Festivales
Crítica de “Princesita”, de Marialy Rivas
La directora de Joven y alocada presentó en la Competencia Chilena su segundo largometraje, una coproducción con Argentina inspirada en perturbadores hechos reales.
Tras su debut en la Sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián y pocos días antes de su estreno comercial en salas chilenas, Rivas exhibió en Valdivia esta fascinante y al mismo tiempo desgarradora historia ambientada en el seno de una secta en el sur de este país.
Miguel (Marcelo Alonso), líder y profeta de esa comunidad neo-hippie, autogestionaria y religiosa, ha elegido a Tami (Sara Caballero), una niña de 11 años que vive allí, para que -apenas tenga su primera menstruación- engendre el hijo puro y santo que tanto desea tener para que sea su heredero y continuador. Sin embargo, como ella es la única integrante de ese clan -que vive aislado en el medio del bosque- que concurre a la escuela comienza a vincularse con uno de sus compañeros y su maestra empieza a sospechar que algo extraño ocurre. No conviene adelantar nada más, pero el film -que comparte algunos elementos con la estadounidense Martha Marcy May Marlene- contrapone el universo cerrado de la secta con el del pueblo donde está el colegio.
Princesita tiene cosas que funcionan muy bien (una puesta en escena hipnótica, casi propia de un cuento de hadas perverso, que remite por momento al cine de Lucile Hadzihalilovic y en el que mucho aportó el DF Sergio Armstrong, el mismo de El club y Neruda) y otras que distancian demasiado (una voz en off abrumadora y machacantes efectos de sonido), pero el balance final no deja de ser tan valioso como inquietante. Aunque en principio poco tiene que ver con el tono bastante más lúdico y desprejuiciado de Joven y alocada, esta nueva película de Rivas comparte la apuesta por la provocación y la reivindicación de sus jóvenes heroínas.
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