Columnistas
¿“El Ángel” es la excepción a la regla en el cine argentino?
Por Griselda Soriano y Luciana Calcagno
Análisis estético y comercial de los "tanques" nacionales del año y un elogio del film de Luis Ortega.
A estas alturas, no quedan muchas dudas: El Ángel, de Luis Ortega, será una de las películas argentinas más taquilleras -sino la película argentina más taquillera- del año. Con el mayor lanzamiento que haya tenido una película argentina (352 copias) y 1.200.000 espectadores hasta ahora, las cifras impactan pero no sorprenden: basada en uno de los casos policiales más conocidos de la historia argentina y -sobre todo- producida por K&S, Underground y El Deseo, coproducida por Telefé, y distribuida por 20th Century Fox, El Ángel es un auténtico megatanque diseñado desde su concepción para arrasar con la taquilla. Pero ¿es sólo eso? ¿Es El Ángel una película equiparable, en todo sentido, a los últimos grandes éxitos del cine nacional?
Por su tema, pero también por su esquema de producción y por los comienzos “independientes” de ambos directores, no pudimos evitar compararla con otro gran éxito de los últimos años: El clan, de Pablo Trapero, la película más exitosa de 2015 (con una salida de 267 copias y 2.645.000 espectadores). Y, a partir de esa comparación, y volviendo a la pregunta anterior, creemos que no. O más bien: sí y no. La última película de Ortega comparte unas cuantas características con otras películas de su tamaño, pero también se anima a poner en tensión algunas de las fórmulas del mainstream argentino. Intentaremos pensar entonces algunas de esas características, tomándola también como excusa para reflexionar sobre el tipo de películas que más espectadores convocan en nuestra industria.
Tanques en guerra
Estamos en un momento particular del cine nacional. A pocos meses de lanzada la nueva resolución de cuota de pantalla y en plena “temporada alta” de tanques, se puede observar un fenómeno de competencia en el cual las películas con mayor presupuesto de producción y lanzamiento se quitan lugar entre sí en una cartelera agobiada por películas grandes que deja poco (o nulo) espacio para otro tipo de cine nacional.
Solo durante agosto, El amor menos pensado (que se estrenó vía Disney y lleva 725.00 espectadores), tuvo que dejarle lugar en la pantalla a El Ángel (lanzada por Fox), y cayó un 32% al estrenarse el tanque de Ortega, que a su vez tuvo que dejarle lugar a Mi obra maestra (distribuida por Disney en 330 salas, a diferencia de las 341 de El Ángel), y que tuvo que dejarle lugar a La quietud (UIP/Sony). Un poco antes, en julio, ya se había estrenado Re loca (UIP), que también hizo una muy buena perfomance y está casi en los 735.000 espectadores. De UIP a Disney, de Disney a Fox, de Fox a Warner, la temporada alta de cine argentino siempre se parece: un pasamanos de películas argentinas estrenadas por majors que demuestra entre quiénes se reparte la torta de espectadores en nuestro cine.
El resultado no sorprende: entre El Ángel, Mi obra maestra y El amor menos pensado se quedaron con el 61% de la taquilla nacional el fin de semana del 21 de agosto.
La pregunta es si este esquema de grandes producciones y más grandes lanzamientos que asfixia a las otras películas argentinas y que además genera que los complejos puedan cumpir su cuota de pantalla con el mismo tipo de cine ( “la película argentina taquillera”) es beneficioso para alguien más que los mismos de siempre.
El encanto del mal
Dentro de la pantalla, el esquema del éxito también es conocido: estrellas, géneros y contenidos convocantes a priori, y en esto los grandes casos del policial argentino parecen haberse convertido en otro de esos imanes de espectadores: ya sucedió en 2015 con la historia de los Puccio con, por supuesto, El clan, pero también con la serie Historia de un clan, dirigida por el mismo Luis Ortega. La película de Trapero que, como decíamos en un comienzo, fue la más exitosa de ese año, se sostenía en el género -este thriller policial con trasfondo de melodrama familiar-, en una de las figuras más convocantes del cine argentino como Guillermo Francella y, por supuesto, en la morbosa fascinación que, aún hoy, sigue provocando el caso. Podemos decir que, en lo que a esto respecta, El clan es una película que, sin duda, cumple lo que promete.
