Columnistas
Del diálogo al copamiento
Por Nicolás Prividera
El crítico y cineasta responde a la crítica de El diálogo publicada por Federico Karstulovich en este sitio y también cuestiona la mirada de El copamiento, otra película presentada en el reciente BAFICI.
Publicada el 16/4/2014
1.
“Hace años (al menos una década) que el cine argentino no entregaba cine político de esta envergadura. Podrán decir que los documentales de Nicolás Prividera la tienen. Sin embargo, casi nadie como la dupla Raccioppi-Azzi logra salirse del discurso oficial, casi nadie asumió un lugar tan incómodo desde el cual preguntarse por pasado y presente a la vez con armas absolutamente depuradas.” Así comienza Federico Karstulovich su consagratoria reseña de El diálogo para la cobertura del BAFICI en OtrosCines.com, y esta crítica es la previsible respuesta, pero no a la sugerencia de Karstulovich de que el autor estas líneas, a diferencia de ese dúo dinámico, no “lee al cine político (y a buena parte de la historia política) reciente a contrapelo de las tradiciones más cómodas”, sino a la complaciente lectura que cierto sector de la crítica (desde un antikirchnerismo militante, en simétrica inversión del “discurso oficial” que dice combatir) hace de películas de nulo valor estético y dudosa ética. Esa defensa se ampara en la también cuestionable premisa de que se trata de películas que hablan “en solitario frente al precipicio” (autorretrato complacido que ya estaba presente en la previa El olimpo vacío).
“Había que escuchar (y dejar hablar) a la gente indicada –dice Karstulovich-, a aquellos que, a contrapelo de los discursos hegemónicos sobre la historia reciente, pedían la palabra. En este sentido El diálogo (…) resulta un pedido desesperado por retomar el habla.” ¿A qué habla interrumpida se refiere? A la del “cine político” (“¿cuántas películas dinamita tiene el cine político argentino de los últimos años?”) y a la que la “hegemonía cultural del kirchnerismo” -usando las palabras de Beatriz Sarlo- habría producido el mundo intelectual, artístico, etc. (aunque desde el retorno de la democracia no recordamos otro período en que se haya discutido tanto…). Se trata de dos cuestiones diferentes, pero efectivamente relacionadas (entre otras cosas, por la ausencia de una crítica -cinematográfica y política- honesta y consistente). Pero vayamos por partes.
2.
Hace más veinte años, Juan Gasparini escribió un libro palmariamente titulado Montoneros, final de cuentas, y hace más de diez años Pilar Calveiro publicó su notable Política y/o violencia: en ambos, estos ex militantes criticaban con justeza a Montoneros y su militarismo. Pero además lo hicieron con una rigurosidad argumental hasta entonces sólo vista en el señero libro de Richard Gillespie, Soldados de Perón.
Todos ellos fueron (al calor de cada década) textos que marcaron una inflexión y contribuyeron a la crítica de las organizaciones armadas de los años setenta, en tiempos donde eso no era habitual (por izquierda, claro, ya que a la derecha nunca le interesó otra cosa más que la reivindicación de lo actuado, y por entonces no necesitaba enarbolar un contra-relato hegemónico parecido al de los abogados defensores de Videla & Cía.): eran tiempos donde aún regían las leyes de impunidad, y el campo intelectual parecía formar un sólido bloque contra ellas.
Después llegó el kirchnerismo, y su magnificación discursiva de la militancia setentista se convirtió en uno de los blancos preferidos de sus críticos, como si aquellos que habían sido evidentes victimas en los ochenta (juicio a las juntas mediante) y reivindicados militantes en los noventa (frente al menemismo dominante), fueran ahora (después del famoso discurso de Kirchner en la ESMA) pasibles finalmente de volver a ser identificados con uno de los dos demonios de esa teoría antes repudiada, y que en su versión actual nos devuelve la imagen de una sociedad inocente frente a dos ejércitos tan simétricos como desatados: esa es la penosa sensación que queda después de ver El diálogo.
Sobre todo si uno tuvo la oportunidad de estar presente en su estreno en el BAFICI, transformado en un nada extraño acto político.
