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Tres críticas de “Jeannette, la infancia de Juana de Arco”, de Bruno Dumont

-A partir de la obra poética de Charles Péguy, el director de La vida de Jesús, La humanidad, Flandres, Entre la fe y la pasión, Fuera de Satán, Camille Claudel 1915, P'tit Quinquin y La bahía filmó un delirante y en muchos pasajes embriagador musical sobre la infancia y la preadolescencia de Juana de Arco que combina elementos del cine de Pier Paolo Pasolini, Albert Serra y Robert Bresson con el death metal, el trip hop y el ballet de vanguardia. La segunda parte de esta "saga" está en camino.
-El lanzamiento en tres salas de la Argentina cuenta con el apoyo de OtrosCines.com

Estreno 28/06/2018
Publicada el 27/06/2018

Jeannette, la infancia de Juana de Arco (Jeannette, l'enfance de Jeanne d'Arc, Francia/2017). Dirección: Bruno Dumont. Elenco: Lise Leplat Prudhomme, Jeanne Voisin, Lucile Gauthier, Victoria Lefebvre, Aline Charles, Elise Charles, Nicolas Leclaire, Gery De Poorter, Regine Delalin y Anaïs Rivière. Guión: Bruno Dumont, basado en las novelas de Charles Péguy. Fotografía: Guillaume Deffontaines. Música: Igorrr. Edición: Bruno Dumont, Basile Belkhiri. Distribuidora: Maco Cine. Duración: 105 minutos. Apta para todo público. Salas: 3 (Arte Multiplex Belgrano, Atlas Patio Bullrich y BAMA Cine Arte).



Reseña 1, por Diego Batlle

Qué bien le sienta esta nueva etapa a Bruno Dumont. Me gustan sus primeros films (áridos, austeros, flagelados), pero mucho más la actual, en la que aflora el humor, el desparpajo, la audacia, la experimentación y la creatividad sin límites. En este sentido, los hallazgos de Jeanette: L'enfance de Jeanne d'Arc se ubican por encima de la anterior Ma Loute (La bahía) y apenas por debajo de los de esa genial miniserie que fue P’tit Quinquin. ¿De qué se trata? De un musical punk ambientado en 1425 con la infancia (y luego la preadolescencia) de Juana De Arco, antes de que se convirtiera en heroína, santa y libertadora frente a los invasores británicos.

La cosa sería más o menos así: como una película de Albert Serra pero con niños y monjas mellizas cantando y moviendo las cabelleras cual músico headbanger sobre el escenario. Dumont pasa del minimalismo más absoluto (casi todo está filmado en exteriores y con luz natural) a las situaciones con música estridente (hay pop, hip hop, folk, electrónica, rock industrial y heavy metal) gentileza de Gautier Serre (a.k.a. Igorrr) y coreografías de Philippe Decouflé.

Lo fascinante del film de Dumont es que hay pocos gags (el único comic relief es el tío rapero que aparece sobre el final), nadie canta ni baila demasiado bien y, así y todo, el relato funciona de forma integral. Fue difícil seguir las letras de los temas (si bien estaban subtitulados al inglés), pero todo lo que se escucha es bastante fiel a los textos del libro El misterio de la caridad de Juana de Arco, del poeta francés Charles Peguy.

Es probable que una propuesta de estas características y connotaciones irrite a más de uno, pero no creo que sea una película satírica ni blasfema. Dumont sigue apostando a los géneros en sus vertientes más deformes con un sello personal, una libertad, un desparpajo y un espíritu lúdico que se agradecen en el adocenado y previsible panorama del cine contemporáneo.





Reseña 2, por Manu Yáñez

Avasallado por películas que repiten fórmulas y prolongan sagas, el espectador contemporáneo tiene pocas oportunidades de experimentar el descubrimiento de un film salvajemente innovador, genuinamente radical. Este crítico estuvo a punto de sufrir su primer ataque provocado por el síndrome de Stendhal durante la proyección, en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2017, de Jeannette, la infancia de Juana de Arco, del francés Bruno Dumont.

Y es que, ¿quién podría haber previsto que un musical sobre la infancia de Juana de Arco protagonizado por actores no profesionales, poco diestros en el arte del canto y la danza, podría invocar emociones tan profundas? Los adeptos a la obra de Dumont estábamos avisados: el director es conocido por su interés por la religiosidad –en un registro entre ascético y sensual– y por su capacidad para convertir en prodigiosa expresividad el quietismo de sus actores no profesionales. Sin embargo, Jeannette, la infancia de Juana de Arco va más allá de lo imaginable en el modo iconoclasta en que hace colisionar la irreverencia y la solemnidad, lo corpóreo y lo metafísico, la elegancia de los encuadres y la aparatosidad gestual de los intérpretes.

Imaginen una fusión imposible entre la religión terrenal de Pier Paolo Pasolini, el ascetismo de Robert Bresson y la hilaridad indomable de los Monty Python; imaginen el más desaforado fervor religioso encarnado y sublimado en los poderosos movimientos de una niña (Lise Leplat Prudhomme) que parece estar protagonizando la mejor función escolar de la Historia. Un milagro fílmico perpetrado por el director de Camille Claudel 1915, que aquí toma como referente literario la poesía de Charles Péguy, como fuente sonora la música de Igorrr –entre el death metal y el trip hop– y como guía psicomotriz las coreografías experimentales de Philippe Decouflé, entre el ballet y las embestidas rock. Ver para creer.




