Columnistas
Tierra de los pares (A propósito de El Olimpo vacío)
Por Nicolás Prividera
El crítico y director de M y Tierra de los padres envió este amplio y cuestionador análisis del film de Pablo Racioppi y Carolina Azzi sobre Juan José Sebreli y discute con quienes la elogiaron tras su estreno en el BAFICI.
1. OLIMPOS
Un nuevo BAFICI ha concluido. Quien esto escribe agradece que una de sus películas haya vuelto al festival gracias a la votación de FIPRESCI para la sección que festejó sus quince años de existencia (acabo de escribir una nota al respecto en el blog Con los Ojos Abiertos, de Roger Koza, que puede y quiere ser leída en paralelo con esta, ya que reviso en ella las lecturas que se han hecho de M en el clivado contexto actual). En ese sentido, no puedo dejar de decir que es extraño haber participado con una película que se filmó hace casi diez años mientras que la más reciente (curiosamente rodada a metros de la actual sede del festival) nunca podrá ser parte de una sección como esa ni mucho menos (es como si a un hijo lo nombraran abanderado y al otro no lo dejaran ni entrar a la escuela...).
Pero no voy a volver aquí sobre Tierra de los padres, habiendo visto en el último BAFICI una mucho mejor… en cuanto a que no sólo echa un contraluz sobre ciertos criterios de selección, sino que además ilumina el estado general de la discusión política en Argentina. El Olimpo vacío será entonces el eje de esta larga nota (como para recoger el guante que dicha película arrojó con más convicción que argumentos, al igual que sus defensores).
Lo que simplemente quisiera decir, antes de polemizar, es que es absurdo que algunos me hayan acusado de estar “contra el BAFICI” (como deslizó alguien en una de las mesas en las que intervine sin hacer mención directa al tema), mientras que a la vez otros me criticaron por participar en él luego de la polémica del año pasado (como si un festival fuera siempre el mismo más allá de los cambos de gestión). Ambas miradas contrapuestas –pero igualmente excesivas– son insostenibles, aun cuando no se excluyeran mutuamente. Por otra parte, sería tan necio estar “contra” un festival como lo es plantearlo en esos términos, así como de igual modo debiera ser obvio que se puede cuestionar algunas decisiones de sus responsables sin que tampoco esto signifique estar contra nadie en particular (aunque en un contexto político en que toda intervención se lee como ataque, parece inevitable tener que estar aclarándolo…).
Por eso mismo me parece cretina cualquier posición cerradamente “pro” o “anti”, ya que esencializa las posiciones y no ayuda a dialogar ni a pensar… Y un festival de cine es territorio privilegiado para ambas cosas, ya que uno de sus fines es (in)formar al público -incluidos los mismos cineastas-. Así que hay que defender al BAFICI tanto como a cualquier otro festival estatal (y aún más, estando dedicado al cine “independiente”). Pero no por ello podemos dejar de señalar la absurda naturalización de que no se pueda alzar una voz crítica sin que aparezcan groseras defensas corporativas, como si uno estuviera atacando la integridad de una ‘familia’ (y lamentablemente algo de eso hay hoy en muchos ámbitos argentinos: un endogámico encierro, que algunas películas reflejan con inconsciente exactitud…).
Entonces: lo que dije, digo y diré es algo que debiera ser evidente para cualquiera (más si se pretende defender la pluralidad): en cualquier espacio público (y esto vale para todos, obviamente) no debiera haber ni favoritismos ni antagonismos (porque cuando hay “mimados”, del otro lado suele haber también maltratados…). Eso es todo. Se trata de sincerar la bella idea de que “todas las películas nacen iguales”, y reconocer que sigue siendo tan utópica como la igualdad entre los hombres: porque sabemos que hay inequidad, y por tanto injusticia. La igualdad no es un punto de partida, sino algo por lo que continuamente hay que luchar. Incluso en el pequeño (pero no por eso menos importante) mundo del cine.
2. VACÍOS
Si un festival no habla de sus elecciones más que por su programación (como si los jueces sólo hablaran por sus sentencias) debemos entonces remitirnos a ellas: es allí donde se juega su política. Por suerte también tenemos inevitables paratextos (básicamente los del catálogo) en los que se dejan vislumbrar las pocas razones que se suelen dar sobre la inclusión de una película, y por eso cada palabra es importante: más cuando el propio texto la destaca, y mucho más cuando está firmado por el director del festival (entre paréntesis, hay que saludar este cambio: antes los textos del catálogo eran anónimos). Ambas cosas se dan en el caso de El Olimpo vacío, y permiten decir que se trató de LA película “política” del último BAFICI.
En el catálogo, Marcelo Panozzo la destaca como “la película política argentina más poderosa en muchos, muchísimos años…” Dejando de lado la reducción conceptual o la aceptación de una carencia (visto que así planteado El estudiante, por ejemplo, no sería una “película política”…) es una enorme apuesta afirmar tal cosa. Sobre todo, digámoslo ya, cuando es algo muy difícil de sostener en este caso, y no sólo frente al impiadoso juicio de la Historia: cualquier espectador crítico que vea El Olimpo vacío puede constatar que no se trata de una obra maestra ni muchísimo menos (como de algún modo asumió el mismo festival al exhibirla “fuera de competencia”) y que no sólo difícilmente la veremos en un próximo merecido festejo por los 25 o 30 años del BAFICI, sino que probablemente será olvidada tan pronto como pase este tiempo de poses crispadas (o acaso antes: de hecho casi nadie habló de ella durante el mismo festival, salvo los que hicieron de su difusión una cuestión personal visto que la “poderosa” apuesta no lograba mayores aplausos).
Y no se trata de una mera cuestión subjetiva: difícilmente un crítico que se precie pueda defender a conciencia (incluso desde la esgrimida arbitrariedad del “gusto”) que una película como El Olimpo vacío tenga el suficiente mérito (estético) como para estar en la selección oficial de cualquier festival (y desde ya hubiéramos querido escuchar los argumentos de esa defensa, del mismo modo en que hubiéramos esperado que la misma película fuera consistente con sus pretensiones, porque si algo falta en la Argentina es un cine que asuma su “poderosa” carga política…). Pero si en un crítico la hipérbole es perdonable, en un programador es injustificable (porque no puede alegar arbitrariedad de ningún tipo): un crítico puede decir que algo que para todos los demás no tiene valor lo tiene para él (aunque deberá argumentarlo muy bien para no caer en el ridículo), pero un programador no puede decir que tiene valor algo que exuda “una torpeza inaudita” (parafraseando a Jaime Pena). Y no puede decirlo justamente porque suele escudarse en su condición de funcionario para no tener que justificar el por qué de una inclusión (no digamos ya de una exclusión…).
“Un film político es el que coloca el ejercicio de poder en cuestión, no el que lo ejerce desde una posición olímpica que impide discutir las elecciones estéticas”, decía Leonardo D’Espósito en una larga nota en que proponía a El estudiante como modelo a seguir (frente a la oprobiosa Tierra de los padres, explícito motivo de su encono). Curiosamente, se podría decir de El Olimpo vacío lo que se decía allí de Tierra de los padres (y le propongo a cualquier espectador que juzgue por sí mismo a cual película le sienta mejor la cita): “Realmente espero equivocarme, pero así como la película exige al espectador que piense en cualquier otra cosa excepto en la película -la famosa “teoría del ‘disparador’”- también creo que quienes la elogian de un modo desmedido, contra cualquier criterio previamente mostrado, lo hacen por afinidad no cinematográfica sino -transitoriamente- ideológica.” D’Espósito decía esto desde su propia condición olímpica, pero se cuidaba de dar cualquier ejemplo concreto porque la cantidad de críticas favorables era en ese caso diversamente mayoritaria (lo que hacía muy difícil sostener la “afinidad ideológica” entre Clarín y Página/12, por ejemplo).
Como escribí en la larga respuesta que di a esa nota en el blog de Roger Koza, si algo quedaba claro era que la “afinidad” estaba más bien del lado de quienes pretendían destruir la película (no exagero: lean las críticas de El Amante a la que respondí en Con los Ojos Abiertos). Y queda más claro ahora, como veremos a través de los comentarios de quienes defienden El Olimpo vacío (nada casualmente, buena parte de los mismos que embistieron brutalmente contra Tierra de los padres), porque lo que parece primar no es lo puramente “cinematográfico” sino la denunciada “afinidad ideológica”… Cosa que debiera ser reprobable en cualquier caso, pero más cuando se la asume para atacar al pretendido “enemigo”: porque las obras debieran pesar ante todo por su valor artístico, incluso (y aún con más cuidado) cuando son contrarias al gusto personal –y ante todo a la propia ideología– de quien ejerce circunstancialmente el poder (más cuando el discurso que se dice defender pregona justamente la necesidad de un pensamiento libre…).