La película fue presentada por el ministro de cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi (asumiendo con orgullo que la ciudad ayudó a producirla), quien no contento con esto luego también tomó el micrófono durante el Q&A final para hacer otro discurso, antes de que hiciera lo propio Gabriela Michetti (sólo para saludar su propia presencia) y luego de que hablara Darío Lopérfido (el único que atinó a disfrazar su intervención de pregunta, aunque luego de un largo speech antikirchnerista), para aclararnos que no se trataba de igualar a los montoneros con los militares porque los primeros eran “cuentapropistas” mientras que los segundos usaban “los dineros públicos” (diferenciación “económica” que al menos tuvo la preocupación por introducir alguna), para terminar invocando la responsabilidad del gobierno en generar un clima de violencia que explicaría los actuales “linchamientos”... Ese era más o menos el clima intelectual reinante, a pesar de que entre los asistentes no sólo estaban otros miembros del PRO como Laura Alonso, sino referentes como Ernesto Sanz, Luis Majul, y –obviamente- Juan José Sebreli (protagonista de El Olimpo vacío), además de la mismísima Graciela Fernández Meijide.
El director Racioppi se quejó a su vez de la violencia cotidiana que se descarga hasta en las redes sociales… de lo que él es un buen exponente (por sólo mencionar alguno de sus twitts cercanos al estreno: “La puta oligarquía imponiendo que trabajen nuestros pungas. Gerardo Romano debería andar más por Recoleta para impedir linchamientos”). Esa doble cara es solidaria con el falso diálogo que la película misma pone en escena. Veamos:
El diálogo se sostiene básicamente (en todo sentido) en una particular forma de entender la discusión política, ya que se trata en verdad de un monólogo de Héctor Leis, al que Meijide habilita con su asentimiento. Leis es un ex integrante de Montoneros que sostiene, con la misma soberbia con la que ayer decía representar al pueblo, que la Justicia se ha convertido ahora en “venganza” (y puede así ser aplaudido por ese mismo público que detesta todo lo que representa), en contraposición con lo que ha sido una política internacional desde la Segunda Guerra Mundial (como en el caso Priebke, sin ir más lejos…). Es decir: Leis se equivocó antes y se equivoca ahora, pero evidentemente lo hace con todo empeño (como una suerte de versión invertida de Claude Lanzmann), ya que en verdad lo que parece buscar -aquejado por una enfermedad degenerativa- no es una contribución social sino una redención personal, si bien él tampoco pide perdón: no es un “arrepentido”, como insiste en aclarar, pero tampoco nos cuenta de qué barbaridades fue “responsable”... No es esa, sin embargo, su peor contradicción: también dice que el reclutamiento de menores por parte de Montoneros fue un crimen de lesa humanidad, mientras sostiene que los militares no los cometieron, ya que al asumir el control del Estado contaban con “legitimidad” (de paso, Racioppi intentó explicar esa justificación en el Q&A confundiendo legalidad con legitimidad: la represión no solo fue atrozmente ilegal por sus métodos inhumanos, sino ilegítima precisamente por asumirse como terrorismo de Estado, lo que define con claridad a los así llamados “crímenes contra la humanidad”).
Es en ese y otros obscenos dislates argumentales (que ni Meijide ni la película ponen en cuestión sino que convalidan), donde su discurso deja ver el fanatismo del converso más que el espíritu ecuménico que invoca. Basta ver su falaz cita de la consigna “ni olvido ni perdón” a la que le agrega como conclusión “paredón” (como lapsus que desnuda su propia soterrada violencia), sin que Meijide, una vez más, haga otra cosa que repetirla.
La ex miembro de la APDH parece más preocupada por poner en cuestión la cifra “simbólica” de los desaparecidos que por discutirle algo a Leis (salvo cuando por un segundo amenaza todos los presupuestos del film y su protagonista asumiendo que no se puede perdonar en nombre de otro y menos a quien no lo pide, frente a un Leis obligado a apelar a un perdón “político”… como el sostenido por su odiado Kirchner en el acto en la ESMA).
