre ambos que tendrá inesperadas consecuencias. Es una buena, tal vez muy buena escena. El único problema es que la película no llega demasiado “entera” a ella. DIEGO LERER
-Listen Up Philip / Analizando a Philip (Estados Unidos, 2014, 109'), de Alex Ross Perry.
Tercer largometraje del elogiado guionista y director de Impolex y The Color Wheel, Analizando a Philip es el retrato del Philip Lewis Friedman al que alude el título (Jason Schwartzman), un escritor que acumula las peores miserias de un artista: egocéntrico, pretencioso, cínico, tenso, malhumorado. Un auténtico neurótico que se cree siempre mucho más de lo que es.
Con su segunda novela recién publicada, este neoyorquino pretende mantener su “integridad”, sin venderse al mercado, al “sistema”. Poco dúctil para las convivencias, iremos conociendo las sucesivas crisis con sus novias (sobre todo con una fotógrafa interpretada por Elisabeth Moss). Sin embargo, su vida parece cambiar cuando un eminente y veterano autor llamado Ike Zimmerman (Jonathan Pryce) se manifiesta fan de su libro y lo invita a su residencia de verano para que salga de otro de sus habituales bloqueos creativos.
La película funciona con bastante fluidez, es simpática en su exploración del mundillo intelectual de Manhattan y en varios pasajes resulta incluso ingeniosa y ocurrente, pero también es cierto que por momentos puede irritar en su exploración de los clichés literarios y en su presentación de un personaje a todas luces insoportable, arrogante y narcisista. Que el protagonista sea un ser insufrible, que casi nunca podamos empatizar con él, es la principal audacia del film, pero también su mayor flaqueza. DIEGO BATLLE
-Queen of Earth (Estados Unidos, 2015, 90'), de Alex Ross Perry.
En muy poco tiempo, Alex Ross Perry se convirtió en una de las figuras más interesantes del cine independiente norteamericano. Surgido bastante tiempo después que otros colegas que partieron de universos e influencias similares (la camada del llamado “mumblecore”, en sus cada vez más diversas y heterogéneas variedades), Perry tiene la particularidad de ir cambiando constantemente de película en película, especialmente en lo formal.
Su primera película, Impolex, pasó bastante inadvertida, pero The Color Wheel (2011) llevaba algunas marcas del cine ultraindependiente americano que le permitieron hacerse conocer, además de unos personajes de brutal honestidad que serían la marca más reconocible de toda su carrera. A mí no me convenció particularmente ese film, pero Listen Up Philip, la siguiente, fue una de las mejores películas que vi en 2014: un ácido y muy gracioso retrato de un escritor que parece una adaptación hecha y derecha de una novela (inexistente) de Philip Roth.
Queen of Earth, hecha muy poco tiempo después, se vio en el Forum de la Berlinale y es una película que, otra vez, mantiene evidentes conexiones temáticas con las anteriores, pero profundas diferencias formales, quizás ligadas al pasado del director atendiendo el mítico videoclub neoyorquino Kim’s Video, acaso uno de los más completos del mundo, que cerró hace poco tiempo. Como Quentin Tarantino (otro con años atendiendo un videoclub), ambos parecen trabajar sobre temas y obsesiones muy personales pero extendiéndose en el mapa cinematográfico (y, en el caso de Perry, literario) como si sus películas fueran filtrando todos esos años de “estudio” gratuito.
Queen of Earth es un film que recuerda, en su estilo, a ciertas películas de Roman Polanski o Ingmar Bergman, especialmente las ligadas a cierto trabajo sobre la relación entre mujeres. En este caso, Elisabeth Moss encarna a Catherine, una joven que tras la muerte a causa de depresión de de su padre (un célebre artista) y su separación de su novio se va a la casa del lago de la familia de Virginia, su mejor amiga (Katherine Waterston), a tratar de superar su malestar y potencial caída en una situación similar a la de su progenitor. Pero mientras los días pasan, su estado mental más que mejorar parece ir empeorando, al punto que las nociones de realidad y pesadilla se van volviendo inseparables.
La película trabaja en dos tiempos simultáneos. Por un lado vamos viendo los días en los que las amigas pasan juntas en el “presente” y, paralelamente, los que pasaron el año pasado cuando los roles estaban cambiados: Catherine todavía estaba en pareja y Virginia no pasaba por un buen momento personal. Pero el principal eje e interés del film estará en ver cómo ese juego de demolición psicológica mutua se va desarrollando. En el presente del filme Catherine está literalmente destruida y a Virginia, en cambio, se la ve mejor y teniendo un affaire con un vecino que no hace más que debilitar más y más a Catherine, por motivos que irán exponiéndose a lo largo de este relato de cámara perturbador e inquietante.
Queen of Earth es una película pequeña que raramente abandona la casa del lago, el lago en sí y sus alrededores. Y, salvo una escena de una extraña y “polanskiana” fiesta, es un estudio psicológico de estas dos mujeres, con sus respectivas parejas cumpliendo un rol secundario. En el mundo entre brutalmente honesto y bordeando con lo misantrópico de buena parte del cine de Perry, los personajes son capaces de ser tremendamente crueles unos con otros en un estilo in your face que es particularmente raro en el cine (y la cultura) norteamericana. Perry y sus personajes incomodan porque exponen abiertamente sus odios y sus fragilidades, sus necesidades y sus rechazos, muchas veces con textos en extremo punzantes y hasta violentos.
