Críticas
Estreno en cines
Crítica de “Paddington en Perú”, película de Dougal Wilson
Tras las dos películas previas de 2014 y 2017, llega a los cines esta tercera entrega de la saga basada en el popular oso creado en 1958 por el escritor británico Michael Bond.
Paddington en Perú (Paddington in Peru, Reino Unido/2024). Dirección: Dougal Wilson. Guion: Mark Burton, Jon Foster y James Lamont. Fotografía: Erik Wilson. Edición: Úna Níd Honghaíle. Música: Dario Marianelli. Elenco: Ben Whishaw (voz), Hugh Bonneville, Emily Mortimer, Olivia Colman, Antonio Banderas, Samuel Joslin, Madeleine Harris, Carla Tous e Imelda Staunton (voz). Distribuidora: UIP (Sony). Duración: 106 minutos. Apta para todo público.
Además de los personajes de Aardman como, por ejemplo, Wallace y Gromit, los ingleses han aportado al universo infantil (y familiar) otras simpáticas creaciones como el oso Paddington. Este tercer largometraje, de todas maneras, está más cerca del nivel apenas correcto de la primera entrega que de la extraordinaria secuela de 2017.
En el comienzo de la película nos reencontramos con Paddington (la voz de Ben Whishaw en la versión original con subtítulos) y su familia adoptiva, los Brown: papá Henry (Hugh Bonneville), mamá Mary (Emily Mortimer, en reemplazo de Sally Hawkins), los niños Jonathan (Samuel Joslin) y Judy (Madeleine Harris), así como la señora Bird (Julie Walters). La principal novedad inicial es que el bueno de Paddington le envían finalmente su pasaporte británico.
Y, claro, no tardará en usarlo, ya que recibe noticias de que la tía Lucy (la voz de Imelda Staunton) está en serios problemas en Perú. Así, Paddington y los Brown pronto estarán en las zonas más selváticas y peligrosas de Sudamérica en busca no solo de Lucy sino también de la mítica ciudad de El Dorado, mientras deberán lidiar con el patético Hunter (Antonio Banderas), capitán de un barco que debe conducirlos por un caudaloso río, y sobre todo con una monja (no demasiado) malvada que interpreta la gran Olivia Colman, quien además regala un número musical.
La película dirigida por el debutante Dougal Wilson tiene más ritmo que gracia (hay, de todas formas, algunos logrados pasajes a puro slapstick), más intensidad que inteligencia, más ruido que sofisticación y, por lo tanto, pierde claramente en la comparación respecto de los dos films previos rodados por Paul King (yo soy más fan del segundo que del original). La simpatía de Paddington, está claro, se mantiene, pero todo lo que rodea al querible protagonista resulta bastante más convencional.
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