Balance 08: Parejas de baile

Un top 10 (en realidad un top 11 de grandes películas de este año) dividido en cuatro programas dobles y uno triple que permiten ir del espejismo a la recurrencia, de la serialidad al homenaje y de la oposición a la confluencia.

En su número de agosto de 2008, la revista británica Sight and Sound propuso una interesante resurrección: la de los double bills, aquellos “programas dobles” que forjaron la incipiente cinefilia de numerosas generaciones. Una práctica que consistía en lo que hoy conocemos como “el arte de la programación”, una tarea que con el tiempo ha alcanzado una justa reputación, capaz de reconocer en la selección de películas el germen de la labor crítica. En este caso concreto, el objetivo consistía en llamar la atención del espectador mediante una propuesta dual en la que se reunían dos películas capaces de formar las más variopintas dialécticas: del espejismo a la recurrencia, de la serialidad al homenaje, de la oposición a la confluencia. A la postre, se trataba de buscar una sinergia oculta en el emparejamiento o agrupamiento. Sin ir más lejos, lo que intentamos todos aquellos que escribimos de cine. Por eso, mi Top 10 (en realidad Top 11) de 2008 se compone de cinco programas dobles (uno triple), cinco parejas de baile gracias a las cuales es posible otear cinco horizontes distintos del más importante cine contemporáneo.

-Petróleo sangriento (Paul Thomas Anderson) + Vegas: Based on a True Story (Amir Naderi)

El norteamericano Paul Thomas Anderson y el iraní afincado en Estados Unidos Amir Naderi entregaron la mejor película del año y la mayor sorpresa, respectivamente. A ambos les une el interés por abordar diferentes dimensiones de la Norteamérica capitalista. PTA elige la Historia como excusa para rebuscar en las raíces de la ambición financiera, y en el camino realiza una película viva (se trata de un film-organismo), multirreferencial (es un film-compendio) y sublime (habemus opus mágnum). Por su parte, Naderi opta por actualizar los mitos de la compulsión asociada al capital fabricando una obra elegíaca en la que el drama de unos personajes abocados al pozo de la adicción se empareja con el retrato de un paisaje urbano en ruinas. Una terrorífica, sensible y enigmática metáfora sobre el devenir de nuestra civilización.

-24 City (Jia Zhang-ke) + JCVD (Mabrouk El Mechri)

He aquí dos grandes elogios al trabajo del actor. Dos películas que apuntan hacia destinos diferentes (a Zhang-ke le interesa la historia de su país y a El Mechri, la de un mito), pero que sin embargo albergan en su seno brechas luminosas en las que confluye la reverencia ante el arte de la interpretación. Más allá del método, allí donde sólo queda puro gesto y verdad. En el lado chino: Joan Chen en la piel de Little Flower, esa mujer madura que recuerda entre la melancolía y el dolor su juventud como trabajadora de la Fábrica 240, allí donde todos le decían lo mucho que se parecía a Joan Chen. En el lado belga: Jean-Claude Van Damme recapitulando sus años de auge, declive y ostracismo en mitad de un atraco armado, de la mano de la ruptura en abismo (“shock kiarostámico”) de la temporada.

-The Wire -Temporada 5- (David Simon) + Generation Kill (David Simon)

Para empezar a hablar de David Simon, que junto a Ed Burns ha dinamitado el universo de la televisión norteamericana con una serie y una miniserie, habría qué preguntarse cómo definir su labor. Hasta la fecha, es probable que sea Alex Horwath, de nuevo en Sight and Sound, el que mejor ha sabido catalogar su obra, al referirse a The Wire como “la gran novela audiovisual americana”. Novelístico, periodístico, anti-dogmático, programático… no cabe duda de que el complejo trabajo de Simon deberá ser revisado en profundidad en los años venideros.

-Ponyo on the Cliff by the Sea (Hayao Miyazaki) + El cant dels ocells (Albert Serra) + Curb Your Enthusiasm -Temporada 6- (Larry David)

Esta es probablemente la parte de la lista que requiere de más explicaciones. En primer lugar, cabe proclamar una alianza de locos: la de Serra con Miyazaki. A Serra se le ocurrió recrear uno de los pasajes más emblemáticos de la mitología cristiana utilizando el programa Google Earth (para las localizaciones) y un trío de encantadores pueblerinos (capaces de ensayar un imposible teatro del absurdo catalán), mientras Miyazaki decidió obviar la totémica imperancia de la animación digital y dibujar cada uno de los fotogramas de su última gran película. Es decir, un encuentro en territorio naïf. Luego, tenemos otra clase de pacto, en este caso genuinamente radical: el de Serra con David. Ambos han fortificado su obra en el seno de una metodología robusta y arriesgada, la del work in progress. Serra desorientando a sus actores hasta sumirlos en un trance delirante y David planteando encrucijadas cómicas entre las que hacer aflorar el talento de sus maravillosos actores ¿Y el nexo de unión entre Miyazaki y David? A diferencia de Serra, no me cabe duda de que ambos deben adorar a Chaplin.

-Tokyo Sonata (Kiyoshi Kurosawa) + 35 Rhums (Claire Denis)

Yasujiro Ozu sigue siendo una presencia imborrable en el escenario del cine actual. Si hace unos años los más interesantes nuevos directores japoneses le rendían tributo a través de la temática de su cine (Nobuhiro Suwa y Naomi Kawase) y otros le rendían homenajes explícitos (Hou Hsiao-hsien y Abbas Kiarostami), esta temporada los amantes del gran director japonés tuvimos la oportunidad de rememorarlo gracias a dos films que revelaron la extraordinaria madurez de sus autores. Así, Kiyoshi Kurosawa se apropió de la mirada entre clínica y poética del viejo maestro para realizar una inquietante radiografía del Japón contemporáneo, cristalizada en la delicada disección de un núcleo familiar; mientras que Claire Denis reescribió Banshun (1949) reconvirtiendo los planos generales y frontales, así como los precisos diálogos de Ozu en imágenes temblorosas que giran al son de sensuales rozamientos (caricias, miradas y melodías). En ambos casos, dos expresiones fílmicas de incuestionable y brutal honestidad.