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Tres críticas de Naomi Campbel: No es fácil convertirse en otra persona, de Nicolás Videla y Camila Donoso (Talent Press)
Estas reseñas fueron concretadas en el marco del taller de crítica y periodismo del 9º Talents Buenos Aires.
Reseña #1
Por Yuraima Herrera Medina
Una mujer en el cuerpo de un hombre, una religión que absorbe otra, una mirada dentro de otra y un país en otro país producen un efecto de dualidades enfrentadas que remiten a las cajas chinas en esta propuesta que los chilenos Nicolás Videla y Camila Donoso construyen también sin delimitar el género entre documental y ficción.
Este film de 80 minutos a través de una cámara subjetiva, predominante en el documental de observación, relata la historia de Paula Yermén Dinamarca, transexual que habita en un barrio pobre de Chile y trabaja leyendo las cartas del tarot por teléfono, cuyo sueño es operarse para cambiar de sexo porque se siente y vive como una mujer.
En esa búsqueda “para ser perfecta desde el cuerpo”, ella acude a un médico que le dice que en ese país “nada es gratis”, dando cuenta de que su principal problema es el dinero, por lo que decide postularse a un reality show de televisión que promete cumplir con su anhelo. Estos elementos, junto con fragmentos grabados de un televisor, muestran una realidad de la actualidad chilena en la que el mercado marca la pauta mientras se palpa el recuerdo melancólico de Salvador Allende.
Otra mirada aparece a través de los ojos de la misma Yermén, quien con una cámara casera graba su entorno en primera persona mientras narra lo que ve o mantiene una conversación con su pareja, lo que dialoga con la cámara de los realizadores mediante la inserción de estas escenas con otra textura y produce un sentido de acercamiento y humanización con la protagonista.
El sincretismo de sus creencias religiosas aparece frecuentemente en escena, representado principalmente por un altar y la base de un enorme árbol talado, donde solicita ayuda con su operación. Recita: “Recibe las plegarias de esta mala persona, de esta mala hija, la Yermén”, palabras dedicadas a su virgen pero que aluden al estigma que le impone la sociedad por su identidad sexual, visibilizado también en la sala de espera de un consultorio médico a través de los gestos y risas de las personas que la escuchan conversar con una inmigrante colombiana.
Naomi Campbel… es una búsqueda que experimenta con el lenguaje cinematográfico para describir las contradicciones de una historia dolorosa, balanceándose entre la realidad y la ficción. Aunque por momentos esta ambigüedad no funciona, es un largometraje que se compromete con un tema que sigue sin respuestas e innova en su propuesta de realización.
Reseña #2
Por Andrés Rodelo
Si Tony Manero (2008), la película del chileno Pablo Larraín, tenía como epicentro el relato de un hombre obsesionado con ganar un concurso televisivo como imitador del personaje protagonista de Saturday Night Fever / Fiebre del sábado por la noche (1977); la también chilena Naomi Campbel (2013), dirigida por Nicolás Videla y Camila Donoso, prosigue la línea de este concepto al narrar la historia de un transexual afrocolombiano que sueña con participar en un reality show para someterse a una operación de cambio de sexo que le haga parecer como la célebre modelo.
La filosofía del ‘quiero ser como…’ está presente en las dos obras. Esa idealización de un modelo de conducta -bien sea ficticio o real- plantea un renacer para ambos personajes, quienes de esta manera pretenden escapar de una realidad que los oprime: por un lado, la represión de la dictadura chilena y, por el otro, el peso de los valores tradicionalistas del barrio capitalino La Victoria, en donde transcurre la película de esta pareja de directores.
Pero la Naomi Campbel del film es solo un personaje secundario. Yermén, otro transexual que atraviesa por la misma situación, es aquí la verdadera protagonista. Como su compañera (o), Yermén ha establecido una identificación platónica con un ser inalcanzable, aunque su caso es un poco más provocador: cuando se encomienda con devoción a la Virgen María le pide que cumpla su deseo de ser mujer. Es decir, su deseo de ser como ella.
De hecho, si tenemos en cuenta que Yermén lee las cartas del tarot por teléfono, haciendo las veces de una guía que escucha las inquietudes existenciales de sus clientes y que vaticina acontecimientos futuros, la teoría de la Virgen cobra más fuerza aún.