Esperemos entonces que pronto se estrene El Olimpo vacío, de Pablo Racioppi y Carolina Azzi, para que todos puedan valorarla por sí mismos, y valorar asimismo que genere la discusión que hasta ahora no (se) dio (tal vez porque su cerrado Olimpo de certezas no hace más que replicar aquel que pretende inquietar). Recordemos entonces que la película se monta sobre la figura de Juan José Sebreli para hacer una crítica de ciertos “mitos argentinos” (una suerte de contra-“zonceras argentinas”): El problema es que El Olimpo vacío –como el discurso del mismo Sebreli– termina resultando de una tosquedad tan evidente como la que pretende criticar (convirtiéndose en una suerte de “antipopulismo para todos”), tanto conceptual como formalmente. No es casual que el libro en que se basa haya surgido ha sugerencia del mismo realizador, ni que su recepción haya sido igualmente especular… Detengámonos pues sobre su forma y contenido, para relacionarlos con el discurso crítico sobre la misma película: el resultado no es sorprendente.
3. FORMAS
En el catálogo Panozzo nada explica de sus valores estéticos, salvo cuando menciona “un uso muy pocas veces visto (en un estado de sampleadelia casi dionisíaco) de archivos de todo tipo”. Luego de esa presentación uno esperaría ver algo tan deslumbrante como Tarnation, pero se encuentra más bien con lo que Diego Lerer describe con más objetividad en su blog Micropsia como “un trabajo de fin de curso de estudiantes de Comunicación que, más allá de un cierto trabajo de archivo, no es más que una serie de cabezas parlantes, un viaje a España filmado con los pies, un par de entrevistas radiales y un montón de graphs amontonados entre sí que no son mucho más interesantes que las cosas que uno puede ver en un canal tipo Encuentro. La película se me hizo monótona y repetitiva, sin atisbos de creatividad ni originalidad algunos, casi un largo clip promocional de la edición del libro de Sebreli (…) No es sólo perezoso sino contradictorio, utiliza muchos de los recursos que Sebreli dice despreciar: populismo narrativo (…), un montaje tramposo que deja pagando a quien quiere (…), imágenes que sólo funcionan como ilustración, repetición hasta el hartazgo de formatos y fórmulas (el montaje Fútbol/Malvinas es de una banalidad desarmante). El pensamiento de Sebreli apuesta por la pluralidad y por la inteligencia, la película no lo hace por ninguna de las dos cosas.”
Era de esperar una respuesta destemplada a tal baldazo de agua fría, pero no deja de ser asombrosa la que dio Gustavo Noriega en Twitter: “Lerer vio El Olimpo vacío con el festivalómetro”, dijo. Esperemos que Noriega amplíe alguna vez el concepto, pero mientras tanto cabe preguntarse a qué se refiere con lo de “festivalómetro”… ¿Significa que no hay que ser tan crítico? (sería más que raro, sobre todo en el contexto de un festival, que siempre implica una apuesta a la calidad) ¿Pero no es precisamente ese amiguismo lo que se criticó a ciertas notas complacientes con Néstor Kirchner, la pelíicula? (¿o el “festivalómetro” sólo se aplica a los contrarios?). No es notable entonces que una película como El Olimpo vacío sea perfectamente simétrica a lo que se dice criticar: “Contrapropaganda antipopulista y antinacionalista de primer nivel”, reconoce Noriega: El problema es que la contrapropaganda (que por definición usa las mismas armas que abiertamente se critican) difícilmente puede ser de “primer nivel”.
4. DISCURSOS
La película pone en escena una melange que mezcla a Eva Perón con Gardel y al Che Guevara con Maradona, como si su sola popularidad bastara para compararlos. Y como si esa popularidad fuera leída paradójicamente de modo mítico por el mismo Sebreli, esencializando lo popular para condenarlo como mero populismo… En una entrevista dada al diario del festival, los directores dicen que El Olimpo vacío “nació de leer sus libros y sentirnos muy identificados con lo que decía”, ya que “nos encontrábamos muy solos pensándolas”: esa identificación (hasta con la misma “soledad” de Sebreli) es notoria en una película que nunca se despega de su personaje, pero que tampoco logra dar cuenta de su recorrido intelectual: “Ciertas cosas de Sebreli son muy interesantes y atractivas, pero muy teóricas” dicen, por lo que la película se limita a recortar unos “íconos que son una excusa para terminar hablando de un discurso que es el nacionalista”, que “atraviesa todas las épocas” y en el que “parece que hay una sociedad civil víctima de sus gobernantes”. Es notable que asumiéndose como “la primera película argentina fuera del ‘Relato’” no se vea la paradoja de enjuiciar una sociedad que se cree víctima de sus gobernantes... Recordemos (y en algunos años será aún más necesario, al acordarse de esta época “tal vez irreal”, como decía un Borges ciego al peronismo) que mientras tenía lugar el último BAFICI hubo una nutrida manifestación antigubernamental, a la que seguramente Sebreli no verá contagiada por la “peste emocional de las multitudes” (por usar sus propio parafraseo de Reich) y que más bien habrá visto en ella “algo casi épico” ( “casi” sólo para que no se lo acuse de populista, claro).
Beatriz Sarlo parece caer en la misma trampa: en otro contexto tal vez hubiera sido más crítica con Sebreli (y dejaría en claro que “perseguir una idea fija” -lo que para ella es su característica distintiva- no es necesariamente algo bueno), pero en la película dice que este representa la figura del ensayista argentino del siglo XX por excelencia (¿más que su admirado Martínez Estrada?). Curiosamente, Sarlo elogia en particular el único libro que Sebreli se niega a reeditar: Eva Perón ¿aventurera o militante? Un libro que –como Sarlo bien sabe– fue leído por la izquierda peronista como parte de la construcción de aquello que Sebreli luego llamaría “los deseos imaginarios del peronismo” (como él mismo reconoce en el prólogo): en ese libro “olvidado” trataba –como toda la generación de la revista Contorno, con Viñas a la cabeza– de hacer una lectura superadora del mero antiperonismo que los rodeaba: “No es admisible –decía allí– una variante de interpretación antiperonista que muestra a Eva Perón como un mero producto mecánico de la máquina de Estado, el aparato político y la propaganda masiva. Tal la ingenua, superficial y grosera ideología pequeño burguesa del profesor Américo Ghioldi”. La ironía de la Historia es que ahora Sebreli parece retomar esa superficialidad, y la “idea fija” que persigue ya sin originalidad alguna es la de su propio mito como francotirador contra los grandes “mitos” populares argentinos... Frente a esos mitos negativos, la película construye -siguiendo al propio Sebreli sin cuestionarlo nunca– la propia figura mítica del intelectual solitario e incomprendido, en lucha contra la irremediable estupidez de las masas (con lo que Sebreli parece retroceder hasta Ortega y Gasset). Vean si no lo que dice el critico Hernán Schell (el mismo que en su crítica sobre Tierra de los padres se jactaba de no tener “una opinión demasiado formada” sobre el tema, aunque evidentemente aquí también la expresa sin ambages) en una nota virulenta de TP nada casualmente titulada ¿Querías épica?: “El excelente documental El Olimpo vacío exalta la figura de una persona que se encuentra en soledad, como un héroe byroniano frente a una masa irracional”: Dejemos de lado que hasta el mismo Sebreli criticaría al “héroe byroniano” por reaccionario, para decir que el intelectual se convierte así en un mero figurón en el que apoyarse para justificar –como la zorra de Esopo, que desprecia aquello que no puede alcanzar– un profundo menosprecio por lo popular (algo más curioso aún cuando los críticos de cine mencionados suelen defender un cine que bien se podría caracterizar como “populista”…).
Nota bene: Hay que decir que, por otro lado, existió muchas veces una idealización del “pueblo” (que llegó a hacer furor en ciertas teorías comunicacionales de los ‘80, que suponían en todo espectador ya no un traidor sino un resistente…), pero a esta altura ningún estudio serio defiende ninguna pureza esencial (sea la del “Pueblo” o la de la “República”, meras abstracciones cuando no se las confronta con una realidad histórica y social determinada: ¿hay que recordar, por ejemplo, que en la república romana había esclavos, o que el “pueblo” norteamericano no incluyó a los negros hasta mucho después de abolida la esclavitud?).
El mismo Sebreli termina su “ensayo sobre los mitos” diciendo que “la lenta agonía de los ídolos socava la creencia populista sobre el carácter indestructible de las pasiones populares”: ¿a qué preocuparse tanto, entonces, como para habernos sometido a un libro como este? Pero sus contradicciones (como cuando dice que “es arbitrario, como hace Horacio González, interpretar a Evita en base a textos que no escribió”, luego de que él mismo ha citado repetidamente La razón de mi vida…) no es la mayor de sus inconsistencias. Su “rigor asistemático” –como nos advierte la contratapa– mezcla la Biblia con el calefón (desde la misma axiomática sinonimia entre “mito” e “ídolo popular” en la que se basa todo el libro…). Y termina haciendo de sí mismo ese héroe épico que lucha contra lo que sólo existe para engrandecer su propio combate: “los mitólogos (?) caen en el dogmatismo cuando niegan a los no creyentes el derecho a desmitificar y desacralizar” dice, cuando todos sabemos que si algo define a nuestra época es la desmitificación y la desacralización (como su propio best-seller demuestra…).
