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Distribución de cine arte: de lo ideal a lo posible

Publicada el 30/11/-0001
Nos sorprendió leer en la columna de Luciano Monteagudo en Otros Cines que no sólo somos los primeros responsables de la degradación de las condiciones de proyección del cine arte sino que además nos hemos especializado, como una especie de Hezbolá de la distribución, en la toma de rehenes. Esas y otras muchas calamidades serían el resultado de una opción que venimos defendiendo con algunos otros distribuidores: proyectar nuestras películas en formato DVD.

Quisiéramos insistir en las razones económicas que motivan tal opción, pese a la aparente indolencia con que Monteagudo las menciona. Comprar hoy material fílmico en el exterior implica pagar los mismos impuestos que en la importación de una máquina de lavar de EE.UU. o de un auto de Japón, además de abonar un producto en dólares que luego venderemos en pesos a un precio de taquilla inferior no sólo al de Francia o EE.UU. sino también al de Chile o Brasil. Los impuestos y el costo de los derechos, sumados a los gastos de laboratorio dolarizados pese a ser tareas locales (banda americana, copias, etc.), hacen económicamente imposible una salida en fílmico para un cierto tipo de cine arte.

Podemos tratar de que el Estado utilice recursos para subvencionar las actividades de aquellas distribuidoras cuyos nombres empiecen con el número 7 o podemos tratar de equilibrar nuestra actividad bajando los costos. Optamos hasta ahora por la segunda opción.

Es sólo una opción económica, no implica una defensa de un tipo de soporte. Indudablemente, lo ideal es poder ver una película en su formato original así como preferimos leer El congreso del mundo en la edición de lujo de Franco Maria Ricci y no en la de bolsillo de Alianza. Pero la verdad es que no quisiéramos que alguien deje de leer a Borges por no tener los 300 euros que cuesta la edición de Ricci.

Existen variantes como la compra de copias fílmicas usadas, pero además de ser difícil de implementar, ya que muchas veces nuestras películas no han sido estrenadas en países de habla española, el estado de las mismas suele ser aún peor que el soporte DVD. Pero no es una opción que descartamos de plano.

Monteagudo se escandaliza por la proyección de Una pareja perfecta, de Nobuhiro Suwa, en DVD e imagina lo que diría la directora de fotografía al respecto. Nosotros sabemos lo que dijo el distribuidor, agradablemente sorprendido de que alguien en Argentina comprara una joya tan poco comercial o lo que dijeron gran parte de los 13.000 espectadores que, no teniendo la suerte de asistir a festivales o funciones privadas, pudieron ver la película gracias a esa escandalosa proyección.

Como cualquier otro formato, el DVD depende de la calidad del soporte y del proyector. Por nuestro lado, apostamos a la mayor calidad del mercado en lo que respecta al soporte, ya que editamos también los DVD para la venta y esperamos que los exhibidores hagan lo mismo no sólo con la calidad de proyección sino también con la calidad de las salas (gran parte de las críticas de nuestros espectadores se concentran en este último punto).

Monteagudo menciona el circuito de cine arte MK2 que Marin Karmitz construyó en Francia y que abarca tanto la producción como la distribución y la exhibición. Es un excelente ejemplo: la verdad es que las salas son estupendas y las ediciones de DVD, ejemplares. Podemos, en este caso, extasiarnos como colonizados frente al éxito del primer mundo y lamentar no vivir en París o podemos tratar de aprender de un ejemplo exitoso. Las primeras salas que Karmitz abrió en Paris en el año ´74 en la Bastille eran más o menos piojosas, el sonido no era bueno y las butacas incómodas. La gran ventaja era la excelente programación y fue eso el gran activo que utilizó para llegar al imperio actual. No creo que los cinéfilos de aquel entonces lo criticaran por el tipo de soporte como tampoco lo critican hoy por exhibir junto a la extrema Kean, de Lodge Kerridan o a la maravillosa Lady Chatterley, de Pascale Ferran, la testosterónica 300, de Zack Snyder, que le permite equilibrar sus cuentas. Ya que de eso se trata, de equilibrar nuestras cuentas para poder perdurar. Y perdurar para poder generar a mediano plazo la comunidad de cine arte que permitirá que se genere ese circuito que, según Monteagudo, no termina de conformarse.

Lo extraño es que, como en La vida de Brian, en vez de acordar un objetivo común, perdamos energía y tiempo en discusiones más o menos talmúdicas sobre soportes magnéticos o maravillosos ejemplos de salas a 9 euros la entrada en lugar de conversar sobre la mejor manera de ver buen cine con las cartas que nos tocaron en suerte.

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