Crítica de “El affaire de Sarah y Saleem”, de Muayad Alayan

El director de Love, Theft and Other Entanglements (2015) ganó el premio del público en el Festival de Rotterdam de este año por una película que es íntima y política a la vez.

El affaire de Sarah y Saleem (The Reports on Sarah and Saleem, Palestina-Holanda- Alemania-México/2018). Dirección: Muayad Alayan. Elenco: Adeeb Safadi, Saleem Sivane, Kretchner, Sarah Ishai Golan y David Maisa Abd Elhadi. Guión: Rami Alayan. Fotografía: Sebastian Bock. Música: Frank Gelat, Charlie Rishmawi y Tarek Abu Salameh. Distribuidora: CDI Films. Duración: 127 minutos. Apta para mayores de 16 años. Salas: 10 (Artemultiplex Belgrano, Belgrano Multiplex, Patio Bullrich, BAMA Cine Arte, Lorca, Showcase Norte, Cine América de Santa Fe, Cines del Centro de Rosario, Nordelta Cines y Paradiso de La Plata).

La traducción de los títulos es la primera construcción de sentido de una película. El caso de El affaire de Sarah y Saleem es paradigmático, pues su nombre original es The Reports on Sarah and Saleem, es decir, “Los informes sobre Sarah y Saleem”. Es un cambio que busca acentuar la faceta intimista y amorosa por sobre la policial y política. 

Lo cierto es que el film dirigido por el palestino Muayad Alayan –y escrito por su hermano Rami Alayan– campea alrededor de ambas vertientes. En su parte inicial abraza la primera para lentamente inclinarse hacia la segunda, dando como resultado un demoledor fresco sociopolítico sobre la siempre tensa relación entre judíos y palestinos en Jerusalén. 

Saleem es un repartidor palestino de panes que mantiene un amorío con Sarah, una judía dueña de uno de los locales a los que abastece. La mujer de él está embarazada y la situación económica familiar está lejos de ser buena, lo que lo lleva a aceptar un trabajo de dudosa legalidad transportando cosas de noche al otro lado del muro. Ella, por su parte, está casada con un militar israelí de alto rango con quien tiene una relación fría y distante.

Durante una de esas entregas nocturnas, Saleem comete el error garrafal de ir con su amante a un bar. Una pelea con otro hombre será el principio del fin para la aventura extramatrimonial. Pero no porque ambos lo hayan decidido, sino porque él termina preso, acusado de reclutar judíos para la causa palestina. Una acusación tan falsa como difícil de probar. 

Lo que sigue es un tenso thriller jurídico/policial en los que los protagonistas son acorralados por los servicios secretos y la burocracia estatal, con informes y acusaciones de uno hacia otro que ninguno de los dos puede refutar y que le permiten al film desplegar su faceta abiertamente política. 

Con ecos de la primera etapa del cine de Asghar Farhadi (la referencia a la igualmente kafkiana La separación es inevitable), El affaire de Sarah y Saleem funciona como mecanismo de relojería perfecto. Es una gran virtud que también funciona como límite, ya que esa perfección evidencia la lógica de un film en el que cada escena está obligada a encastrar perfectamente con la anterior. Con un poco más de oxígeno, el resultado hubiera sido aún mejor.