Críticas
Estreno en cines
Dos críticas de “La rueda de la fortuna y la fantasía”, de Ryûsuke Hamaguchi
-En medio del bienvenido furor por el cine de este brillante director japonés, llega a los cines de Argentina este tríptico que le valió el Gran Premio del Jurado (segundo en importancia) en la Berlinale 2021. Este estreno se produce un día antes de la llegada de Drive My Car, ganadora del Oscar a Mejor Película Internacional a la plataforma MUBI, que también presentará el 5 de abril un film previo de Hamaguchi como Asako I & II (2018).
-Actualización: Sumamos una videocrítica de Drive My Car, por Diego Conesa.
La rueda de la fortuna y la fantasía (Guzen to sozoaka / Wheel of Fortune and Fantasy (Guzen to sozo, Japón/2021). Guion y dirección: Ryûsuke Hamaguchi. Elenco: Kotone Furukawa, Kiyohiko Shibukawa y Fusako Urabe. Fotografía: Yukiko Iioka. Distribuidora: Mirada. Duración: 121 minutos. Apta para mayores de 13 años con reservas. Salas (primera semana): 9 (Cinépolis Recoleta, Cinemark Palermo, Showcase Belgrano, Atlas Patio Bullrich, Multiplex Belgrano, Showcase Norte, Hoyts Unicenter, Cinemark Los Palmares de Mendoza y América de Santa Fe).
CRÍTICA 1, por Víctor Esquirol
Tras un intenso día de foto-sesiones, dos amigas se relajan en el taxi que debe devolverlas a casa. Como el trayecto es largo, aprovechan para ponerse al día de sus respectivas vidas amorosas. Los ojos no nos engañan: en la parte de atrás del coche van dos ocupantes, pero se nota también la presencia de una tercera, que sin estar ahí consigue condicionar la conversación. Lo mismo ocurre en el despacho de un profesor, donde la visita de una alumna obedece en realidad a la voluntad de una persona ausente. Y, de nuevo, el fenómeno se repite en el encuentro casual entre dos antiguas compañeras de instituto. Este es el tríptico que compone La rueda de la fortuna y la fantasía, trabajo de Hamaguchi inmediatamente anterior a Drive My Car. Las tres historias, aparentemente autónomas, quedan hermanadas por los rastros intangibles pero perceptibles de unas figuras ausentes. Al final de cada historia, unos breves títulos de crédito separan a los personajes que hemos visto de los que están por venir, pero la temática de fondo, así como la manera para abordarla por parte del director y guionista, las confirma como piezas de un todo, esa rueda donde la fortuna y la fantasía se confunden.
Así, La rueda de la fortuna y la fantasía se mueve por una realidad reconocible pero que al mismo tiempo se muestra esquiva, en fuga, condicionada por unos saltos de naturaleza fantástica, propiciados por la puesta en escena y el tratamiento narrativo. A Hamaguchi le vale todo para resquebrajar la lógica de una realidad que nos oprime, pero de la que no podemos escapar. De partida, tenemos a dos amigas que ponen sobre la mesa la carpeta de los asuntos románticos. Hamaguchi, siempre cómodo en el uso de la palabra dialogada, nunca pierde el foco: ahora lo pone en quien está hablando, ahora en quién escucha. Y así, poco a poco, va dando cuerpo a un discreto pero contundente despliegue escénico, primero en la calmada contemporización de las distintas imágenes, después en la elección de unos encuadres que dejan respirar a sus protagonistas, pero que también preservan su intimidad. Todo ello da fe de la que, al fin y al cabo, es una de las grandes virtudes del director de Happy Hour: una inteligencia emocional con la que se preserva el calor humano que emana de los conflictos, tensiones y afectos de sus personajes.
Una amiga cuenta cómo le va la vida y la otra atiende, y con ello intiman casi como quien intima bajo las sábanas. El amor, ya se sabe, se puede hacer de forma suave y delicada o, por el contrario, dejándose llevar por la pasión del momento. Y así dialogan los personajes de La rueda de la fortuna y la fantasía; y así los mira Hamaguchi. La filmación naturalista de un encuentro fortuito en un bar abre, en la escritura del film, un mar de posibilidades, como si estuviésemos en el terreno de la física cuántica. Llegados a cierto punto, el resultado de la combinación de elementos resulta incierto. Coexisten, como lo hacían los destinos del gato Schrödinger, y así lo plasma una película que, de repente, recuerda al cine de Hong Sang-soo. Una cámara fija, plantada ante una mesa, observa la interacción de unos personajes que, con total naturalidad, comen, beben y charlan. Hasta que, alcanzado el clímax de su discusión, un zoom incide en los temores de uno de ellos… y actúa, de paso, como mágico reinicio de un camino distinto.
La episódica La rueda de la fortuna y la fantasía va trazando un más-difícil-todavía en la ejecución de piruetas narrativas. Así enhebra Hamaguchi su estudio de la empatía humana, que se manifiesta con mayor rotundidad cuanto más lejos se sitúa de nuestro presente híper-tecnológico. Lo predijo la Survival Family, del injustamente olvidado Shinobu Yaguchi. Del mismo modo, Hamaguchi se libera de las constricciones sociales para cocer a fuego lento situaciones que iluminan nuestra naturaleza azarosa, a veces afortunada, a veces errática. Esta rueda afortunada y fantasiosa está inevitablemente marcada por la idiosincrasia japonesa, pero su espíritu es universal. La emoción aquí aparece desprovista de todo artificio. Cuando desaparece la música de fondo, se oye mejor la voz del interlocutor; cuando el montaje deja de pedir protagonismo, este es reclamado por las personas. Estos seres peculiares, extraños, que están ahí incluso cuando no están… y a los que, en última instancia, les deseas lo mejor.
Crítica 2, por Diego Batlle
Luego de sorprender al mundillo cinéfilo con Happy Hour (estreno mundial en Locarno 2015) y Asako I & II (Competencia Oficial de Cannes 2018), Ryûsuke Hamaguchi presentó en la Berlinale 2021 este tríptico sobre el amor, las casualidades, los (des)encuentros siempre con protagonistas femeninas, una de las constantes del realizador japonés. Son tres mediometrajes titulados Magic (or Something Less Assuring), Door Wide Open y Once Again que narran un triángulo amoroso; un juego de seducción de una estudiante a un profesor y escritor premiado; y el encuentro fortuito entre dos mujeres que se supone fueron compañeras de clase 20 años atrás.
Más allá de que se tratan de historias independientes, hay estructuras e ideas recurrentes: no solo porque son las mujeres las que están en el centro de la escena como fuerza de atracción y por momentos también de manipulación sino porque en todas se exponen las consecuencias de las elecciones más íntimas, la incidencia del azar y las formas de lidiar con las contradicciones, las tentaciones, los deseos y la culpa.
Dúctil, elegante y delicado tanto en la puesta en escena como en la dirección de actores (y sobre todo de actrices), Hamaguchi trabaja en los confines muchas veces riesgosos de la (in)corrección política. En el segundo episodio, la tensión sexual entre profesor y alumna es evidente, pero mientras ella intenta cerrar varias veces la puerta del despacho; él se encargará de mantenerla abierta, para que quienes pasen por el pasillo vean siempre lo que ocurre en el interior. Un director cada vez más convencido de su estilo, sus obsesiones y sus reconocibles universos cinematográficos.
MAS INFORMACIÓN:
Nuestro especial sobre el cineasta japonés Ryûsuke Hamaguchi
Videocrítica de Drive My Car, por Diego Conesa
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