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Plano detalle y plano general: una televisión sin perspectiva

La matanza de Virginia Tech desnudó las múltiples carencias de la TV local a la hora de cubrir noticias internacionales
Publicada el 18/04/2007
Las imágenes que los canales internacionales de televisión multiplicaban eran de fotos fijas o de situaciones más bien anodinas y cotidianas de la Virginia Tech, supuestamente tomadas poco después de que Cho Seung-hui concretara la matanza de 32 personas. Pero Canal 13 salió en busca del argentino que explicara el hecho desde allí, en una decisión recurrente cada vez que deben dar cuenta de un hecho internacional que no es una nota de color, que se aleja de la mujer noruega que cruzó nadando el río más correntoso del mundo, del chino que batió el récord de comer hamburguesas en un minuto o del ruso que inventó un sistema para subir y bajar la escalinatas de Odessa sin apoyar los pies. Esta vez, los canales no podían apelar a la nota de color porque la tragedia humana desbordaba ese límite y no tenían más opción que explicar lo que había ocurrido. Y no sabían cómo hacerlo.

En realidad, la cuestión de si había o no argentinos entre las víctimas de la politécnica de Virginia es algo que puede establecer un contacto entre el hecho y los televidentes, pero es un dato del que se ocupan los servicios de cancillería y no la televisión, aunque ya sabemos que a la televisión le encanta ocupar espacios que no le corresponden, y especialmente a la TV local, que busca sustituir a la justicia o la policía, porque como las instituciones nacionales funcionan mal entonces es ella, la televisión, quien debe “ocuparse de la gente”, porque ella sí funciona bien y sabe lo que hay que hacer en cada caso, y es más rápida, expeditiva e incorruptible... Lo concreto es que el contacto es con el hecho en sí y no está sujeto a la presencia o ausencia de argentinos. Aunque los responsables del área de noticias de los canales se resistan a creerlo, ¡existen noticias que no son locales!

Esa idea de que todos los acontecimientos deben ser vistos desde la perspectiva de los argentinos parece solamente un signo de provincianismo pero en realidad es un síntoma. En la televisión argentina hubo un giro desde hace ya muchos años y consiste en un marcado desinterés por las noticias internacionales. En la rutina diaria, con los envíos de las cadenas internacionales alcanza y ni siquiera se toman el trabajo de poner una locución local, dejando el audio original, da lo mismo si son diez muertos en un atentado en Irak o la muchedumbre escapando de los toros en San Fermín. La presencia de corresponsales en el extranjero ha ido menguando, tanto como los especialistas en política internacional y, cuando se envía a algún periodista del canal, lo usual es que termine haciendo notas de color. Y así -como en un círculo perfecto: la televisión es un cosmos- regresamos al origen: Siempre se vuelve a la nota de color, porque el marco explicativo es muy arduo, engorroso y a los televidentes no les interesa...

Ese giro que desprecia lo que está más allá de las propias fronteras (mentales, antes que geográficas) y que desconfía de lo ajeno (que es casi todo, salvo lo que produce la propia televisión), vuelve su mirada hacia lo propio, hacia lo conocido. Todo gira en torno a nosotros. Es curioso pero el mundo existe solo para averiguar cómo nos ven, si nos validan o no, si nos aprueban, qué pasa cuándo nos medimos con “otros” . Pero para la televisión argentina el mundo es cada vez más la representación de lo ajeno.
Es cierto que durante las primeras décadas del siglo XX el cine fue la ventana al mundo. Los espectadores conocían el mundo a través de las películas y veían los noticiarios en el cine como parte de una experiencia en comunión, compartida. Ese mundo que el cine mostraba, era el mundo en plano general. Desde que la televisión le arrebató ese lugar, empezó a ser la ventana al mundo, pero ya fue el mundo en plano detalle. La televisión está tan cerca que no deja ver nada. Eso, exactamente eso es la obscenidad. Lo obsceno no es sólo que la televisión haga de lo privado una fiesta pública y compita por ver quién muestra más lo privado, canjeando lo púdico por lo público. Lo obsceno es la cercanía. Dicho de otro modo: la diferencia entre una escena de un film pornográfico y una escena de una película de Tsai Ming-liang no está en si hay o no personas teniendo relaciones sexuales sino en el encuadre que los muestra. Esa diferencia no está, tampoco, en que la cámara está más lejos (que lo está) sino que la del film pornográfico está demasiado cerca.

Eso es lo que pasa con la televisión y los hechos internacionales hoy: es fundamental que salga del plano detalle y vuelva al plano general. Y volver al plano general es pedir que la televisión vuelva a dar una batalla (que presume perdida) por el contexto, a intentar recuperar ese lugar de intentar traducir y explicar lo real, ese monstruo informe. Alejarse un poco para poder tener perspectiva porque al estar tan cerca, no sólo agiganta la fealdad del mundo (visto desde muy cerca todo se vuelve más horrible) sino que agiganta la angustia del espectador. Un espectador que quiere ver el mundo y no sólo su propia casa.

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