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Crítica de “Máquinas mortales“, de Christian Rivers
Una película grandilocuente y sustentada en una acumulación de efectos visuales. Cine elefantiásico que solo puede funcionar a nivel de espectacularidad en una pantalla IMAX.
Máquinas mortales (Mortal Engines, Nueva Zelanda-Estados Unidos/2018). Dirección: Christian Rivers. Elenco: Hera Hilmar, Robert Sheehan, Hugo Weaving, Jihae, Ronan Raftery, Leila George, Patrick Malahide y Stephen Lang. Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens y Peter Jackson, basado en el libro de Philip Reeve. Música: Tom Holkenborg (Junkie XL). Fotografía: Simon Raby. Edición: Jonno Woodford-Robinson. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 128 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Adepto a los proyectos épicos, Peter Jackson incursiona esta vez como productor y coguionista en la ficción distópica con una historia ambientada en un futuro post apocalíptico en el que ciudades como Londres son transportadas por inmensas máquinas. Si la descripción suena un poco ridícula es porque la película apuesta al gigantismo y al absurdo. No hay en este film dirigido por el debutante Christian Rivers (un experto en efectos visuales) espacio para la sutileza o la profundidad y, así, las alegorías sobre el colonialismo británico o los paralelismos con la actualidad (muros que dividen regiones) resultan tan obvios que terminan cayendo en lo burdo.
De todas formas, no es ese el principal objetivo (ni el principal problema) de esta producción de Jackson sustentada en el descomunal despliegue de efectos visuales cortesía de su Weta Digital. Este film con look retrofuturista arranca con alguna secuencia lucida (como la caza de un pequeño poblado ambulante por parte de la apuntada máquina de Londres), pero poco a poco va perdiendo creatividad y sorpresa para convertirse en un híbrido que “bebe” de diversas fuentes como Mad Max, Matrix, Terminator, El increíble castillo vagabundo o Star Wars.
Hugo Weaving saca a relucir la misma impronta de siempre para interpretar a Thaddeus Valentine, un antropólogo con ínfulas de dictador, mientras que los héroes y heroínas de turno (Robert Sheehan, Hera Hilmar y la coreana Jihae) poco pueden hacer con papeles superficiales y sin matices. La música rimbombante de Junkie XL acentúa cada momento de deseada intensidad como para que no nos olvidemos de que Máquinas mortales es una película grande, aunque no una gran película.
(Esta reseña fue publicada previamente en el diario La Nación del 10/1/2019)
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Un magnifico y alucinante desmotivador del buen cine (perdón lo subjetivo) sin mencionar lo exageradamente adornado de super efectos innesesarios. El solo hecho de intentar cuadrar un libro completo en una sola pelicula es demasiado. Un exceso de información e historia. es como si te comieras 10 platos de arroz en dos horas...
Como dice la crítica, la peli bebe de muchos otros filmes de c. ficción... y es verdad... es para disfrutar en pantalla gigante (imax) porque si no, pierde sustento. Vista allí, uno relaja ante semejante oferta visual efectista y la peli toma sentido de espectacularidad.