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Cine chileno en Competencia Internacional: críticas de “Los años salvajes”, de Andrés Nazarala; y “Denominación de origen”, de Tomás Alzamora - #FICValdivia2024

Dos últimas reseñas de películas locales que participan en la sección principal junto a Una sombra oscilante y Cuerpo en agua.

Publicada el 18/10/2024


Los años salvajes (Chile/2024). Dirección: Andrés Nazarala. Elenco: Daniel Antivilo, José Soza, Nathalia Galgani, Daniel Muñoz y Alejandro Goic. Guion: Andrés Nazarala y Paula Boente. Fotografía: Paula Ramírez. Música: Sebastián. Edición: Darío Órdenes. Duración: 106 minutos. ★★★½

Con novelas como Hotel Tandil y Ultima función, con su larga trayectoria como periodista y crítico de cine y de rock, y como director de Debut (2009), el corto Saturno (2012) y Mata el cuerpo y la cabeza morirá (2021), Andrés Nazarala fue pendulando entre sus dos pasiones -es un reconocido cinéfilo y melómano- hasta llegar a Los años salvajes, una película sobre la historia de un músico y sobre su ciudad natal, Valparaíso, a la que el realizador vuelve tras haberse radicado en Buenos Aires.

Ricardo Palacios, más conocido por su nombre artístico de Ricky Palace (el gran Daniel Antivilo), es un rockero sexagenario que tuvo su momento de gloria hace ya demasiado tiempo, aunque todavía algunos lo reconocen por la calle. Sin embargo, sus shows en el bar Cochran son un fracaso y el dueño del lugar (uno de los pocos amigos que le quedan) le informa que ha decidido cerrar el histórico lugar. Antes de hacerlo, se organiza un concierto de despedida.

A Ricky no solo se le notan los años sino también los golpes de la vida, los rencores, los traumas, los dolores contenidos que lo han convertido no solo en un alma en pena y sin un peso, al que echan de la pensión, sino sobre todo en un ser hosco y huraño, un hombre que no puede dejar de beber y fumar.

El inicio del film nos remite claramente al cine de Aki Kaurismäki, pero esa referencia se va perdiendo a medida que Los años salvajes va cambiando de tono, de temas y hasta de estilo. Durante sus 106 minutos, aborda las miserias del mundillo del rock (a Ricky lo traiciona un viejo compinche que se hace llamar Tommy Wolf, que ha triunfado en México e interpreta Alejandro Goic), pero luego se convierte en un ensayo sobre la muerte y la pérdida (nos enteraremos de los detalles de un amor de juventud), en una mirada sobre la degradación del cuerpo y del alma, sobre las diferencias generacionales que sin embargo luego pueden subsanarse para tender puentes y establecer vasos comunicantes, sobre la vida en la naturaleza como forma de huir de la sordidez y el estrés urbano, y muchas cosas más.

En su deriva, en su permanente metamorfosis, Los años salvajes va encontrando zonas cautivantes, pero también dilapidándolas para pasar a otras menos interesantes. Cada secuencia funciona como un capítulo independiente de una gran novela, como si fueran viñetas, subtemas o la exposición de diversos aspectos de la personalidad de Ricky, que hacen que la película por momentos extrañe una mayor fluidez y continuidad.

Más allá de esa estructura narrativa tan mutante que elige Nazarala, el universo es casi siempre muy atractivo, así como también lo son las locaciones de Valparaíso, los personajes secundarios, las canciones que se tocan en vivo o se escuchan de fondo y la gran cantidad de citas, referencias, homenajes y guiños que Nazarala va sumando en este film de fuerte carga nostálgica y melancólica.

Trabajando sobre unos cuantos clichés y hasta cierto patetismo del universo de la música y los medios (desde los imitadores de ElivIs Presley hasta los robos de canciones, pasando por impresentables periodistas de gráfica y de radio), Nazarala concibe un film de múltiples capas y dimensiones. No todas esas zonas resultan igualmente potentes y logradas, pero hay varias en las que afloran y se aprecian las diversas facetas, intereses y matices, la riqueza, la inventiva y ese amor por el cine y la música que, incluso desde una perspectiva ácida y muchas veces crítica, conviven en un creador de la inteligencia y las agallas de Nazarala.



Denominación de origen (Chile/2024), de Tomás Alzamora. Duración: 86 minutos★★★✩✩

San Carlos es una pequeña ciudad de 53.000 habitantes ubicada a 375 kilómetros al sur de Santiago y a 27 kilómetros al norte de Chillán, la capital de la región del Nuble. En ese tranquilo paraje se hacen las mejores longanizas de Chile, pero una trampa reglamentaria en una competencia hizo que sus vecinos de Chillán les quitaran a último momento el premio.

A partir de ese planteo inicial (excusa argumental), un grupo de vecinos se organizan para que, así como los franceses lo hicieron con el champagne, San Carlos (cuyo principal motivo de orgullo es que allí nació Violeta Parra) obtenga la denominación de origen a la que alude el título respecto de la tan mentadas longanizas.

Comedia de enredos y desventuras que remiten a films como Todo o nada / The Full Monty, a ciertas fábulas sobre la dignidad proletaria de Ken Loach y a los falsos documentales del clan liderado por Christopher Guest, la película de Tomás Alzamora es simpática y eficaz por momentos, siempre empática con sus queribles perdedores, aunque también un poco obvia y demagógica en su construcción y resolución.



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