Columnistas
Vivir y dejar morir: Sobre “After Life”, la nueva serie de Ricky Gervais (Netflix)
Por Sol Santoro y Maia Debowicz
El creador de The Office cambió de rumbo y dejó a muchos de sus fans desconcertados.
"Nunca eres bueno escuchando lo bueno que eres. Pero lo eres. Eres bueno", le dice Lisa (Kerry Godliman) a su marido, Tony (Ricky Gervais), desde la pantalla de la computadora, en el comienzo del primer capítulo de After Life: Más allá de mi mujer. Un video que grabó en el hospital antes de morir, preocupada de que su gran amor no sepa cómo vivir sin ella. Tony observa desde su cama el rostro de su esposa en dos dimensiones, plana al igual que su día a día, confirmando el temor que tanto tenía Lisa. Quien, en un acto de amor post-mortem, se encargó de transmitirle una pequeña guía para poder sobrevivir sin su presencia luego de 25 años. No sabemos realmente cómo fue Tony antes de que perdiera a Lisa, pero la descripción que hace ella sobre su marido no se acerca ni a 10.000 kilómetros de lo que es Tony hoy. Arisco como un gato callejero, todo roto por dentro, el personaje deambula por la calle con mirada esquiva, dispuesto a castigar a quien intente acercarse a él. Muestra los dientes y amenaza con sus garras, incluso con un martillo. Es la impunidad de la tristeza que le da permiso de lastimar al otro, porque cree que nadie puede padecer un dolor más intenso que aquel que él siente.
Producida por Netflix, y dirigida, escrita y protagonizada por Ricky Gervais, After Life generó amores y odios alrededor del mundo. ¿Por qué la nueva serie del creador de The Office provocó largas peleas de sobremesa? Entre otras cosas, porque es una serie que discute los trabajos anteriores de Gervais. El comediante inglés de 58 años muestra un costado distinto al que conocemos, cuestionando su característico rol ácido de Life's Too Short, donde la incorrección política y la crueldad eran ley. Utilizando al cinismo como un puente de complicidad con el espectador. Haciendo de la misantropía un arte. La nueva serie, formada por un elenco de actores y comediantes de culto en el Reino Unido, se ocupa de desarmar a una persona despectiva y neurótica para transformarla en alguien que, por considerado y sensible, no tiene por qué ser estúpido. Es Ricky Gervais vs. Ricky Gervais. Atrás quedó el humor adolescente de David Brent, haciendo juego de manos con un compañero o usando a dos maracas como testículos. Mucho más lejos aún Andy Millman haciendo guiño a cámara en pos de un pacto de burla, o los comentarios hirientes sobre tener exceso de peso en su stand up Gente gorda. En After Life Ricky Gervais arriesga su comodidad y abandona el arnés que lo protege de un posible golpe. Podría haberle salido muy mal, no obstante, el resultado es brillante. La nueva serie de 6 capítulos, que debido al éxito tendrá una segunda temporada en 2020, es un diccionario de la tristeza, y también de la angustia como sentimiento vampírico que se nutre de la poca esperanza que puede correr por las venas cuando una persona asimila una pérdida. Ricky Gervais, a través de Tony, se atreve a sacar del tapete varios temas ríspidos, y da su opinión acerca de ellos de forma descarnada. Sin chistes que alivianen, adornen o disimulen una postura polémica.
After Life gira una y otra vez alrededor de la posibilidad del suicidio. En un principio a través del personaje principal, pero Tony dilata su humilde proyecto porque la mirada de su perra pidiéndole comida lo detuvo. Sin embargo, la idea de matarse funciona como una posible respuesta a su desolación, y también como una amenaza manipuladora hacia los demás. "Matarse debería estar en la moral de cada uno", afirma Tony, invitando a quienes lo acompañan a repensar ese concepto con mala reputación. Un par de capítulos después, la postura de Gervais se consolida cuando Tony ayuda a suicidarse al dealer que le provee drogas para sentir alivio en sus noches vacías. Julian (Tim Plester) también está padeciendo una ausencia, la de su esposa, quien murió hace muy poco por sobredosis. Tony le obsequia la cantidad exacta de dinero que necesita para comprarse los gramos de heroína que le prometan una muerte efectiva. En esa escena cruda y emotiva se condensa gran parte de la esencia de After Life: una honestidad salvaje que por triste no niega lo feliz.
La tragedia no lo ocupa todo: los chistes protagónicos nacen del sumario de notas del diario donde Tony es redactor. Como si retomara el encanto principal de The Office, su personaje trabaja en una oficina, conviviendo con personas frágiles que no escapan a las obsesiones y rarezas. Tony desprecia a sus compañeros y los ridiculiza desde que entra a La Gaceta de Tambury, la redacción del diario local gratuito, hasta que se va de un portazo. Y en medio de tanto desaire, algunas personas del pueblo escriben al medio para que su extravagante historia se convierta en la portada del próximo número del periodico. Notas de color que van de un bebé que se parece físicamente a Adolf Hitler, a una mancha de humedad que presenta el rostro de Kenneth Branagh, pasando por una mujer que prepara yogur con leche materna. Pero, justo cuando la risa nos arrastra a bajar la guardia, la emoción irrumpe con la fuerza de una locomotora: un anciano se comunica con el diario para hacer noticia que cinco personas distintas le mandaron la misma tarjeta de cumpleaños. En un principio compramos la actitud sobradora de Tony, quien desestima que una anécdota tan pequeña y poco atractiva merezca atención. Hasta que el viejito, con las cinco tarjetas en la mano, les cuenta que Denise, su esposa, la luz de su vida recientemente fallecida, estaría muy contenta de que su historia salga publicada en La Gaceta de Tambury. "Aún me deprimo, pero luego la vida me ofrece estas interesantes pequeñeces", agrega, consiguiendo que Tony por un segundo pueda percibir la existencia de un otro. Hace algunos años, Gervais contó frente a una cámara de qué modo fue su proceso creativo como escritor. Al principio, de chico, ambicionaba crear historias sobre lo que veía en televisión: policías rebeldes o vaqueros. Hasta que descubrió que tratar de hacer extraordinario a lo ordinario es mucho mejor que arrancar con lo extraordinario. Eso mismo logra en After Life: que una simple tarjeta de cumpleaños, o cinco, se vuelvan el evento del siglo. O, al menos, un motivo para seguir creyendo en la humanidad.
