Críticas
Estreno en cines
Crítica de “Licorice Pizza”, de Paul Thomas Anderson
El nuevo largometraje del director de Vivir del azar, Boogie Nights: Juegos de placer, Magnolia, Embriagado de amor, Petróleo sangriento, The Master, Vicio propio, el documental Junun y El hilo fantasma es una bella y encantadora celebración del amor en el cine y del amor por el cine.
Licorice Pizza (Estados Unidos/2021). Guion y dirección: Paul Thomas Anderson. Elenco: Alana Haim, Cooper Hoffman, Sean Penn, Tom Waits, Bradley Cooper, Benny Safdie, Joseph Cross, Christine Ebersole, Mary Elizabeth Ellis, Skyler Gisondo, Harriet Sansom Harris, John Michael Higgins, Moti Haim, Donna Haim, Este Haim, Danielle Haim, John C. Reilly y Maya Rudolph. Fotografía: Michael Bauman y Paul Thomas Anderson. Edición: Andy Jurgensen. Música: Jonny Greenwood. Diseño de producción: Florencia Martin. Distribuidora: UIP (Universal-MGM-Focus). Duración: 133 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Uno podría dedicarle párrafos enteros a las múltiples referencias cinéfilas y musicales, a los hallazgos de la reconstrucción de lugar y época (el San Fernando Valley de 1973), pero hay tanta sensibilidad, tanto amor, tanto cine en Licorice Pizza que -si bien alguna mención haremos sobre ciertos guiños y homenajes- le dejamos esa tarea a los cultores y adoradores de citas y trivias (algo parecido ocurrió con la Los Angeles de 1969 recreada por Quentin Tarantino en Había una vez... en Hollywood).
La principal audacia y mayor hallazgo de Licorice Pizza es haberle dado la responsabilidad de los dos papeles protagónicos a intérpretes sin experiencia, pero al mismo tiempo muy cercanos al propio Paul Thomas Anderson. Cooper Hoffman (hijo de Philip Seymour Hoffman y Mimi O'Donnell) es Gary Valentine, una suerte de álter-ego juvenil del director, mientras que la deslumbrante Alana Haim (anoten ese nombre) encarna a, sí, Alana (Kane), cuando ella en verdad es integrante de la banda Haim que comparte con sus hermanas Este y Danielle, y que tuvo varios videoclips realizados por PTA.
Licorice Pizza es, en esencia, un coming-of-age, una película con los típicos rituales de iniciación, una comedia romántica sobre un primer amor marcado (dificultado) por la diferencia de edad (Gary es un quinceañero con profuso acné y Alana, una chica de 25 de estricta familia judía) y las muy distintas situaciones de vida. A la hora de buscar fuentes de inspiración aparecen desde Locura de verano / American Graffiti (1973), de George Lucas; hasta Picardías estudiantiles / Fast Times at Ridgemont High (1982), de Amy Heckerling, con guion de Cameron Crowe, pasando por Valley Girl (1983), de Martha Coolidge; o Rebeldes y confundidos (1993), de Richard Linklater, pero más allá de ciertas influencias y de citas cinéfilas como Interludio de amor / Breezy (1973), de Clint Eastwood; Vivir y dejar morir (1973), con Roger Moore como James Bond; o Los puentes de Toko-Ri (1954), de Mark Robson, con William Holden y Grace Kelly, queda claro en cada plano que el cine de Paul Thomas Anderson tiene vuelo y universo propios.
El noveno largometraje de ficción de PTA escapa de las convenciones y lugares comunes de la comedia romántica y apuesta, en cambio, por una deriva con mucho de lúdico pero que puede irritar un poco a quienes estén acostumbrados a las fórmulas, la condescendencia y la demagogia. En Licorice Pizza hay musicales, restaurantes japoneses (aunque una de las principales locaciones es la de un restaurante que realmente existió como The Tail O' the Cock), hilarantes sesiones de castings, colchones de agua, flippers (los pinball estuvieron prohibidos hasta 1973), campañas políticas, y una Los Angeles desolada por la escasez de combustible a raiz de un embargo lanzado por los países productores de petróleo de la OPEC (brillante la escena del camión sin gasoil con Alana al volante).