No se trata de que Sebreli no tenga razón en atacar ciertas cuestiones (como el pensamiento débil de la posmodernidad), sino de que en su lucha contra todos (mistagogos, posestructuralistas, “populistas de cátedra”, etc) suele ‘meter todo en la misma bolsa’ (por ejemplo al mencionar “la cultura populista predominante desde mediados del sigo XX” olvidándose del neoliberalismo…) y ‘arrojar al niño con el agua’ (al despotricar contra la “cultura de masas” con un adornismo de manual, como si Benjamin no hubiera existido…). Porque si está bien criticar la tentación de convertir en Mito la Historia, a la vez hay que asumir que no hay Historia que pueda prescindir enteramente del Mito (¿cómo entender a Enrique V sin Shakespeare? O, para no ir tan lejos, a Quiroga sin Sarmiento…). Pensar que “el mito solo tiene sentido en las sociedades primitivas” es algo que a esta altura no sostiene ni el antropólogo más perdido. Entender el mito es tan importante como entender que el desdén es la inevitable contratara de la presunción (y por tanto del discurso cerrado que se dice abominar).
Al mismo Sebreli le valdría más discutir a Horacio González, que burlarse de él (como también a los espectadores que se ríen de la burla y que tal vez ni siquiera han leído al mismo Sebreli, como él mismo reconoce). No es un ejemplo fortuito: González ha sabido dedicar enjundiosos estudios a adversarios ideológicos (así como Sarmiento le dedicó su mejor libro a Facundo), sin el menosprecio de Sebreli. Y es que uno de los signos de la rendición crítica es convertirse uno en aquello que se dice odiar (esto también lo comprendió trágicamente Sarmiento): no verlo o –peor aún– hacer como que no se lo ve, para entregarse sin culpa ante el aplauso reaccionario, es al fin y al cabo una ceguera autoinducida y poco inocente... Lo que no es poco común en cualquier época, pero de modo particularmente transparente aquí y ahora.
Veamos si no lo que dice Gustavo Noriega en una nota en La Nación en la que critica a Jorge Fernández Díaz, por haber escrito en el mismo diario una columna titulada Esa turbia pero imprescindible pasión por el poder “en donde se le reclama a la oposición que se parezca al kirchnerismo, como si la salida a la enfermedad fuera contraer una desgracia parecida pero bajo otro nombre. (…) La ilusión de que copiando sus métodos vamos a liberarnos de éstos hace agua en el mismo enunciado de la frase. Y deja en evidencia la inutilidad de ese empeño.” Es notable como el mismo Noriega cae en la misma ilusión que critica al defender la “rebelión inútil” (por usar un título del mismo Sebreli) que pregona El Olimpo vacío. Menos notable es que la misma película deje en evidencia esa pobreza de argumentos, y sólo se contente con la exasperación: “Ese documental sirvió como analgésico para algunos espíritus dogmáticos que reafirman su derecho a no ceder un ápice en su discurso furibundo”, escribió el mismo Fernández Díaz en una nota posterior a la marcha, convocada entre otros por un número considerable de críticos de cine, entre ellos el mismo Noriega.
Otro de los firmantes de la convocatoria, Agustín Campero, twiteó durante el BAFICI su esperable consideración sobre El Olimpo vacío: “9. Es excelente en la exposición y el acompañamiento de una argumentación y sus contrapuntos.” Pero si hay una evidente debilidad de la película (que exacerba la del mismo libro) es la de una argumentación basada meramente en “desenmascarar” figuras públicas que, amén de venir siendo criticadas hace rato, son parte de la cultura popular de cualquier país (como John Wayne o Kennedy en los Estados Unidos, por ejemplo). Esa obviedad incluye los serviles “contrapuntos” (Gobello para Gardel, Cafiero para Eva, Victor Hugo Morales para Maradona y Osvaldo Bayer para Guevara): cada vez que busca ridiculizar a los defensores que ella misma elige para cada “mito” (aunque alguno lo merezca), la película no hace más que exhibir sus propias infamias (Bayer lo dice claramente: “Burlarse no ayuda a comprender”).
Así, El Olimpo vacío termina (de)mostrando sus propias frustraciones e imposibilidades, sin señalar cual sería la salida a lo que (d)enuncia. Sebreli lo explicita claramente al final de su libro: “El lector se preguntará cuales son los personajes que ofrecen una alternativa a los aquí criticados. Tal vez estos vivan en la sombra y sean reconocidos por muy pocos (…) esos hombres alternativos tienen todas las cualidades para ser fracasados en un país como la Argentina”: Adivinamos en ese juicio sabatiano que Sebreli mismo juega a ser uno de esos justos, como la película misma lo hace (aunque a todas luces no está en las sombras…): El afiche muestra sus espaldas frente a un estadio repleto (identificado con el mundial ’78). Pero ese “delirio de unanimidad”, que finalmente la película imputa como promotor de todos los males, es en todo caso propio del totalitarismo: Y en Argentina si algo queda claro –como la película misma demuestra– es que no hay unanimidad posible...
5. UNANIMIDADES
Se podría decir que el discurso buscador de “unanimidad” (en su versión “consensualista”, digamos) es propio otra película que el festival eligió (en evidente diálogo con esta) para conmemorar los 30 años de democracia: La república perdida (Miguel Pérez, 1983). No en vano dice Agustín Campero en el catálogo: “Su perdurabilidad histórica se explica por otros motivos (…) y convirtió a la película en el elemento adicional de un desenlace electoral: el film fundamenta la necesidad de unidad y fraternidad, de repudiar siempre la violencia, de cuidar la libertad y las posibilidades de progreso igualitario. De proteger los mecanismos propios de la república democrática para tramitar de modo pacífico y virtuoso los conflictos que puedan aparecer” (todos ítems que solemos escuchar hoy a diario, salvo lo del “progreso igualitario”…). Y agrega en el diario del festival: “Para superar los grandes males de la dictadura hay que desarrollar una idea de unidad nacional”. Es la vieja idea del ‘pacto de la Moncloa’, que no logró en España enterrar los fantasmas de la guerra civil… Porque más allá de la diferencia que supo iluminar entre nosotros León Rozitchner (representante de la misma generación que Sebreli, y primer crítico de Malvinas y el peronismo) cuando advertía que “cuando el adversario se convierte en enemigo la política se vuelve guerra”, tampoco se trata de plantear una visión ingenua de la política, que mostró sus límites en ese mismo gobierno de Alfonsín que la película representa. Porque La república perdida fue un claro ejemplo de “construcción de Relato” (que excedíó la mera propaganda electoral del ‘83): pero esa misma visión de la Historia como necesidad de vuelta a un idílico comienzo pre-autoritario (antes del golpe del ’30, o del ’43… ¿por qué no de las guerras civiles del siglo XIX?) se rebeló como una de las causas del fracaso. Justamente por la incapacidad de asumir el peso de la Historia, de los factores de poder y las propias contradicciones, que anidan en cualquier “República” posible… y que finalmente hace caer a cualquier gobierno.
Pero imagino que a esta altura (si no hace rato) el lector antikirchnerista se estará diciendo que quien esto escribe es kirchnerista, como si no hubiera otra posibilidad por fuera de esa dicotomía de la hora... Podría decirle que si esa es su duda (o su certeza) no deje lea la citada nota sobre M en el blog de Roger Koza, pero a esta altura sólo me queda decir que, lamentablemente, así estamos… Como Lerer expresa antes de hacer su crítica a El Olimpo vacío: “Uno de los más complejos -y, en mi opinión- tristes legados de esta época política, es que buena parte del cine (y de los cineastas) dejaron de ser analizados como artistas para serlo a partir de sus posiciones políticas, lo que -dependiendo del crítico o analista o espectador en cuestión- lleva a la valoración de unos y desvalorización de otros por motivos que muy poco tiene que ver con lo cinematográfico: imagino kirchneristas acérrimos desvalorizando el trabajo de Darín, por ejemplo, o antikirchneristas pensando ahora qué decir de Aristarain, lo que me resulta lamentable. Lo que siento, en este contexto, es que muy difícil hablar del valor de obras cinematográficas más allá de lo que nos interese o no su postura política, la de su director, su protagonista o la película en sí. Es decir: separar la obra del hombre.” Comparto la inquietud, pero no la conclusión: no se trata de “separar la obra del hombre” (cosa imposible, por otra parte). Borges y Riefenstahl defendieron causas equivocadas, pero dejaron obras notables… Claro que no es lo mismo Borges que Riefenstahl (una obra se puede separar más que la otra, digamos: darle la mano a Pinochet no es lo mismo que filmar propaganda para Hitler…), y por eso los traigo a cuento: hay que saber matizar, con honestidad intelectual. Aunque el intelecto sin honestidad sea peor que la honestidad sin el intelecto, porque en ese caso lo que termina pesando es la mera “afinidad política”: es decir, deja de existir la (auto)crítica y se favorece sólo lo que dice el propio partido (o lo que defina como “necesidad superior”). Una versión light del estalinismo tan temido.
