Festivales
Bong Joon-ho presentó la versión en blanco y negro de “Parasite” y dio una masterclass - #IFFR2020
Por Fernando E. Juan Lima, desde Rotterdam
-Mientras esta despiadada tragicomedia negra es un boom comercial en los cines de Argentina (convocó a más de 55.000 espectadores en su primera semana de exhibición con solo 63 copias) y es una de las favoritas en la disputa por los premios Oscar con 6 nominaciones, el director surcoreano Bong Joon-ho estuvo en la prestigiosa muestra con sede en los Países Bajos para acompañar la proyección de la versión en blanco y negro de esta sátira familiar y ofrecer una jugosa charla abierta de casi una hora y media de duración.
-Actualización: la versión en ByN de Parasite ganó el premio del público.
Tal como hizo con Mother (2009), Bong Joon-ho decidió realizar y presentar una versión en blanco y negro de Parasite, primera película coreana en llevarse la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado. En su momento escribí algo respecto a aquella versión de Mother programada por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en la revista española Caimán, y aquí (con bastante más urgencia que en esa ocasión) me propongo hacer lo propio; en este caso, con la proyección realizada en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam.
La experiencia ha sido bien distinta. En el caso de la película de 2009 el propio tono de su deriva hacía más “lógico” ese viraje. El trabajo de composición y cuidado de esa versión en blanco y negro parecía mayor. En el caso actual, la búsqueda entiendo que responde a distintos parámetros y objetivos.
De una manera mucho más explícita que en el supuesto anterior, Bong dejó en claro que se trataba de un ejercicio, un juego, un desafío, sobre todo para el público. Tanto en la charla abierta que realizó aquí (primer evento para el que se agotaron las entradas del festival, en algo así como tres minutos), como en la propia presentación de la obra y en el Q&A que se realizó tras la proyección, el director estaba más interesado en conocer cuál había sido la reacción del público que en explicar o justificar su decisión. La genérica referencia a su gusto por los “clásicos” ciertamente hace sospechar más de una excusa o capricho, respetables pero poco creíbles cuando estamos frente a un realizador tan atento a la puesta en escena de sus obras en todos sus detalles.
La recepción antes y después de la proyección de Parasite en blanco y negro fue realmente poco habitual por estas tierras. El sostenido aplauso por varios minutos, con la enorme sala Luxor repleta de personas de pie, habla del fenómeno global que ha transformado a Bong en la estrella planetaria del momento. Cuando preguntó quiénes habían visto la película en colores previamente, la sala completa levantó sus manos (incluso alguno comentó que era la cuarta vez que veía la película, haciendo sentir un poco menos enloquecido a quien escribe estas líneas).
Así, entiendo que ese costado lúdico-cinéfilo no debe subestimarse al momento de preguntarse acerca del por qué o el para qué de esta versión. El gimmick es una herramienta que, como todas, depende de la habilidad de quien la utiliza al momento de examinar su valor o pertinencia. Alfred Hitchcock y William Castle supieron valerse de distintos dispositivos fuera de norma para llamar la atención del público. Bong, reconocido por la élite que decide cuál es el cine que pretendidamente califica como “arte” sabe transitar ese difícil camino que, sin renunciar a esa esencia, pone especial atención a la relación con el público. La reivindicación del cine como el arte más popular. Algo que en Corea del Sur no suena a ciencia ficción.
Tampoco puede desconocerse que, en el idioma del cine, regido por sus propios artificios, el blanco y negro (contra lo que indica LA realidad) es, efectivamente “más realista”. El filo es mayor y distinto, las sombras recortan con mayor dramatismo locaciones y rostros. El humor, siempre presente en la obra de Bong, cede algo de espacio (como ocurría si se comparan las dos versiones de Mother) a un tono trágico que en el caso de la Parasite en blanco y negro está más presente desde el inicio y no solo en el desenlace.
Otro tema a considerar es cómo, despojado de los ambages de un trabajo del color que ciertamente es prodigioso en el original, frente al mayor ascetismo que impone un blanco y negro que no es el del rodaje (y que no tiene que ver con las posibilidades que al respecto prodigaba el fílmico, sino de un posterior viraje digital), la atención del espectador se concentra en cuestiones que podían haber pasado desapercibidas (o no haber llamado tanto la atención) en la versión primigenia. La textura de paredes y ropas, los cabellos y hasta los poros de la piel de cada uno de los personajes cobran otro peso y presencia, afirman o desmienten, ocultan o intentan aparentar. Las diferencias que existen en la paleta de colores y su satinado entre “los de arriba y los de abajo” es menos explícita, se pierde algún posible subrayado. Y eso en modo alguno es un demérito.
Por lo demás, se confirma aún con mayor evidencia que el trabajo de todos y cada uno de los actores y actrices es sencillamente perfecto. No recordaba la entidad sustancial de los planos detalle y los primerísimos primeros planos que desnudan el mundo de cada una de las criaturas que forman parte de la historia. Algo parecido sucede con el sugerente diseño de sonido, y una música muy ajustada, funcional, que ocupa el primer plano sólo cuando es estrictamente necesario. Menos, en este sentido, es ciertamente más.
No quiero con esto decir que una versión es mejor que la otra. Sí que, más allá del juego y del capricho, más allá de las ansias cinéfilas de completar el álbum de figuritas de este gran autor, ver Parasite en una y otra versión ofrece experiencias distintas y no necesariamente complementarias. De estos placeres también está hecho el cine. Gracias, Bong.
Más información:
Masterclass completa de Bong Joon-ho en Rotterdam (en inglés)
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