Cine latinoamericano en Netflix: críticas de “Una película de policías”, “Noche de fuego”, “7 prisioneros” y “Wiñaypacha”
No es habitual que una plataforma como Netflix lance en el lapso de apenas dos semanas cuatro producciones latinoamericanas que han tenido una excelente recepción en el circuito de festivales. Pero entre el 5 y el 19 de noviembre llegan al servicio de streaming Una película de policías, del mexicano Alonso Ruizpalacios; Noche de fuego, de la también mexicana Tatiana Huezo; 7 prisioneros, del brasileño Alexandre Moratto; y Wiñaypacha, del peruano Oscar Catacora. Para celebrar estas novedades publicamos esta guía en la que recuperamos las reseñas de los cuatro títulos.
Estreno
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Publicada el 01/11/2021
-Una película de policías (México/2021). Dirección: Alonso Ruizpalacios. Con Mónica Del Carmen y Raúl Briones. Guion: Alonso Ruizpalacios y David Gaitán. Fotografía: Emiliano Villanueva. Edición: Yibrán Asuad. Duración: 107 minutos. Estreno: 5/11/2021 ★★★★✩
Ganadora del premio a Mejor Contribución Artística de la Berlinale de este año por su edición, la nueva película del director de Güeros y Museo pendula entre la ficción y el documental con resultados tan desconcertantes como estimulantes.
¿Un documental sobre la policía en Ciudad de México? ¿Una película de ficción? ¿Un falso documental? ¿Un reality tipo Cops o Policías en acción? No solamente es difícil encasillar o definir la propuesta de este tercer largometraje de Ruizpalacios luego de Güeros y Museo sino que incluso resulta un ejercicio inútil, ya que el talentoso director mexicano no hace otra cosa que modificar la percepción, desafiar las certezas, defraudar una y otra vez las expectativas. Cuando estamos convencidos de que por fin hemos desentañado el mecanismo concebido por el director vendrá una nueva vuelta de tuerca, otro (des)engaño.
Es cierto que este constante ejercicio manipulatorio puede agotar e irritar a más de uno (imagino la falta de paciencia de tantos espectadores que la vean en Netflix), pero las historias (reales, maquilladas o imaginarias) que aquí se cuentan jamás dejan de interesar ni tampoco sus permanentes mutaciones narrativas.
Primero conoceremos a Teresa (Mónica Del Carmen), una mujer policía; luego a Montoya Montoya (Raúl Briones), un hombre policía; más tarde sabremos que ambos son pareja (se los denomina “la patrulla del amor”) y las dos últimas partes... bueno, mejor no contar nada de eso.
La película es, por un lado, una exploración de espíritu documentalista que puede haber en la ficción y, por otro, un ensayo sobre cómo se “construye” un documental. También es un exponente de cine de género, y un ensayo sociológico sobre las diferencias sociales, raciales y la violencia en México, sobre cómo los policías son seres corruptos, pero también hombres y mujeres sin demasiada formación, frágiles y muchas veces desamparados. Victimarios y víctimas, aunque suene a lugar común.
Y, finalmente, Una película de policía es, también, una historia de amor. De amor en medio del horror, de la degradación, con un cierre lindante con lo surreal y casi hipnótico. Así, en sus múltiples facetas y alcances (e incluso en sus contradicciones internas y externas), en su apuesta lúdica y experimental que no bastardea su crítica social, reside el poder sugestivo y fascinante de este nuevo trabajo de Ruizpalacios.
PD: En un cine mexicano dominado por películas como Nuevo Orden, de Michel Franco; o Heli, de Amat Escalante, que un director como Ruizpalacios aborde la problemática de la policía con semejante nivel de audacia formal y temática me resulta un bálsamo, un síntoma de lo más esperanzador. DB

-Noche de fuego / Prayers for the Stolen (México-Alemania-Brasil-Qatar/2021). Dirección: Tatiana Huezo. Guion: Jennifer Clement y Tatiana Huezo. Elenco: Norma Pablo, Mayra Batalla y Olivia Lagunas. Música: Leonardo Heiblum y Jacobo Lieberman. Fotografía: Dariela Ludlow. Edición: Miguel Schverdfinger. Duración: 110 minutos. Estreno: 17/11/2021 ★★★✩✩
La nueva película de la directora de El lugar más pequeño y Tempestad ganó la Mención Especial del Jurado de la competencia Un Certain Regard del último Festival de Cannes
En un pueblo perdido en una zona montañosa de México, un grupo de tres niñas estrecha lazos de amistad a través del juego y la exploración de unos parajes naturales que parecen sacados de una fábula. Corren, se esconden, se ríen y se imitan las unas a las otras; una actividad, esta última, que pueden hacer literalmente con los ojos cerrados. Porque se conocen como si fueran hermanas, porque a lo mejor les une algo más fuerte, más mágico.
