DVD
Chicas muy bravas (Whip It)
Publicada el 30/11/-0001
Los mejores antecedentes de Drew Barrymore como actriz -50 First Dates (2004), Charlie's Angels: Full Throttle (2003) o sus intervenciones en el Saturday Night Live- podían ponernos bajo la pista de un talento oculto, una sensibilidad próxima al romanticismo naïf, a la festiva rebeldía y a los derroches salvajes, pero en ningún caso nos permitían prever que, en su debut como directora, Drew nos pudiera regalar una “película habitable” del calibre de Whip It. Y digo habitable porque, a pesar de su marcado halo melancólico y su sabor agridulce, se trata de una película que inyecta en el espectador la excitación que provoca el súbito despertar al optimismo y la felicidad, el vértigo que se experimenta cuando se creen y se viven las utopías personales. No resulta fácil invocar estas sensaciones sin caer en el moralismo o el sentimentalismo, pero Barrymore lo consigue aproximándose a todos y cada uno de sus personajes con una ternura extrema, capaz de aniquilar todo rastro de misantropía o de juicios morales, componentes habituales de las comedias norteamericanas que proponen una cierta crítica social (a la manera de los hermanos Coen, Todd Solondz, Alexander Payne o Jason Reitman).
Whip It, película basada en la novela Derby Girl, de Shauna Cross, orbita alrededor del personaje de Bliss Cavendar (Ellen Page), una adolescente atrapada dentro de las fronteras de Bodeen, un pequeño pueblo de Texas en el que se representa la versión más anodina de la vida en la Norteamérica profunda; un retrato suburbano en el que parece entrecruzarse el deterioro existencial de The Last Picture Show (1971), la extraña idiosincrasia de Ghost World (2001) y el desconcierto emocional de All the Real Girls (2003). Bliss atraviesa su juventud sumida en una cruda resignación: el tiempo de fantasear con los proyectos para la edad adulta transcurre sin atisbo de horizontes de grandeza (reales o ilusorios). Por su parte, Barrymore aprovecha este retrato del desencanto para empezar a mostrar síntomas de un vigoroso ingenio.
En una secuencia deslumbrante, Bliss y su mejor amiga, Pash (Alia Shawkat), arrancan a bailar delante del mostrador de la cafetería en la que trabajan, al tiempo que transforman la letra del tema Jolene, de Dolly Parton, en una denuncia del hastío que les inspira Bodeen (el “Jolene, Jolene… I’m begging you please don’t take my man, Jolene” se transforma en “Bodeen, Bodeen… Someone get me out of here, Bodeen”). La elegancia del travelling de acercamiento, la amarga alegría con que cantan Bliss y Pash, el brillante uso del icónico tema musical… todos los elementos de la escena resuenan y se amplifican hasta invocar otros momentos álgidos de la historia de los arrebatos musicales en el cine: la escena del baile del Por qué te vas, de Cría cuervos (1976) -ver aquí-; o el dueto romántico entre Steve Martin y Bernadette Peters en The Jerk (1979) -ver aquí-.
En este escenario de luminosa aflicción, Bliss iniciará un intenso proceso de descubrimiento personal al entrar en contacto con un grupo de mujeres que practican el Roller Derby, entre las que cabe destacar a una fanfarrona Juliette Lewis y a la siempre notable Kirsten Wiig, probablemente la mejor comediante del momento junto a Anna Faris. El deporte en cuestión, que se practica sobre patines en un pequeño circuito ovalado, combina los principios de las carreras sobre patines con las prácticas beligerantes del hockey sobre hielo; en definitiva, un deporte de contacto. Así, en esta pequeña y clandestina liga regional de un deporte marginal, Bliss descubrirá una fecunda fuente de alegría, esperanza y realizaciones. Una propuesta narrativa que pone de manifiesto la audacia de Barrymore, sobre todo si se compara Whip It con una película de corte similar como Adventureland, un verano memorable (2009).
Cabe recordar que en la película de Greg Mottola, los (complejos) conflictos existenciales y los (menos interesantes) devaneos sentimentales de los personajes se medían en relación a dos territorios de iconografía conocida: la feria de atracciones (la realidad mediocre) y el sueño de escapar a Nueva York (el horizonte de salvación). Sin embargo, Barrymore opta por construir el paraíso particular de su protagonista en un territorio vedado al conocimiento popular: el Roller Derby, un deporte amateur convertido en símbolo del feminismo de nueva generación. Un universo reconstruido con colorido esmero y claridad expositiva por la directora y por Robert D. Yeoman, director de fotografía habitual de Wes Anderson. En conjunto, un planteamiento en las antípodas de la acentuada masculinidad del grueso de la Nueva Comedia Americana.
De hecho, la relación de Whip It con la NCA ilustra a las claras los intereses de Barrymore. De partida, podría existir la tentación de alinear el filme con un conjunto de películas cuyo humor surge tanto de una sobredimensionada épica deportiva como del tratamiento hiperbólico de la competitividad. Buenos ejemplos de esta tendencia serían la sensacional Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby (2006), o las menores Blades of Glory (2007) y Semi-Pro (2008), las tres protagonizadas por Will Ferrell; así como Dodgeball: A True Underdog Story (2004), con Ben Stiller y Vince Vaughn; o Hot Rod (2007), con Andy Samberg. Sin embargo, aunque la agresividad física y la rivalidad juegan un papel fundamental en el campo de acción de Whip It, esta se diferencia del resto en la negativa de Barrymore a emplear el distanciamiento irónico en su aproximación a los personajes. En su lugar, la película busca humanizar a sus heroínas, admirar su compañerismo y sus gestos de complicidad, exaltar su triunfante irreverencia y su eufórica camaradería. Las mujeres de Whip It forman una alianza que no desentonaría en el contexto de una película de Howard Hawks.
Aunque puestos a buscar referentes, las películas que más se acercan al tono jovial y al mismo tiempo furioso de Whip It son seguramente las últimas comedias de Richard Linklater, sobre todo The School of Rock (2003) y la remake de Bad News Bears (2005). Estos films efervescentes y habitables, magníficos ejemplos de un cine de la felicidad, celebran la posibilidad de una educación emocional, espiritual e ideológica al margen de los preceptos impuestos por el contexto social. Son películas anti-académicas (en todos los sentidos), libertarias: apologías de la derrota con sabor a victoria. Películas en las que se retrata la lucha universal del ser humano por alcanzar la libertad y la dignidad, un lugar en el mundo. Finalmente, Bliss (Page), como ya hiciera Charlie Chaplin en The Rink (1914) -ver aquí-, encuentra ese lugar entre el caos de golpes y carreras de una pista de patinaje. MANUEL YÁÑEZ MURILLO
COMENTARIOS
-
SIN COMENTARIOS
DEJÁ TU COMENTARIO


