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Crítica de “Medusa”, de Anita Rocha da Silveira (Quincena de Realizadores) - #Cannes2021
Tras rodar tres cortos (O vampiro do meio-dia, Handebol y Os mortos-vivos) y el largometraje Mate-me por favor (2015), la directora carioca presentó en la Quincena una audaz y cuestionadora película sobre el Brasil actual.
Medusa (Brasil/2021). Guion y dirección: Anita Rocha da Silveira. Elenco: Mari Oliveira, Bruna G, Bruna Linzmeyer, Felipe Frazão, Joana Medeiros, Lara Tremouroux y Thiago Fragoso. Fotografía: João Atala. Edición: Marilia Moraes. Música: Bernardo Uzeda y Anita Rocha da Silveira. Duración: 128 minutos.
En 2019 Gabriel Mascaro estrenó Divino amor, una distopía ambientada en 2027 que mostraba a los evangelistas dominando por completo la escena política y social. Anita Rocha da Silveira transita caminos similares en Medusa, pero con la historia transcurriendo en un Brasil contemporáneo y al mismo tiempo apocalíptico. Y lo hace con una ambiciosa y arriesgada mixtura entre una sátira bien negra, el relato de iniciación juvenil, el musical kitsch con muchas CGI y el cine de terror no exento de sadismo.
La directora de Mate-me por favor narra la historia de Mariana (Mari Oliveira), una joven que participa del grupo Las Preciosas (coros y coreografías) en la iglesia de un pastor de discursos extremos. Pero no solo eso: ella también forma parte de una pandilla de chicas que cada noche (con sus caras tapadas con caretas) salen a golpear a “pecadoras”, “putas” y “feministas”, desfigurándoles los rostros, obligándolas a pedir perdón y a jurar que enderezarán su rumbo respetando la palabra del Señor (los videos de los ataques suelen viralizarse luego en redes sociales). También se muestran los entrenamientos de milicias masculinas listas para entrar en acción. La reacción conservadora argenta, un poroto.
Ya desde la primera escena (con el temazo Cities in Dust, de Siouxsie and the Banshees, sonando de fondo) queda claro que lo de Rocha da Silveira no es la austeridad, la sobriedad ni la sutileza. En una de las salidas nocturnas Mariana recibe un profundo navajazo en el rostro y como marca le quedará una cicatriz que intentará tapar con su larga melena negra. Mari, como todos la llaman, ingresará luego a trabajar como enfermera en un hospital y allí crecerá la tensión sexual con un colega.
Las comparaciones con el mencionado film de Mascaro son inevitables, pero en sus climas alucinatorios Medusa tiene algo del cine de David Lynch, elementos propios de la obra de Dario Argento, y en varias de sus escenas nocturnas más extremas remite a films como The Warriors o la saga de La purga.
Durante sus algo más de dos horas Medusa acumula simbolismos y paralelismos con el Brasil de Bolsonaro (aunque no hay referencias concretas ni directas). El resultado es un film ampuloso y recargado que en varios pasajes fascina, pero que en su conjunto resulta demasiado disperso y derivativo. Quiere ser una película pop, un retrato sobre la misoginia y la necesidad del empoderamiento femenino, y una alegoría política con mucho de advertencia. Pero, se sabe, el (la) que mucho abarca...
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