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Crítica de “El silencio a gritos”, de José Celestino Campusano (Competencia Argentina) - #BAFICI
Después de rodar Cícero impune en Brasil, José Campusano desplaza su particular estilo a Bolivia para narrar la historia de un joven que abusa sexualmente de su hermana adolescente en el seno de una familia de comerciantes de clase media-baja de El Alto, el populoso suburbio de la ciudad boliviana de La Paz.
Campusano mantiene su estilo inconfundible. Los diálogos directos, los actores no profesionales y las situaciones cotidianas como disparadores de conflictos morales son muy parecidos en el Gran Buenos Aires, Bariloche, Bolivia o Brasil. Pero cuando sale de la Argentina es como si faltara una cuota de verdad que vuelve visible los hilos del dispositivo, convirtiendo a sus películas en réplicas risibles de sí mismas.
Así ocurre en El silencio a gritos, protagonizada por una familia que vive en una casa humilde y con los pesos justos para llegar a fin de mes. En medio de esa situación difícil, una noche el padre descubre a uno de los hijos abusando de su hermana menor. A ella sigue Campusano en un derrotero posterior que involucra asistentes sociales y psicólogas, siempre con un estilo que aspira al realismo pero que, en este caso, se lo nota deliberadamente artificioso, más allá del efecto de las locaciones reales donde transcurre el relato.
Director habituado a personajes sin derecho a voz en gran parte del cine argentino, Campusano recurre aquí a un maniqueísmo que le quita complejidad y gramaje emocional a la película, ubicando a sus protagonistas en el bando de los buenos o malos. En ese sentido, la última escena es sintomática de esa división. Una división de la que es imposible salir.
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FESTIVALES ANTERIORES
-La directora de Hijo mayor obtuvo unos de los máximos reconocimientos de la sección dedicada a primeros y segundos largometrajes de la 78ª edición de la muestra suiza.
-El Leopardo de Oro de la Competencia Internacional fue para Two Seasons, Two Strangers, del japonés Sho Miyake.
Las películas del suizo Fabrice Aragno y de las italianas Valentina y Nicole Bertani se presentaron en la sección central de la muestra suiza.
El cine nacional estuvo representado en la competencia dedicada a primeros y segundos largometrajes por dos óperas primas de ficción (Kang tiene destacados antecedentes en el documental) que tuvieron sus estrenos mundiales en la prestigiosa muestra suiza.
El director de Let The Summer Never Come Again (2017) y What Do We See When We Look at the Sky? (2021) estrenó en la sección principal una road movie que propone un viaje de la ciudad al campo con un padre que va en busca de su hija.
Una miexxa esta película. Concuerdo con los que comentaron anteriormente. No vi toda la filmografía de Campusano pero sí buena parte. Nunca fue un genio ni mucho menos pero hace algunos años además viene en declive. "Placer y martirio" ya fue muy mala, "Brooklyn experience" y "Bolivia profunda" son una bosta, y "El silencio a gritos" es directamente una joda. También concuerdo con Alanis en que la Fotografía de "El silencio a gritos" es muy chota, carece de toda sensibilidad estética y fuerza narrativa. Campusano es un ladri, pero filmando en otro país y con un rejunte de técnicos amateur es más ladri aún. Volvé a tu tierra, Celestino.
Vi todos los largos de Campusano. "El silencio a gritos" es el peor sin duda alguna. Guión burdo y una Fotografía desastroza, como de telenovela barata. Las actuaciones no están tan mal.
El cine de Campusano es famoso por tener mucha "verdad" cuando en realidad eso es lo que menos tiene. Artificial, maniqueo, moralista y esquemático. Campusano es un invento de los críticos y ciertos espectadores snob, que llevan una vida muy cheta y les fascina ver pobres en una película, más aún si les llega el dato de que el guionista y director "es un tipo de barrio". Coincido con la nota de Boetti, excepto en un punto: no es verdad que Campusano haga un cine que da voz a personajes que no la tienen. Ese es el otro gran chamuyo que infló la figura de Campusano, y en este caso se trata de un chamuyo promovido por el propio Campusano, que se jacta de contar las "historias que nadie cuenta". Vil Mentira. Desde "Los Isleros" a la fecha se han hecho cientos de pelis argentinas protagonizadas por pobres o marginales. Ni hablar en Brasil. Lo que más daño le hace al cine argentino es que se juzgue las peliculas por quien las hace o por el valor moral de sus temáticas, en lugar de simplemente sincerar si la peli está buena o no. Así se crean personajes inflados como Campusano.
El cine de Campusano ya es risible y artificioso sin necesidad de irse a filmar a ningún lado. ¿Cuánto mas durará esta moda snob de seguir programando estas películas que de tan berretas y mal actuadas parecen atraer el morbo de los festivales y algunos críticos?