Los 6 capítulos de menos de media hora cada uno son un estudio donde el personaje irá descubriendo que nadie está ajeno al dolor. Que la vida de las demás personas que nos rodean son igual de penosas que las nuestras. Dependiendo qué lado se mire, pero siempre teniendo en cuenta el alto porcentaje de sufrimiento, problemas y pesares que no amainan. Cada uno intentando convivir con aquello que lo pincha por las mañanas y lo amarga por las noches. Pero también con todas esas razones e instantes que le generan una sonrisa a la hora del té. Porque de eso se trata: del movimiento constante. De la delgada relación entre la vida y la muerte. Entre reir y llorar. After Life expone el proceso de un duelo: el de un hombre que extraña demasiado a su mujer. Pero detrás de esa experiencia, hay otra, más oculta pero doblemente potente. El segundo duelo atraviesa la ficción y reside en la despedida de Ricky Gervais con una clase de humor que hoy ya no encuentra lugar. Un posible desquite con varias ideas expuestas en su stand up Humanity, donde reflexionó de manera tajante sobre los límites del humor. Ofendiendo, en algunas ideas lanzadas, a diversas minorías y colectivos. ¿Es After Life una forma de toma de conciencia sobre los chistes poco afortunados que realizó en su show hace un año atrás?
Sin restarle méritos, la serie puede verse como una operación deliberada, casi de ingeniería, sobre como un humorista puede acomodarse a los tiempos que corren. No solo Gervais cambia el registro, no solo decide mostrarnos los blancos de sus burlas como personas dignas de respeto, no solo nos muestra el alcance catastrófico que puede tener una broma pesada en la vida de algunas personas. Además enfatiza, en palabras, y sin lugar a dudas que esa conducta es reprochable. Como si nos dijera que hay cosas que ya no se pueden hacer, incluso, que ya no quiere hacer. El comediante inglés tan aferrado a sus caprichos busca un nuevo registro, para estos tiempos sensibles, y en el camino, en su ficción, intenta reparar el daño que puedan haber hecho sus chistes. Así el pueblo de After Life termina funcionando como una metáfora de su obra, donde un Gervais maduro e introspectivo va probando tonos y registros, haciéndose cargo de sus fracasos y encontrando a un nuevo Gervais, que busca la complicidad del público ya no en la mofa al otro sino en la empatía con el de al lado, que por patético que le (nos) parezca, también es digno de consideración. Uno puede disfrutar las obras anteriores de Gervais, y también disfrutar (y reírse con) esta. Es Gervais como autor el que blanquea su incomodidad con cierto registro anterior. Y, como hace un artista, crea un mundo donde el cambio de tono, de registro, de estilo, es parte de una historia. After Life intenta responder cuál es el sentido de la vida si la muerte, tarde o temprano, siempre termina ganando. La clave parece estar en animarse a desarmar la propia estructura: así como un evento trágico puede demolernos por completo, quitándonos todo aquello en lo que creíamos y dejándonos en blanco, puede una anécdota cambiar nuestro destino. Sea una tarjeta de cumpleaños o una papa con la cara de Lionel Richie.
Sobre las autoras: El Club de las Cinco nació en julio de 2017 como un proyecto de cinco periodistas, entre críticas de cine y editoras, que buscaban una excusa para hablar de lo que más les gusta. Una vez por semana, entre picadas y vino, Luciana Calcagno, Micaela Berguer, Sol Santoro D'Stefano, Maia Debowicz y Griselda Soriano se reúnen alrededor de una mesa a discutir sobre películas y series con una mirada analítica pero desprejuiciada, seria pero entretenida, informada pero no aburrida.
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En ninguna parte de la nota se menciona la serie Derek, del propio Gervais (y donde también comparte pantalla con Kerry Godliman), por la que ha declarado una especial predilección. De incluirla en el horizonte de realizaciones de Gervais no se llegaría a la misma conclusión del cambio de registro con After Life y su consecuencia de enmienda.
Vean Dereck y van a ver un Gervais en su dramatismo más puro. La escena del perro es terrblemebte dura. Sin así dejaR de mechar la serie con su humor ácido
Y olvidan el personaje del padre, próximo a la muerte. Tomy, a pesar de las visitas, tampoco está dispuesto a aceptarla. Creo que el vínculo con la enfermera, único personaje que no le sigue el juego, es una prolongación de esa Vida.
Muy buen análisis, piensa e indaga en mensajes y detalles de la serie que tal vez pasé por alto. Me encantó la serie. No soy fan de Ricky Gervais, pero con esta masterpiece sumó puntos. Vi el último capítulo sin saber que era el final de serie y quedé mas bajoneado que Tony.
Una gran crítica que describe perfecto el espíritu de esta enorme serie.
A mí me pareció buena. Además los capítulos son cortos y tienen ese sarcasmo e ironías que la hacen más que entretenida, además no es predecible.