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Festival de San Sebastián 2025: crítica de “Estrany riu” (“Extraño río”), de Jaume Claret Muxart (competencia Zabaltegi Tabakalera)
Luego de su première mundial en la competencia oficial Orizzonti de la reciente Mostra de Venecia, donde ganó el premio Bisato de Oro de la crítica italiana, y antes de su estreno comercial en salas españolas previsto para el 3 de octubre, se presenta en la competencia más radical de San Sebastián este primer largometraje del catalán Jaume Claret Muxart, egresado de la Elías Querejeta Zine Eskola (EQZE).
Estrany riu / Extraño río / Strange River (España, Alemania/2025). Dirección: Jaume Claret Muxart. Elenco: Jan Monter Palau, Nausicaa Bonnín, Jordi Oriol, Francesco Wenz, Bernat Solé Palau y Roc Colell Moncunill. Fotografía: Pablo Paloma. Edición: Maria Castan de Manuel y Meritxell Colell Aparicio. Música: Nika Son. Sonido: Oriol Campi. Guion: Jaume Claret Muxart y Meritxell Colell Aparicio. Duración: 106 minutos. En la competencia Zabaltegi Tabakalera.
La luz de una puesta de sol sobre los árboles, el agua emborronada de un río caudaloso, la piel algo tostada y suave de un joven, las miradas entre dos chicos que apenas se conocen. Este es el imaginario que propone Estrany riu, debut en el largometraje de Jaume Claret Muxart, cineasta que había trazado un estimulante recorrido con sus cortos, incluyendo uno rodado a orillas del Danubio, Die Donau(2023), que es la misma localización de su ópera prima.
En Estrany riu, el denso río centroeuropeo sirve de paisaje para explorar el descubrimiento del deseo y lo que este moviliza en las relaciones familiares, y sirve sobre todo para que estos temas no se elaboren mediante la evidencia, sino mediante la sugerencia.
Por el Danubio viaja Dídac con su familia: madre, padre y dos hermanos pequeños. Por el camino se van desplegando diversos anhelos y frustraciones. Estrany riu no es una película callada, aunque en algunos momentos opte por un silencio algo extraño. Hay conversaciones; entre ellas, una al borde del río en la que el padre le viene a preguntar a Dídac si le gusta un amigo suyo y afirma que no pasa nada si le gustan los chicos; a lo que el hijo contesta que para su generación eso no tiene ninguna importancia. La película hace suya esta postura. En la manera que Claret Muxart tiene de filmar los cuerpos, las miradas y el paisaje hay también algo generacional.
A lo largo de la película va emergiendo algo latente en Dídac, que observa a otro joven que se va apareciendo; y con quien el protagonista intercambia unas miradas, sin que medie ninguna palabra. A partir de estos encuentros, entre lo concreto y lo fantasmagórico, Estrany riu construye su atmósfera. Si la realidad y lo imaginado se entremezclan, también lo hacen por momentos los puntos de vista, cuando deja de importar qué observa Dídac, y la cámara se fija en qué mira el hermano menor, Guiu, que sigue a Dídac mientras este persigue al misterioso joven con curiosidad. Es decir, el anhelo se revela como algo que se transmite de un hermano a otro. Es más, el deseo se traspasa casi de forma ancestral.
Lo más fascinante de Estrany riu es cómo lo que Dídac experimenta se solapa con algo que su madre vivió años atrás, cuando era joven e hizo exactamente ese mismo viaje. ¿Hasta qué punto esos encuentros los está experimentando el chico o es el recuerdo de su madre proyectado en él?
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