POSDATA: Como programa doble (y a la vez en dialéctica con la presumida infalibilidad –o envanecimiento– de El Olimpo vacío) les sugiero ver Stemple Pass y The Act of Killing. Dos verdaderamente “poderosas” muestras de cine político (es decir, de cine) que se pudieron ver en este mismo BAFICI, y sobre las que escribí en el blog Con los Ojos abiertos. Me encantaría poder mencionar en su lugar otra película argentina vista en el festival, pero no vi ninguna que se haga cargo de su tiempo como lo hace –y ese es su único mérito– El Olimpo vacío. No se si por miedo a sus excesos o por simple prescindencia, aunque me inclino por esto último: en todo caso, es un problema que exigiría otra nota tan larga como esta…
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<p>Tomás: acá el único que tiene careta sos vos, desde el anonimato. Pero ni sí salís del lugar común de los que no hablan de nada, ni siquiera para al menos hacer un crítica con fundamento. Yo no tengo \"criticos amigos\" (salvo Roger Koza, en cuyo blog escribo: amistad que se basa justamente en poder soportar las diferencias de opinión...). Por otra parte, mi película tuvo críticas buenas de un amplio espectro de críticos (a quienes solo me cruzo en lugares como el bafici, o directamente no conozco personalmente). Por lo demás, esas acusaciones idiotas las contesté en la respuesta a D’Esposito, que decía lo mismo que vos (y sin dar nombres, como vos). Ahí quedaba claro que si había alguna probada relación era más bien entre los que defenestraron la película (“no por sus virtudes”, que algunos hasta aceptaban…). Y –oh, casualidad- son los mismos que ahora levantan “El Olimpo vacío”… Queda claro quien se tiene que sacar la careta, pero eso son justamente: caretas. Y el problema no lo tiene una película (a la que a pesar de todo le fue bastante bien, como sabrás): los que no van a dejar de sangrar (por una herida que no va a cerrar mientras pasen estas cosas) son los cineastas que sufren esta inequidad sin (poder, animarse a) decir palabra. Porque no todos son Caetano o Aristarain, como para que no les cuenten las costillas...</p> <p>Sassi: está claro que “El Olimpo vacío” no es “El estudiante” (y Mitre tendrá cosas interesantes que decir al respecto), pero justamente es necesario discutir por qué no existe algo hecho desde un punto de vista parecido con ese nivel. De todos modos hay discusiones que valen mucho más allá de su objeto, como las que hay sobre los docs de Kirchner, por poner un contraejemplo en todo sentido: si uno es mejor que el otro es por una cuestión eminentemente cinematográfica, más allá de toda consideración ideológica. Cualquier crítico honesto puede verlo, sea el caso que sea… </p>
<p>NP. Creo que has hablado por más de lo que vale la película, por mucho más.</p> <p>Es demasiado pobre para dedicarle tanto esfuerzo.</p> <p>Entiendo, y en algún caso comparto algún punto, cuando criticabas HE, Los salvajes, El estudiante, pero seguir hablando sobre este mamarracho...</p> <p>un cordial saludo</p>
<p>El egocentrismo de Prividera es realmente insoportable...igual que sus películas. Todavía estás sangrando porque tu película fue rechazada en el Bafici. Sólo la elogiaron tus críticos amigos, no por sus virtudes sino por la amistad. A ver si nos sacamos las caretas y hablamos en serio.</p>
<p>Mientras tanto, sigue la junta de firmas para “El Olimpo vacío”: ahora se suma Fontevecchia, aunque sin agregar nada. De hecho repite textualmente lo de “la película políticamente más poderosa del último Bafici” (probablemente sea la única que vio, como Macri, pero ni esa exclusividad le alcanza para hacer otra cosa que repetir la hiperbólica adjetivación del catálogo). Luego acepta, como Raffo, que la pelicula “pasa a lenguaje audiovisual la esencia del libro de Juan José Sebreli” (que no tiene mucho más que esa esencia), y “construye una crítica al populismo que fabrica un relato que se enorgullece de lo que debería estar avergonzado”: quitando “al populismo” tenemos un autorretrato de la misma película, que fabrica un relato que se enorgullece de lo que debería estar avergonzado… Pero a Fontevecchia no le interesa el cine, sino decir lo que los críticos ditirámbicos suelen no explicitar: “No se puede no ver en ‘El Olimpo vacío’ una metáfora constante del kirchnerismo, como en la mentira que se precisa para construir un mito, no ver un espejo del engaño necesario para construir lo que hoy denominamos relato.” He ahí todo su horizonte (como el de la película misma). Mito/Relato/Kirchnerismo. Y de ahí sin escalas a la “peste emocional” (que no es Sebreli hablando del peronismo sino Reich hablando del fascismo), definida con extraño nacionalismo como “esa necesidad argentina de emocionalizar lo que debería ser racional”… Claro que Fontevecchia usa “racionalidad” en la misma acepción que “República”: la que responde a sus intereses. De hecho su nota no tiene racionalidad alguna: dice que “los líderes populistas trabajan freudianamente sobre la idea que todos llevamos desde chicos de que al padre, la madre y los hermanos se los defiende incondicionalmente abusando de las funciones de metáfora y metonimia para condensar la idea de familia con Nación, Nación con mayoría y líderes de la mayoría con padres.” Asumiendo su freudismo de manual: No es eso lo que hizo la Argentina liberal mucho antes que la populista No se construye la historia que se eñseña en los colegios desde fines del XIX en base a esa misma concepción paternalista Pero no se trata de “un resabio anacrónico” sino de algo muy presente que, -finalmente coincidimos- “la Argentina, para desarrollarse, debe superar”. Lo que nunca se nos dice es cual sería la superación, aunque podemos imaginarlo.</p>
<p>Pablo X: suelo hablar con críticos y cineastas todo el tiempo (en este Bafici hice eso tanto como ver \"esperpentos marmóreos\" como el aquí comentado), y aún así agradezco leerlos cuando escriben con dedicación. Se ve que a muchos internautas no les pasa lo mismo (lo que no se entiende es porque se molestan en molestarse...). Y por eso nadie espera que cineastas o críticos participen en los comments de una nota (ni siquiera la propia), ya que es comprensible que no quieran dar pasto a anónimos como vos. Pero por suerte de todos modos hay algunos que se animan -como podés ver más arriba-, así como también hay anónimos que en vez de insultar la inteligencia desarrollan una idea. Sea como sea, las notas son leídas por mucha más gente que la que deja comentarios, aunque lamentablemente en ambitos con moderación mínima terminan copando la parada los infelices que descargan su frustración insultando. Pero no por miedo a la turba sebreliana hay que renunciar a los debates públicos (ni usarla de excusa): a falta de más espacios reales donde hacerlo (como las mismas mesas del bafici en las que participé, por ejemplo), en todo caso cada cual responde o escribe donde y como quiere. Claro que a algunos no los vas a sacar de twitter...</p>
<p>Vi Tierra de los padres y El olimpo vacío. Ambas me gustaron, ninguna me pareció excelente. La última creo que no hace honor completo a la aguda capacidad de observación de Sebreli, y se queda haciendo algo casi tan populista como el populismo: el antipopulismo. Aclarar que no sos demagogo ya es una forma de demagogia.</p>
<p>Por algo será que tenés que discutir con anónimos y no con cineastas o críticos (que ya ni se dignan en contestarte ninguna de tus eternas misivas). Capaz es la clase de interlocutores que te andas mereciendo con tus esperpentos marmóreos que no te cansas de autoalabar.</p>
<p>La gran mayoría de los comentaristas no tiene la más mínima intención de razonar, de discutir, de intercambiar o aportar ideas. Son precisamente los que acusan de narcisista o ególatra los que escriben por puro ombliguismo, solo para ver cómo sus respuestas impresas atenúan los brillos de sus monitores, pero sin leer, sin reflexionar, sin argumentar en contra siquiera. Cuando Prividera propone hablar en serio de política, los comentaristas creen -o prefieren creerlo, porque es muy cómodo- que propone el mismo juego que leen o escuchan en los medios -tanto de Clarin y Nación y TN como de CN23 y otros.</p> <p>Lo llamativo, al menos para mí, es de qué manera su segunda película dejó a la intemperie los desenmascarados rictus de muchas personas que, leídos sus textos a la distancia (temporal y espacial), no sospechaba. De vez en cuando tropiezo con artículos de Noriega en La Nación Online, con tweets, con textos como el de Schell, entre los de otros críticos… y paso del estupor a algo que se parece bastante a una depresión y de allí a la irritación. Y entonces pienso: ante semejante confusión entre doxa y episteme, es imposible el intercambio de ideas porque para que exista ese intercambio deberían existir, precisamente, ideas y no eslóganes consumidos y asimilados como comida chatarra. De allí que el comentario de Llinás en respuesta y adhesión me sorprendió de buen modo: por sus filiaciones cinematográficas, cuando leí su nombre temí lo peor; grato fue descubrir que me equivocaba (felicidad doble, ya que creo que Tierra de los padres e Historias extraordinarias, aun aparentando estar una en las antípodas de la otra, son las únicas películas argentinas verdaderamente audaces y originales del último lustro, tal vez de la última década).