Cine en Casa
Crítica de “Elisa y Marcela”, de Isabel Coixet (Netflix)
El gigante del streaming estrenó para todo el mundo esta nueva película de la directora catalana de Cosas que nunca te dije, A los que aman, La vida sin mí, Nadie quiere la noche y La librería que tiene más valor a nivel reivindicatorio que artístico.
La vehemencia exagerada (lindante con el odio) con que muchos críticos varones recibieron a Elisa y Marcela luego de su paso por la Competencia Oficial del último Festival de Berlín exige de mi parte una aclaración previa. No hay en la propuesta militante de Coixet nada que me incomode, más bien todo lo contrario: apoyo el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto legal, seguro y gratuito, y todos los cambios que le aseguren a la mujer alcanzar la plena igualdad de derechos. Descartada entonces una reacción “machirula” de mi parte, intentaré explicar por qué Elisa y Marcela -reconstrucción de un extraordinario caso real- no me parece un buen film en el terreno estrictamente artístico.
Ambientada entre 1898 y 1901, esta película rodada en un vistoso blanco y negro (bella fotografía de Jennifer Cox con algunos excesos manieristas y esteticistas) va y viene en el tiempo para narrar la historia de amor épico (y prohibido, claro) entre Marcela (Greta Fernández) y Elisa (Natalia de Molina), quienes se conocen en un colegio religioso de La Coruña al que la primera ingresa como estudiante y donde la segunda vive en compañía de su tía, directora del lugar. Más allá de la represión reinante en el ámbito académico, en los hogares familiares y en la sociedad en general, el romance avanza y deriva en un hecho insospechado: Elisa cambia de look, se hace pasar por un hombre (dice llamarse Mario) y así ambas engañan a un cura de pueblo que termina casándolas. Cuando son descubiertas, la reacción será de una violencia inusitada.
El film explora no solo la intimidad de esa relación pasional (hay escenas de sexo con pulpo incluido) sino también cuestiones como la maternidad y los límites de la libertad de elección individual cuando la Iglesia y las autoridades políticas se meten en las decisiones íntimas. El problema es que Coixet opta por una puesta en escena académica, una banda de sonora omnipresente dominada por arreglos de cuerdas que termina siendo invasiva, una solemnidad apabullante, un supuesto lirismo, una tendencia al subrayado y una afición por la alegoría que generan distancia, artificialidad y alejan cualquier posibilidad ya no de emoción sino incluso de mínima empatía.
En la película tampoco se lucen demasiado las dos protagonistas (aunque el trabajo de Greta Fernández es bastante más digno que el de Natalia de Molina) y el resultado es un film que, más allá de las buenas intenciones y de su cuidado formal, nunca alcanza vuelo, fluidez ni profundidad. Que un film de estas características haya sido seleccionado para competir por el Oso de Oro de Berlín junto a notables trabajos como So Long, My Son, de Wang Xiaoshuai; o Synonymes, de Nadav Lapid, no es ya solo una injusticia sino directamente un despropósito.
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ELISA Y MARCELA considero que constituye una interesante aproximación a la historia del primer matrimonio entre mujeres en España en el año 2001. La película recorre a lo largo de casi dos horas la historia de un amor prohibido contando con dos buenas actuaciones de NATALIA DE MOLINA(Elisa) y GRETA FERNÁNDEZ(Marcela). Dentro de algunos años formará parte de un ciclo de la talentosa directora ISABEL COIXET y seguramente, aunque no hay sido lo mejor que filmó habrá un buen recuerdo del film (7/10)
Después de leer varias críticas, no demasiado amables, sobre la película Elisa y Marcela dirigida por la directora Isabel Coixet, me pregunto qué más quieren. Quizá algunos querían explicitar mucho más la violencia que seguramente vivieron ambas mujeres en su día a día, que la represión fuera más evidente en su primer encuentro sexual después de tanto tiempo esperado, pero ¿Acaso esa espera no es un acto lo suficientemente dolorosa y violenta? Quizá algunos querían ver las dificultades de su travesía, de su elección personal de una manera más llamativa, con más golpes, más insultos, mayor rechazo social, pero ¿Acaso las miradas fijas y juiciosas del resto no son lo suficientemente dolorosas y violentas? A mi particularmente me gusta enredarme en las historias, encarnarme con ellas, por eso yo me pregunto, ¿Siempre es necesario ver todo de manera explícita para poder sentir el