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Crítica de “Severance - Temporada 2”, serie de Dan Erickson y Ben Stiller (Apple TV+)
Luego de casi tres años de ausencia (la primera temporada finalizó en abril de 2022) regresa una de las series más audaces, exigentes, fascinantes, pero también pretenciosas, incómodas y desconcertantes del panorama actual del streaming. El primer episodio estrena este viernes 17 de enero en Apple TV+ y el décimo cerrará esta segunda entrega el 21 de marzo.
Vistos 6 de los 10 episodios que Apple anticipó a la prensa argentina, queda claro que el showrunner Dan Erickson, Ben Stiller (uno de los productores y además director de los episodios 1, 3 y 4) y el resto del equipo creativo de Severance redoblaron la apuesta, ya que potencian, amplifican y profundizan todos los aspectos visuales, narrativos y temáticos que convirtieron a esta serie en una rara avis, una propuesta decididamente singular allá por 2022.
Ya habíamos citado como referencias de Severance al cine de Spike Jonze, Charlie Kaufman, Michel Gondry, Roy Andersson y Terry Gilliam, pero también al Peter Weir de The Truman Show, al David Lynch (QEPD) de Twin Peaks o a la serie Lost y, en ese sentido, no hay demasiados cambios estéticos ni estilísticos. Siguen los largos planos secuencia y travellings por pasillos y oficinas, un universo retrofuturista, espíritu de tragicomedia con irrupciones de humor absurdo y una sensación de permanente paranoia frente al control, la cuestión del doppelganger entre Innies y Outies, y la creciente dificultad de discernir qué es real y qué es mentira y manipulación.
La segunda temporada -ambientada apenas cinco meses después de la anterior- se permite profundizar en la psicología, los traumas y la(s) vida(s) de cada personaje central: Mark Scout (Adam Scott), Irving Bailiff (John Turturro), Helly Riggs (Britt Lower), Dylan George (Zach Cherry) y en menor medida Devon Scout-Hale (Jen Tullock), Ms. Casey (Dichen Lachman) o Burt Goodman (el gran Christopher Walken).
Hay también cambios de rumbo (cosas que parecían de determinada manera al cierre de la primera temporada y ya no son, o no serían, tan así), un nuevo jefe en Lumon Industries (el Seth Milchick de Tramell Tillman reemplaza a la desplazada Harmony Cobel de Patricia Arquette) que a su vez es “asesorado” por una enigmática niña, hay empleados que serán obligados a “terminar” su relación con la corporación, varios romances dentro y fuera de la compañía (no ahondaremos), pero también cierta sensación de repetición por el creciente regodeo en la parsimonia, el artificio, la frialdad y la abstracción.
Quizás el episodio más singular (o al menos más diferente) entre los ya vistos sea el cuarto, que Stiller filma casi íntegramente en exteriores nevados. En ese contexto inusualmente abierto y con una dinámica grupal distinta se definen varias situaciones y se exponen como pocas veces la problemática de las identidades robadas.
Hay en este creciente juego de castigos, repeticiones como mantras, penitencias y reglas inquebrantables una dinámica de sometimiento que remite en varios momentos a la dinámica interna de un culto a partir de una rigidez disciplinaria que no hace más que coartar y quebrar cualquier deseo de escape, independencia y libertad. No es quizás el conflicto central, pero es una de las derivas y facetas más interesantes de una serie que exige, pero finalmente compensa.
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