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Festival de Toronto 2025: crítica de “Las corrientes”, película de Milagros Mumenthaler (competencia Platform)
El más reciente film de la talentosa directora de Abrir puertas y ventanas (2011) y La idea de un lago (2016) tuvo su première mundial en el TIFF y luego se proyectará en la Competencia Oficial del Festival de San Sebastián, en el de Busán (Corea del Sur) y en el de Nueva York para finalmente llegar a los cines argentinos el 13 de noviembre.
Las corrientes / The Currents (Argentina, Suiza/2025). Guion y dirección: Milagros Mumenthaler. Elenco: Elenco: Isabel Aimé González Solá, Esteban Bigliardi, Claudia Sánchez, Ernestina Gatti, Jazmín Carballo y Sara Bessio. Fotografía: Gabriel Sandru. Dirección de arte: Ailí Chen. Edición: Gion-Reto Killias. Sonido: Federico Esquerro, Carlos Ibáñez y Denis Séchaud. Productoras: Ruda Cine (Violeta Bava y Rosa Martínez Rivero, Argentina) y Alina Film (Eugenia Mumenthaler y David Epiney, Suiza). Ventas internacionales: Luxbox. Distribuidora en Argentina: Cinetren. Duración: 105 minutos. Estreno mundial en la competencia Platform.
Lina (Isabel Aimé González Solá) es una exitosa diseñadora de moda argentina. Tan exitosa que en la primera secuencia vemos a esta atractiva joven de 34 años recibir un premio en la ciudad suiza de Ginebra. Sin embargo, en medio de los aplausos, se mete en el baño, tira la estatuilla a la basura, escapa del lugar y se lanza desde un puente a las heladas aguas donde confluyen el río Ródano y el lago que da nombre a la ciudad.
Ella es arrastrada por la corriente, pero se salva de milagro y la policía la conduce a su hotel. ¿Qué la llevó a tomar una medida tan extrema y en principio extemporánea? ¿Un simple impulso, un arranque sin motivos o estamos ante un síntoma de un desequilibrio en su salud mental? A partir de ese inquietante y provocador inicio, Mumenthaler nos llevará al doble viaje interno y externo de su atribulada protagonista.
De regreso a Buenos Aires, se reencuentra con su marido Pedro Campbell (Esteban Bigliardi) y con su hija Sofi (Emma Fayo Duarte), de apenas cinco años, y retoma su trabajo de diseñar vestidos para clientas u organizar producciones fotográficas, pero resulta evidente que ya no es la misma que los demás conocían. Está... pero no está. El tiempo se suspende, hay una deriva permanente, tiene la cabeza en otra parte, se desentiende de las actividades cotidianas (hay una escena en la que deja a Sofi bañándose sola y otra en la que se siente desconectada de su pareja durante un encuentro sexual): “Lo rara que estás, como que nunca volviste”, le dicen. Pero el malestar, la incomodidad no es solo mental sino también física, como una picazón que le provoca marcas en el cuero cabelludo.
En medio de sus percances capilares, Lina se reencuentra con una vieja amiga peluquera, quien la somete a muy particulares tratamientos. Sin embargo, el proceso de disociación, bloqueo y errancia continúan en una especio de descenso a los infiernos íntimos que es mejor no adelantar. La directora de Abrir puertas y ventanas y La idea de un lago da indicios cada vez más extraños, enigmáticos, alucinatorios, aparecen otros nombres, la realidad virtual y la sensación creciente de que la protagonista -y la película- abordan nuevas dimensiones que la llevan de ciertas certezas iniciales a una creciente fragilidad.
Narrar los efectos externos de una crisis es algo que cualquier cineasta puede hacer con mayor o menor profundidad, pero Mumenthaler tiene la infrecuente capacidad para también indagar con paciencia, elegancia, sensibilidad y sutileza en personajes introspectivos, ensimismados, describir procesos íntimos de angustia en los que hay que hacer un enorme esfuerzo para lidiar con la sobrecarga existencial, con nuevas fobias y viejos traumas de un pasado que vuelve una y otra vez, para finalmente (intentar) reencontrarse consigo misma.
La fotografía de Gabriel Sandru (La idea de un lago, Azor, Polvo serán) es bella pero nunca ostentosa, el trabajo de sonido está lleno de matices y sutilezas, mientras que el uso de una música climática aunque por momentos algo grandilocuente remite en parte a las bandas sonoras de Alberto Iglesias para Pedro Almodóvar. Pero, más allá de los bienvenidos aportes técnicos, el encanto y la fascinación que genera Las corrientes tiene que ver sobre todo con la muy particular sensibilidad y estilo que en sus tres largometrajes dirigidos a lo largo de una década y media (uno querría mayor continuidad en su filmografía) ha desarrollado una directora con mundo y vuelo propios como Milagros Mumenthaler.
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