dolor del otro? Quizá el error este en creer que cuanto más vemos más sentimos. Pero yo lanzo un canto a favor de los huecos, de los silencios y las miradas, del vacío aterrador pero imprescindible para sentir la vida, de la espera eterna pero dulce, como un refugio donde las palabras de amor, de deseo, de todo esto mencionado que nos expresan Elisa y Marcela a lo largo de la película, donde su torpe y bella inocencia, crean infinitos hilos poéticos que van más allá del acto violento, porque quizá esta historia trate de eso, de querer brindarle un espacio al amor, al de ellas, como un símbolo de supervivencia que subsiste y resiste a pesar de las feroces garras invisibles de la moral. No necesito ver más violencia, más rechazo, más represión, más de todo aquello que siento que muchas críticas reclaman. Porque nunca se fue, ahí está, invisible, poderosa y desgarradora violencia en cada fotograma. Pero ellas, las protagonistas, espectaculares por cierto, a través de la palabra y su mirada, de la piel y sus besos, y junto con Isabel Coixet en su hermosa y poderosa narración poética y también maravillosa fotografía que no necesita ser expresada con molestas palabras, nos muestra, que cuando el amor entre dos personas que se eligen y aman su encuentro, allí entre esas cuatro paredes, los cuerpos no son extraños sino dignos de ser amados, donde los elementos del mar que introduce en las escenas, son bajo mi punto de vista la representación pura de la vida y la muerte, donde ambas mujeres se fusionan con la naturaleza más fértil y al mismo tiempo más efímera y bella, como el amor mismo, un amor que a pesar de las contingencias, juega y se permite transgredir. Gracias por esta obra poética, gracias porque a pesar de que esta historia sucedió hace más de un siglo, Elisa y Marcela son la representación de un amor que no entiende de tiempo.
no me gusta que la trama de los filmes con protagonistas homosexuales gire en torno al sexo. Desde que conocí la historia de Elisa y Marcela quedé muy apasionado por ésta, sin embargo, creo que el film no le hace justicia. El film pudo haber dado mucho más, porque la historia real lo hace. Aun así, considero que hace faltan más películas LGBT, y esta película es una buena forma de conocer la historia.
No estoy de acuerdo con Diego Batlle en los conceptos y opiniones sobre este film. A mí me pareció excelente, original, con una fotografía y unos planos perfectos. La ambientación, el vestuario y los diálogos me atraparon durante toda la película. Muy estética y con acercamientos y alejamientos oportunos de cámaras. La elección de las actrices me pareció acertada, y la historia atrapante. Me recordó a otra película, La hija de Ryan, por el tema de la transgresión y el castigo social aplicado.
El crítico Jekyll y Hyde. Es raro que el autor de esta reseña tan desfavorable, después, en otro medio, recomiende la película para ver por Netflix. Allá fui, la vi, y me parece que la no recomendación es notablemente exagerada, con un lenguaje inflado y mala leche.
Al patriarcado este tipo de peliculas les incomoda. Y si sos un machirulo...
A mi me gusto,retrato de una epoca en la ultraconservadora Galicia donde se ve actitudes homofóbicas y de negacion del derecho de las mujeres ,los ambientes (todo blanco y negro) bien caracterizados y aun si a Diego lo admiro y lo sigo, esta vez no estoy de acuerdo
Veo una pomposidad lingüística vacía de contenido en su crítica. La película posee una delicadeza fotográfica y musical exquisita que pienso no ha sabido apreciar. Por cierto, es "banda sonora" no "banda de sonora". No son "arreglos de cuerdas", son composiciones originales para cuerda, piano y electrónica. Omnipresente? En tal caso Dios, pero en esta película aparece en los justos momentos. No se donde ve usted excesos ¿manieristas? (out of context) en la fotografía. Está todo perfectamente pensado y al detalle, con referencias cinematográficas que nada tienen que ver con el manierismo... Las actuaciones, sobresalientes. Concuerdo en el academicismo que se aplica y eso es el punto fuerte de una película actual en un mar de producciones de consumismo vacío. Es de valorar. Isabel Coixet sabe muy bien lo que hace, me encanta como directora. Un 8.
Querido Diego: Sabés que te sigo hace años y admiro tu nivel de profesionalismo, algo que pocos en este medio poseen. Me da mucha pena que hayamos llegado al punto en que haya que "Justificar" una crítica, por temor a que puedan atacarlo a uno. Hay veces en que me avergüenzo de ser Argentino. Un abrazo!