Reseña 3, por Josefina Sartora

Bruno Dumont –quien ha atravesado diversos géneros y en cuyo cine el elemento religioso siempre es importante- cae también bajo su atractivo y -como no podía ser de otra manera- le imprime un sello personal, convirtiendo esa historia en algo diferente, excepcional. Jeannette, la infancia de Juana de Arco toma el despertar místico de la heroína antes de sus diez años, y lo hace mediante la fórmula del musical.

Entre médanos junto al río donde cuida sus ovejas, en un rústico paraje del Norte de Francia donde siempre filma Dumont, la niña reflexiona sobre los horrores de la guerra, que produce un sufrimiento que ella, en toda su bondad, no puede curar. Jeannette lamenta el dolor humano y también la invasión que sufre Francia por las tropas británicas. Así, guerra política y religión, espada y cruz, se ven intrínsecamente ligadas en la figura de la niña. El film cobra una dimensión contemporánea en vista de las invasiones y ocupaciones y el estado de guerra que hoy vive el planeta.

Como es habitual, sus actores no son profesionales con experiencia: la niña Lise Leplat Prudhomme sale airosa en este tour de force que implica la meditación religiosa en forma de canto moderno y baile, por añadidura, en una verdadera ópera rock. Hay números que resultan muy logrados, como la danza que comparte con una monja desdoblada en dos gemelas, casi alucinante, y las coreografías hilarantes de su tío (el rapero Nicolas Leclaire) quien la apoya en su misión. Por supuesto, tampoco están ausentes las visiones que la niña posee de los santos que se le presentan entre los árboles.

Años después, Jeanne (Jeanne Voisin) continúa en ese mismo sitio, que siempre ha constituido su hábitat, y su pasión ha madurado: ha tenido más visiones místicas y una voz interior la ha decidido a devenir el adalid que guiará a su pueblo sometido a liberarse del yugo extranjero.

Si bien el recurso musical es demasiado reiterado -con el heavy metal de Igorrr, mucha percusión y hasta hip hop- toda la puesta y coreografía del film resultan una serie de actos rituales que combinan el clima contemporáneo con esta historia del siglo XV. Bruno Dumont demuestra una vez más mantenerse al margen de toda moda o encasillamiento. También decide reconvertir el mito. Esperamos una continuación sobre la saga de esta mujer que liberó a Francia del invasor y fue condenada por loca y herética debido a su condición femenina.


COMENTARIOS

  • 30/06/2018 9:06

    Ardo por volver a mi vida civil cinéfila luego de acompañar por dos semanas a mi hijo Franco de 14 años en la habitación del Sanatorio, luego de una inesperada y furibunda peritonitis que insumió dos intervenciones. Por suerte ya se está reponiendo y quizás mañana tenga el alta. Como siempre Otros cines es el acompañamiento ideal para menguar momentos dificiles....

  • 29/06/2018 19:53

    En algún momento quizás la vea pero confieso que me aburrió mucho el trailer y, para colmo, después me clavé con ese bodrio que se llama WESTERN. Aún así respeto mucho a quienes realizan las críticas en este sitio y agradezco poder manifestar tamañas diferencias.

  • 29/06/2018 17:38

    Después de leer opiniones diversas que parecieran estar dirigidas al auto convencimiento más que a la orientación del espectador, decido ir al cine y sacar mis propias conclusiones. Comienza el film y rápidamente se intuye el estilo Dumont. Paisajes amplios, cielos abiertos, interpretes amateurs, ritmo cansino. Pero comienzan a correr los minutos y el espectador se pregunta hacia dónde va este retrato de la infancia de Juana. Hay un aire provocativo, una versión personal y extrema de la historia. Pero la película se va transformando en una estudiantina preparada a las apuradas. Uno comienza a dudar si el que está detrás de las cámaras es o no es Dumont. La niña intérprete de Jeannette canta mal y baila peor. La cámara queda fija por media hora y la niña sigue sola hablando, cantando y bailando invocando al cielo. De tanto invocar, aparecen dos monjas, tal vez ángeles, que cantan y bailan aun peor que la niña. Nada de lo que sigue es mejor. Disparate tras disparate, la cámara sigue fija registrando lo que podríamos definir como una ópera rock mal hecha. Mi esposa comienza a aburrirse como una ostra y saca un caramelo. Me convida porque sabe que sino como algo dulce en forma inmediata caeré en un sueño profundo. No obstante, el caramelo hace efecto y logro mantenerme despierto hasta el final. Ya nada logra sorprenderme. Todo es un sinfín de más de lo mismo de una historia conocida que en las manos de Dumont pretende alcanzar ribetes religiosos y filosóficos. Demasiadas pretensiones. La película sigue y sigue sin levantar cabeza. Son 105 minutos interminables. Es quizás su peor película. A esta altura, hasta la música, un rock muy pesado y chillón me aburren hasta el cansancio. Pero aguanto hasta la palabra fin porque me interesa la opinión de los otros 4 espectadores que hay en el cine, que con suma educación, me contestan: No es lo que esperaba, o qué bajo cayó Dumont, o me aburrió sin atenuantes. Llego a casa y releo las críticas. A mis críticos favoritos le ha poco menos que fascinado, al menos han escrito favorablemente de la película, uno de ellos, incluso, no solo hace un análisis interesante sino que también reportea al director. Pero me llama la atención una cosa. Casi todos sin excepción, abren el paraguas. Es como que les gustó pero? Les pareció buena, encontraron hallazgos formales, profundizaron en lo religioso y sobre todo en el destino de una persona como Jeannette. Encuentran a su paso improbables influencias de Passolini, de Bresson y de los Monthy Pitton. Me avisan que se viene la segunda parte. Me dejan más despistado que antes de ver la película. Cosas del cine y de directores famosos. A veces uno no encuentra la sintonía exacta. Dice el refrán: Hazte la fama y échate a dormir.

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