</p> <p>Como siempre con NP, su “carta” contra la película es valiosa más allá del objeto de estudio porque define por dónde debería pasar la crítica. Sobre todo frente a algo titulado “El Olimpo vacío”, algo que tiene como figura central a Sebreli El Mentiroso, como bien supo definirlo Carlos Correas en “La manía argentina”, y al que curiosamente Marcelo Panozzo parece definir con certeza al decir “la cantidad de medias verdades y falsedades es enorme. Pero es divertido así”. Es divertido precisamente en el sentido de desviar, de distraer -de lo esencial, por supuesto-, de llevar por varios lados para no detenerse en ninguno. Deberíamos recordarle a Panozzo el poema-proverbio de Machado (“Dijiste media verdad Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”) y también que ese método ha sido el preferido de todos los totalitarismos de la historia porque es el más eficaz para confundir al lego, que no es necesariamente “Doña Rosa” sino, mucho peor, esa legión de semiletrados que responden al canon de la moda cultural diseñado por los mismos tenderos y mercachifles que mandaron a Willard a cobrarle la cuenta a Kurtz y que se suponen librepensadores civilizados.</p> <p>Entiendo la necesidad personal, ética, política, del texto de Nicolás. Porque el problema radica en que todavía exista gente que haga películas como esta y cuente con un séquito dispuesto a elogiarla con obsecuencia. Creo que ante algo así, a menos que se trate de una proeza peligrosa como “The Act Of Killing”, es necesario dejar la excusa cinematográfica: a fin de cuentas, tanto por los elogios como por los ataques, “El Olimpo vacío” no parece ser otra cosa más que eso. Ya el mero título es una declaración ideológica aborrecible: ante su lectura, más allá de la superficial alusión a la “desmitificación” de los “mitos” (Eliade se revuelve en su tumba), cualquier cinéfilo que no sepa de qué se trata va a establecer un lazo con “Garage Olimpo”. Y por todo lo que leí parece casi un link premeditado, con todo lo execrable que resulta.</p>
<p>Anóniimo Juan: empezando por el final, le cuento que escribo en “estos espacios” porque lo que discuto son cuestiones públicas. Lo que lamento es tener que contestar comentarios anónimos sin sustento como el suyo, pero sólo lo hago para limpiar la cancha que embarran: veamos quien “habla al pedo” aquí:</p> <p>Dije (y repito): “no vi ninguna (película argentina en el festival) que se haga cargo de su tiempo”. Nunca dije que las vi todas, cosa que por otra parte no creo que haya podido hacer ningún crítico o programador, porque estamos hablando de decenas de películas… Por lo demás, esa frase venía a cuento de una recomendación de dos películas extranjeras, y por eso la aclaración. Pero ya sabemos que hay gente que busca con lupa el pelo al huevo sin decir (o para no tener que decir) una sola palabra del fondo de la cuestión: Una vez más, un comentario que no dice nada sobre el cuerpo de la larga nota (y que habla más bien de la propia concepción del mundo, como si todo debiera arreglarse sotto voce y en las sombras).</p> <p>Y si: \"las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una\". “Una” se refiere a “opinión”, lo que concuerda en género... Pero usted demuestra que también pueden concordar en lo bajo. rn</p>
<p>1) Si NP dijo primero “no vi ninguna (película argentina en el festival) que se haga cargo de su tiempo” y después, ante el comentario dejado por Hernan Sassi, confesó que no vio Pendejos, Tabula Rasa ni La toma, entonces está claro: NP habla al pedo.</p> <p>2) Dice \"las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una\". Cuéntenle la diferencia entre masculino y femenino, así escribe un poco mejor.</p> <p>3) No entiendo, sinceramente, esa necesidad que tiene de discutir con otros escribiendo en estos espacios, en vez de invitarlos a tomar un café y hablar cara a cara.</p>
<p>Sassi: No vi \"P3nd3jo5\", \"Tabula rasa\" ni \"La toma\", en parte por falta de tiempo y también porque -mea culpa- me dejé llevar por lo que el mismo festival presentaba como highlights... Espero que se estrenen o circulen, del mismo modo en que espero lo haga \"El olimpo vacío\", y que todos podamos verlas. </p>
<p>Aloi: no se si lo mío es valiente (más bien es que hay mucha cobardía alrededor), pero seguramente no es original: desde hace como mínimo 60 años que hay críticos que filman. De todos modos yo prefiero pensar que simplemente soy un cineasta que escribe (cosa todavía más antigua). Y no “aprendí a vivir en un mundo donde existen” los productores, ni puedo pensar en términos como “no se bien en qué cajón de mi cajonera de tipos humanos meterlo”. Por último: tus comentarios son ad hominem porque no tienen más argumentos que hablar del nombre y ahora del hombre que no sabés en que cajón meter… Yo intento responder con algo que vaya más allá de lo personal, así como en esta larga crítica hay mucho más que autorreferencias (y si en este caso menciono mi “obra” es porque viene al caso, pero si te tomás la molestia de ver las innumerables notas que escribí “sobre otros” no vas a encontrar ninguna). Pero es difícil responder a comentarios que lo único que muestran es su propia ligereza.</p>
<p>Vi la película en la función de prensa del BAFICI y podía haber escrito sobre ella para algún medio, pero rápidamente –y vale la pena usar la expresión de Melville aquí– “preferí no hacerlo” porque la pobreza de su propuesta me obligaba –como NP se vio obligado a hacerlo sobre su último film, aunque por motivos opuestos– a hablar sobre las razones ideológicas que llevaron a incluirla en el festival y a la ignorancia de nociones básicas de cine y estética o meramente al cinismo que llevó a calificarla como “la película política argentina más poderosa”; y sospechaba que NP, también presente en esa función de prensa, se pronunciaría sobre ello. No me equivoqué</p> <p>Excelente artículo de NP.</p> <p>En cuanto a su posdata, en la que NP se lamenta diciendo: “no vi ninguna (película argentina en el festival) que se haga cargo de su tiempo”, mencionaría, para destacar muy buenas películas que se hacen cargo de su tiempo, a P3nd3jo5 de Perrone (sobre un grupo de skaters suburbanos, y en no menor medida, sobre un estado del cine actual), Tabula rasa de Jonathan Perel (nuevamente un trabajo suyo sobre la ESMA) y La toma de Sandra Gugliotta (sobre la toma de colegios en capital federal hace un año, film que valdría contrastar con El estudiante, e incluso me atrevería a recomendársela, sin que se lo tome a mal, a su director, principalmente para que, en poco más de una hora, Mitre comprenda, para no persistir en la ignorancia en futuros films, ciertas complejidades de la política en general y de la militancia estudiantil en particular).</p> <p>Estos tres films, a su modo, son cine político. Una pena que el director del festival no los destacó junto a El olimpo vacío. Hubiera sido digno ver a Macri en la función de La toma o en la de Tabula rasa. De haber sucedido esto, más de un miembro del staff del festival se habría visto en aprietos para explicarle al funcionario por qué estas películas son cine político y, quizá por ello, son imposibles de seleccionar para Ciudad Abierta, canal donde finalmente terminará El olimpo vacío, antes o después del programa de Sergio Wolf “Nuevo Cine Argentino”.</p> <p>Por último, el post de Llinás no habla bien de NP. Habla bien de Llinás, alguien que puede estar en las antípodas ideológicas de NP, pero no por ello pierde la inteligencia y la honestidad intelectual.</p>
<p>Es cierto que mi comentario es \"ad hominem\" (gracias Llinás, pero si el que \"arriba escribe\" habla de si mismo y de sus películas mientras hace una crítica de la película de otros, por qué los comentadores no podrían hacerlo). Aprendí a vivir en un mundo donde existen los críticos (incluso soy mas o menos amigo de varios), pero no aprendí a convivir con los criticos (de cine o de literatura o de lo que fuere) que además de criticar, filman (o escriben). Ahora me enfrento a un critico \"3.0\" y no se bien en qué cajon de mi cajonera de tipos humanos meterlo. Es el critico de cine, que filma, y que usa sus propias películas como ejemplo y habla de su \"obra\" cuando critica la película de otro.Te reconozco lo original y lo valiente. Abrazo</p>
<p>Tapioca: hay un dicho que dice \"las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una\". Lo que uno esperaría es que si alguien la va a expresar publicamente (incluso con un cobarde seudónimo) al menos tenga algún fundamento. Pero decir una pavada como \"dado la extensión del artículo no me dá ni el tiempo ni el interés de leer más del ego\" habla de lo poco que estimás el tuyo.</p> <p>Una aclaración: No tengo ni tendré Twitter. Me parece un medio más proclive a las chicanas que al intercambio de ideas. Y lo demuestra que suela ser un espacio propicio para fakes. Si ya es triste ver gente que se molesta en dejar comentarios anónimos sólo para agraviar, peor es ver gente dedicada full time al boludeo, sin siquiera poder sostener su propio nombre.</p>
