Críticas
La nube errante, de Tsai Ming-liang
El sabor de la sandía
Tsai Ming-liang en su versión más desatada y desprejuiciada. Cine porno + romanticismo + alienación urbana. Una fórmula única e imbatible.
No es difícil, de todas maneras, establecer puntos de contacto con el resto de la obra de esta figura insoslayable del cine asiático autoral y, más precisamente, de la nueva ola taiwanesa de los últimos 15 años: la alienación urbana, el humor absurdo, el sexo, el amor obsesivo, la presencia (o ausencia) del agua (aquí suplantada por grandes dosis de sandía en todas sus aplicaciones gastronómicas y eróticas), la noche, los musicales kitsch que parecen regresar de otras épocas, la melancolía, el lirismo y un rigor y una austeridad formal que se sustentan en exquisitos y largos planos fijos. Todo eso está presente en esta película, quizás la más audaz, desprejuiciada, provocadora y delirante de toda su carrera.
Si el estreno de Shortbus despertó la ira de algunos críticos conservadores, no quiero imaginarme qué dirán frente a la propuesta extrema (en todos los sentidos) del director de El río. Hay aquí sexo explícito, y fetichismo, y actores que trabajan en la industria casera de películas condicionadas, y... ¿Estamos, por eso, ante una película amoral, despreciable o censurable? ¿Se trata de otro film ligado al "porno de autor"?
La nube errante es, por lo menos según mi gusto y sensibilidad, una película subyugante, asombrosa, llena de desparpajo y de libertad, que es profundamente romántica y que transmite como pocas la angustia existencial que corroe el alma de los habitantes de las grandes metrópolis. Tiene mucho sexo, es cierto (¡¿y?!), mucha música y mucha creatividad. La vi con público y hay gente que huye durante la larguísima (14 minutos) y provocadora escena final. Para mí se trata del cierre sublime, perfecto para esta épica sobre el amor con el sello de unos de los grandes observadores de nuestro tiempo.
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No es exáctamente una secuela de aquélla. Más bien es la conclusión de un viaje narrativo y estilístico que Tsai Ming-Liang emprendió allá por su segunda película, "Vive l´amour". Lee Kang-sheng no sólo es el actor de todas sus películas, sino que interpreta siempre al mismo personaje, del que Tsai nos narra su evolución (que, no por casualidad marcha pareja a la suya como cineasta).
Otra película de extremo oriente contemplativa, con personajes que se comunican casi sin diálogos, sonido ambiente, planos morosos... ¿será mi obtusa sensibilidad occidental que me impide apreciarla en su totalidad? Me alegra que exista este otro cine pero no me emocionó ni un poquito. Podría haber terminado en cualquier parte de la narración y era lo mismo. Y me atrevo a decir que este cine nos seguirá pareciendo exótico mientras siga llegando con cuentagotas. Quizás para ellos ver una de estas películas sea como para nosotros ver una de Bruce Willis. O una de Palito Ortega (los musicales, deliciosamente camp y ridículos, no hubieran desentonado en una de sus películas).
Para mi Tsai hizo las mejores pelis al comienzo de su carrera y se está agotando, se repite. Sigue siendo un cine interesante, por supuesto, pero el impacto o la novedad ya pasó. Creo que es algo que le ocurre a muchos directores que encuentran un estilo, un sello propio y luego quedan encerrados en eso.
Sí que La nube errante es secuela de Qué hora es allí.<br /> <br /> Lo que pasa que la cronista parece no tener en cuenta la obra intermedia entre ambas: The skywalk is gone, que continúa la historia de Qué hora es allí (la chica que vuelve a Taiwan a buscar al chico que le vendió el reloj pero no lo encuentra). The skywalk termina en el punto exacto donde continuará The wayward cloud: cuando el personaje va a hacer un casting para peliculas porno, empleo que obtendrá en la que mañana se estrena. Y ahí reaparece la chica que lo venía buscando desde dos peliculas atrás.