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Crítica de “Priscilla”, de Sofia Coppola (Competencia Oficial) - #Venecia2023
-La directora de Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio, María Antonieta: La reina adolescente, Somewhere: En un rincón del corazón, Adoro la fama, El seductor y En las rocas adaptó el libro de memorias de Priscilla Presley y el resultado artístico de esta suerte de Lado B de la historia es fascinante.
-En la Argentina el film será estrenado en salas el 26 de diciembre y luego en streaming por MUBI.
Priscilla (Estados Unidos-Italia/2023). Dirección: Sofia Coppola. Elenco: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Dagmara Dominczyk, Ari Cohen, Tim Post y Emily Mitchell. Guion: Sofia Coppola, basado en el libro Elvis and Me, de Priscilla Presley (con Sandra Harmon). Fotografía: Philippe Le Sourd. Edición:Sarah Flack. Diseño de producción:Tamara Deverell. Música: Phoenix. En Competencia Oficial.
Referir a la exquisita sensibilidad de Sofía Coppola parece a esta altura casi una redundancia ¿Quién sino ella podía encontrar el tono para narrar la auto-construcción de ese gran personaje que es Priscilla Presley? El desafío de acercarse a una historia que todo el mundo en alguna manera conoce (o cree conocer) y respetar la mirada, el punto de vista, de su protagonista no es para cualquiera. Si tomamos en cuenta que, por acción u omisión, en pantalla o fuera de campo, la figura de Elvis es ineludible, la magnitud de la empresa y el desafío se agigantan.
La directora de Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio y María Antonieta: La reina adolescente construye una biopic que, sin constituir una subjetiva de su protagonista, adopta su punto de vista. La voluntad es menos juguetona que en María Antonieta pero sin dudas su propuesta es más desafiante. Es que lo que decide contar la realizadora es el paso a la adultez, el crecimiento de Priscilla, desde el momento en que en Alemania, con 15 años, conoce a Elvis, hasta su casamiento y separación. Y ello conlleva la necesidad de hacer foco en una parte de la historia habitualmente eludida por quienes no pueden escapar del influjo estelar de la gran e indiscutida estrella planetaria.
Meterse con una figura de estatura mitológica no es fácil. Como sucede en otro campo con Maradona, a Él todo se le perdona y los ojos se dirigen piadosamente hacia otro lado frente a los (perdón por el eufemismo) “deslices”. Desde el encuentro en la misión militar en Alemania donde la familia de ella y el propio Elvis están destinados, hay algo incómodo y no del todo dicho (salvo por el padre de Priscilla) en relación con la diferencia de edad. Como la mirada es la de Priscilla, el entusiasmo, el flechazo amoroso hace que ese elemento quede algo en penumbras frente a lo que es una búsqueda de libertad, de emancipación de la casa paterna, de lucha por el amor. Sin embargo, el tono sombrío que caracteriza la fotografía de la película adelanta esa incomodidad, esa impertinencia que con el paso del tiempo se irá profundizando, haciéndose más evidente.
Sin estridencias, a medida que avanza la trama la manipulación muta en subestimación, y el maltrato psicológico se instala para dar lugar, incluso, a algún episodio de violencia física. Elvis (Jacob Elordi) ocupa casi tanto lugar en la pantalla como Priscilla (Cailee Spaeny), pero el punto de vista es el de esta última. El guion de Sofía Coppola se basa en el libro de Priscilla Elvis and Me, pero pone menos el acento en lo anecdótico, escapa al morbo de hacer foco en los asuntos que más comidillas han generado para seguir el proceso interno que lleva a Priscilla Beaulieu a transformarse en Priscilla Presley (construcción definitiva que la acompañará incluso luego del divorcio). A la directora no le interesa ese costado un poco estúpido que mide las biopics por cómo los actores y actrices “sacan” a los personajes. Lo suyo nada tiene que ver con la vacua imitación o la búsqueda de la mímesis.
Esa decisión de no presentar a Elvis como el contendiente o enemigo, afecta aún más a su figura. No hay ensañamiento en la mirada, pero ni la natural empatía de Sofía Coppola con todo lo humano puede con esa sucesión de situaciones horribles que habitualmente se le perdonan al ídolo. A diferencia del Elvis, de Baz Luhrmann, aquí la figura del Coronel sólo es una voz (que ni escuchamos) en el teléfono. No vemos a Elvis casi cantar (miran juntos una muy pequeña parte de su actuación televisiva o toca el piano en su casa) y sus inigualables movimientos sólo son esbozados, lo vemos practicando o de espaldas unos instantes en un show.
A Sofía Coppola no le hace falta alzar la voz para mostrar el lado B de la historia, esa que, pese a ser conocida, usualmente decide olvidarse. Lo más terrible y doloroso es que Priscilla es, también, una historia de amor.
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