Y, efectivamente, en Noche de fuego late la firme, incluso urgente voluntad de refugiarse en la fantasía, única vía de escape con respecto a una realidad terrible. La pregunta que sobrevuela muy angustiosamente sobre el ambiente, ya desde los primeros compases, es si aquí va a haber hueco para la infancia. Concretando más: ¿Aquí se puede ser niña? Y después: ¿Se podrá ser mujer? La verdad es que ni una cosa ni la otra. En este sentido, la primera imagen de la película es la de la joven protagonista corriendo a esconderse en un agujero que ella y su madre han cavado en el suelo.
Una tumba prematura para alguien que apenas ha empezado a vivir; para quien tal vez nunca pueda llegar a hacerlo. Es tan injusto, tan aterrador, que la sangre no sabe si entrar en ebullición o si, por el contrario, congelarse. Una montaña estalla literalmente en mil pedazos, mientras, a lo lejos, un coche patrulla de policía y otro repleto de miembros de un cartel criminal estacionan uno al lado del otro para que sus ocupantes, armados hasta los dientes, se tomen unas cervezas fraternales. La violencia es omnipresente y, por supuesto, amenaza constantemente a una gente que hace tiempo que perdió el control sobre su propia vida.
Todo el mundo es niño, es decir, no tiene ni voz ni voto (ni mucho menos se le provee información) a la hora de tomar decisiones importantes. El punto de vista narrativo, en coherencia con tan paupérrimas circunstancias, es más bien reacio a la hora de dar cualquier explicación. Como los adultos que evitan que los niños descubran la maldad que les rodea. Pero ahí están las sombras, por mucho que hagamos por no mirarlas. De repente, la historia concreta un salto temporal casi-linklateriano: las niñas del principio ahora son chicas. Adolescentes que, esto sí, hacen todo lo posible para ocultar su edad, incluso su género.
Con todo esto, la película ha mudado la piel: antes iba sobre la infancia, ahora es un coming of age. Un retrato sobre la entrada en la vida adulta trágicamente marcado por unas circunstancias empeñadas en escribir un destino aciago. Las que se han ido, han cortado comunicaciones (y de nuevo, no se sabe por qué); las que se han quedado, hacen lo único que parece que puedan hacer: esperar a que llegue la hora. Ahora la película carga sus argumentos en pos de una denuncia que suena a grito furioso, aterrado, desesperado. Ha llegado a la edad adulta y se ha dado cuenta de que está tan indefensa como un niño recién llegado a este mundo cruel. VE

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7 prisioneros / 7 Prisioneiros / 7 Prisoners (Brasil/2021). Dirección: Alexandre Moratto. Elenco: Christian Malheiros, Rodrigo Santoro, Bruno Rocha, Vitor Julian, Lucas Oranmian, Cecília Homem de Mello y Dirce Thomaz. Guion: Thayná Mantesso y Alexandre Moratto. Fotografía: João Gabriel De Queiroz. Edición: Germano de Oliveira. Música: Felipe Puperi, Rita Zart y Tiago Abrahão. Duración: 93 minutos. Estreno: 11/11/2021 ★★★½
Con productores ilustres como Ramin Bahrani y Fernando Meirelles, el director de Socrates (2018) concretó un potente y descarnado retrato sobre las nuevas formas de esclavitud que tuvo un elogiado paso por los festivales de Venecia y Toronto.Mateus (Christian Malheiros) es un joven que vive de forma más que modesta con su familia en una zona rural de Catanduva, a cinco horas de auto de San Pablo. Cuando un referente local lo convoca junto a otros muchachos para ir a trabajar a la principal urbe brasileña y le da un importante adelanto en efectivo, el bienintencionado protagonista no tiene ninguna duda en aceptar. Pero, luego de deslumbrarse en la llegada con las autopistas y los rascacielos paulistas, llegarán a destino. Y el destino es un desarmadero de autos, un depósito de chatarra que se parecerá demasiado a una cárcel. Desprovistos de sus documentos y sus celulares, engañados en lo económico (se les informa que tienen una deuda acumulada imposible de devolver) e imposibilitados de salir al exterior, se convierten en esclavos en pleno siglo XXI.
Luca (Rodrigo Santoro) maneja el lugar con mano dura y pronto nos daremos cuenta de que es parte de un complejo engranaje que incluye tráfico de inmigrantes ilegales sometidos a todo tipo de explotación laboral (servidumbre, bah) con poderosos mafiosos ligados a la política y con la connivencia de la policía. La corrupción generalizada, institucionalizada.
Más allá de su inevitable espíritu de denuncia,
7 prisioneros nunca pierde la tensión ni la potencia narrativa. Lo más interesante de la trama es cuando Mateus (hasta entonces leal a sus compañeros de infortunios) le propone a Luca un sistema para mejorar la productividad del lugar y, poco a poco, va ganando su confianza y ampliando sus responsabilidades. Algo parecido -con las importantes distancias del caso, claro- a los de los colaboracionistas con los nazis en los campos de concentración.
Así, el film se desmarca de la obvia distinción entre buenos y malos, de un sistema de trabajo donde todo es blanco y negro. Los personajes en apariencia más nobles son capaces de cometer atrocidades para garantizar su supervivencia, mientras que incluso los más crueles y despiadados tienen algún gesto que los ennoblece, aunque sea mínimamente. Sin ser una película particularmente sorprendente,
7 prisioneros surge como una narración concisa, eficaz y atrapante con -claro- un mensaje contundente y sobrecogedor.