<p>En relación a lo que dice Schell, tuve la desgracia estar presente en la marcha, y para ver esos carteles estúpidos, con consignas como \"rojos\" y \"marxistas\" no habia que hacer ningún esfuerzo, la composición era totalmente homogénea.</p>
<p>Brillante lo de Prividera. No entiendo los ataques. En cuanto a lo de Perfil, es evidente que el que tiene un problema es Raffo, esta nota es sobre él y todas las formas bastante mediocres que se le ocurrieron para resolverlo. Es decir, la película de Caetano le pareció muy buena y la de Azzi & Raccioppi un mal programa de televisión. Quizás habría que darle un poco de crédito a Caetano y preguntarse por la verdad y la honestidad de los recursos de su documental. Lo de Andy Kauffman (sic) no viene al caso, y la versión original adaptation ya incluía su costado \\\"De Luque\\\" -que no es lo mismo que el kirchnerismo según Caetano- y sin él no existe conflicto en la película, de eso se trata. Solo a un conservador se le puede ocurrir que Iron Man 3 es el mejor estreno de la semana (y no Tabú) y además que eso sea el indicador de una sociedad libre y saludable en la que uno puede ejercer su imaginación, y no preocuparse por la realidad. Lamentable.</p>
<p>Julián, posteo p q el tema me interesa pero dado la extensión del artículo y de las opiniones no me dá ni el tiempo ni el interés de leer más del ego que de la obra. Asumo el derecho a pensar así y expresarlo y no dudo que esto no me lo vas a cuestionar, p q vivimos en un pais libre. Además sí ví Tierra de nadie y me aburrió soberanamente. Idea original pero no me cautivó como para verla hasta el final. Me asiste el derecho a tener mi opinión y q me la respeten, ¿no? Saludos...</p>
<p>Che Tapioca, ¿y vos para que posteás entonces? No entiendo a la gente que pierde su tiempo para decirles a los demás que pierden el tiempo. No es paciencia, es interés, porque no sobran los lugares para poder discutir estas cosas. Los que queremos al cine argentino lo agradecemos.</p> <p>Lo Penozzo es que no se discuta más sobre el laaaaargo artículo, en vez de mandar fruta o hacerse los vivos desde la nada misma. Prividera ya se ganó su lugar en el cine argentino con M, y el plano final de Tierra de los padres es de antología. Pero acá gente que no sabemos ni quienes son ni qué idea del cine tienen se ocupan de cuestionar... ¿qué? Se nota que no vieron nada, y mucho menos la pelìcula de la que se habla. No les da verguenza </p> <p>Pepe: gracias a la quinta vìa se hicieron pelìculas como ¿Quien mató a Mariano Ferreyra?. Tal vez por eso ahora está en peligro. Por otra parte El Olimpo vacío no es independiente, tiene apoyo de la FUC y del gobierno de la ciudad. Lo que explica un poco que haya estado, y encima en vez de disimular la quisieron presentar como el no va más, como dice Bernades, aunque a todas luces no alcanza los objetivos ni para un canal de cable.</p>
<p>Me queda una duda: ¿toda la gente que ha escrito estos comentarios y que, además, ha leído el larguiiiiiiisimo artículo, cómo hacen para tener el tiempo --y paciencia interés--para leer todo? Realmente los admiro como pueden desperdiciar el tiempo. Todo un ping-pong de egos harto sobrevaluados. Saludos respetuosos a tutti...</p>
<p>Que pena no haber podido incluir en la nota la columna de Raffo de hoy en Perfil (www.perfil.com/contenidos/2013/05/05/noticia_0064.html). Subsanamos esa pérdida con este breve comentario: Dejando de lado su concepción abstrusa de lo documental enfrentado a la ficción (y que según él hasta los problemas de la ficción tendrían que ver con estos tiempos oscuros), detengámonos en su definición de ‘El Olimpo vacío’ como “sincera, sutil y elegante”... Lo de “sincera” se puede aceptar si se refiere a la obcecación de sus hacedores, pero lo de “sutil y elegante” es un insulto a la inteligencia (tanto como hablar livianamente de “totalitarismo” es insultar a los que lo padecieron en serio). Para que lo entiendan en sus propios términos: decir eso es tan insostenible como decir que Guillermo Moreno tiene buenos modales… Pero al menos Raffo asume que “El Olimpo vacío es indistinguible del making-of que hizo Nick Cave para acompañar la edición de lujo de su último disco. Depende de otra cosa (en este caso, de la escritura de Sebreli). No tiene vida propia.” </p> <p>Exímanme de comentar el resto de la nota, que termina así: “Ambas películas hablan de lo mismo: de lo que hace el totalitarismo con nosotros. La de Caetano muestra a los victimarios y la de Sebreli muestra a una víctima. Nosotros las vemos y mientras tanto la vida sigue transcurriendo sin que podamos ocuparla en algo que no sea esta enfermedad. Es lógico que así sea. Iron Man 3, la película buena de verdad que se estrenó esta semana, no podría tener lugar en una sociedad ocupada por el kirchnerismo. Pero si no aspiramos a Iron Man 3, o a cualquier expresión equivalente en la cual lo que nos importe sea algo más que estos hijos de puta, no nos los vamos a sacar de encima nunca. Mientras sean el único problema en nuestra historia, la historia seguirá siendo solamente sobre eso, para siempre. En el mejor de los casos seremos Sebreli, que tiene razón en todo pero no sabe dónde puso las llaves, porque no sale nunca de su casa.”</p> <p>Es muy difícil tratar de razonar frente a gente que no puede pensar “en algo más que estos hijos de puta”… y en esos términos. Pero ese es más o menos el nivel que estamos manejando. Y eso que Raffo parece poder encontrar las llaves como para poder pensar literalmente con más distancia, visto que vive fuera de Argentina hace tiempo. Pero es como si estuviera más cerca que nunca, visto que logra el milagro de resumir la “antipolitica” y sus postulados cualunquistas en una sola frase: “terminamos hablando de política –e incluso haciendo política– contra nuestra propia voluntad, para salvarnos, porque no nos queda otra. No es que nos interesen los ladrones; es que entraron a robar en casa y algo hay que hacer.” Nos gustaría saber que opinaría Sebreli de este tipo de populismo a lo ‘Iron Man’, y si le podría comentar a Raffo que durante los ’90 muchos nos sentíamos tan desesperados como él (como él ahora, digo, no se donde andaba Raffo en los ’90), sobre todo viendo que no había una oposición consistente que lograra articular más que puteadas, mientras dominaba el mismo discurso antipolítico que él enarbola.</p>
<p>Siguiendo con lo que plantea \"germen\" y sin repetir y sin soplar, diganme cuántos documentales hechos con el apoyo del Incaa en los ultimos 10 años se atrevieron a cuestionar explicitamente al modelo kirchnerista. El Olimpo Vacío tendrá sus defectos, pero es (creo) el único que lo hace... ah, pero cierto que fue realizado de manera independiente...</p>
<p>Es patético ver como los comentarios anónimos parecen reflejar “la peste emocional” que critica Sebreli, aunque curiosamente ninguno critica en su caso el uso del pronombre... Yo no hago: lo que critico es su discurso. Y lo hago en una nota de 30.000 caracteres que bien puede leerse prescindiendo del “yo”, pero que lo asume porque no se oculta como los cobardes que aquí ni siquiera pueden escribir su nombre.</p> <p>Más triste es que un productor use el mismo agravio y la misma pobreza argumentativa. Aloi: no se cual es la “interesante etimología que puede extraerse del nombre” su nombre, y no voy a hacerla del de nadie porque me interesan los argumentos que no sean “ad hominem” (como bien remarca Llinás). Si hubieras dejado alguno podríamos ver cual sería tu no “inteligencia en la crítica”. Mientras tanto, no dicen más que los 140 caracteres con que los críticos mencionados en esta nota han defendido esta película y su inclusión en el Bafici. </p> <p>Pero le respondo al anónimo “germen”, que al menos tiene la delicadeza de dejar un argumento (como no lo han hecho aún esos críticos, y no digo aquí sino donde quieran o puedan escribir su crítica de “El Olimpo vacío”): “Ojalá muchos realizadores se animaran a desmitificar el Relato de un país próspero, con un pueblo feliz y de buena gente” como usted dice, pero le recuerdo que ese es también el Relato de “La república perdida”… Así que el punto es indagar sobre como se da esa lucha de ‘Relatos’.Y para eso no sólo hace falta honestidad intelectual, aunque sea lo primero, sino también un mínimo cuidado, no sólo ético sino también estético. Y la película no tiene ninguno de los dos, como para ser un modelo a elogiar. Entiendo que de todos modos sea “suficiente” para quien le importen más los fines que los medios: lo que estamos discutiendo es que tenga un lugar destacado en un festival público, bajo el elogio de ser la mejor película “política” de la década. Lo que habla de la pobreza de la discusión tanto como los tristes comentarios.</p>
<p>Si sacan el pronombre YO y todos los verbos escritos en primera persona, los largos textos de Prividera y Cuervo quedan reducidos a la nada. Su afán por debatir no es más que una enfermiza necesidad para alimentar el ego. Aunque la culpa no es del chancho...</p>
