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Festival Internacional de Cine Fantástico de Porto Alegre 2023: Premios, reseñas y balance del XIX Fantaspoa
Por Diego Faraone, desde Porto Alegre
Con visitas como las de Takashi Shimizu y Mark L. Lester y películas como Molli and Max in the Future, Soft & Quiet, The Uncle, World War III, The Artifice Girl, Hundreds of Beavers, La mesita del comedor e Irati la muestra brasileña tuvo un regreso a lo grande.
La edición 2023 del Fantaspoa, el más prestigioso festival de cine fantástico de América Latina, supuso prácticamente un resurgimiento (las de 2020 y 2021 habían sido virtuales debido a la pandemia) con una gran concurrencia y salas colmadas, e invitados del nivel del cineasta japonés Takashi Shimizu (foto arriba), autor de las terroríficas Ju-on: The Grudge / La maldición y Ju-on: The Grudge 2 / La maldición 2; y el estadounidense Mark L. Lester, responsable de los blockbusters ochentosos Comando y Masacre en el barrio japonés, entre otros. Pero este año, del 13 al 30 de abril, hubo también talleres, desfiles y fiestas de disfraces (una de ellas a bordo de un barco), extrañas performances y una programación sobresaliente.
Molli and Max in the Future, la ópera prima del director estadounidense Michael Lukk Litwak, ganó el premio a Mejor Película. Este sorprendente debut reúne el encanto, la frescura y la química de las mejores comedias románticas, y la imaginación, la inventiva y las especulaciones sociales y políticas de la mejor ciencia ficción. Así, chico conoce chica y desde su primer momento juntos percibimos una atracción mutua que ambos se empeñarán en negar a lo largo de años, en diferentes encuentros y sucesivos saltos temporales y espaciales. De esmerado trabajo digital -principalmente hecho con la técnica del croma-, se trata de una estimulante y lograda producción, en la cual se incluyen vuelos en naves espaciales, luchas de robots, inteligencias artificiales insufribles, aplicaciones para simular noviazgos, sexo con semi-dioses, batallas mágicas e interdimensionales, así como un grotesco debate previo a las elecciones para nuevo gobernador de la galaxia. Entre el estilo del Richard Linklater más entrañable y el Adam McKay más ácido, se trata de una comedia que oscila una y otra vez entre el humor delirante y un agudo estudio de caracteres.
El premio a Mejor Dirección fue para la que quizá haya sido la mayor revelación del festival, la cineasta Beth de Araújo, por su labor en la película Soft & Quiet. De largos planos secuencias -de a ratos, el estilo se asemeja al Gus Van Sant de Elefante o Last Days- se trata de un incómodo acercamiento a un grupo de mujeres, reunidas por sus afinidades xenófobas, racistas y antifeministas. Si bien en un comienzo conversan y catalizan sus frustraciones de forma pacífica y aparentemente inofensiva, un suceso inesperado las impulsa a poner en práctica sus convicciones más extremistas. Estamos ante un cine de terror realista, casi intolerable, pero sin gore ni escenas truculentas en el sentido más tradicional del término; podría recordar en su planteo a atmósferas irrespirables como las de Funny Games o Saló, pero aquí el punto de vista sigue en todo momento a los victimarios; quizá lo más duro sea este proceso paulatino por el cual mujeres aparentemente normales -trabajadoras o amas de casa- van tomando ventaja de su color de piel y de su impunidad en determinados contextos. La brillante aproximación da cuentas de sus motivaciones y de cómo se van potenciando y decantando hacia extremos de sadismo insospechado. Los logros a nivel de atmósfera, de dirección de actores, la proeza técnica de los planos secuencias, así como lo vívido de los diálogos y de las situaciones de violencia racial vuelven a esta película un trago difícil de digerir. De Araujo, nacida en California pero de madre china y padre brasileño, ha vivido el racismo en carne propia y supo plasmarlo de forma espeluznante, logrando una de las mejores óperas primas de los últimos tiempos.