Fernández Meijide hace así un papel muy triste -como si no le hubiera bastado su paso por la Alianza-, y tampoco logra escapar de la contradicción: habla con insistencia de la necesidad de no quedar en el rol de víctima, pero la película le dedica una de sus pocas intervenciones al pormenorizado relato del secuestro de su hijo. Y se entiende por qué: en la escuálida economía formal de El diálogo ella aporta sensatez y sentimientos, mientras que Leis encarna la astucia de la razón (e incluso el comic relief).
Si los realizadores fueran al menos más arriesgados tal vez podrían haber puesto en escena un diálogo entre Meijide y Etchecolatz -al estilo de Mariano Grondona-, o al menos uno entre Strassera (también presente en la sala) y Cecilia Pando (que saludó el estreno con estremecedora alegría). Pero eso, claro, los enfrentaría a los límites del “diálogo”…
¿Es necesario agregar que además de carecer de novedad, tensión y profundidad, ese forzado diálogo está filmado sin el menor rigor, como para al menos justificar su inclusión en el BAFICI? Unos días antes había tenido lugar la presentación de otra película impresentable en un festival de esta envergadura y que de algún modo puede leerse en consonancia con este discurso impostadamente conciliatorio filmado sin atisbos de una sola idea cinematográfica: se trata de El copamiento, que haciendo honor a la parquedad del título relata -remedando lo que Arruti hacía con más timing en Trelew- un operativo del ERP a través de varios testimonios.
El problema mayor (y lo que tal vez explica por qué se programó este documental televisivo hecho como trabajo final de cursada por dos estudiantes de periodismo) es que la última parte de la película está dedicada a un caso que merecía no sólo mayor espacio –o incluso su propia película– sino mayor rigor (investigativo, ético y estético): el secuestro y muerte del coronel Larrabure. Los directores contraponen a sus hijos con un ex participante en el copamiento al que no se le hace una sola pregunta sobre el controvertido episodio, pero del que se rescata -y repetida dos veces- la premisa de que hay que reconocer a los militares que combatieron dignamente... Sin mayores precisiones, El copamiento termina como El diálogo: con un llamado a la reconciliación, que se resume en la propuesta de Leis -que la película curiosamente excluye- de crear un memorial que reúna a “los caídos de ambos bandos” (sí, Leis usa la palabra “bandos” e incluso habla de “guerra”, sin que a Meijide se le mueva un pelo).
La idea no es nueva, pero para no remontarnos hasta el “altar de la Patria” de López Rega (donde los otrora enfrentados personajes históricos como Lavalle y Dorrego yacerían a la par) o al “parque de la reconciliación” que Menem pretendía erigir en la ESMA, citémosla tal como fue enunciada hace exactamente veinte años, en tiempos más esclarecedores: “terminado el fragor de la guerra, todos los muertos son de todos”. La frase es del almirante Emilio Eduardo Massera, en su alegato final en el Juicio a las Juntas (y permítanme recordar que ya la cité en mi película Tierra de los padres, que intentaba esa “historia de la violencia” que Racioppi mencionó en su alocución como algo pendiente en el cine argentino…)
3.
Volviendo entonces a la crítica complacida y complaciente: en la nota que le dedica El Amante -también firmada por Karstulovich- se nos dice que El diálogo presenta todos estos dislates con “contundencia, complejidad y sin atisbos de demagogia” (aunque Huili Raffo -autor junto con Gustavo Noriega de un panfleto antiprogresista- acepte en Twitter que la película tiene “cero” valor artístico e ideas propias). Suponemos que si un crítico ve en algo tan endeble “contundencia y complejidad” (al igual que un programador que avala la presencia de estas películas defendiendo su supuesta calidad) no es por cinismo, sino porque ha terminado por dejar de lado su juicio (ético y estético) en aras de una abierta defensa ideológica. Así, Karstulovich pasa del embriagado ditirambo a la confesión de partes: “El efecto es, entonces, doble: catártico y emocional por un lado, hipnótico por otro (porque recupera el placer embriagador del recurso oral, de la voz humana, de la confesión pero también del perdón) pero también distante y reflexivo en su reverberación en los hechos del tiempo presente”.