<p>Martín X:</p> <p>Diviértanse por algo, ya que tienen pocos motivos. Nunca olvidé a Godard, etc. Nunca consagré a Gvirtz. Su programa 678 fue decisivo en el conflicto político en los años 2009 y 2010. Gvirtz no hizo la película más potente en muchos, muchísimos años, pero fue importante para volver a derrotar a los golpistas de entonces, bastante más eficaz que los best sellers de Sebreli. Ahora 678 como esquema televisivo me parece agotado y eso también lo dije públicamente. Fútbol para Todos también es un momento muy importante en nuestro triunfo, pero no se me ocurriría poner a Marcelo Araujo al lado de Prividera, Martel o Hermes Paralluelo.</p>
<p>Ayer dejé un comentario escueto porque no tenía tiempo de escribir, pero ví El Olimpo vacío en al Arteplex y quiero decir que me gustó y explicar por qué.</p> <p>Cuervo, usted dice que leer a Schell es trabajoso. Leer a Prividera también lo es, quizá doblemente, porque leer a Prividera es leer a Prividera mirándose al espejo todo el tiempo. Aunque igualmente celebro esa falta de pudor como algo bueno en este caso, ya que no deja de ser una audacia del ego. No cualquiera se atrevería.</p> <p>Lo que me resulta llamativo es que se cuestione El Olimpo vacío- seguramente ustedes siendo críticos profesionales sabrán mucho mas que yo de cuestiones técnicas o de lenguaje- pero sin reparar en su mérito, que es el de desmitificar aquello que el \'Relato\' mitifica hasta lo recalcitrante.</p> <p>Puede ser que quienes la dirigieron hayan pensado en doña Rosa y no en Forster, González o Feinmann como espectador ideal. Cómo saberlo. No está mal, de ser así, es bueno que doña Rosa tenga la posibilidad de pensar de otro modo en las imágenes sagradas que tenía asumidas con naturalidad en la cómoda o encima de la heladera.</p> <p>Eso es lo que El Olimpo vacío hace bien. Y con humor. Hay que tener en cuenta que aparece en medio de diez años de una industria y una infraestructura estatal dedicadas a la producción de resignificaciones audiovisuales exclusivamente para el \'Relato\'. La cumbre fallida de ese esmero fue lo que le asignaron dirigir a Paula de Luque, que no alcanza a conformar lo que suele denominarse película. Es mas bien una exaltación del tedio que ha sido producida con una efectividad asombrosa.</p> <p>Celebro la valentía de los directores por decidir narrar algo por fuera del mandato coyuntural de esta gestión. ¿Hay otros ejemplo de esto? ¿Una película que cuestione a Evita o a Maradona?</p> <p>Ojalá muchos realizadores se animaran a desmitificar el Relato de un país próspero, con un pueblo feliz y de buena gente, que no tiene inflación ni pobreza, que tiene una moneda fuerte y cuyo folklore de imágenes es inocente y narra la sucesión de hechos gloriosos que le da identidad colectiva a ese pueblo. Ese es, para mí, el mérito de El Olimpo vacío y es suficiente. Además no me aburrí en ningún momento, otra cosa que valoro mucho en cierto cine argentino de festival.</p> <p>Por último, destaco el retrato de la funcionaria Faillace, quien desentonaría incluso en un programa de Utilísima, pero que, para nuestra pena, nos representa culturalmente por el mundo, quizá no tan bien como lo haría doña Rosa.</p>
<p>Cuervo, no te hagas el vivo que acá todos nos divertimos mucho cuando perdiste tu elegancia, olvidaste a Godard, a Straub, Barthes, Pedro Costa, Benjamin, para consagrar a... Diego Gvirtz</p>
<p>Apena un poco ver tanto debate y tantas líneas escritas para analizar el pensamiento político de Sebreli, y es realmente triste que esa sea la línea política que diga seguir el BAFICI. La verdad es que no vi el documental, pero si como dice Prividera se apoya en las ideas de Sebreli, una figura más bien de divulgación en esta época, ciertamente apena lo que se considera cine político.</p>
<p>Che, Prividera, te faltó escribirle una carta pública a todos los miembros del BFI que no seleccionaron Tierra de los Padres entre las 10 mejores películas de todos los tiempos el año pasado. ¿Cómo fue que se te pasó?</p>
<p>Quisiera hacer público, ya que mencioné más arriba su tuit, que Marcelo Panozzo me envió un mail en el que se disculpa por esas expresiones. También yo me disculparé si alguien se siente ofendido por algo. En todo lo demás, bienvenida sea la discusión si sirve para aclarar las cosas: ojalá hubiera más espacios para hacerlo y más gente con disposición a aportar ideas en vez de agravios. En ese sentido, le agradezco a Mariano su intervención (que demuestra que no es necesario coincidir en todo para ponerse de acuerdo en lo básico), así como a todos los que se han tomado el tiempo para leer, pensar, y cuestionar(se) con fundamentos. Espero que el diálogo siga, sobre todo en ámbitos más propicios que los comments, pero igualmente públicos.</p>
<p>Tuve que leer el texto entero de Hernán Schell en TP esperando encontrar un análisis de EL OLIMPO VACÍO. Y no, no lo hace. Y es un esfuerzo grande leer a Schell.</p> <p>Pero creo que a esta altura es sintomático que, de todos los críticos que dicen que la película sobre Sebreli es una maravilla, ninguno se haya animado a hacer un ensayo extenso (o siquiera una modesta reseña) de la “la película política argentina más poderosa en muchos, muchísimos años…”. Así como estoy convencido de que Beatriz Sarlo no podría escribir un ensayo extenso sobre los valores de Sebreli como ensayista, a pesar de que en la película lo destaca como El Gran ensayista argentino del siglo XX. Sebreli no tiene quien le escriba ¿O le dejarán esa misión a Nelson Castro? O quizá simplemente se trate de afirmaciones insostenibles.</p> <p>A mí todo esto me resulta divertido: ver cómo esta gente pierde su elegancia, olvida a Godard, a Straub, Barthes, Pedro Costa, Benjamin, para consagrar a Sebreli, a Pablo Racioppi y Carolina Azzi.</p> <p>Hace unos años podían encolumnarse detrás de la presunta renovación que querían encontrar en Matías Piñeiro o Moguilansky. Pero el devenir de las piedras los fue llevando hasta este punto, de difícil retorno.</p>
<p>A mí, en lo personal, la columna de Prividera me pareció brillante. Me resulta sorprendente que se lo ataque con tanto énfasis sólo por dar su opinión, valiéndose de argumentos ad hominem y demás falacias, desde el cobarde anonimato de un sobrenombre. Nunca voy a entender ese triste juego.</p>
<p>Amo las dos peliculas de Prividera. Tambien me gusto mucho El Olimpo Vacio ¿que hago? No soy Kirchnerista ni antikirchnerista, tampoco soy macrista..... ¿que hago? Suscribo totalmente al comentario de RODOLFO</p> <p>Este es un comentario de emergencia pues hoy intente tres veces -aun en compus distintas- enviar un comentario màs desarollado y me rechazaba con un error en el còdigo a pesar que estaba correcto. No se si incluso este llegarà...</p>
<p>Estimado Juan:</p> <p>Debo decirte que no cubrí el Bafici este año, salvo la nota de presentación, donde no suelen hacerse críticas (ni elogios), ya que es difícil criticar (o elogiar) lo que todavía no comenzó.</p> <p>Aprovecho para manifestar mi total acuerdo con el post de Soledad. Sobre todo, cuando señala que no se trata ni de Prividera ni de su película (ni de su persona, agregaría yo, teniendo en cuenta que la mayoría de los posts se muestran muy molestos con su ombliguismo).</p> <p>Digo, es aterrador que se quiera convertir ese documental en el no va más del cine político. Sobre todo por parte de un festival que bochó a Tierra de los padres (yo puedo mencionarlo, porque no soy Prividera).</p> <p>Si el partido del cine político argentino es El Olimpo vacío vs. La peli de Néstor sí que estamos jodidos.</p>
<p>En twitter, al amparo de los enigmáticos 140 caracteres (aunque alcanzan para la propia cofradía), dice Marcelo Panozzo: “La cantidad de medias verdades y falsedades es enorme. Pero es divertido así.” No sabemos que le divierte a Panozzo de todo esto, pero lo peor es que no sabemos cuales serían las medias verdades (que reconozca alguna ya es algo, tampoco le vamos a pedir tanto) y mucho menos las “falsedades”, como para salir de nuestro error y pedir disculpas. Igual estamos acostumbrados a los “divertidos” twitters de Panozzo, como el que el año pasado decía “Vengo viendo con horror como se desarrolla el así llamado Affaire Prividera’. Tiene algo que ver con el negocio de los derechos humanos’”. Yo nunca recibí una disculpa por ese agravio, supongo que a Panozzo esa \"falsedad\" (por ser generoso con esa bajeza) le sigue pareciendo “divertido”. Una pena, pero es lo que hay.</p>
<p>Rodolfo:</p> <p>Le agradezco que se haya tomado más de dos líneas, y que sea para hablar de la película en cuestión. No fui yo quien dijo que era “repetitiva y monótona”, sino Lerer. De todos modos tampoco me pareció “bastante atrapante y con sano humor”, y mucho menos que comparta “visiones no fanáticas sobre el fanatismo”: si tiene un problema es justamente su fanático antifanatismo... salvo en el caso del mismo Sebreli, al que idolatra sin ver la paradoja. Si el director tiene que aclarar que no está de acuerdo con varias cosas que dice Sebreli es porque no es eso lo que se ve en el film. Dice usted: “Si el film se dedicara a desmitificar a sus adversarios ideológicos y en cambio mitificar a Sebreli resultaría contradictorio”, y eso es exactamente lo que sucede: no hay ninguna “ironía” en el film, salvo para con aquellos y aquello que pretende burlonamente atacar. Así que si alguien pretende “ningunear al público”es la película misma. Hay gente que lo único que quiere es “vacunarse” contra ideas y personas a las que llaman “virus” (como verá claramente expresado en alguno de los comentarios), y lamentablemente la película no es inmune a esa miserable facilidad ideológica.</p> <p>Saludos.</p>
