Festivales

Tres películas para el recuerdo

Nuestro columnista peruano también estuvo en el 20º FICValdivia y en este texto analiza la española Costa da morte, la canadiense The Dirities y la chilena Naomi Campbel.

Publicada el 30/11/-0001

Publicado el 19/10/2013

Han pasado algunos días desde que dejase la hermosa ciudad del sur y el recuerdo se reduce a las películas que continúan entrecruzando mis neuronas cinéfilas. Algo pasó, algo para bien; el tiempo hizo su trabajo y las películas en cuestión fueron desanudándose en mi cabeza, fueron entregándome el placer de descubrirlas como mejor quisieran.  Y es que los atados proponen eso, te invitan a que los desanudes con criterio más que con paciencia. Ninguna película que importa se te revela diáfana, transparente, hay que desempantanarla, así te predisponga a la atentísima observación paisajística como Costa da morte.  

El primer largometraje de Lois Patiño es el epígrafe de un estilo desarrollado al detalle en sus trabajos de corta duración, breves películas que fluctúan –siempre en planos panorámicos- entre dos dinámicas: una más quieta, de un paisaje que absorbe cuerpos inertes (serie Paisaje-Distancia); y otra en la que el elemento interno del encuadre es inquieto, móvil y armonioso en relación con el lugar que lo contiene (serie Paisaje-Duración). Como cierre de un ciclo en su propia obra, ambos postulados divergentes se funden y doblan la apuesta, Costa da morte da cuenta de esa ambición, más formal que discursiva.

De manera voluntaria y por completo consciente, Patiño mantiene una distancia entre su óptica y el espacio que observa, exacto en esa brecha es dónde acontece su cine: hace de su panorámico un lienzo natural sobre el cual compone, con un exaltado rigor de esteta, postales vivas donde incluso la muerte puede verse virtuosa. Es así que con notable precisión la mirada del director y la puesta en escena se yuxtaponen con el sólo gesto de saber dónde poner la cámara.

Ese ‘sólo gesto’ transluce los aciertos de Patiño a propósito de la mirada turística, esa de cuestionable ‘uso’ cuando a través de las formas solapa su vacío, pero que en Costa da morte representa otro motivo (más básico pero aún así más auténtico): transfigurar la fascinación por el espacio en pura plastificación del mismo. No para que sirva como velo de tul de una acción dramática sino, más bien, para que ‘sea’ la acción dramática misma, encadenando un relato entre paisajes a priori inconexos. En varias de sus películas, James Benning somete el espacio a la rigidez del dispositivo, lo domestica; en cambio, Patiño, aprópiase de su visión del lugar y lo representa más hermoso aún, cual restaurador de realidades.  

Pero la ilusión edénica, afianzada por la densa neblina que recubre el relato imaginario del joven cineasta gallego empalme tras empalme, deviene mundana cuando la participación del hombre pasa al primer plano de la secuencia, precisamente cuando se pone en relieve la actividad extractiva o cotidiana de los habitantes. Contrapeso poco estilizado, detalloso más que detallista, que viésese como hiato dentro de una estructura rocosa, impenetrable a lo lejos, de esos panorámicos densos, que evocan un paraíso donde el hombre convive con la muerte sin ademanes trágicos.

Desde un ángulo completamente adverso al de Patiño, pero que también plantea lo formal de su propuesta como principal enunciado, aparece disparatado Matt Johnson con The Dirties. No tanto  una comedia negra como un caótico conglomerado de sucesos cuya lógica podrías intentar encontrarla sólo en las distintas manifestaciones de la cultura de masas. La apariencia naturalista de la película es la primera provocación para intentar desentrañar los legajos de una cultura pop insertada en el tuétano de una sociedad agrisada, el mundo ficcional se la ha tragado y la somete a delirantes normas con las que podríamos jugar a la trivia cinéfila.

Pero nada está tan encriptado ni se pretende tan anodino, más bien las costuras son notorias y alegan un estado de las cosas: los noventas (como fenómeno de consumo) dictaminaron una manera de reflexión lúdica que algunos confundieron con estupidez. La chapucería intenta mostrarse intelectual y viceversa, círculo vicioso de banalización que Johnson apunta con precisión en una película cuya forma es su discurso. Dudo que The Dirties se abra a interpretaciones a través de los códigos de un submundo friki, más bien es literal, directa.