Está claro que es el crítico mismo quien hace una sugestiva catarsis emocional por esa directa “reverberación del presente”, usualmente dejada de lado en el cine que El Amante suele glorificar. Por eso no asombra que termine diciendo: “Hoy por hoy, con indudable esfuerzo, casi en absoluta soledad, Racioppi-Azzi son los responsables de la recuperación del cine político en Argentina, un cine que estuvo dormido o al menos silenciado a lo largo de la última década”. Efectivamente, ese cine estuvo dormido (y sobre todo silenciado…) gracias a críticos que saludaban y saludan venturosas estudiantinas que huyen de la realidad, para terminar alabando un discurso abiertamente reaccionario.
Ese es el resultado final de ese antiprogresismo ciego, ilustrado por Karstulovich al decir que sin dudas “la película será recibida con fastidio por la progresía local (o al menos la que se considera progresista apoyando a este gobierno)”: no sabemos cómo se “considera” un crítico que en su afán antigubernamental ataca al progresismo (movimiento que arranca con la modernidad europea, no en los setentas y mucho menos con el kirchnerismo…), pero ese gesto de autoinflingida ceguera lleva a la crítica a renunciar a su condición de tal, para dedicarse a la mera defensa militante de esperpentos como los citados.
Con un resto de mala conciencia, que se mira en el espejo al asumir que “saldrán varios a pegarle, manipularla, intentar fracturar la contundencia de su discurso. Pero El diálogo es una roca”: Si la derecha argentina pudiera tener un discurso sólido, estéticamente hablando, los progresistas estaríamos obligados a ser también más sutiles e inteligentes en nuestras críticas. Pero El diálogo no es “una piedra en el zapato del poder” sino apenas la muestra de su frustración: la cara dura de un discurso rancio que ni siquiera logra vendernos un espejo de colores con armazón moderno.
COMENTARIOS
DEJÁ TU COMENTARIO



COLUMNISTAS ANTERIORES
La más reciente edición del FICG confirmó su lugar como uno de los epicentros cinematográficos más vibrantes de América Latina. En un contexto que sigue exigiendo nuevos lenguajes, miradas críticas y relatos personales que desafíen los discursos establecidos, el evento ofreció una selección que cruzó territorios, géneros, estilos y pulsiones.
Desde Cannes, Diego Batlle y Manu Yáñez analizan y discuten la nueva película de Laxe, que luego de ganar el Premio del Jurado en la Competencia Oficial del Festival de Cannes se convirtió en un éxito de público en los cines de España (más de un millón de euros de recaudación en los primeros 10 días en cartel).
Diego Batlle y Manu Yáñez analizan la nueva película del director de Aquel querido mes de agosto y Tabú, que luego de su estreno mundial en el Festival de Cannes 2024 (Premio a Mejor Dirección) y de un breve paso por las salas argentinas ya está disponible en la plataforma de streaming MUBI.
Análisis de la nueva película del director de No Rest for the Braves / Pas de repos pour les braves (2003), The King of Escape / Le roi de l'evasion (2009), El desconocido del lago / L'inconnu du lac (2013), Rester vertical (2016) y Viens je t'emmène (2021). Lanzamiento en Argentina: Festival de Cine Francés (Abril 2025) y en salas comerciales (Mayo 2025).
