Críticas
Ahora son 13, de Steven Soderbergh
Placeres endogámicos
La experiencia de ver esta tercera entrega de las aventuras de Danny Ocean y su clan es como ser testigo de una fiesta con gente muy ingeniosa y divertida a la que uno no fue invitado. Irrelevante, efímera, superficial, puede verse -en el mejor de los casos- como un placer culpable (para aquellos que obtengan placer con ciertos juegos masoquistas) o como quien asiste al desfile de estrellas por la alfombra roja del Oscar.
Estreno
02/08/2007
Publicada el 30/11/-0001
Algo de eso (no digo que sea para tanto) hay en toda la saga de La gran estafa y, especialmente, en esta tercera entrega aquí rebautizada Ahora son 13. Soderbergh y sus "chicos" (aunque varios ya están cerca o más allá de los 50) se ufanan de lo divertido que les resulta la experiencia de filmar juntos estos livianos y superficiales exponentes del cine basados en las trampas, las confabulaciones y los engaños pergeñados por el clan liderado por Danny Ocean (George Clooney). El problema es que raramente ese desenfado, ese placer colectivo (y claramante endogámico) se alcanza a transmitir al público, que parece estar asistiendo, en cambio, a la televisación -eso sí, con colores saturados y todo el virtuosismo del que suele hacer gala Soderbergh- desde la alfombra roja de los Oscar o de los Globo de Oro, con un desfile incesante de grandes estrellas guiñando el ojo a la platea o sonriendo para las cámaras.
Los buenos muchachos se autoproclaman amigotes, filman rápido, no exigen trailers ni un séquito de asistentes como sí lo hacen en otras producciones, pero engrosan (y mucho) sus billeteras (Clooney, por ejemplo, es también productor ejecutivo). En pocas semanas, tienen lista una película de dos horas que, en este caso, se reduce a destripar al malvadísimo Willy Bank que encarna con toda la pompa y el sobredimensionamiento de un mito viviente Al Pacino. Bank (lindo apellido para un multimillonario) es un déspota y un megalómano dispuesto a todo (y cuando se dice aquí a todo es a TODO) para apoderarse del casino top de Las Vegas que, en verdad, debería estar en manos del "bueno" de Reuben (Elliott Gould), mentor de Ocean y los suyos. La banda, entonces, planifica todo para arruinar a este ricachón insensible que parece un Donald Trump desbocado.
Así están las cosas en este mundo de las grandes estafas (otro buen título para una película que promete mucho más de lo que finalmente entrega). Ya sé, a muchos espectadores les basta con ver todos juntitos y en plan seductor a George, a Brad, a Matt y compañía. Pero, para eso, al menos yo prefiero comprarme una revista.
En verdad, Ahora son 13 no es una mala película: es intrascendente, banal, superficial, efímera. Se puede disfrutar, en el mejor de los casos, como un placer culpógeno, como una broma no demasiado malintencionada. Pero a mí, como escribía al principio, nunca me gustó ver cómo los piolas del colegio se divierten entre sí ni espiar la fiesta que los demás organizaron sin siquiera dignarse a invitarme. Ese "placer", que para mí tiene mucho de masoquismo, se los dejo a otros.
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