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Crítica de “Abiding Nowhere” (“Wu Suo Zhu”), película de Tsai Ming-liang (sección Berlinale Special) - #Berlinale2024
El director de Vive l’amour, The River, The Hole, What Time Is It There?, Goodbye, Dragon Inn, The Wayward Cloud, I Don’t Want to Sleep Alone, Visage y Stray Dogs continúa la saga de películas junto a su actor-fetiche Lee Kang-sheng.
Abiding Nowhere / Wu Suo Zhu (Taiwan-Estados Unidos/2024). Guion y dirección: Tsai Ming-liang. Elenco: Lee Kang-sheng y Anong Houngheuangsy. Duración: 79 minutos. En la sección Berlinale Special.
El epicentro del festival de Berlín es Potsdamer Platz, una suerte de símbolo de la reunificación. El lugar, filmado en su momento por Wim Wenders en El cielo sobre Berlín / Las alas del deseo, era un descampado: ahora está lleno de edificios nuevos y de franquicias. En el centro comercial de Potsdamer Plaz vi a un chico y a una chica intentando caminar lentamente. Los tres, ellos y yo, nos sonreímos. Sabíamos que veníamos del mismo sitio: acabábamos de ver Abiding Nowhere, la última película de Tsai Ming-liang.
Abiding Nowhere es la décima entrega de una serie de películas breves cercanas a la instalación museística. En ellas, Lee Kang-sheng viste con los ropajes de un monje budista y camina con una lentitud asombrosa por espacios reales. Se produce así un efecto de extrañamiento, entre la pausa del cuerpo del monje y el bullicio de los tiempos modernos.
En Abiding Nowhere, el monje camina por Washington, por sus calles, por sus lugares más emblemáticos. De nuevo, se produce un contraste, entre los tiempos calmos del caminante y la celeridad de los elementos de su entorno. En un momento, por ejemplo, Tsai filma al monje interpretado por Lee Kang-sheng atravesar una calle. Todo parece ir a cámara lenta, hasta que de repente pasa un auto y evidencia que lo único que va lento es el cuerpo del actor. El cine de Tsai es contracultural, y no hay películas que lo expliquen mejor que la serie del caminante, porque propone un tiempo precisamente contracultural, que aboga por la pausa en tiempos de productividad y ritmo constante.
En el nuevo film de Tsai Ming-liang, otro hombre atraviesa los mismos espacios que el monje, haciendo todo tipo de cosas cotidianas: desde una visita en el museo hasta preparar y comer unos noodles precocinados. Es un personaje muy cercano al cine de Tsai, un reflejo de las soledades urbanas contemporáneas, que por otro lado siempre propone un diálogo entre la soledad y el encuentro. Los dos protagonistas pasan por el mismo espacio, la sala de un museo donde se exponen reliquias asiáticas, reminiscencias de otro tiempo, de otro lugar. Abiding Nowhere comienza y termina con el agua en movimiento. Es el ritmo impertérrito de la naturaleza; el mismo, continuo pero pausado, que el del monje.
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