<p>Dicho y hecho: la película ha sido \"publicada\" en la web de La Nación (a buen entendedor... pero al menos ahora los interesados pueden saber que discutimos aquí):</p> <p>Www.lanacion.com.ar/1694659-el-dialogo-la-pelicula-de-graciela-fernandez-meijide-y-hector-ricardo-leis</p>
<p>Raul: le agradezco las felicitaciones, pero como usted dice \"me hace sentir incómodo\" (aunque tampoco \"muy incómodo”) que en vez de aportar algo a la discusión se detenga usted en un par de palabras en inglés...: podría explicarle el uso que tienen en cada caso (aunque alguno es tan obvio como que no escribo “solamente para los que saben ese idioma”), pero no tiene sentido cuando usted ya juzgó que “es un toque buscado para hacerte notar entre los que nunca te leerán (y que parece un estúpido rebuscamiento para los que puedan apreciar tu trabajo)”. Ni una cosa ni la otra. La “pavada” no es solo “propia de la progresía superficial”, ni se expresa en “el uso de términos abstrusos para el castellano”. Piénselo. Ciertamente existe una “frivolidad del lenguaje”, asociada –claro- a una frivolidad del pensamiento: de hecho, plantear una suerte de defensa del idioma (“que por otra parte es el nacional de nuestro país, mucho más rico en expresiones que el inglés”) es una acotación no solo banal (la sinonimia no es sinónimo de riqueza, como nos enseñó Borges) sino lamentable en este contexto (porque se presta precisamente a la burla de los felices espectadores de engendros como “El olimpo vacío”, que frente a ese discurso erroneamente nacionalista se sienten redimidos en su supuesta apertura mental).</p>
<p>Nicolás:</p> <p>Sesudo y buen análisis. Felicitaciones.</p> <p>Sólo me hace sentir incómodo (muy incómodo) que en tus ideas, bien desarrolladas, fundamentos y exposición final, aparezcan salpicadas palabras, expresiones y demás en idioma inglés. Con un idioma, que por otra parte es el nacional de nuestro país, mucho más tico en expresiones que el inglés es necesario usarlas o sólo una frivolidad del lenguaje que no aparece en tus ideas Dudo que en tu trato cotidiano con la mayoría de gente a la que querrás llegar con tu mensaje, necesites usar el inglés para hacerte entender. ¿Escribís para la mayoría o, solamente, para los que saben ese idioma? Es un toque buscado para hacerte notar entre los que nunca te leerán (y que parece un estúpido rebuscamiento para los que puedan apreciar tu trabajo).</p> <p>Tus ideas merecen algo mejor que la pavada de la progresía superficial expresada en el uso de términos abstrusos para el castellano. Pensalo y repito la felicitación.</p>
<p>Increíble texto. Me irritan aquellas personas que, como primer acción, buscan la agresividad, el insulto o la palabrería gratuita frente a todo discurso que no acompañe al grupo de opiniones que salgan de \"El diálogo\" (paradójico título). Cuál sería la función de un discurso, en este caso audiovisual cuál era la idea de los cineastas No comprendo la falta de inteligencia y la ausencia de debate de ciertas personas que no puedenno quierenno deben ingresar a una discusión de altura donde el mismo producto pudiera enriquecerse y colaborar con el mismo documental. Claro, en este caso hay una línea marcada y este film no tolera una crítica ajena a su ideología; pero la falta de tolerancia de ciertas voces deja muchísimo que desear en este ámbito. Una pena que, aún hoy, haya gente que se enamore de su propio discurso y no pueda complejizar (o al menos distanciarse con curiosidad) de su propio punto de vista.</p> <p>Te felicito por el texto Nicolás, es completamente necesario.</p>
<p>Es importante no solo no abstenerse, sino tampoco aguardar su estreno, porque probablemente no lo tenga en términos formales (ni siquiera en los cines del CCSan Martín, adonde fue \"El Olimpo vacío\" el año pasado, y aun así sin generar críticas): sospecho que van o bien a pasarlo directamente por medios ligados a la ciudad (como innecesariamente sugirió un espectador en el estreno), o lo subirán directamente a la red para intentar \"viralizarlo\".</p>