Ambas películas abordadas líneas arriba confirman que el cine está repensándose a nivel formal. Más pertinente, imposible. Hacía falta el sacudón, por más estilizado que fuese, una vez detectada la crisis de contenidos en los festivales de avanzada, donde los cineastas más estaban en favor de ‘parecer’ que de ‘ser’ individuos. A propósito del problema (y de su espontánea solución), mención aparte para Gente en sitios, del español Juan Cavestany, que se presenta saludable en este contexto crítico como tributaria de la nada misma. Pura (re)creación.

Y como recreación libre, híbrida de formatos y de géneros, también se presenta el debut de Camila José Donoso y Nicolás Videla. Naomi Campbel, sugerente título que rehúye a dar indicios de algo, se plantea un conflicto estético dentro de la propia película, legible también en el orden dramático. Esta ópera prima supera su pretensión plástica, aunque en ciertos pasajes la hace trastabillar, para luego aterrizar en un contexto determinado que carga con sus propios problemas. Ese ánimo de intervención por parte de los directores es un gesto político saludable: La apropiación de un hábitat ajeno para intentar entenderlo mejor que como lo ven a cierta distancia –aquí recalamos en el propósito estético-pictórico de Lois Patiño, pero nada más-. Esa disputa entre lo que son ellos como observadores y lo que quieren hacer como artistas a través del ‘elemento Yermén’ es el choque que enriquece la propuesta, pues las fuerzas creativas vienen de flancos diferentes si no contrarios. Naomi Campbel es una película transgenérica que se sostiene en la figura de un ser transgénero: la Yermén es el punto de equilibrio de la problemática, tanto de la cuestión formal como de la dramática, es el tronco que se enraíza y sostiene todo.

Por tanto, la creación es compartida entre cineastas y protagonista. Las tomas en un formato casero de una Yermen desbocada, reconocida en la grosería y en armonía con la vulgaridad, la pintan tal cual como individuo de un tiempo y espacio determinado: un Chile que mantiene al margen a quienes no se acomodan a la lógica marcial ni la suscriben. Paula Yermén como representante de gentes que bordean el espacio pero que no lo habitan. ¿Pero cómo se halla o la hallamos? Pues en una intimidad mística, bizarra, erigiendo ella misma un mundo paralelo el cual no la someta sino más bien la acomode con su propia lógica. Ese solitario lugar que ella ocupa es el elegido por los cineastas para ejercer su bagaje, fílmico y empírico, con bastantes más aciertos que yerros – lo académico apenas reviste, mas no penetra los espacios, he allí un detalle ontológico no advertido por la joven dupla y que acicala (en desmedro) algunos pasajes del filme-. Son los inevitables cortocircuitos producidos por el choque de naturalezas.

No obstante, el encuentro entre refinamiento y desaliño cinematográficos, estrechados por el afán interpretativo de Yermén, Donoso y Videla en conjunto, consigue un personaje de ficción complejo y acomplejado, simpático y violento; por lo demás, sensitivo y reconocible.  La representación y el registro revolviendo sus añejos códigos en una destacable película contemporánea. Naomi Campbel además manifiesta de manera nada panfletaria una reconciliación social que ya está encaramada en distintas facetas del arte chileno. Tiempos que cambian.

COMENTARIOS

  • 21/10/2013 14:01

    <p>El t&iacute;tulo del texto le corresponde al se&ntilde;or editor. Tengo la man&iacute;a de no titular nada, salvo el festival que dirijo.</p> <p>Ocuparme de estas pel&iacute;culas fue ser justo con mis est&iacute;mulos. En primera instancia, no comparto tu tremendo entusiasmo con el filme de Pinto. Espero poder revisarla pronto.</p> <p>Saludos.</p>

  • 20/10/2013 13:54

    <p>No s&eacute; si las tres elegidas aqu&iacute; son pel&iacute;culas para el recuerdo, pero Agora-Lembra me es una pel&iacute;cula para la eternidad. Saludos. RK</p>

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