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Crítica de “Mario on tour”, de Pablo Stigliani, con Mike Amigorena
Tras su paso por el último BAFICI, se estrena esta película que mixtura el musical y la road-movie para abordar una conflictiva relación padre-hijo.
Mario on tour (Argentina/2017). Guión y dirección: Pablo Stigliani. Elenco: Mike Amigorena, Iair Said, Román Almaraz, Leonora Balcarce, Rafael Spregelburd y Ale Sergi. Fotografía: Javier Guevara. Edición: Sebastián Polze. Sonido: Bernardo Francese. Distribuidora: Cinetren. Duración: 105 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Mario Canes (Mike Amigorena) es un auténtico perdedor. Más allá de su pinta y su talento artístico, se ha convertido en un alma en pena. Divorciado, con un hijo adolescente (Román Almaraz) que no quiere verlo, con una ex esposa Alejandra (Leonora Balcarce) que lo basurea mientras se muestra feliz con su nueva pareja Rodi (un ingeniero “perfecto” interpretado por Rafael Spregelburd), con la reciente muerte de su madre todavía en carne viva, nuestro torpe antihéroe acumula frustración, angustia y una soledad de la que solo su amigo y socio Damíán, más conocido como el Oso (Iair Said), se encarga de limitarla.
Gracias a los arreglos que su improvisado pero fiel “manager” concreta vía Internet, Mario se gana la vida cantando covers de Sandro en despedidas de solteras, casamientos y cumpleaños. Mientras se dilata la posibilidad de terminar la grabación de un disco con canciones originales suyas, surge la posibilidad de una gira con destino final en Santa Teresita. Tras múltiples intentos fallidos, Mario convence a Alejandra para que Lucas lo acompañe. Este, por supuesto, lo hará a regañadientes, más interesado en su celular que en compartir experiencias con su padre y el Oso.
El guionista y director Pablo Stigliani combina elementos del musical de shows pueblerinos (por momentos hay una mirada a-la-El ciudadano ilustre), la road-movie llena de enredos y el despertar sexual adolescente, aunque el corazón del film es una sensible mirada a la redención de un padre ausente frente a un hijo que empieza a verlo de otra manera. Por suerte, el director de Bolishopping apela al tono medio, sin forzar ni subrayar demasiado las situaciones, evitando así el sentimentalismo y haciendo gala de bastante pudor y recato.
Algo previsible en su desarrollo, pero siempre sensible y querible, Mario on tour es de esas pequeñas películas hechas con nobleza que se disfrutan incluso cuando están al borde del costumbrismo y el patetismo. Pero no: Stigliani encuentra un tono justo y encuentra en Amigorena y sus versiones de Trigal y Dame fuego un aliado inmejorable.
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Hermosa película, sutil, deliciosa, como diría un tema de Sandro. Genial la actuación del chico, gran sensibilidad para componer su personaje. Muy buena en todos sus detalles, incluida la elección de la productora Volcán para la foto del gran póster de la película. Producción artística nacional de luminosa creatividad que se respira y disfruta desde el vamos.
Creí que iba a a ver una película casi banal y me encontré con una muy disfrutable sorpresa. Si bien es cierto que tiene una austera aunque irreprochable puesta en escena, la historia tiene un encanto permanente gracias a un desempeño brillante de sus tres protagonistas- muy bien el chico y el 0so, todo un personaje- Pero el tono de las situaciones-algunas de ellas insólitas pero ocurrentes, no desmerecen en absoluto los momentos genuinamente conmovedores de un complicado vínculo padre- hijo que tratan con pudor de encontrar un atajo para su reencuentro afectivo. Pero como señala Batlle hay un director inteligente que se mantiene a raya para evitar todo sentimentalismo o diálogos confesionales al paso. Todo esta realizado con miradas y observaciones de ambos en las distintas situaciones que van viviendo en ese particular road movie que conseguirá para ellos, una resignificación de lo que desean realmente. Se extraña que Leonora Balcarce no esté más en la pantalla grande, es una bella mujer con una máscara dramática muy fuerte. Por su parte es increíble el magnetismo de Spregelburd...en cuanto asoma su rostro y sin decir palabra, ya despierta la sonrisa de muchos espectadores. Es lo que pasó esta tarde en el Gaumont en la sala grande casi repleta, con muchas cinephilas y su público habitual entusiasta... otorgaron a la peli su mejor premio, un aplauso muy sincero