<p>Hola Cinefilo. La extensión de la crítica no me permitía explayarme (pensemos que las críticas de festivales suelen ser mucho más cortas y acotadas) como sí en un texto de debate. No me parecía que pudiera favorecerme, sí, hacer una crítica corta en la que no pudiera ampliar conceptos e ideas. Cuando se estrene creo que podré hacerlo, sobre todo porque no es un tema cerrado a un momento. Y sí, cambia completamente hacer una crítica con una semana o mes de diferencia que ver una película una noche y escribir a los quince minutos para que se publique al otro día. Gracias.</p>
<p>Igual José no veo por que se abstuvo de hacer una critica ¿acaso le iban a bajar linea su opinion sobre la pelicula o proyeccion, cambió significativamente ahora que no esta en caliente?</p> <p>No le veo mucho el punto la verdad a la no critica, salvo el de no exponerse.</p>
<p>Efectivamente, esa es la reacción habitual. Y conste que dejé de lado los tuits agraviantes: Raffo usando su insulto favorito –“mogólico” –, o una ignota tuitera parte del clan de linchadotes virtuales que me llama “reventado hdp”: estos son los “dialoguistas”... Lo que sucede es que entienden “el diálogo” como se muestra en la película: como una mutua palmada en la espalda entre los que piensan como ellos, y a los demás el linchamiento virtual o simplemente el ninguneo (cuando directamente pueden ni molestarse). Justamente lo que suelen criticar… Y esa contradicción no les mueve un pelo: en algunos por hipocresía, pero quiero creer que en otros por simple ceguera. Lo que en ningún caso los disculpa, porque cuando se vuelve una constante ya no se trata de mera confusión, sino de una postura militante. Sería bueno que al menos la asuman abiertamente, en vez de disfrazarla de ecumenismo. rnBaste citar como al menos lo hace una nota del portal de Jorge Asís, donde se hace una breve reseña de los textos “reaccionarios” (como si fuera algo bueno, claro), entre los que incluye los de Leis: http://www.jorgeasisdigital.com/2014/03/31/la-guerra-privada-y-la-sociedad-rehen</p> <p>Recordemos que tanto Leis como Meijide no son \"voces que claman en el desierto\": han sido publicados por la poderosa editorial Sudamericana, gracias a Pablo Avelluto (coproductor de “El diálogo” junto con el gobierno de la ciudad). Avelluto es también una suerte de “converso”: pasó de formarse en el club de cultura socialista (y dar clases sobre Benjamin en la UBA, en las que yo fui alumno…) a lograr que esos libros que ninguna editorial seria publicaba (y que parecían confinados a las ediciones del Círculo Militar) como “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña o “La otra cara de la verdad” de Nicolás Marquez, transmutaran en los best-sellers de Ceferino Reato, el Tata Yofre o el procezxado Massot. El más reciente ejemplo es uno fimado por Carlos Manfroni. y Victoria Villarruel titulado “Los otros muertos” (es decir, que ya desde su título propone la otredad de la muerte…: pero hay “otros” muertos o hay más bien “otra” muerte que ni siquiera tiene ese nombre, llamada “desaparición”). La misma nota en el blog de Asis dice que dicho libro “se inicia con el razonamiento típico de los revisionistas que reclaman la imposible equiparación. E incluye, en su primera parte, las selectivas historias de fácil conmoción, que ilustran la obviedad del propósito.”rnLa obviedad del propósito es la de volver a la teoria de los dos demonios y al “clamor” por enterrar los setenta, cuya finalidad era y es la amnistía para los “presos políticos” (que Menem otorgó por mucho menos). O sea: ya no estamos discutiendo sobre la pobre visión del mundo de (la película sobre) Sebreli, sino por la consecuencia en los hechos de ese reduccionismo falaz y fatal que se hace del tema (incluidos muchos simpatizantes del gobierno, claro). Y este tema no da para la banalización habitual que se acostumbra a tener via twitter. Espero que los críticos (y no solo los de cine) tengan algo que decir al respecto.</p>
