Críticas
Estreno en cines
Crítica de “Pecadores” (“Sinners”), película de Ryan Coogler con Michael B. Jordan
El director de Fruitvale Station (2013), Creed. Corazón de campeón (2015) y las dos entregas de Pantera Negra de 2018 y 2022 vuelve a trabajar con su actor-fetiche Michael B. Jordan (aquí interpretando a dos hermanos gemelos dedicados a todo tipo de actos delictivos) en una historia que mixtura racismo, esclavitud, blues, vampiros y venganza que bebe de numerosas fuentes, pero consigue algo con espíritu, tono y vuelo propios.
Pecadores (Sinners, Estados Unidos/2025). Guion y dirección; Ryan Coogler. Elenco: Michael B. Jordan, Hailee Steinfeld, Miles Caton, Jack O’Connell, Wunmi Mosaku, Jayme Lawson, Omar Miller, Li Jun Li y Delroy Lindo. Fotografía: Autumn Durald Arkapaw. Edición: Michael P. Shawver. Música: Ludwig Göransson. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 138 minutos. Apta para mayores de 16 años.
Pecadores se parece en distintos momentos de sus algo más de dos horas a tantas otras películas que termina siendo un film muy particular. La afirmación podría parecer un contrasentido, pero es que -bebiendo de tantas y tan disímiles fuentes para luego articularlas y mixturarlas con soltura, desenfado y fluidez- consigue algo muy distintivo en el contexto del Hollywood actual.
Vayamos a ejemplos concretos: Pecadores podría definirse como Crossroads / Encrucijada (1986), de Walter Hill, meets Del crepúsculo al amanecer (1996), de Robert Rodríguez, pero en determinados pasajes remite también al Quentin Tarantino de Bastardos sin gloria y Django sin cadenas; al Spike Lee de El infiltrado del KKKlan; y a proyectos basados en cómics con mucha sangre y excesos gore como Blade, cazador de vampiros, Sin City o The Walking Dead. Sí, así de amplia y variopinta es la paleta de referencias, citas, reciclajes y “diálogos” (habría que incluir la leyenda del blusero Robert Johnson y su venta del alma al diablo) que establece Ryan Coogler en su triple rol de productor, guionista y director.
Los gemelos Smoke y Stack (Jordan en un doble papel) abandonan la Chicago de 1932, donde aparentemente han conseguido un monto considerable de dinero cometiendo todo tipo de atracos y actuando como gángsters, para regresar al pueblo rural de Clarksdale, Mississippi, con la idea de montar allí un centro nocturno para música en vivo, baile, venta de alcohol y juegos de apuestas. Allí (re)aparecerán familiares (como su primo, el joven músico Sammie interpretado por el debutante Miles Caton), viejos amores (Hailee Steinfeld, Wunmi Mosaku) y personajes tan degradados como a su manera encantadores como el también músico Delta Slim del gran Delroy Lindo. El problema es que la zona está infectada por disímiles pero igualmente aterradoras amenazas: desde supremacistas del Ku Klux Klan hasta vampiros sedientos de sangre y conquistas que lidera un despiadado joven de origen irlandés llamado Remmick (Jack O’Connell).
La película nunca se toma demasiado en serio, pero está muy seriamente hecha. Coogler filma con mucha energía, creatividad y despliegue visual tanto las escenas con números musicales y bailes de fondo como las peleas cuerpo a cuerpo con estacas de madera como principal elemento para combatir a los muertos vivos, a esos recién infectados que quieren sumarlos “al otro lado”.
Los personajes desbordados, las situaciones extremas, la música grandilocuente de Ludwig Göransson; las imponentes imágenes de Autumn Durald Arkapaw en 65mm con cámaras IMAX... Todo en el film es desaforado, orgiástico, ampuloso y al mismo tiempo decididamente disfrutable.
MUY IMPORTANTE. No se les ocurra salir de la sala cuando comienzan los créditos finales, ya que hay una larguísima secuencia posterior con la presencia del gran Buddy Guy (legendario blusero hoy de 88 años) que resignifica por completo la película y que, quizás (dependiendo de cómo funcione el film comercialmente en salas), constituya el inicio de una saga.
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