DB
-Wiñaypacha (Perú/2017). Guión, fotografía y dirección: Oscar Catacora. Elenco: Vicente Catacora y Rosa Nina. Edición: Irene Caijas. Sonido: Edwin Riva y Rosa Oliart. Diseño de producción: Hilaria Catacora. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 86 minutos. Estreno: 9/11/2021 ★★★★✩
Si bien desde hace ya varios años el nuevo cine peruano viene dando motivos de esperanza con películas como Días de Santiago, de Josué Méndez; Octubre, de los hermanos Vega; o Rosa Chumbe, de Jonatan Relayze Chiang, la ópera prima de Catacora fue una de las apariciones más sorprendentes y reveladoras de los últimos tiempos. Una película rodada en una zona recóndita de los Andes, hablada íntegramente en lengua aimara y protagonizada por dos ancianos (no actores).Desde que se estrenó en agosto de 2017 en el Festival de Lima, esta ópera prima de Oscar Catacora -un director treintañero y autodidacto de origen aimara- no paró de recibir reconocimientos. Es que se trata de un auténtico OVNI dentro de un cine peruano que suele provenir de las grandes ciudades y con apuestas narrativas más bien clásicas.
Wiñaypacha está rodada a los pies del majestuoso Allincapac, a más de 5.000 metros de altura, en plenos Andes peruanos. Sus dos únicos protagonistas son intérpretes no profesionales que hablan en aimara, un idioma que está en vías de extinción, y el relato -bello, lírico- está construido a partir de 96 planos fijos.
Willka (Vicente Catacora, abuelo materno del director) y Phaxsi (Rosa Nina), Sol y Luna en aimará, son dos octogenarios que viven solos en medio de la miseria y el frío. Su único sustento son las ovejas, una llama y lo que pueden recolectar de la pachamama en un lugar tan hermoso como inhóspito. Su hijo los ha abandonado y, aunque ellos sueñan a diario con su regreso, no parece que ello vaya a ocurrir.
La película -que tiene algunos puntos de contacto con los primeros trabajos de Lisandro Alonso y, por qué no, con el Yasujiro Ozu de
Historias de Tokio- describe con paciencia, sensibilidad y sin caer en pintoresquismos las desventura cotidianas del matrimonio, su religiosidad, sus usos y costumbres, sus tradiciones y leyendas y, si bien el film es tan respetuoso como pudoroso, en el trasfondo subyace una crítica al papel del Estado que abandona a los pueblos originarios y también a ciertos entornos familiares donde no se respeta ni se cuida a los mayores.
Minimalista, intimista y contemplativa (lenta para ciertos estándares del cine contemporáneo más convencional),
Wiñaypacha está muy lejos de ser aburrida o hueca. A medida que avanza, el relato va ganando en intensidad emocional y -hay que admitirlo- en tristeza, ante la situación de abandono y la acumulación de infortunios que sufren. El multifacético Catacora, guionista, realizador y también responsable de la excelente dirección de fotografía, logra de sus dos no-actores una presencia conmovedora y a las imágenes fascinantes se les suma un cuidadoso trabajo con las distintas capas de sonido. Una bienvenida sorpresa, una auténtica revelación del nuevo cine peruano.
DB
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ATENCIÓN LEER ESTA COMENTARIO DESPUÉS DE VER LA PELÍCULA Grata sorpresa me he llevado con 7 PRISIONEROS una película que se ubica en la mejor tradición del buen cine social brasilero de denuncia pero, al mismo tiempo, evita caer en las distinciones extremas entre personajes muy muy muy buenos y muy muy muy malos. El joven actor Christian Meleiros (n. 1999) interpreta a Mateus, un muchacho que vive en la región rural de Catanduva (400 km al noroeste de San Pablo). Como otros jóvenes Mateus busca progresar en San Pablo y hasta sueña con ir a la universidad, todo para a ayudar a su humilde familia. Mateus resulta engañado con un trabajo que le ofrecen donde hay pago por adelantado pero irá a parar un depósito de chatarra donde conocerá el trabajo esclavo en pleno siglo XXI. Quien controla el depósito es Luca, un villano con todas las de la ley que interpreta Rodrigo Santoro, quien advirtiendo las cualidades de Mateus lo tentará para que abandone a sus seis compañeros de trabajo y colabore con la red de explotación donde hay lazos con la policía, los hombres de empresa y la gran política, toda una organización mafiosa que se vale de mano de obra inmigrante, Es en la segunda mitad, cuando sucede lo mejor, Mateus empieza a vacilar porque encuentra que Luca tiene raíces similares a él y le dice que con el trabajo libre va a ganar menos dinero que en el negocio de la esclavitud. ¿Mateus tiene un precio o seguirá junto a sus compañeros? Con un lenguaje simple y llano el director Alexandre Moratto (clase 1988) construye una gran película, de las mejores que se han visto en el año (8/10)