<p>El virus Prividera sigue invadiendo blogs y sitios de internet. Habrá que vacunarse.</p> <p>Y respecto a Bernades, cómo me hubiera gustado leer una crítica al Bafici en Página/12</p>
<p>No se trata de Prividera como director, ni que SU película haya estado o no en el Bafici. Se trata de una película, Tierra de los padres, que por razones claramente políticas no formó parte del festival, cuando sí lo hizo El Olimpo Vacío, película que indigna por su ideología (aunque me parece demasiado esa palabra para esta película) pero sobre todo en sus formas (otra desastrosa prueba de que ya no importantan tanto las películas, sino que las mismas tengan que ver con la FUC o con los gustitos particulares de los programadores). Macri fue a una función del Olimpo Vacío, entonces, no hay mucho más que aclarar. Lo que sabemos es lo que piensa el capitán del Bafici: Panozzo en su invitación en el catálogo a ir a ver una película como pocas comprometida políticamente... justamente, comprometida de un lado, solo de ese lado, entonces más que comprometida políticamente, está aliada, y en sus devenir se nota la información sesgada por solo esa intención.</p> <p>Por otro lado, hablando ya de la película, comparar el mundial 78, la guerra de malvinas, con el último mundial de los LDC gigantes, es la estupidéz mayor que vi en el cine, en mi vida.</p>
<p>Agradezco a Bernades, y también a quienes me han escrito via mail, entre ellos cineastas que respeto (justamente porque puedo discutir con ellos, como lo hago públicamente). Lamento que no se expresen aquí, pero entiendo que tengan pruritos en hacerlo visto que los ‘comments’ suelen ser territorio de anónimos con más agriedad que argumentos, como queda claro aquí mismo…</p> <p>A los lectores atentos (esos que no dicen “juro que la leí completa” sólo para justificar que las dos líneas que escriben sean para agraviara al autor), no necesito explicarles que la extensión se relaciona con la exposición, en un doble sentido: por un lado, en cuanto a la necesidad de desarrollar un argumento cuyas aristas y complejidad puedan dar lugar a malentendidos (aún por parte de quienes lean con buena leche). Por otra parte, se trata de “exponerse”, dando cuenta del lugar desde el que se habla: siendo notorio el caso, si no hubiera mencionado ‘Tierra de los padres’ se me podría criticar –con razón- por eso. Pero además no se trata de una autorreferencia ombliguista (que suele ser más bien la que usan esos críticos que apelan a su inextrincable “gusto” como púlpito, como sugiere Bernades): por suerte mis películas pueden ser vistas por cualquiera, así como también se pueden leer las críticas que recibieron y sacar sus propias conclusiones.</p> <p>Ahora bien: mis películas son PARTE de mi discurso crítico, pero este no se basa meramente en ella. Sin ir más lejos (para no mencionar lo que suelo escribir actualmente en ojosabiertos), de los 30.000 caracteres de esta nota, las contadas referencias a mi película Tierra se los padres son para señalar la distinta vara con que fue medida (porque esa vara es uno de los inevitables ejes de la discusión). Pero lamentablemente no es sólo signo de estos tiempos que se mire más el dedo que la afrenta que señala. Pero yo no quiero ser un “héroe byroniano”: simplemente les recuerdo que esta nota apunta y desarrolla su concreta argumentación sobre El Olimpo vacío y lo que se generó a su alrededor, aunque ninguno de los sagaces comentaristas parezca tener nada para decir sobre eso… Tampoco los que se fueron en elogios de 140 caracteres, aunque esperemos puedan argumentar un poco más al momento de su estreno.</p>
<p>A ver. Vi ambas películas. Tierra de los Padres y El Olimpo Vacío. Ambas me gustaron MUCHO. No creo que se debería apreciar una y defenestrar la otra, solo por una cuestión ideológica. Destaco el trabajo de Privadera por ser experimental, un documental original, visualmente cuidado, que no apela a los discursivo o explicativo, aún cuando lo único que muestra son discursos en sí, sino que espera que el espectador reflexiones y saque sus propias conclusiones, no da las cosas en bandeja. Apunta a la inteligencia. Como contrapunto, El Olimpo Vacío es un documental, más conservador. Visualmente no tiene la prolijidad de Tierra, y la estructura es más clásica, pero ambos films, para mí son incomparables porque son propuestas diferentes en todo sentido, y no encuentro lógica en la comparación. Son propuesta atendibles, porque aunque ambas acuden a la confrontación de posiciones políticas e ideológicas, el mensaje y el discurso es diferente. El Olimpo Vacío puede tener un discurso más directo. De hecho el personaje le habla al espectador, pero también existe una calidez, y empatía necesaria para querer y conocer al personaje. Los directores están enamorados de Sebreli, pero aún así eso no cambia, aún cuando sus detractores son un poco satirizados, eso no cambia que sea el espectador el que saque sus conclusiones finales. Que se moleste porque se vea del lado del fanático obtuso que no admite que los íconos o figuras históricas que defenestra Sebreli, puedan ser bajadas del caballo. A eso apela acaso el documental, a conocer un personaje y un pensamiento e incluso a desmitificar a sus adversarios ideológicos, bajarlos de un pedestal en el que están subidos por la misma sociedad (Victor Hugo, Bayer) y en cambio mitificar a Sebreli en sí, lo cuál resultaría contradictorio sino fuera en realidad parte de la ironía del film. Si bien las entrevistas y las persecusiones por Europa no tienen estética preciosista, ni tampoco lo necesitan, el montaje para mí es ágil. No concuerdo que sea una obra repetitiva, monónota o aburrida. Me parece bastante atrapante, tiene sano humor y la secuencia final del mundial dell 78 me parece espectacular. Para bien o para mal es un film necesario, para discutir, que habla justamente sobre la comunicación, sobre los discursos, los mitos, la historia desde otro punto de vista no analizado, visiones no fanáticas, sobre el fanatismo. Es dificil separar sus visiones ideológicas, pero negar completamente o ningunear el valor didáctico (aunque no tiene didacticismo) y ningunear a la público al que le gusta me parece muy bajo e ignorante. Films como este, están hechos para que se los destroce y se contribuya al diálogo. Se analice que siempre hay más de un punto de vista que siempre está el pensador solitario. Y no creo que deba haber una función estética en el medio, por lo menos para este caso. Dos curiosidades. En la función que fui a ver en el Arteplex Belgrano, estaba presente Osvaldo Bayer, que me parece e imagino no termino muy satisfecho con el film. Por otro lado, me llamó la atención un frase del director de la película: con varias cosas que dice Sebreli no estoy de acuerdo. Y puede ser cierto. Por que no Y creo que eso se nota en el film final. Por eso, pienso que el texto de Prividera debería defender la discusión y no negar el film, aun cuando no esté de acuerdo y mucho menos apoye ideológicamente a Sebreli.</p>
<p>Si este chico Prividera (interesante la etimología que puede extraerse de su nombre, seguramente el hizo el análisis y se lo creyó) no hablase tanto de si mismo, podría haber descubierto, si la hubiese, una inteligencia en la crítica.</p>
<p>Ahora me dan ganas de ver la peli de Nestor, que me dijeron que es re buena.</p>
<p>Zzzzzzzzzz</p>
<p>Bienvenidos sean los Privideras, en tiempos en que la voluntad de reflexión va cediendo paso, de manera alarmante, a la banalización propagandística. Véase si no el modo en que el Bafici pasó de Farocki a Sebreli, así como algunos colegas parecen haber pasado de John Ford a Argo y de Bazin al púlpito.</p>
<p>¿Y por qué el Bafici \"tenía\" que elegir sí o sí Tierra de los Padres? ¿Quién es este pibe, Orson Welles ...? Va a estar envenenado con eso hasta el fin de sus días. No pensará que habrá hecho una obra maestra, supongo.</p>
<p>Yo también la leí completa, y es realmente insoportable la cantidad de veces que usa su película para refutar otras lecturas. Hay un nombre para eso: elevación por autoaplauso.</p>
<p>No vi El Olimpo Vacío, pero juro que leí completa (sí, completa) la columna de Prividera.</p> <p>En principio, celebro el respeto y la precisión con que debate Nicolás contra los intelectuales neo-macristas, sin entrar en ese tono virulento y fanático de tantos kirchneristas.</p> <p>Por otro, no me gusta que en toda discusión Prividera siempre termine hablando de sí mismo o de cómo atacaron sus películas. Si aquí quería cuestionar a Sebreli y las lecturas sobre El Olimpo Vacío, bien podía prescindir de defender sus películas. Saludos</p>