Y, a pesar del inmenso profesionalismo de la producción y del talento artístico que brota por todos sus poros, Licorice Pizza parece un encuentro de amigos en el que está toda la familia real de Alana Haim y se suman en pequeñas apariciones figuras como los aquí desatados Bradley Cooper (el productor Jon Peters) y Sean Penn (haciendo de William Holden), el gran Tom Waits (una mixtura entre Raoul Walsh y Sam Peckinpah), Benny Safdie (un patético candidato a alcalde), John C. Reilly y Maya Rudolph.
Y también están -por supuesto- la música original de Jonny Greenwood y los temas de Nina Simone, The Doors, Sonny & Cher, Chuck Berry, The Four Tops, Paul McCartney & Wings, David Bowie y muchos otros artistas que en algunos casos no son tan conocidos. Y esa prodigiosa manera de filmar la vida y la comedia media tristona de PTA en 35mm. Y la inocencia de Hoffman Jr. Y el carisma y la simpatía de Haim... Sí, Licorice Pizza es una fiesta.
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Fui ayer, me pareció malísima. Nos fuimos del cine antes de que termine con ganas de que nos devuelvan el dinero. Es una pelicula que bien podría estar entre las pilas de malas películas de Netflix. Una pelicula que no se merece estar en la lantalla grande.
Anderson es de los pocos privilegiados (junto con Spielberg, Nolan, Tarantino, el otro Anderson y pocos mas) que puede hacer en Hollywood el cine que se le dé la gana pero con grandes presupuestos. Lo que diferencia a PTA es que sus proyectos no tienen a priori nada de comerciales, mas allá que después puedan andar bien en la taquilla. Acá continúa el camino que inicio con resultados dispares desde The Master: peliculas con un mínimo argumento y cero respeto por la estructura clásica, mas bien una serie de anecdotas o episodios con un debil hilo conductor. Personalmente creo que esta vez el experimento funciona a causa de que los actores son extraordinarios, las "anecdotas" son interesantes cuando no divertidas, y Anderson filma con pulso seguro, todas las escenas tienen algo destacable en cuanto a la utilizacion de los medios tecnico-expresivos. Y, esto es muy subjetivo, lo que se cuenta me "llegó". Lo que necesito que me expliquen es por que la película se llama como se llama, eso sí que no lo entendí.
La primera película fallida de Paul Thomas Anderson, mucha cinefilia,mucho homenaje,mucha música pero el director se pierde ante lo tanto que desea mostrar.
Tengo un gran respeto por la trayectoria de Paul Thomas Anderson desde que disfruté como espectador de una comedia como EMBRIAGADO DE AMOR, una película intensa que reflexiona sobre las soledad del poder como PETROLEO SANGRIENTO y la mejor de todas las que hizo que es EL HILO FANTASMA. Quizás estos antecedentes pesen en contra de LICORICE PIZZA, una película realizada con nobles intenciones apoyándose en el carisma de sus jóvenes protagonistas Alana Haim y Cooper Hoffman pero el balance final deja la sensación que pudo ser mejor. Es en la primer mitad cuando mejor funciona la película con esa frescura e inocencia del cine de inicios de la década de 1970 cuando retrataba a partir de historias de iniciación la crisis de la sociedad norteamericana. La amistad que deviene en romance entre Gary y Alana se desarrolla con naturalidad hasta que comienzan a desfilar actores famosos como Sean Penn, Tom Waits y Bradley Cooper y es allí cuando la película empieza a estirarse generando cierta fatiga como si sobrasen 20-30 minutos. No deja de ser una película agradable pero tiene gusto a poco (6/10)