El caso de El Ángel es un tanto más ambiguo: el punto de partida e incluso la misma estrategia de marketing de la película (que probablemente condense todos los hechos de violencia que aparecen en pantalla) parece apuntar de lleno al policial, pero es probable que más de un espectador desprevenido que haya corrido a la sala esperando encontrarse con todos los detalles de la siniestra historia de Carlos Robledo Puch se haya encontrado con algo que no respondía del todo a sus expectativas.
El mismo Luis Ortega ha dicho en más de una entrevista que “es mucho más fácil acercarte a un productor y decirle que querés hacer la historia de Robledo Puch que explicarle un proyecto desde cero” - de eso no cabe ninguna duda- y que “luego está el ingenio o la capacidad de meter tu propio mundo en el marco de una historia conocida y atractiva”. Es ese mundo propio que se va filtrando de a poco lo que hace que El Ángel sea un tanque un tanto desencajado y bastante más interesante que la mayor parte de las propuestas del mainstream local, en cuyo corazón parece latir una tensión no resuelta entre las exigencias de una película fabricada para hacer estallar la taquilla y el universo enrarecido que Ortega supo construir en sus obras desde Caja negra (2001).
El caso de Robledo Puch parece ser acá nada más que una excusa para fascinarse con un personaje que es como un agujero negro. En El Ángel, Luis Ortega lleva el concepto de fotogenia a su máxima expresión. El experimento que hace con Lorenzo Ferro -quien hasta entonces no había actuado ni estudiado teatro- tiene como resultado una película hipnótica que lo es en buena medida por la omnipresencia de su protagonista, presente en casi todos los planos. El cuerpo mitad de niño, mitad de hombre; la cara extraña; la mirada perdida; la boca carnosa; el torso juvenil; los bailes: es imposible dejar de mirar y de absorber la energía que el protagonista genera.
Por otra parte, buena parte -la mejor parte- de la película se articula en torno a la tensión sexual construida entre el protagonista y su compañero de aventuras (interpretado por el Chino Darín); un vórtice homoerótico creciente y desbordante.
Además de este trabajo con la corporalidad, también lo lúdico parece recorrer toda la película: el juego y el disfraz, la diversión, y la inexplicable liviandad con la que Carlitos se toma la violencia que ejerce le dan un tono que nadie esperaría ver en un policial. Todos estos elementos descolocan al espectador y convierten a El Ángel en un caso al menos distinto del resto del cine argentino mainstream que estamos acostumbrados a ver.
Todas esas cosas que nadie esperaría ver en el puesto número 1 de la taquilla nacional son las que convierten a El Ángel en una película sorprendente. De hecho, quizás lo que hace más ruido en una película con pocas fallas como El Ángel es que su hibridez hace que esos riesgos que toma queden, por momentos, a mitad de camino; ni el Carlitos de Ortega es Robledo Puch ni El Ángel es un policial, y cuanto más lo olvidamos más interesante y misteriosa se vuelve; por el contrario, cuando intenta reencauzarse en la dirección de la “historia real” pierde un poco de fuerza.
En ese sentido, como decíamos, El clan es muchísimo más clásica: es un policial que sigue más o menos linealmente la biografía de los Puccio, repone aquello que el espectador espera ver sobre ellos y pone a una estrella a interpretar a un villano de lo más clásico. Un villano con el cual, por un lado, nadie puede empatizar, pero que por otra parte tampoco inquieta demasiado: está claro que Arquímedes es un malo malísimo, un monstruo escondido detrás de una fachada; Carlitos, en cambio, será siempre un misterio, un vacío, una superficie impenetrable, alguien que no responde a ninguna lógica, y como bien sabemos no hay nada más perturbador que aquello que no podemos predecir ni entender.
