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Crítica de “Delfín”, de Gaspar Scheuer
Tras su paso por la sección Ecrans Juniors del reciente Festival de Cannes, se estrena esta bella y cristalina fábula infantil que remite en su esencia a lo mejor del cine iraní.
Delfín (Argentina/2019). Dirección y guión: Gaspar Scheuer. Elenco: Valentino Catania, Cristian Salguero, Paula Reca y Marcelo Subiotto. Fotografía: Guillermo Saposnik. Edición: Anabela Lattanzio. Música: Ezequiel Menalled. Sonido: Facundo Girón y Gaspar Scheuer. Dirección de arte: Adrián Suarez. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 92 minutos. Apta para todo público. Salas: 9 (Gaumont, MALBA, Cine Teatro Italiano de Los Toldos, Cine Teatro Municipal Renzi de La Banda en Santiago del Estero, Nuevo Cine Italia de Formosa, Cine Teatro Pico de Gral. Pico, Cine Teatro Sociedad Española de Tafi Viejo, ;Cine Teatro Oberá y Centro Cultural Guido Miranda de Resistencia, Chaco).
Con pocas películas, el cine iraní supo cimentar un género: las películas de chicos protagonistas con una misión, que refieren a situaciones universales y de toda edad. El cine argentino no posee una rica tradición en la materia, pero cuenta con algunos ejemplos notables: Delfín es uno de ellos. Su protagonista, un chico de 11 años, vive muy precariamente con su padre joven en una casilla ajena, derruida, en los suburbios de un pueblo provinciano.
La película muestra el transcurrir de unos pocos días con su rutina diaria: levantarse muy temprano para desayunar en la panadería del pueblo y salir a hacer el reparto matutino en bicicleta. Después el colegio, donde Delfín suele quedarse dormido; y a la salida, seguir a una maestra joven que le despierta una irresistible atracción. Los momentos de felicidad los vive cuando toca el corno francés, una antigüedad que le confía su maestro, y para el cual tiene un oído absoluto. El objetivo de Delfín es participar de una prueba de audición en la ciudad cercana de Junín, y enfrentará con determinación todos los obstáculos que se le presenten.
Con nombre de pez, que evoca el mar y la navegación, y los viajes, las condiciones de vida de Delfín no le corresponden. El nombre se lo ha dado una madre cuya ausencia se hace sentir, y un padre que no comprende la responsabilidad de criar ese hijo que está haciéndose mayor. Si el nombre es una marca, Delfín no existe para vivir constreñido de esa manera.
A partir de esa anécdota simple pero universal, Gaspar Scheuer (El desierto negro, Samurái) construye un film sensible, sin subrayados, y sin caer en soluciones mágicas, siempre deteniéndose a tiempo ante la tentación de estetizar la pobreza. El debutante Valentino Catania imprime veracidad a cada uno de sus planos, bien acompañado por Cristian Salguero en el papel del padre. Pero el Octeto de Schubert suena muy ajeno a esta películas de formación y crecimiento en un paraje pampeano. Aunque tenga un corno entre sus instrumentos. 
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qué buena película, hermosa
Yo la siento como una oda a los sueños o deseos,- solo de la infancia..? que estan destinados a ser probablemente inalcanzados. Pero los esfuerzos invertidos en su cumplimiento resultan escenciales en un aprendizaje de la vida...de aquellas necesidades que tenemos dormidas o por aparecer. En tal sentido la obra de Gaspar Scheuer elige esta vez un calmo, delicado, bello y tierno relato que , obviando antiguos formalismos extremos de su obra -realizadas nueve años antes- encamina su interés a sentimientos más entrañables e intimistas que conmueven profundamente. Todavia recuerdo con cariño, en los inicios de la decada del sesenta, los domingos por la tarde en que nos reuniamos en su casa con Dodi, el padre de Gaspar, para descular los entuertos de las peliculas que veiamos en el Cine Club Núcleo.