El premio a Mejor Guion lo obtuvo el film serbo-croata The Uncle, de David Kapac y Andrija Mardešić. En un registro similar al Yorgos Lanthimos más enajenado (Canino, La langosta), esta brillante ópera prima presenta a una familia de tres que se prepara para una jornada navideña y para recibir la visita del tío de Alemania referido en el título (Predrag Miki Manojlović, reconocido actor fetiche de las películas de Emir Kusturica). Pero hay cosas extrañas y hasta desconcertantes en este cuadro familiar: el hijo adulto se comporta como un adolescente, la madre quema las galletas navideñas a propósito, hay disputas y tensiones a un nivel inusitado. Las cosas se enrarecen de forma creciente y descubrimos que este “tío” rico tiene una influencia desproporcionada en lo que ellos hacen o dicen, al punto de dar órdenes exactas y detalladas sobre la manera en que deben comportarse. Con planos generales al interior de la vivienda y una fotografía límpida y austera, una notable metáfora de lo que significa vivir bajo una ocupación o al yugo de un gobierno autoritario, en referencia a la Yugoslavia de los años ‘80.
El premio a Mejor Actor fue para Mohsen Tanabandeh y su excelente interpretación en la iraní World War III, de Houman Seyedi; es curioso que haya sido esta la candidata como película iraní a los Oscar, ya que no son esta clase de planteos los que suelen ser enviados para consideración de la Academia de Hollywood. En primer lugar, porque sitúa la acción en un contexto de analfabetismo, pobreza, y diversas formas de trabajo esclavo. "La historia no se repite, pero a menudo rima", reza la cita de Mark Twain que da inicio al metraje. En uno de tantos trabajos mal pagos y de explotación, el protagonista llega a un set de rodaje y, a pesar de no querer hacerlo, es conminado a interpretar a Hitler en una libre recreación de la Segunda Guerra Mundial. La película dentro de la película abre un juego de espejos por el cual el espectador es continuamente confrontado y cuestionado. Se trata de una muestra más de cómo el cine iraní parece estar reflejando un pesimismo profundo y enquistado, un malestar imperante que se traduce en obras como No Bears, Holy Spider y ésta; propuestas terriblemente oscuras, de una desesperanza atroz.
El premio a Mejor Actriz fue para la adolescente Tatum Matthews, de The Artifice Girl. La película se centra en una división de delitos informáticos, abocada específicamente a la captura de pederastas en la web, y que encuentra una herramienta invaluable en las IAs, así como en el uso de tecnologías digitales para emular cuerpos y rostros humanos. Es así que la creación de una "niña artificial" supone para ellos un insumo revolucionario para la infiltración entre criminales cibernéticos. Los problemas surgen cuando esta IA comienza a volverse autónoma, a manipular a sus propios creadores y, sobre todo, cuando empieza a sentir emociones y a cuestionarse los propósitos para los que fue programada. Con sólo tres locaciones, un film sustentado en los diálogos y en el trabajo descomunal de Matthews, quien convence como entidad informática, como niña de verdad e incluso como adulta. Supone asimismo el debut del director, guionista, productor y actor Franklin Ritch, un cineasta que corresponde seguir de cerca a partir de este momento.
Uno de los títulos más divertidos de esta edición fue Hundreds of Beavers, de Mike Cheslik. Más allá de las vistosas y mediáticas performances que acompañaron a esta película en el festival (alguien disfrazado de castor gigante fue una y otra vez castigado, arrojado al suelo y hasta golpeado con una silla al estilo lucha libre por el actor y productor Ryland Brickson Cole Tews), cabe decir que no es comparable a nada que se haya visto previamente, y que quizá sea la película más singular de esta edición. Cuatro años de realización le insumió al director crear esta producción delirante, en la que un vendedor de aguardientes de manzana da inicio a una guerra sin tregua contra los castores en un bosque helado, en el siglo XIX. Pero corresponde acotar que no existen animales reales en esta película, y que la fauna reinante (castores, conejos, zorrillos, lobos, etcétera) es interpretada por actores en mullidos disfraces. La producción en blanco y negro y la ausencia de líneas de diálogo recuerda a pioneros como Keaton o Chaplin, o incluso a los dibujos animados de Max Fleischer, pero puede verse también un parentesco con Guy Maddin y su aproximación vintage a parajes nevados. Quizá lo más interesante de esta desternillante comedia -ideal para ver con amigos, o en salas colmadas como ocurrió en este festival- sea una estructura de videojuego RPG: el cazador va evolucionando sus métodos para la captura de castores, utilizando el acierto y el error, agudizando su ingenio para combinar estrategias, objetos, dispositivos y sucesos alocados para concretar su matanza, en una mezcla extrañísima entre The Legend of Zelda y El Coyote y el Correcaminos. Quizá el metraje se extienda algunos minutos más de lo esperable, pero nadie podría negar que se trata de una experiencia, una proeza en sí misma, y un auténtico exabrupto de creatividad.
