Festivales
Vicios y virtudes de Wong Kar-wai
La Berlinale abrió con The Grandmaster, el esperado regreso del gran director chino-hongkonés al cine de artes marciales con la historia del mítico Ip Man, maestro nada menos que de Bruce Lee. El film -cuya idea se le ocurrió a WKW cuando rodaba Happy Together en la Argentina- es un retorno, en cierto sentido, al estilo ya clásico patentado por el creador de Con ánimo de amar, aunque con elementos que remiten a Erase una vez en América, de Sergio Leone, Ghost Dog: El camino del samurai, de Jim Jarmusch; y Las flores de Shanghai, de Hou Hsiao-hsien. Una película capaz de fascinar y fastidiar al mismo tiempo, pero una sensible recuperación respecto de My Blueberry Nights (El sabor de la noche).
La culpa es de un kiosquero argentino. En la carpeta de prensa de The Grandmaster lo primero que dice Wong Kar-wai es que la idea de hacer una película sobre Ip Man, el legendario maestro de artes marciales de Bruce Lee, se le ocurrió cuando en algún lugar de nuestro país, mientras filmaba Happy Together en 1996, vio una revista en un kiosco con Bruce Lee en la tapa y se sorprendió con el hecho de que todavía siguiera siendo un ícono global. Allí se le ocurrió hacer una film sobre Lee, pero luego, investigando, se interesó más en la figura de Ip Man, uno de los más importantes exponentes de las artes marciales chinas cuya historia recorre varias décadas de la historia política de ese país.
Casi 17 años después de ese "kiosco", Berlín presentó en su apertura The Grandmaster, la película que el director de Con ánimoa de amar hizo sobre esta figura y que le tomó alrededor de cuatro años terminar. Con un estilo que ya podríamos definir como propio -y por muchos imitado-, Wong pone en escena la historia de este hombre a la manera de retazos que conectan entre sí la historia personal, la historia política y, claro, las esperadas y brillantes escenas de artes marciales.
La película arranca con los comienzos de Ip, cuando empieza a hacerse notar en el muy codificado mundo de las artes marciales, sus clanes y sus maestros, para ir creciendo en importancia y sufriendo las consecuencias de los cambios políticos chinos, en el contexto de una muy difusa competencia para ver quién es el "gran maestro" de la especialidad. Pero nada más lejos de Wong que hacer una épica convencional y, digamos, "deportiva": su film es una suerte de ballet, de ópera, donde los personajes giran y danzan entre sí tanto en las escenas "dialogadas" (que no son muchas, una gran cantidad son en cámara lenta y con la clásica voz en off y varios "separadores" que le dan algún sentido narrativo a todo) como en las de acción, que tampoco están organizadas en forma de generar suspenso, sino más bien como demostraciones de diversas técnicas míticas de kung fu.
En ese sentido, el procedimiento tiene algo de pictórico: la acción, el drama, los diálogos, los momentos del film se cierran sobre sí mismos como una versión muy lujosa de una serie de publicidades. Hay algo autosuficiente acerca de las escenas que las hacen, a la vez, poco útiles como organizadoras de un relato y más bien disfrutables en sí mismas. Algo similar sucedía en 2046, pero no en Con ánimo de amar (y en films suyos previos), en los que la reiteración de "motivos visuales" tenían peso dramático.
Wong perdió algo en sus últimos años por su excesivo perfeccionismo, por el hecho de trabajar sus escenas hasta el cansancio. Al escudriñar tanto los elementos por separado termina por desconectarlos a unos de los otros generando un efecto, a la vez, fascinante y reiterativo. El film se vuelve por momentos opresivo en el circular por rostros en interiores tenuemente iluminados, estrategia que hace recordar a Las flores de Shanghai. Pero allí donde Hou Hsiao-hsien trabajaba sobre planos largos, a Wong no hay plano que le dure dos segundos, excediéndose en el uso del ralenti y de efectos visuales de todo tipo.