Aquí es Moss la que se destaca en un rol que la desnuda (no literalmente) como ningún otro hasta la fecha. En el presente se la ve deprimida, demacrada, maníaca, casi poseída y enfermiza mientras que en las escenas del pasado está completamente distinta: segura, pedante, hasta cruel. Más sutil pero igualmente perturbador es el trabajo de Waterston, quien juega con ella un extraño juego de amistad, venganza, celos y envidias varias. Queen of Earth, en ese sentido, es casi una batalla psicológica entre dos mujeres, una que se juega en los terrenos más recónditos del subconsciente. Una larga escena filmada en una sola toma en la que ambas dialogan mientras la cámara en general pone foco en el rostro de la que escucha es quizás la escena más lograda del film en lo que respecta a la exploración de esa relación.
Estilísticamente, Perry no elige explorar una senda realista, sino que construye un mundo pesadillesco y con recursos formales de cierto cine de autor de los ’60 y ’70 que traen a la mente el trabajo que también hace el británico Peter Strickland en films como The Duke of Burgundy, que tiene varias conexiones con éste. Perry es menos evidente en sus “citas”, pero su puesta en escena y temática le debe muchísimo a películas como Persona, de Bergman; Repulsión, de Polanski; y hasta varios títulos del cine norteamericano de la década de 1970 (Altman, De Palma, Allen) que intentaban explorar las complejidades del universo femenino. Si algo no termina de convencer en el film es su insistente necesidad de llevarlo a coquetear con el cine de terror psicológico. La fotografía, los escenarios y sobre todo la persistente banda sonora impone una línea de lectura del tipo genérica que es rica en matices pero excesivamente manipuladora respecto al espectador.
Es cierto que para Perry, el mundo es un lugar terrorífico –Moss expone esa visión en uno de los dos extraordinarios monólogos que tiene, el otro es que abre la película, menos violento pero más desgarrador– en el que manda el egoísmo más extremo y en el que tanto los otros como nosotros podemos dañar y ser dañados de las maneras más impensadas. Es un mundo donde las sonrisas amables pueden ser más traicioneras que los comentarios más brutales y en el que el concepto de pasivo/agresivo tiene muchos más matices de los que normalmente le asociamos. Pero aún cuando ese “mandato” que a veces funciona excesivamente como programa filosófico del director pueda ser un poco excesivo, en otros se lo siente como crudamente verdadero y filoso. Enervante, pero real. DIEGO LERER
-Golden Exits (Estados Unidos, 2017, 94'), de Alex Ross Perry.
“Nadie hace películas sobre personas corrientes que no hacen nada”, le comenta su nueva ayudante a Nick (Adam Horovitz) durante su primera salida fuera del horario de trabajo. Nick quiere impresionar a Naomi (Emily Browing), pero solo conoce sitios vulgares para ir a almorzar, porque es un tipo vulgar. Por su parte, Naomi no solo defiende la vulgaridad, sino que la reivindica. Aunque la veinteañera se ha trasladado a Nueva York desde Australia para trabajar por unos meses con un hombre al que no conoce, eso no la convierte en una aventurera.
En realidad, la antiheroína de Golden Exits es una persona insípida, como el resto de personajes de la ficción, que durante una hora y media de metraje no harán absolutamente nada. La nueva película del estadounidense Alex Ross Perry es una suma de historias cruzadas sobre personas que no encuentran una vía de escape a su insatisfacción vital. En este sentido, ese deseo de evasión o “salida de oro” a la que hace referencia el título de la cinta es una quimera imposible para todos ellos.
Estrenada en el Festival de Sundance, la notable Golden Exits destaca, ante todo, por su insólita caracterización de los personajes. En esta ocasión, Alex Ross Perry no revelará pequeñas pistas que, como en Queen of Earth, demolían, poco a poco, el muro del fuera de campo que caracteriza sus ficciones. En Golden Exits el fuera de campo es directamente impenetrable. Apenas conocemos los detalles (básicos) de la vida privada de Nick, de su mujer (Chloë Sevigny), la cuñada (Mary-Louise Parker), la asistenta personal de ésta (Lily Rabe), del chico que le gusta a Naomi (Jason Schwartzman) y de su esposa (Analeigh Tipton). El director nos veda el acceso a esa dimensión de la existencia de sus marionetas de manera plenamente consciente, lo que le permite desviar la caracterización hacia un único camino: su desmesurada profundidad psicológica.
Es probable que estos personajes –que, a pesar de ser unos completos desconocidos, nos abrirán las puertas de su mundo interior, confesándonos sus miedos, dudas, fantasías o deseos reprimidos– causen un cierto rechazo al espectador por culpa de una inverosimilitud cinematográfica. Sin embargo, Alex Ross Perry ha reconocido que Golden Exits es una película antirrealista. Su meta es transformar Brooklyn, donde trascurren estas historias de amores frustrados, en una especie de fantasmagoría. Y aunque, a priori, los enredos del film remiten a la woodyalleaniana Listen Up Philip, la representación de dicha atmósfera espectral –donde las escenas se imprimirán las unas sobre las otras mediante eternos fundidos– sitúa su nueva película en la línea de su anterior thriller psicológico Queen of Earth. CARLOTA MOSEGUÍ
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The color Wheel me parece una buena película. No entiendo de tecnicismos. Ni idea de qué sea el "mumblecore". Me gustó su puesta en escena y la forma de narrar las vidas de dos perdedores que solo se tienen el uno a la otra.
Menos mal que no leí la crítica de THE COLOR WHEEL antes de ver la película. No se puede revelar lo que se describe en la reseña... Otra crítica que parece una mesa de examen y van...