Del NCA al Top 10
Si retrocedemos a los orígenes de esa mirada descentrada, podemos encontrar otro rasgo en común entre El clan y El Ángell que también invita a pensar una posible tendencia del cine nacional. Tanto Pablo Trapero como Luis Ortega iniciaron su carrera en aquello que se conoció como Nuevo Cine Argentino, trayendo personajes, universos y formas de filmar que en ese entonces estaban ausentes de las pantallas. Trapero debutó con Mundo grúa (1999), un retrato cotidiano de un hombre que enfrenta el desempleo de la Buenos Aires de fines de los ‘90. Ortega con Caja negra (2001), una película extraña y poblada de seres más extraños aún, en la que su fascinación por el cuerpo y por aquellos que habitan en los márgenes de la “normalidad” ya empezaba a evidenciarse. Todo esto se ha analizado hasta el cansancio, y no lo haremos acá, pero esas trayectorias que empezaron en plena emergencia del cine independiente fueron virando, por distintos caminos, hacia el mainstream, lugar donde hoy se mueven con comodidad.
Las películas de Trapero fueron creciendo gradualmente -y acercándose mucho más a los géneros- en especial desde su alianza con Ricardo Darín, la mayor (¿única?) estrella del ¿star system? local, en Carancho y Elefante Blanco, y ya hace rato que es un nombre conocido mucho más allá del circuito cinéfilo. También supo encontrar su lugar en el mayor festival-monstruo del mundo, el Festival de Cannes, lo cual sin duda dio un gigantesco impulso a su carrera, convirtiéndolo en uno de los directores argentinos for export más reconocidos. Ortega, en cambio, desarrolló una carrera de un perfil muchísimo más bajo y una extrañeza estilística bastante mayor; sus películas tuvieron estrenos bastante pequeños y circularon por el circuito local de festivales, hasta que saltó a otra escala de producción de la mano de la televisión (y de Underground, todo queda en familia), primero con Historia de un clan, después con El marginal, y ahora, después de El Ángel, su futuro es más que intrigante.
Pero Ortega y Trapero no son los únicos que han hecho este recorrido: este mismo movimiento se verifica, en mayor o menor medida, en otros directores, ya sea del Nuevo Cine Argentino o de aquel cine independiente que vino un poco después y que compartió algunas de sus características: Santiago Mitre, Lorena Muñoz, Diego Lerman, Ana Katz o Anahí Berneri son solo algunos de los directores y directoras que, con sus particularidades, parecen haber llegado a un lugar similar.
El futuro que viene
Nos quedan muchas preguntas por resolver. ¿Puede acaso esta clase de directores construir un camino en el cine de alto presupuesto sin ser fagocitados y reconvertidos en una versión 2018 del cine de qualité? ¿Podrá el éxito de El Ángel ayudar a construir una alternativa posible dentro del mainstream argentino, una en la que cierto riesgo narrativo y estético logre abrirse paso entre las fórmulas rígidas de los tanques?
Pero más allá de esta posible (y deseable) diversificación del extremo superior de la taquilla argentina, habría que preguntarse si es una idea inteligente estrenar todos los tanques en la misma temporada ( y , a la vez, hacerla coincidir con el “mes” del cine argentino). La buena recaudación sin duda favorece las arcas del fondo de fomento, pero como estrategia a veces parece ir en detrimento de la diversidad cultural que el mismo INCAA pregona. Al fin y al cabo, sea El Ángel o La monja, se sigue tratando de un cupo: hay demasiadas películas y no suficientes pantallas dispuestas a programarlas. Entonces: ¿qué se hace?. Ya sabemos que tenemos un cine que funciona en términos de taquilla, ahora se trata de exhibirlo de manera inteligente.
Sobre las autoras: El Club de las Cinco nació en julio de 2017 como un proyecto de cinco periodistas, entre críticas de cine y editoras, que buscaban una excusa para hablar de lo que más les gusta. Una vez por semana, entre picadas y vino, Luciana Calcagno, Micaela Berguer, Sol Santoro D'Stefano, Maia Debowicz y Griselda Soriano se reúnen alrededor de una mesa a discutir sobre películas y series con una mirada analítica pero desprejuiciada, seria pero entretenida, informada pero no aburrida.
