Cine en Casa
Crítica de “Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese” (Netflix)
Tras la experiencia conjunta en No Direction Home (2005), Scorsese y Dylan vuelven a trabajar juntos en esta relectura de la mítica gira que uno de los grandes artistas estadounidense de todos los tiempos emprendió junto a amigos y colegas entre 1975 y 1976. El resultado es un (falso) documental que funciona a la perfección en todos los niveles de lectura.
Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese (Estados Unidos/2019). Dirección: Martin Scorsese. Fotografía: Ellen Kuras, David Myers, Howard Alk, Paul Goldsmith y Michael Levine. Edición: David Tedeschi. Testimonios: Bob Dylan, Joan Baez, Allen Ginsberg, Patti Smith, Scarlet Rivera, Roger McGuinn, Ramblin’ Jack Elliott, Larry “Ratso” Sloman, Sam Shepard, Sharon Stone, Joni Mitchell, Ronnie Hawkins, Ronee Blakley y Rubin “Hurricane” Carter. Duración: 142 minutos.
Rolling Thunder Revue fue, como todos admiten en el film, un rotundo fracaso económico. Sin embargo, a nivel artístico quedó como una de las giras más extraordinarias de la historia de la música. Fueron en total 57 conciertos entre 1975 y 1976 que reunieron a varios de los más brillantes músicos, cantantes y poetas de su generación. De aquella experiencia colectiva, comunitaria, quedaron múltiples registros en imágenes y sonidos, e incluso una (anti)película como Renaldo and Clara, que tuvo muchos más detractores que defensores.
Sin embargo, a pesar de que toda la gira fue registrada por hasta cuatro camarógrafos, nunca se había concretado una película que diera cuenta de la trastienda y de los alcances de aquel mítico proyecto. Hasta ahora. Y ha sido nada menos que el gran Martin Scorsese -en su segunda colaboración con Bob Dylan después de No Direction Home (2005)- el responsable de construir un retrato fascinante, lleno de pasión y nobleza sobre ese tour único. Aunque limitar a Rolling Thunder Revue a un documental sobre una gira es totalmente injusto: se trata, en verdad, de una mirada (con sus trampas, idealizaciones y “reinterpretaciones”) a los Estados Unidos de la década de 1970; es decir, la del bicentenario, la vergonzosa derrota en Vietnam y la renuncia de Richard Nixon por el escándalo de Watergate.
Tras casi una década sin tocar en vivo (con la excepción de sus presentaciones junto a The Band) y en momentos en que el movimiento folk languidecía, Dylan decidió volver a los escenarios con una apuesta por demás arriesgada: recorrer los Estados Unidos a bordo de una casa rodante e ir tocando de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, en lugares pequeños o medianos (nunca más de 3.000 butacas). Lo acompañaron desde el poeta Allen Ginsberg hasta quien fuera su musa, Joan Baez, pasando por el dramaturgo y actor Sam Shepard y músicos como Ramblin’ Jack Elliott, T-Bone Burnett y Larry “Ratso” Sloman. También aparecen desde Patti Smith hasta Joni Mitchell, quien una noche subió a tocar un par de canciones y luego se sumó por el resto del tour. Así de cambiante, impredecible, era la idea.
La película -de casi dos horas y media- combina testimonios de la época con otros actuales (incluídos algunos ficticios y hasta el de un Dylan que -como se ocupó de demostrar la prensa estadounidense aquí y aquí- participa de la construcción y destrucción de ciertos mitos con medias verdades o directamente falsedades), imágenes de la trastienda (ensayos, celebraciones) y, por suerte, largos fragmentos de canciones con las letras felizmente subtituladas. El material de archivo en fílmico (debidamente digitalizado, restaurado y remasterizado) es de una belleza subyugante y muestra a todos estos artistas en la cima de su arte (Dylan tenía 34 años y un carisma irresistible).
Durante el film se escuchan (en varios casos completos) clásicos de Dylan (con su rostro pintado cual artista glam) como Mr. Tambourine Man, Blowin' in the Wind, Like a Rolling Stone, Just Like a Woman, A Hard Rain's A-Gonna Fall o Knockin' on Heaven's Door, pero también muchas rarezas y temas ajenos. La faceta estrictamente musical, en ese sentido, tiene el lugar esencial que merecía.
La película también está plagada de revelaciones, de momentos intensos y/o divertidos: desde un homenaje que Dylan y Ginsberg le hacen a Jack Kerouac (otra figura clave de la Beat Generation) hasta Joan Baez disfrazada de e imitando a Dylan, la conexión del protagonista con los representantes de los pueblos originarios o su campaña pública para liberar al boxeador negro Rubin Carter (injustamente encarcelado por un crimen que no había cometido) que derivó en un tema icónico como Hurricane.
Por supuesto, no todo era idílico: el caos, las drogas (se muestra poco al respecto) y las permanentes tensiones entre el arte y el negocio surgen de manera tangencial. En ese sentido, aparecen las discusiones por acortar las más tres horas de show (Ginsberg pasa de ser el oráculo, el gurú de la gira, a cargar las valijas de los demás) y tocar en lugares cada vez más grandes (como el Madison Square Garden) para recortar el creciente rojo financiero.
Intima (aborda las diversas facetas de un personaje contradictorio, muchas veces mitómano y siempre genial como Dylan), grupal (se muestra en toda su dimensión el aspecto colaborativo y experimental del proyecto) y social (expone los fuertes contrastes de la sociedad estadounidense de la época) a la vez, Rolling Thunder Revue, con su edición hipnótica e inmersiva, resulta una carta de amor y otro notable aporte de ese maestro que es Martin Scorsese (autor de otros rockumentales como El último vals o Shine a Light) al cine, la música y la historia de su país.
Una reflexión final: Ante el pasatiempo de los medios durante los últimos días que consistió en descubrir -apelando a fuentes reales, investigaciones dignas del periodismo político y a la refutación indignada (¡esto no fue así!)- si tal o cual dato, determinado personaje, testimonio o hecho fue verdad o no, si transcurrió en el lugar o en el día que se indica en el film, hay que decir que la tarea suena a infructuosa, inútil y hasta ridícula. Las mentiras, la construcción de falsos mitos (y la destrucción de algunos reales), la apuntada mitomanía para moldear un personaje público y huraño a su medida y a su gusto, fue parte constitutiva de toda la carrera de Dylan.
Lo genial de la película es que funciona en el nivel que uno quiera, sea conocedor o no. Lo hace como documental (el eje no deja de ser archivo real) y también como falso-documental: como registro de un tiempo y una época o como construcción ficcional a partir de los inventos y fabulaciones. Scorsese entendió todo (como casi siempre), se puso al servicio de Dylan y, así, ambos hicieron juntos una obra notable.
(Esta reseña se publicó en una versión más corta en el diario La Nación del 12/6/2019)
Videos sobre la película:
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Excelente. Buenisimo poder ver 1975. USA y Dylan como no lo vi nunca.
Extraordinaria película, como bien dicen tanto como documental puro como en plan de falso documental (ficcionalizacion, idealizacion). Dos tipos brillantes unidos, figuras clave de los 70 (y los 80, y los 90...), no podía fallar. Cuando Bob hacía esta gira, Marty filmaba Taxi Driver, nada menos. Qué genios los dos, por Dios. Para ver una y otra vez.