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Crítica de la serie “Succession: Temporada 3”, con y sin spoilers (HBO / HBO Max)

Es una de las series más esperadas del año y, como tal, merece una cobertura múltiple. Esta reseña tendrá entonces tres partes: la primera, con consideraciones generales (sin spoilers); la segunda, con el análisis de los episodios 1 a 7 (los que fueron adelantados por HBO para la crítica) y, cuando la temporada ya haya finalizado, una valoración de los dos últimos capítulos (8 y 9). La guerra de los Logan está de vuelta. Y recargada.
-Actualización al 26/10: HBO confirmó que la serie tendrá una cuarta temporada.

Estreno 17/10/2021
Publicada el 15/10/2021

Succession: Temporada 3 (Estados Unidos/2021). Showrunner: Jesse Armstrong. Elenco: Brian Cox, Jeremy Strong, Kieran Culkin, Sarah Snook y Alan Ruck. Duración: 9 episodios de una hora cada uno. Estrena los domingos. E1: Secession (17 de octubre). E2: Mass in Time of War (24 de octubre). E3: The Disruption (31 de octubre). E4: Lion in the Meadow (7 de noviembre). E5: Retired Janitors of Idaho (14 de noviembre). E6: Going for What It Takes (21 de noviembre). E7: Too Much Birthday (28 de noviembre). E8: Chiantishire (5 de diciembre). E9 (12 de diciembre).

 



Hace exactamente dos años (el 13 de octubre de 2019, antes de la pandemia y de la derrota de Trump) se emitía This is Not for Tears, el impactante episodio final de la segunda temporada, en el que el errático, impulsivo y conflictuado Kendall (Jeremy Strong) traicionaba a su padre Logan Roy (Brian Cox), CEO de la megacorporación mediática Waystar Royco: no solo no se sacrificaba por el resto sino que en conferencia de prensa acusaba directamente al patriarca y el resto de la conducción de haber tapado múltiples casos de abusos y muertes en una de las divisiones del holding. Todo servido, entonces, para una guerra familiar que en esta tercera temporada estalla de la peor (mejor) manera; o sea, dosis extremas de cinismo, manipulación y desprecio inconcebibles hasta para los cánones de los seres más despiadados. Un auténtico vale todo. La crueldad en su más absoluta dimensión. El Mal en su máxima expresión.

Mucho se ha dicho y escrito sobre las similitudes entre Succession y la historia de la familia de Rupert Murdoch, de su espesor dramático shakespeareano, de su mixtura entre un clásico de la TV como Dallas y el espíritu de las primeras películas del Dogma '95 con La celebración a la cabeza. En ese sentido, la T3 tiene todos los atributos de las dos anteriores, solo que amplificados, potenciados, por momentos desbordados. Sin embargo, el engranaje de los guiones, que deriva en diálogos punzantes a partir de actuaciones prodigiosas, jamás se resiente. La alquimia sigue siendo un milagro y el resultado, entonces, es embriagador e irresistible con esa mezcla de morbo y fascinación: la tragedia convertida en comedia negra, la intimidad y las miserias expuestas con inteligencia y desparpajo.


Atención: a partir de aquí hay algunos spoilers

En esta tercera parte, Logan intentará retener el poder designando a algún sucesor o sucesora, tratando de salir airoso de las investigaciones en su contra y dispuesto, cual juego de ajedrez, a sacrificar a alguien, entregando alguna pieza valiosa para conseguir la inmunidad, pero con crecientes amenazas externas y un estado de salud cada vez más precario.

El otro bando, el team Kendall, apostará a testificar ante las autoridades judiciales por los desmanejos en Waystar y, en lo posible, a quedarse con el poder. Claro que la inestabilidad emocional de Kendall no es la mejor característica para consolidar una estrategia pensada a largo plazo. Para eso, contrata a Lisa Arthur (Sanaa Lathan), una abogada afroamericana top, y a dos publicistas expertas en manejar situaciones de crisis y escándalo (Dasha Nekrasova y Jihae Kim). Justin Kirk, como una sensación en YouTube dentro del mundo conservador; Alexander Skarsgård, como el CEO de una tecnológica; y Adrien Brody, como un inversor del holding que podría o no seguir apoyándolos (Roy y Kendall se ven obligados a viajar -en helicópteros y aviones distintos, claro- hasta una isla para trata de convencerlo) son otras incorporaciones relevantes de esta tercera parte.



Los distintos episodios tienen un ritmo, una fluidez y una tensión realmente envidiables, muy difíciles de conseguir primero y de sostener después. No importa que transcurran en ámbitos cerrados (la asamblea de accionistas donde se definirá si el team Logan retendrá el control, un cóctel donde se juega a la alta política -léase la presidencial-, las propias oficinas de la multinacional o la fiesta de cumpleaños de “Judas” Kendall) porque lo que aquí interesan son las negociaciones, los juegos de seducción y las trampas, las provocaciones, las manipulaciones, las mentiras, las alianzas ocasionales, los reencuentros efímeros y las traiciones que son verdaderas dagas por la espalda. Es el imperio de los one-liners (“le clavaría mi MontBlanc en su jodida garganta”, Logan dixit), de los gestos y miradas que dicen más que las palabras, de las sonrisas falsas para las fotos, de los silencios incómodos entre rivales que tienen que unirse ocasionalmente para conseguir algo que les conviene a ambos, de esos desgastantes, agobiantes, compulsivos juegos del poder y de unos cliffhangers perfectos entre episodio y episodio.

Succession tiene en el centro de la escena, claro, al padre (la madre que interpreta Hiam Abbass tiene esta vez mínima presencia), al hijo díscolo Kendall y a los otros que son como satélites que buscan quedarse con el poder delegado por Logan: Shiv (Sarah Snook), Roman (Kieran Culkin) y Connor (Alan Ruck). Pero, más allá de ese núcleo de sangre, lo que también distingue a la serie son los extraordinarios personajes secundarios que aquí brillan como nunca: el patético, ladino, inseguro e irritante primo Greg (Nicholas Braun), Tom (Matthew Macfadyen), marido de Shiv; y ejecutivos como la Gerri de J. Smith-Cameron; el David de Karl Muller o el Frank de Peter Friedman, entre otros profesionales del lobby.

El creciente impacto de las redes sociales en el debate público o la cultura de la cancelación son cuestiones que reaparecen con mayor fuerza en Succession T3, aunque en el fondo -detrás de esa danza de miles de millones de dólares, de estrategias comunicacionales, de ambiciones desmedidas y egos desatados- hay adultos que se comportan como niños caprichosos a partir de un tremendo dolor, una necesidad desesperada de ser comprendidos, reconocidos, queridos.

Por eso, cuando en el episodio 7 vemos a Kendall buscar de manera desesperada un regalo que le hicieron sus hijos (a los que prácticamente nunca ve) entre decenas de lujosas cajas y paquetes que le han dejado decenas de invitados a su fiesta, entendemos cuán profunda es esa herida abierta, ese vacío, ese dolor que podrá maquillarse, incluso taparse por momentos, pero que siempre está latente e inevitablemente reaparecerá. En Succession todo está tan contenido, es tan tenso, hay tanta procesión que va por dentro, que intuimos y luego comprobamos que todo terminará por estallar. Y, por supuesto, casi siempre de la peor manera.



VIDEOCRÍTICA DE SUCCESSION, por Diego Conesa


 

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