<p>Mirá Nicolás, muchos de los que elogiaron el film sólo esperan más elogios para sumarlos a la canasta. Y está más que claro que fue un acto político, hablo de la función de \"El diálogo\", función en la que estuve pero sí, me abstuve de hacer una crítica para el medio en el que estaba acreditado. No por autocensurarme sino porque prefería dejar decantar algunas \"calenturas\" que tuve al verla y más aún con algunos comentarios que escuché de manera inevitable, sumado a los del día posterior: los tuits del senador Sanz (quien ahora es un paladín de la república y desfila, por ejemplo, en los programas de la radio oficialista porteña) o los comentarios de la reaccionaria y diputada Laura Alonso. Espero que en el momento que se estrene sí poder hacer un buena lectura de esta película, la cual seguro será muy parecida a la que vos escribiste. Raffo, junto al mencionado Noriega, efectivamente creen que el progresismo nació en 1973 y tuvo en rebrote exactamente treinta años después. Sólo voy a decir que si una película llamada \"El diálogo\" con dos personajes (uno que habla y el otro que asiente) pero estos dos personajes tuvieran al menos una pizca de peronistas, marxistas... militantes en definitiva... lo primero que dirían (cualquier crítico de la legión de El Amante): \"Ya desde el vamos te estafan, el film se llama El diálogo y lo que no hay precisamente es diálogo\". Es lo que pretenden todos estos pichones de Quintín y Noriega, no discutir sino que les \"asientan\" las opiniones y si vos decís algo, levemente, distinto es que \"VOS no entendiste nada, me voy a escuchar a Frank Sinatra, adiós\", lo que es el equivalente \"adulto\" de \"naaaaa nanaaaa no te escucho, no te escucho\" No esperés Nicolás respuestas adultas, tan sólo pavadas como las de Raffo. Todavía hay una que sigue llevando el alias en su cuenta de Twitter por la discusión del Festival de Mar Del Plata.</p> <p>Saludos.</p>
<p>Le agradezco José, pero desde ya espero que los que tengan algo que discutir también lo hagan. Digo esto porque me comentan que en twitter ya salieron los de siempre con lo de siempre: que escribo mal, que los paréntesis, que bla bla… Ni un solo argumento sobre el fondo de la cuestión, aunque en diversos medios (e incluso aquí en estos comments) tienen un generoso espacio. Pero es natural que prefieran seguir encerrados en su bunker refunfuñando su rabia habitual, sin hacer el menor esfuerzo por pensar al que no piensa como ellos. Algo que, como puede verel que haya llegado hasta aquí con la lectura, intento hacer…Cito: “Tptuit” –Raffo– se pregunta si debe leer esta nota aunque sea por “morbo” (es una pregunta retórica, claro), y “Carlota Valdez” –Karstulovich– dice lacónicamente \"acto 3\" (vaya uno a saber qué y como cuenta el crítico que valientemente ataca a los bodrios oficialistas y se infla ante cualquier bodrio que huela a antiká). El que al menos articula un par de frases es el director –como “Juan Cristonomo”– que tuitea: “Este pibe tiene razón. Es fruto del triunfo del Bien. Yo soy de ‘la derecha’. No tuve tanta suerte en la vida”. Permítanme detenerme en él:</p> <p>1) “Este pibe” no solo tiene nombre, sino también la altura como para llamarte por el tuyo, aunque pocos lo conozcan o hayan visto tus películas (a las que no dejo de designar con ese nombre, cuestionado hasta por el favorecedor Raffo).</p> <p>2) Tu triste ironía habla no solo de tu poco don de gentes, sino de que ni siquiera pensás un poco lo que decís: mi “tanta suerte en la vida” no se la deseo a nadie, porque no fue precisamente ”fruto del triunfo del bien” sino de esas fuerzas a las que proponés “perdonar” (incluido Leis). Nuestro único triunfo (y ese colectivo al que me refiero no es el kirchnerismo, al que ustedes reducen todo en su afán opositor, sino esa parte de la sociedad argentina que luchó contra la impunidad desde que se dictaron esas leyes infames, derogadas con la aprobación de todo el arco político… salvo por la derecha, claro) fue haber obtenido un poco de la justicia que pedimos por décadas, y sin que haya habido ningún “linchamiento” ni justificaciones como las que solés enarbolar graciosamente.</p> <p>3) No se donde andabas vos en los noventa mientras nos cagaban a palos (literalmente) por pedir justicia, pero está claro donde estás ahora: junto con todos aquellos que enarbolan el mismo discurso de siempre sobre el “perdón” (o sea la amnistía, para decirlo sin eufemismos). Se entiende entonces porque te duele tanto que se te identifique como parte de la “derecha” (y no retuiteés los saludos de Cecilia Pando): no te pasa solo a vos, sino a buena parte de ese “antiprogresismo” que no puede definirse de otro modo porque ni siquiera tiene la valentía de no ser hipócrita. Lo curioso es que parece molestarles más la palabra \"derecha\" que las cosas que hacen como para que les quepa fácilmente el sayo.</p>
<p>No puedo hacer más que felicitarte por tan extenso y crítico texto que has escrito, Nicolás.</p>