Estos "efectos", si se quiere, tienen su gracia en las escenas de acción, ya que no están montadas ni contadas para generar tensión sino por su capacidad kinética, por su belleza intrínseca. Salvo un par de escenas en las que Ip y otro hombre compiten contra la bella Gong Er (Ziyi Zhang), la heredera de un maestro de artes marciales que conoce muy bien figuras específicas del estilo "wing chun", el que practican de distinta manera todos ellos, el poder de las escenas no está tanto en su organización narrativa sino en su poder coreográfico. Y funcionan muy bien así.
La relación enre Ip y Gong hará crecer la película dramáticamente hacia el final, y allí uno sentirá que todos los elementos se unen de una manera narrativa y a la vez, digamos, operística, haciendo crecer la película en términos emocionales y ya no como puro espectáculo. Uno de los puntos más interesantes de la película tiene que ver con la idea de hacer un film sobre artes marciales (sobre los artistas marciales) y no de artes marciales, por lo que durante buena parte de la película se habla -casi como en aquel film de Jim Jarmusch Ghost Dog: El camino del samurai o, digamos, en Karate Kid- del significado y los valores que se ponen en juego en el mundo de los maestros del kung fu, con ese tipo de frases que pueden sonar filosóficas o más bien berretas, dependiendo del oído del espectador y de su interés por el deporte de lanzamiento de haikus.
Si uno se queda con la sensación de que la película le recuerda a las escenas de sueños de opio de Erase una vez en América, de Sergio Leone, no es casual. No sólo la puesta en escena tiene en muchos momentos esa cualidad hipnótica, sino que parte de la clásica música de ese film compuesta por Ennio Morricone se usa aquí, casi a la manera de las relecturas que suele hacer Quentin Tarantino... muchas veces con el propio Morricone.
Tengo la impresión de que la película no será unánimemente celebrada, pero tampoco imagino que se la desprecie como se hizo con la mediocre My Blueberry Nights (El sabor de la noche). Es un retorno, en cierto sentido, al estilo ya clásico y patentado de Wong Kar-wai. Algo, siento, se perdió en el camino. Esto que queda, al menos por ahora, sigue siendo capaz de fascinar y fastidiar, muchas veces al mismo tiempo.
PD. Se anunció hoy aquí que la película fue comprada por The Weinstein Company, por lo que no sería del todo sorprendente que terminemos conociendo una versión diferente, con algunos cortes y modificaciones adicionales a los que ya se hicieron para su presentación en Berlín respecto de la que se estrenó comercialmente hace algunas semanas en los países asiáticos..
Más cobertura de la Berlinale por Diego Lerer en nuestro Micropsia
COMENTARIOS
DEJÁ TU COMENTARIO



FESTIVALES ANTERIORES
Diego Batlle elige a las nuevas películas de Richard Linklater, Jafar Panahi, Kleber Mendonça Filho, Kelly Reichardt y Nadav Lapid como sus favoritas de este año.
En el cierre de la cobertura Diego Batlle y Manu Yáñez analizan el palmarés título por título, lo nuevo de Kelly Reichardt, Nadav Lapid, Christian Petzold y Lav Diaz, entre otros films, y hacen un balance general de esta edición 78.
-La sección oficial de la 78ª edición a realizarse entre el martes 13 y el sábado 24 de mayo consta de 73 largometrajes, a los que hay que sumarles los títulos de Cannes Classics (clásicos restaurados y documentales sobre cine) y Cinéma de la Plage (proyecciones públicas al aire libre).
-Además, se proyectarán los 39 largos de las tres secciones paralelas e independientes: Quincena de Cineastas, Semana de la Crítica y ACID.
-La oferta se completa con las distintas competencias y programas de cortos que hay en todos los apartados.
-En este espacio iremos sumando links a todas las reseñas publicadas durante la cobertura del festival. Ya hay 64 disponibles.
La Quinzaine eligió como film de cierre esta ópera prima que ya había tenido buena recepción en el Festival de Sundance, donde ganó el premio a Mejor Guion.
<p>Muy buen analisis del film y la carrera de WKW, un director notable pero que para mi gusto empezó hace unos años a repetirse, casi a autoparodiarse, como si se hubiese quedado sin nuevas ideas. Esperemos que Grandmaster sea la bienvenida recuperación</p>