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CANNES 78

Festival de Cannes 2025: crítica de “Drunken Noodles”, película del argentino Lucio Castro (sección ACID)

El director de Fin de siglo (2019) comenzó 2025 con todo: estrenó en la Berlinale This Death, con Mia Maestro, Lee Pace, Philip Ettinger, Rupert Friend y Gwendoline Christie, y solo tres meses después presentó en Cannes su tercer largometraje.

Publicada el 18/05/2025

Drunken Noodles (Estados Unidos, Argentina/2025). Guion, edición y dirección: Lucio Castro. Elenco: Laith Khalifeh, Ezriel Kornel, Matthew Risch y Joel Isaac. Fotografía: Barton Cortright. Sonido: Robert Lombardo. Música: Robert Lombardo y Yegang Yoo. Duración: 82 minutos. Estreno mundial en la sección ACID.

Drunken Noodles me hizo recordar por momentos a El desconocido del lago, del francés Alain Guiraudie, por más que en el film de Castro en principio lo urbano se imponga por sobre el contacto con la naturaleza y no haya un misterio policial de por medio. Lo que une a ambas películas tiene que ver con la forma natural, jamás impostada, con que se expone el deseo, se muestran los cuerpos, se describen los encuentros (casuales, efímeros o algo más estables) entre los personajes. Cine queer sin bajadas de línea, denuncias, solemnidades ni moralejas.

Adnan (Laith Khalifeh), un estudiante de arte, llega a Nueva York para pasar el verano en la casa de su tío, cuidarle al gato y hacer unas prácticas en una galería donde expone un artista bastante atípico y mayor que él al que conoció en el pasado. El protagonista se obsesionará primero por un muchacho que hace delivery en bicicleta y luego por otros hombres, como el citado Iggie. De los parques de la ciudad a una cabaña en medio del bosque en la zona norte del estado de Nueva York, la sensación será la misma: las ansias de exploración y de liberación.

Con un piano sonando de fondo, con pasajes visuales de genuino lirismo (lo poético aquí tiene también algo de onírico), Drunken Noodles es un film que a través de sus viñetas cotidianas fluye y deambula de manera impulsiva y caprichosa, sin buscar un eje preciso ni un objetivo determinado para constituirse, en definitiva, en una reflexión de espíritu lúdico y casual sobre el arte, el sexo, los viajes, la fugacidad del amor y la búsqueda de la identidad.

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