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La Argentina, según la mirada pintoresquista de Francis Ford Coppola
El mítico director de La conversación, El Padrino y Apocalipsis Now inauguró la Quincena de Realizadores con Tetro, un film que -más allá de sus hallazgos y su belleza- no logra eludir los estereotipos sobre Buenos Aires.
Publicada el 30/11/-0001
CANNES.- Un colectivo de la línea 29 llega en plena noche a la Boca, un joven vestido de marinero se baja, consulta una dirección y llega a un típica casona del barrio. Así empieza Tetro, el film que -en medio de múltiples participaciones argentinas, secretos “compartidos” y controversias gremiales y legales- Francis Ford Coppola rodó en Buenos Aires y en la Patagonia, y que ayer tuvo su première mundial en la inauguración de la sección paralela Quincena de los Realizadores.
La expectativa -y no sólo para los medios argentinos- era enorme y, por lo tanto, no extrañó que mucha gente quedara fuera de las tres funciones programadas. Nadie quería perderse este regreso de Coppola a Cannes -luego de rechazar una invitación para una gala en la sección oficial- con su primer guión original (y tercero en su carrera) después de La conversación.
Rodada con gran maestría en un bellísimo y expresivo blanco y negro, Tetro es una película desmedida y ambiciosa, que combina -no siempre con solvencia- muy diferentes registros, que van desde el extremo de un costumbrismo local cercano al grotesco hasta la gravedad de una tragedia familiar de tono operístico.
Para los argentinos, además, Tetro tiene varios condimentos adicionales. Por un lado, el pintoresquismo casi de tarjeta postal con que Coppola registra los conventillos de la Boca o el café Tortoni, incluye coreografías de tango, filma una escena en la radio La Colifata o muestra los paisajes patagónicos. Por otro, la participación de gran cantidad de actores argentinos en exaltados personajes secundarios que dan el “color local”, mientras los protagonistas extranjeros (Vincent Gallo, Maribel Verdú, el debutante Alden Ehrenreich y Klaus Maria Brandauer) concentran la tensión y la solemnidad de los conflictos familiares.
Leticia Brédice ofrece un striptease completo a cámara y protagoniza un triángulo erótico con Sofía Gala Castiglione y el adolescente Ehrenreich en un jacuzzi, Mike Amigorena aparece trasvestido en una performance teatral, Rodrigo de la Serna y Erika Rivas (matrimonio en la vida real) se arrojan objetos (e intercambian insultos) en la Boca; Silvia Pérez es la camarera de un bar y Susana Giménez interpreta a una cronista de televisión que entrevista a los asistentes a un festival de teatro en la Patagonia, entre quienes aparecen desde Eliseo Subiela hasta Eduardo Costantini (hijo). Ninguno (y no por carencias propias) puede trascender el estereotipo y el clisé del latino pasional, “chanta” y divertido con que Coppola decide retratarlos.
Luego de la función matinal -recibida con calurosos aplausos, pero también con críticas no demasiado entusiastas que se conocieron en las últimas hora-, Coppola subió al escenario acompañado por su esposa Eleanor, su hijo Roman (director de la segunda unidad), Verdú y Ehrenreich para dialogar con el público (en su mayoría periodistas).
Sobre su experiencia en la Argentina, Coppola no tuvo inconvenientes en admitir que la decisión de filmar en Buenos Aires se debió a las ventajas cambiarias, aunque también lo sedujo “la tradición intelectual de grandes escritores, la fuerza de un ambiente teatral fantástico, con grandes actores, y el hecho de que sea una ciudad muy divertida y con una fuerte presencia de la comunidad italiana. Viví en Buenos Aires casi todo un año y todo el proceso de la película estuvo muy ligado a mi experiencia humana y artística en Argentina”.
“Yo siempre me sentí un director independiente –agregó- y lo pude sostener desde el éxito de El Padrino hasta el fracaso estrepitoso de Golpe al corazón, que me obligó a hacer una película por encargo cada año, entre mis 40 y mis 50, para poder pagar las deudas al banco, algo que terminé de hacer con Drácula. Ahora, he recuperado esa mística con Tetro, una historia personal desde el momento en que tanto mi tío como mi papá, al igual que el padre de la película, fueron reconocidos músicos y directores de orquesta”. Consultado sobre si se trata, entonces, de un film autobiográfico, expresó entre risas: “Nada de esta historia realmente pasó, pero… todo es verdad”.