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Cine argentino

Las falacias de Pirovano

El director de Sábado, Los suicidas, Ocio, Victoria y Las Vegas envió esta columna de opinión en la que rebate los argumentos esgrimidos por el presidente del INCAA, Carlos Pirovano, para justificar su plan de ajuste en el organismo que afecta de forma especial al cine independiente y de autor.

Publicada el 22/08/2025
  • Juan Villegas y Carlos Pirovano

El cine argentino viene siendo uno de los sectores centrales de lo que se ha dado en llamar “la batalla cultural". Aquello de lo que se acusa al cine argentino es que habría sido beneficiario de un apoyo económico, desde el Estado, inmerecido, discrecional e inútil. La frase más explícita de esa avanzada discursiva contra los cineastas tal vez haya sido: “se financia con el hambre de los niños del Chaco”. Nos podemos reír con esto y creer que estamos exagerando, pero hay que recordar que no se trata de una frase repetida solo por twitteros anónimos o fanáticos libertarios sin poder ni responsabilidad. En marzo de 2024, un comunicado oficial firmado por el Ministerio de Capital Humano, mediante el cual se anunciaban importantes recortes en programas del INCAA, cerraba con “se terminaron los años en los que se financiaban festivales de cine con el hambre de miles de chicos”.

Si somos buenos (o demasiado ingenuos) podemos pensar que se trató de una burrada de una funcionaria importante, que tal vez no estuviera al tanto de lo que pasa en el cine argentino. Pero si es el propio presidente del INCAA el que reproduce de forma permanente este mismo punto de vista -repleto de mentiras disfrazadas de revelaciones, falacias amontonadas y datos sesgados-, tenemos muchos motivos para no quedarnos callados. Tenemos la obligación de no quedarnos callados.

Desde hace muchos años, antes incluso de sospechar la existencia de Javier Milei, vengo insistiendo en que nuestro sector se debe a sí mismo y a la sociedad un discurso más sólido y convincente para defender la existencia del INCAA y del fomento público al cine. El mismo fue generalmente corporativo, enfatizando la pertinencia de un derecho adquirido, una petición de principio que evitaba los argumentos. O estos se planteaban de una manera esquemática, como quien repite sus dogmas sin pensarlos. Estábamos perdiendo algo fundamental y no estábamos haciendo mucho para recuperarlo: el sentido común de la sociedad argentina que sostenía que estaba bien subsidiar películas argentinas. Hasta hace pocos años, se podía discutir las formas en que el INCAA debía funcionar, o se denunciaban maniobras de corrupción, pero era una minoría insignificante la que se animaba a decir, con entonación tonta de auto festejo: “si quieren hacer cine, que lo hagan con su plata”. Pero ese consenso empezó a horadarse y rápidamente se dio vuelta. En su momento, no tuvimos el coraje o la lucidez para defenderlo de una forma mejor. No se podía criticar al INCAA, porque eso era “hacerle el juego a la derecha”, no se podía plantear la necesidad de un cambio en la Ley de Cine porque eso podía implicar “levantar la perdiz en el Congreso y que deroguen el fomento”, no se podía hacer denuncias de corrupción porque eso iba a ser aprovechado por los que querrían cerrar el INCAA.

Y así llegamos adónde estamos hoy. Yo sé que esto también pasará y que vendrán tiempos mejores. O no, tal vez solo sea el comienzo de una retirada definitiva del Estado respecto al cine y el final de una época que extrañaremos. Pero también es posible que de todo esto salga algo bueno. Algo nuevo y bueno. Lo que no podemos es hacernos otra vez los boludos y no decir las cosas que hay que decir. Lo que se propone esta nota es enumerar algunos de los planteos que se repiten para atacar al cine argentino y desmontarlos uno por uno. Transparentar cada una de las falacias que se emiten desde el gobierno nacional, desde parte de la opinión pública, desde algunos medios y desde el propio presidente del INCAA.


“Para que exista un subsidio, debe existir previamente la contraprestación contra la cual se otorga dicho subsidio”

Escuché a Carlos Pirovano repetir esta idea, con variantes leves, más de una vez. En ningún caso lo plantea como una opinión respecto a lo que él cree que debe hacer el INCAA, sino como algo relacionado a la definición del concepto de subsidio, independientemente de la actividad de la que se trate. No lo dice en base a una ideología liberal (la cual profesa), sino como una definición de lo que significa un subsidio. Sin embargo, busqué distintas acepciones del término y en ningún lado dice que no se puede otorgar y pagar un subsidio antes de que el hecho que lo justifica se produzca. En relación al cine, tiene que ver también con la lógica de financiación de los proyectos, tanto a nivel nacional como internacional. Cualquier coproductor va a exigir una garantía de los otros ingresos que el productor principal tiene asegurados. Es por esa razón por la cual en la mayoría de los países con apoyo del Estado, el subsidio se confirma previamente. Sin embargo, Pirovano insiste en su necedad: “Lo que no podemos admitir es que alguien quiera garantizarse el subsidio antes de hacer la película. Un subsidio es un impuesto negativo a un hecho imponible, que es la propia película. ¿Cómo puedo aplicarlo si esa película todavía no fue vista?”. En una entrevista reciente en el canal de streaming Neura llegó a decir: “Si existiera un subsidio para aquellos que perdieron la vista, vos no podés pedirme el subsidio diciendo: voy a perder la vista”. Una comparación que no tiene ningún sentido.