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El angel para mi dejo bastante que desear por que realmente era una historia que prometía pero como pasa en gran parte de los films Argentinos siempre quedan desequilibrados en su desarrollo. Se centraron demasiado y casi excesivamente en esa mirada gay que le quiso dar Ortega y obviaron casi todos los crímenes y hasta flaquearon con la escena del soplete.Bastante soft para lo que fue este personaje en la realidad. No esta mal como comedia negra y funciono bastante como para atraer a los adolescentes y a las fans del chino darin y ahora nuevas seguidora de ferro pero para los que nos gustan los policiales habrá que esperar a otro que cuente una mejor historia.
Yo tengo un enorme respeto por la obra de Ortega desde su lejana CAJA NEGRA, me parece que tiene un talento nada convencional. Ahora bien, no puedo entender el porqué EL ANGEL no me interesó para nada, no le pude entrar al modo del tratamiento del personaje o la historia. Quizás la tenga que ver de nuevo....
El comentario de la pelicula es totalmente complaciente con la propia idea que tiene Ortega sobre su obra. Expresa lo que el propio Ortega desea que sea su pelicula. Y está bien para quienes gustan de la fábula pop, seguramente la disfrutarán. A mi siempre me gustaron las propuestas de Ortega, pero esta vez me fui del cine con la sensación de haber visto la misma operación cinematográfica ya vista con Tango Feroz, sustentada exactamente en el mismo argumento de "no es la historia, es la leyenda". Obvio y repetido. No quiero ser cortamambo con los que disfrutan de cosas asi en el cine, pues la gente en la sala se reía todo el tiempo de las tantas lineas de dialogo cancheras que tiene la pelicula, mientras mastica y mastica los pochoclos, y está bien para los que encontraron que el cine nacional puede ser eso. Yo desearía ver la historia de Robledo Puch filmada por Jeremy Saulnier, por ejemplo. O en todo caso alguien que no le esquive a las contradicciones y oscuridades del personaje en lugar de filtrarlas.
Coincido con Pablo. Valiosa incorporación del sitio esta columna desde hace algunos meses. No alcanza con algunas críticas de Josefina Sartora y María Fernanda Mujica. Necesitamos más miradas femeninas.
Mis felicitaciones a las autoras de la nota y a todo el Club de las Cinco, verdaderas muñecas bravas en el buen sentido de la palabra. Me han hecho pensar de lo lindo con la nota. ¿Qué hay en común en los éxitos de EL CLAN y EL ÁNGEL? Les entrego algunas reflexiones que obviamente son parcialmente verdaderas: 1) Son dos películas que describen una época y la onda retro es muy atractiva para todo público EL ÁNGEL pinta los inicios de la década del 70 donde un sector de la juventud y de la sociedad buscaban una salida a través de las armas. Cuando Carlitos y su compinche son interceptados por la policía y no tienen registros les dicen "una de tres: o son guerrilleros o son chorros o son boludos". Eso es tan de época como "El extraño del pelo largo" y fumar mucho. EL CLAN pinta los inicios del gobierno de Alfonsín donde la mano de obra desocupada trata de sobrevivir secuestrando por plata y donde la autoridad paterna aún se ejerce en forma dictatorial Toda la onda retro también es exitosa en la televisión en las producciones de Suar y de Ortega. 2) Contra lo que dicen algunos sabios hay una corriente que se interesa por conocer la historia aunque más como una novela que por desentrañar la verdad de lo sucedido. No son pocos los que se preguntan como eran los Puccio o como era realmente Robledo Puch. Y las ficciones actúan como disparador. ¿es sano este consumo de las novelas históricas en la literatura que se trasladan en más de una ocasión al cine? Entiendo que por algo se empieza aunque es malo si sólo se queda en eso. 3) En EL ÁNGEL más que en en EL CLAN hay toques bizarros que tienen buena aceptación en un público de un país cada día más bizarro.Basta leer los diarios o encender la tele para ver los personajes que desfilan pro los programas políticos y de chimentos En síntesis una combinación de onda retro, acercamiento a la historia y toques bizarros brindan una aproximación que entiendo debe profundizarse.Como consumidor de partidos de tenis les paso la pelotita del otro lado del fleje. Un cordial saludo a las cinco y no aflojen!!!!!