Críticas
Estreno en cines
Crítica de “Venom: El último baile” (“Venom: The Last Dance”), película de Kelly Marcel con Tom Hardy
Tras las películas de 2018 y 2021, se ¿cierra? esta trilogía de Sony y Marvel con otro film con algo de entretenimiento genuino y bastante de fórmula.
Venom: El último baile (Venom: The Last Dance, Estados Unidos/2024). Guion y dirección: Kelly Marcel. Elenco: Tom Hardy, Chiwetel Ejiofor, Juno Temple, Stephen Graham, Alanna Ubach, Rhys Ifans, Cristo Fernández, Brooke Carter. Fotografía: Fabian Wagner. Edición: Mark Sanger. Música: Dan Deacon. Distribuidora: UIP (Sony). Duración: 109 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Primero fue Venom (2018), de Ruben Fleischer; luego fue el turno de Venom: Carnage liberado (2021), de Andy Serkis; y ahora es el turno de Venom: El último baile, escrita y dirigida por Kelly Marcel. Los nombres detrás de cámara cambian, pero el resultado artístico, no demasiado. Es que, más allá de algunos chistes simpáticos propios de una buddy movie que se producen gracias a la interacción entre simbionte y anfitrión; es decir, entre esa poderosa criatura extraterrestre que es Venom y el siempre atribulado, decadente y a esta altura ya borrachín periodista Eddie Brock a cargo del algo exagerado Tom Hardy, el film (la trilogía) navega por una medianía temática, narrativa y visual que no molesta, pero tampoco sorprende demasiado.
La londinense Kelly Marcel, quien ya había participado como coguionista de las dos entregas anteriores y aquí debuta en la dirección, ubica desde el vamos a la dupla Venom-Brock huyendo de las fuerzas de seguridad lideradas por el impiadoso general Rex Strickland (Chiwetel Ejiofor), pero también de varios gigantescos alienígenas que buscan el Códex, una suerte de llave que el “dúo” protagónico carga y que, de caer en manos del supervillano Knull, abriría los portales para la destrucción de todos los planetas con vida.
Cuando la película acepta su propia ridiculez (que no son demasiadas veces) fluye con bienvenido desenfado y espíritu lúdico, pero el problema es que el guion y la puesta en escena de Marcel quieren hacernos creer a cada rato que las confabulaciones intergalácticas, los experimentos en laboratorios que se realizan en el Area 55 (una locación militar secreta en el desierto de Nevada ubicada 30 metros bajo tierra) y los distintos personajes tienen una seriedad, una profundidad, una coherencia y un verosímil que no son tales.
No queda demasiado claro (sobre todo si se mantienen sentados en la butaca para ver la escena post-créditos) si este es en verdad “el último baile” de Venom y compañía. Seguramente serán los números de la taquilla -y no tanto la pertinencia artística- quienes ayuden a decidir si este supuesto adiós es definitivo. Viendo la mediocre calidad de este anunciado cierre, parecería lo más atinado.
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