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FIDMarseille 2025: crítica de “Cartas a mis padres muertos”, de Ignacio Agüero
El nuevo trabajo del veterano director chileno bucea en recuerdos, sueños y experiencias tanto personales como familiares con un formato de misiva y patchwork visual.
Cartas a mis padres muertos (Chile/2025), de Ignacio Agüero. Duración: 106 minutos. Estreno mundial en la competencia Cine+.
Este lúdico, sensible y nostálgico largometraje surge de la idea de conectar con los padres para, a la distancia, de manera imaginaria, a partir de esta carta visual, mantener esos diálogos que nunca se pudieron dar (Guillermo, su papá, murió cuando Ignacio tenía 18 años, 26 días después del triunfo de Salvador Allende, y el realizador estrenó su primera película un año después del golpe militar).
Agüero filma a los gatos y otras actividades cotidianas que se producen en el jardín de la casa familiar (ámbito que a esta altura se ha consolidado como un elemento constitutivo de su filmografía), pero luego comienza a indagar en las existencias de sus progenitores (sobre todo en el trabajo durante décadas de su padre en la fábrica Madeco ligada a la industria del cobre) y en la historia de un Chile dominado por la violencia, las torturas y las desapariciones de la dictadura pinochetista.
El ejercicio introspectivo de Agüero se complementa con entrevistas a quienes conocieron a su padre (algunos testimonios a cámara son demasiado extensos); un permanente uso de la voz en off que a veces resulta redundante y algo desprolija, aunque cierta confusión, acumulación y deriva son búsquedas evidentes y no carencias de la película; así como un constante péndulo entre imágenes del Chile actual y un hermoso material de archivo. Al peso algo solemne de abordar las tragedias y los traumas del pasado se le contrapone un tono bastante más alegre y relajado a la hora de filmar el presente.
Por último, Cartas a mis padres muertos se desmarca de lo que el propio título sugiere para convertirse en un ensayo cinéfilo y un tributo con anécdotas, citas y homenajes al gran Raúl Ruiz, convirtiéndose así en una suerte de link, de puente entre dos de los más importantes e insoslayables realizadores chilenos de todos los tiempos.
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