“Cuando el Estado dice que financia la cultura, lo que hace es financiar la cultura oficial”

Si en algunos (o muchos) casos eso sucedió, no significa que necesariamente tenga que ser así siempre.

Es una de las estrategias discursivas preferidas del gobierno de Milei y también de Pirovano: 

a) Se refieren a un hecho (o algunos hechos) ocurrido durante los gobiernos previos, en los que el Estado actuó en forma irregular o indebida. 

b) Se anula la excepcionalidad de ese hecho y se lo convierte en una regla general.

c) Se concluye (a partir de ese hecho excepcional convertido en regla) que hay que eliminar la medida o el organismo público que permitieron que ese hecho irregular o indebido se produzca.


“En la ley, la vía de subsidio es para cine comercial, lo que se llama vía industrial”

Es uno de los caballitos de batalla preferidos de Pirovano. Lo repite en cada entrevista. Es falso. El artículo 26 de la Ley dice: “El INCAA subsidiará las películas de largometraje cuando contribuyan al desarrollo de la cinematografía nacional en lo cultural, artístico, técnico e industrial.”

La redacción de la ley tal vez no sea del todo claro en cuanto a si lo que se le exige a cada película es que incluya a todos los términos de la enumeración, o si alcanza con que cumpla uno de ellos. El artículo 27 parece sugerir lo segundo: “Se considerarán películas nacionales de largometraje de interés especial: a) las que ofreciendo suficiente calidad contengan relevantes valores morales, sociales, educativos o nacionales; b) las especialmente destinadas a la infancia; c) las que con un contenido temático de interés suficiente, su resolución alcance indudable jerarquía artística.”

Pero incluso admitiendo una interpretación del artículo 24 que considere que una película debe cumplir todos los requisitos nombrados, no se entiende por qué Pirovano insiste en decir que la Ley de Cine propone el subsidio exclusivamente para el cine industrial, excluyendo los otros parámetros. Miente o la desconoce. A mi favor sumo el hecho de que lo cultural y artístico se nombran antes que lo industrial.

En otro momento de la entrevista en Neura, Pirovano dice: “Entonces inventaron los subsidios por otros medios de exhibición. Y no se exigió contrapartida”. Mentira. Ese “invento” en realidad surgió de la modificación a la Ley de Cine de 1994, que fijó un subsidio relacionado al requisito de mostrar la película en una ventana de exhibición distinta a la de los cines. Podía ser la televisión abierta, el cable o la edición en VHS, luego en DVD y más cerca en el tiempo las plataformas digitales. La contrapartida siempre existió. Lo que estaba implícito en esa modificación era la idea de fomentar al cine en su carácter cultural y artístico, al no exigir que esa contrapartida discrimine entre películas industriales y películas artesanales o de bajo presupuesto.

Esa modificación de la Ley de Cine, sumado a los cambios tecnológicos que hicieron más viable la producción de bajo presupuesto a partir del cambio de siglo, ayudó a que el cine argentino viviera el período más notable de su historia. Esto es solo una opinión, no un dato.

Al eliminar los anticipos de subsidio y, a la vez, establecer requisitos más difíciles de cumplir para el acceso al subsidio por otros medios, la gestión de Pirovano anuló la posibilidad de cierta previsibilidad de recuperación de inversión para muchos de los productores. Es un formato solo previsible para los que tengan acuerdos con plataformas. El resultado será una menor diversidad del cine argentino, precisamente una de las características más destacables de las últimas tres décadas.


“Se subsidiaban películas que no veía casi nadie”

Es cierto. También se subsidiaban películas que se exhibían y ganaban premios en los festivales de cine más importantes del mundo, o que ayudaban a consolidar la carrera de directores que luego eran reconocidos por parte de la crítica internacional más exigente. Sus filmografías fueron y son motivo de estudios académicos y críticos y han contribuido al desarrollo del lenguaje cinematográfico en los últimos 30 años.

Estoy de acuerdo en que en algún momento se debió pensar si convenía subsidiar tantas películas por año y no pensar otro esquema, tal vez más restrictivo pero más saludable para el ecosistema audiovisual y más robusto para las propias películas. Ese era un debate necesario. Sin embargo, negando la posibilidad de tener esa discusión, se pasó, de una forma brutal, de un posible exceso de películas subsidiadas a la casi inexistencia.

Recién hace pocos meses, luego de más de un año y medio de gestión, se anunciaron los primeros ganadores de concursos, en una cantidad muy reducida. Mientras tanto, la vía de subsidios, de acuerdo a la nueva reglamentación, está pensada para la vía industrial, coherente con lo que piensa Pirovano. La pregunta sería entonces: ¿Por qué se indignan con los subsidios a las películas independientes y casi nadie se ofende porque se paguen subsidios a productoras poderosas, para hacer películas con ambición comercial, en muchos casos financiadas por las plataformas de streaming globales?

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