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Festival de Cannes 2025: crítica de “Nouvelle Vague”, película de Richard Linklater (Competencia Oficial)
En la quinta jornada del festival llegó ese gran film que tanto estábamos esperando: una oda al cine y la cinefilia de la mano de un director de la talla del creador de la trilogía Antes del amanecer / Antes del atardecer / Antes de la medianoche y Boyhood: Momentos de un vida.
Nouvelle Vague / New Wave (Francia/2025). Director: Richard Linklater. Elenco: Guillaume Marbeck, Zoey Deutch, Aubry Dullin, Bruno Dreyfürst, Benjamin Clery, Matthieu Penchinat, Pauline Belle. Guion: Holly Gent y Vince Palmo, adaptado por Laetitia Masson y Michèle Pétin. Fotografía: David Chambille. Edición: Catherine Schwartz. Duración: 105 minutos. Estreno mundial en la Competencia Oficial.
Tras haber estrenado hace apenas tres meses Blue Moon en la Competencia Oficial de la Berlinale, Richard Linklater hizo lo propio con Nouvelle Vague en la sección principal del festival más importante del mundo. Y haber visto esta película que en parte transcurre durante el Festival de Cannes (hay varias escenas ligadas al estreno de Los 400 golpes, de François Truffaut, en la edición de 1959) en una de las salas del Palais que se llama Bazin (uno de los teóricos, ideólogos, patriarcas y profetas del movimiento cinematográfico más importante de la modernidad) tuvo algo de místico y conmovedor.
Había muchas maneras de que Nouvelle Vague saliera mal (que fuese ridícula, o pomposa, o aburrida o demasiado reverencial), pero sabiendo que detrás del proyecto estaba un director sensible y cinéfilo como Linklater nos daba ciertas seguridades. El resultado es un film alegre y vital que celebra la audacia, la osadía, lo artesanal, lo autoral y la aventura de hacer cine con más ganas e ingenio que dinero.
Tras un prólogo en el que nos acercamos a la cinefilia parisina con epicentro en la redacción de la revista Cahiers du Cinéma (en determinado momento los visita y les da un discurso un tal Roberto Rossellini), aparece la figura de Jean-Luc Godard (notable composición de Guillaume Marbeck), quien está desesperado por debutar en el largometraje, sobre todo porque sus compañeros de ruta y de batallas (François Truffaut, Claude Chabrol, Jacques Rivette) ya lo habían hecho.
Y así comienza la épica de filmar Sin aliento / À bout de souffle con Georges de Beauregard (el gran Bruno Dreyfursft) como productor, un equipo mínimo que tenía como gran aliado al fotógrafo Raoul Coutard (Matthieu Penchinat) que usaba una silla de rueda para los travellings, sin extras (los transeúntes se “metían” en la película), tomando las calles de París por asalto y, claro, con Jean-Paul Belmondo (Aubry Dullin) y Jean Seberg (Zoey Deutch) como protagonistas.
Construido como si fuera un falso making of (hay un fotógrafo que hace un minucioso registro para un futuro especial de Cahiers), el film describe el día a día (se rodó durante 20 jornadas) con el detrás de escena, la trastienda, el color, las anécdotas, las peleas y la particular dinámica de trabajo de un Godard que no le adelantaba nada a los actores para que todo surgiera en el set y, así, no perder inspiración, espontaneidad, naturalidad, fluidez y credibilidad.
Hay algunos personajes que no se parecen demasiado a los reales (como si fuera un concurso de cosplay con algunos participantes muy buenos y otros improvisados) y momentos en que las citas y frases célebres de Godard lucen demasiado forzadas y recargadas, pero en general Nouvelle Vague tiene un aire festivo e inspirador. Uno quiere viajar al pasado para formar parte de esa gesta que cambiaría para siempre la historia del cine, sumarse a esos jóvenes artistas arrogantes y atorrantes dispuestos a romper con el status quo, con una vieja guardia anquilosada, con un cine francés que no los motivaba ni los representaba.
Rodada en fílmico, en blanco y negro, con un aspect ratio de 1:37 y con una textura que remite a la de las películas de finales de los '50 (se incluyen hasta las marcas que solía haber al final de cada rollo para que el proyectorista estuviera atento al cambio), Nouvelle Vague reconstruye a la perfección la París de aquella época y resulta una carta de amor del texano Linklater al cine francés (aparece hasta Robert Bresson), con intérpretes franceses y hablada en francés, un tributo a sus héroes de esa Nueva Ola despojada de cualquier atisbo de solemnidad. El film que tanto necesitábamos en una edición de Cannes donde la gravedad y la crueldad parecen haber arrasado con los aspectos más lúdicos e ingenuos del cine.
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