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Crítica de “El realismo socialista”, película de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento - #71SSIFF

-En la sección Clásicos se produjo un verdadero acontecimiento cinéfilo: el estreno mundial de esta película que había dejado inconclusa el maestro Raúl Ruiz y que ha sido terminada 50 años más tarde por quien fuera su esposa y colaboradora, la también cineasta Valeria Sarmiento. Más allá de lo valioso del rescate, se trata de un film tan potente como poético y trágicamente premonitorio.
-Luego de su presentación en San Sebastián, se proyectará en el FICValdivia (9 al 15 de octubre).

Publicada el 25/09/2023


Nunca valoraremos en su justa medida la ingente labor de recuperación de Valeria Sarmiento, quien en los últimos años se ha dedicado a rescatar las obras inacabadas de su marido y colaborador Raúl Ruiz. La última película que Sarmiento ha devuelto a la vida es El realismo socialista (como una de las bellas artes), que Ruiz rodó en 1972, durante el gobierno socialista de Salvador Allende.

Aquel proyecto se vio interrumpido primero por cuestiones de intendencia cinematográfica (entre medio, se cruzó otra propuesta: La paloma blanca, que “debía hacerse para ganar dinero para el Partido Socialista chileno”, como explica Sarmiento en el Diario del Festival) y final y definitivamente por el golpe de estado de Augusto Pinochet pocos meses después.

El material de aquella película fantasma, cuyo metraje debía superar las tres horas, logró salir de Chile a través de la embajada alemana y llegó a París, donde terminó en la sede de una universidad de origen estadounidense. Ahora, tras el trabajo primero de recuperación y luego de montaje a cargo de Sarmiento, se puede ver el resultado: un film de 78 minutos que, a través de diversos personajes y con un tono cercano a la sátira, retrata no solo aquel momento concreto en la historia del país, sino también la violencia que terminaría por estallar en septiembre del 73.

A camino entre el documental y la comedia, Ruiz construye una película coral, que transita por los encuentros entre los obreros de una fábrica, la construcción de la vida comunal y las discusiones de la izquierda intelectual. Con los obreros, el principio creativo era el de la improvisación: Ruiz les proponía situaciones, que luego conversaban a partir de aquella premisa. Por momentos, la cámara parece estar captando instantes de realidad, sobre todo las discusiones entre los personajes, como en la reunión entre un grupúsculo de intelectuales, amigos de Ruiz. “Se unen a la izquierda, pero no abandonan su pasado pequeñoburgués”, recrimina uno. Ahí, en esta discusión, así como en la insatisfacción de los obreros que no encuentran siempre respuestas, o en la imagen fugaz de una señora acaudalada manifestándose con una virgen en la mano, se va componiendo el retrato poliédrico y mordaz de un período que se vería truncado de la más violenta de las maneras.



La dirección de fotografía corre a cargo de Jorge Müller da Silva, el que fuera también camarógrafo de La batalla de Chile, aquel fresco de Patricio Guzmán que atestiguó, con el fervor apasionado de la inmediatez y del momento, la movilización de la clase obrera durante el proceso de la Unidad Popular, el reaccionarismo de las clases bienestantes y por último el golpe de estado. Siempre pensé que parte de la autoría de La batalla de Chile era también de aquel camarógrafo, que se metabolizaba con la gente que filmaba. Algo de todo esto está también en El realismo socialista.

Es inevitable pensar en la película de Guzmán. No solo por el empeño de ambos directores en retratar un período único cuando todavía no se sabía que iba a ser trágicamente breve; sino también porque en ambas se palpa precisamente la tensión que desembocaría en el golpe de estado. Sin embargo, si el tono de La batalla de Chile es evidentemente el del documental, en la película de Ruiz este pulso de la inmediatez, del documento y de la espontaneidad se ve atravesado por la capacidad alegórica de la ficción. Si en La batalle de Chile el golpe forma parte del metraje, en El realismo socialista está extrañamente esbozado.

Y es aquí que El realismo socialista –que toma su título de aquella corriente del arte soviético que respondía al formalismo a partir de un regreso al realismo– resulta demoledora. Por ejemplo, cuando se habla de que es un problema de “vida o muerte”. O en todas las escenas que terminan con los personajes peleándose; por ejemplo, dos amigos que llegado el momento descienden del auto para dirimir sus argumentos a puñetazos. O, sobre todo, cuando un personaje de derecha dice que la solución es “matar al presidente”. 

El realismo socialista se presenta como una película premonitoria, pero también vigente en este momento de peligroso auge de la derecha extrema. En las clases que imparto de Historia del Cine, cuando los alumnos hablan de las películas alemanas de la República de Weimar, suele surgir un mismo debate: ¿Tiene el cine una capacidad vidente? Seguramente sí, pues el arte a veces logra comprender el tiempo presente hasta el punto de saber proyectarlo hacia el futuro más o menos inmediato, por muy tenebroso que este sea.



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