De entrada la idea de bautizar la película con el nombre de un personaje secundario se perfila como un aviso de lo que vendrá a continuación, pues Naomi Campbel gravita en torno a un concepto nada convencional que presta más atención a los elementos circundantes de la trama central y menos a una estructura lineal que determine el desarrollo de la misma. Es así como la narración salta dispersa de situación en situación, sin trazar una unidad continúa.
El anhelado cambio de sexo de Yermén es interrumpido por otra serie de acontecimientos, que desvían la atención de lo verdaderamente importante. Todo esto acompañado de una cámara que explora con libertad los componentes de la puesta en escena, mientras que los personajes interactúan fuera de campo. En este sentido, la atención también se la lleva el entorno.
En definitiva, resulta interesante el espíritu alegórico de la película, al igual que el deseo que tiene la protagonista por afirmarse sexualmente en el mundo, a pesar de lo deparado por su naturaleza. Pero su autoconsciente y caótica narración perjudica el conjunto, dejando la impresión de que el ejercicio de estilo propuesto no funciona como debería.
Reseña #3
Por Gabriela Sandes
Yermen es una verdadera heroína de las márgenes: transexual, mestiza, esotérica, devota de la Santa Sara del Mar (patrona de los gitanos), tiene una vida modesta en las afueras de la capital chilena y trabaja leyendo el destino de clientes telefónicos en las cartas de tarot. Naomi Campbell: no es fácil convertirse en otra persona viene comprobar que los temas se renuevan a lo largo de los años, pero la estructura narrativa del viaje de héroe sigue potente y dinámica, aunque en obras experimentales.
Película de graduación de los jóvenes directores chilenos Nicolás Videla y Camila Donoso, la obra tiene espacio para altos vuelos, sea por recursos como el del lenguaje híbrido que hace dialogar ficción y realidad de forma poética y orgánica (docudrama), sea por la fuerte presencia de Paula Yermén Dinamarca, actriz que se interpreta a si misma de forma magistral, o sea por la delicadeza en tratar un tema tan complejo y actual.
A lo largo de un bien definido arco dramático de tres actos que presenta lo ficcional intercalado por imágenes reales filmadas por la propia actriz/protagonista en momentos de devaneo, la historia se desarrolla a partir de la obstinación de Yermen en lograr, como ella misma lo define, “reinventarse totalmente”.
Lo documental nos lanza a un doloroso flujo de pensamiento de la protagonista, cargado de resentimiento y melancolía hacia el “mundo testosterónico” que la rodea y oprime, en una dictadura moral que está lejos de terminar en Chile, aunque a todos les parezca que los tiempos son otros. Por ciertos momentos, sus reflexiones rozan la misandria, a la vez implacable y delirante.
En esta búsqueda ciega por realizar la fantasía de transformación mágica de su realidad -de género, de trabajo, de vivienda, de ser-, pone en práctica distintas estrategias. La primera, de ofrecerse a un médico como conejillo de Indias de alguna experiencia científica para financiar su vaginoplastía, lo que resulta infructuoso. La segunda, de exponer su experiencia en un reality show y ganarse la cirugía como premio.
El título de la obra puede sonar raro, al principio, por remitir a un personaje secundario y de pocas apariciones: una mujer que también desea transformarse en otra persona, más precisamente en la top model que le da nombre a la película. Pero dramáticamente funciona como el doble de Yermen, alguien en quien ella se espeja y se reconoce durante su tortuoso camino de autoconocimiento. Al mismo tiempo, trae la carga simbólica de un ícono mediático contemporáneo que supuestamente representa femineidad, belleza y prestigio; es decir, todo lo deseado por la protagonista para su vida.
En sus palabras, se define como “rara, pero no mala” y ubica la especie de mutilación voluntaria que persigue como el punto que definirá el antes y el después de su camino, llevándola no sólo a un nuevo nacimiento sino incluso a una redención extraordinaria.
Pero la vida, aunque la ficcional, sigue una lógica distinta a nuestros ideales de futuro. Y el viaje de Yermen la conduce a rincones y laberintos imprevistos de sí misma, resultando en otra redención, quizás menos colorida, pero más lúcida y conciente.
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