Críticas
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Crítica de “The Last Cruise”, documental sobre el caso del crucero Diamond Princess (HBO)
Este miércoles 31 de marzo, a las 22, se estrena en HBO (y queda disponible en la plataforma de streaming HBO GO) este trabajo de Hannah Olson sobre la infección a bordo del gigantesco barco durante los primeros días de la pandemia de Coronavirus.
The Last Cruise (Estados Unidos/2021). Dirección: Hannah Olson. Guion: Lizzie Presser. Música: Daniel Lopatin. Fotografía: Luisa Conlon. Edición: Joe Beshenkovsky. Duración: 40 minutos.
Un crucero es un mundo en miniatura, con su lujo, su ostentación y su simulación de la felicidad, con su diversidad étnica y sus profundas diferencias sociales a-la-Titanic. Y eso es lo que se expone en toda su dimensión durante los primeros minutos de The Last Cruise: turistas disfrutando de las espectaculares instalaciones y servicios del crucero Diamond Princess, mientras los integrantes de la tripulación (muchos de ellos malayos o filipinos) trabajan 13 horas seguidas en las bodegas o como lavacopas y duermen hacinados en diminutos camarotes que tienen la décima parte del de los clientes.
El 20 de enero de 2020 la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre el peligro del virus originado en la ciudad china de Wuhan. Exactamente ese día partió del puerto de Yokohama el Diamond Princess con 2.666 pasajeros y 1.045 tripulantes a bordo para un crucero que recorrería Hong Kong, Vietnam y Taiwán para luego regresar a Japón.
No es spoiler (porque fue tapa de los diarios durante varias semanas) que en el Diamond Princess se produjo el primer gran brote de COVID-19 fuera de China con más de 700 infectados y 14 muertos. El viaje debía terminar el 13 de febrero, pero al llegar de vuelta a Yokohama las autoridades japonesas pusieron a todo el barco en cuarentena y allí comenzó un largo suplicio que duraría casi 40 días: los pasajeros encerrados en sus camarotes, la tripulación (en buena parte ya infectada) trabajando e innumerables idas y vueltas por parte de los equipos de salud que no sabían bien cómo abordar la situación (hay que tener en cuenta que la información en aquellos primeros días era mínima y poco comprobada).
Las diferencias quedaron expuestas desde el inicio de la crisis: mientras los turistas estadounidenses fueron “rescatados” en medio de un impresionante operativo, los trabajadores malayos quedaron abandonados a su suerte hasta que sus súplicas se hicieron virales y generaron una reacción del gobierno de su país.
Lo mejor de The Last Cruise (además del fascinante y aterrador caso en sí mismo, claro) es que está contado a través de los registros que los propios turistas y trabajadores hicieron con sus teléfonos celulares. Es cierto que se incorporaron entrevistas hechas con posterioridad a los protagonistas (víctimas) de aquellos hechos, pero el corazón del documental pasa por las filmaciones íntimas, viscerales, desgarradoras de gente que se había ido a un viaje de placer por lugares paradisíacos y quedó inmersa en un universo de paranoia, angustia, terror (comenzó a circular el rumor de que las autoridades japonesas pensaban hundir la nave con la gente adentro) y momentos de humor negro (en determinado momento en los monitores de la televisión les programan la película Hechizo del tiempo / El día de la marmota / Groundhog Day).
HBO parece haber apostado en las últimas semanas a documentales cortos como este de 40 minutos (duracion similar a la de, por ejemplo, COVID Diaries NYC). Parece excesivamene reducida para reconstruir un caso de las dimensiones e implicancias del de Diamond Princess, pero, aun con sus superficialidades y simplificaciones, The Last Cruise no deja de ser un film valioso, intenso y con una realidad demasiado parecida a ese cine catástrofe y de ciencia ficción apocalíptica que el cine abordó tantas veces y que hasta hace poco nos parecía muy lejana.
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