Pero, sin dudas, la mejor película de esta edición fue la galardonada con el premio a mejor Guion de la Competencia Iberoamericana: La mesita del comedor del catalán Caye Casas. Hay veces que el cine nos sorprende de forma mayúscula; es probable que muchos accedan a su visionado esperando dar con una comedia negra -hasta cierto punto lo es- pero acaba otorgando una de las experiencias cinematográficas más intensas de los últimos años. La propuesta es, en un comienzo, una perfecta radiografía de nuestros tiempos, ya que presenta una pareja de nóveles padres tardíos -tienen unos cuarenta y tantos- en pleno torbellino emocional de estrés y disputas por el cuidado de su bebé. Pero lo que aparenta ser tan sólo una aguda exposición de conflictos íntimos, logra transportar al espectador a una de las pesadillas más terroríficas de la paternidad; un accidente doméstico que precipita al protagonista a un abismo impensado. No existe mayor valentía a nivel cinematográfico que explorar los propios miedos, y esta película se ocupa de profundizar en ellos, de exponerlos, estudiarlos, de invitarnos a un rincón oscuro, en el que el más intenso dolor confluye con la culpa y el estrés potenciado. El director Caye Casas redobla las apuestas; en vez de utilizar la elipsis, el salto temporal de rigor al que todos los cineastas acudirían, decide permanecer, meter el dedo en la peor llaga y retorcerlo, estrujando así los corazones de su audiencia. Por animarse a tanto, La mesita del comedor es una de las más espeluznantes propuestas de este festival, una que roza (si es que no alcanza) la categoría de obra maestra.
El galardón a Mejor Dirección de la Competencia Iberoamericana fue para el vasco Paul Urkijo Alijo, por su trabajo en Irati. En el siglo VIII, ante la invasión del ejército de Carlomagno al sur de los Pirineos, el líder del valle pide ayuda a una diosa ancestral para vencer a sus enemigos. Así, vascos y musulmanes destrozan la retaguardia de los francos y obtienen un triunfo histórico en Roncesvalles. Pero es sólo el comienzo de una batalla más vasta, del cristianismo contra las creencias paganas, de la humanidad contra la naturaleza salvaje. Si se trata de generar películas con presupuestos veinte veces más bajos de lo que aparentan, Urkijo Alijo es la persona indicada, quien da vida a esta hermosa historia medieval en la que la mitología vasca se impone a fuerza de sangre y espada, monstruos gigantes, mujeres con pies de pájaro, pactos y maldiciones, poderes profundos y ancestrales. El director de Errementari logra lo impensable; construye otra vez una épica fantástica con apariencia de super-producción, con identidad propia, hablada en euskera y filmada en su región, con todas las dificultades que todo esto implica. El resultado es un cine auténtico, envolvente y alucinante, una inmersión en los bosques y en esos materiales fílmicos que supieron nutrir la infancia de muchos.
Finalmente, el premio a Mejor Película de la selección Iberoamericana fue para la esmerada animación en stop-motion -hecha con simpáticas figuras de barro e impresión 3D- portuguesa Os demónios do meu avô, de Nuno Beato, la cual este cronista no pudo llegar a ver.
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